Con los horrores del siglo XX el intelectual creyó que lo mejor era matar a Dios. A mediados de la década del cuarenta, después de que Vasili Grossman escribiera la crónica donde denunció el Holocausto judío el hombre de letras se convenció de que el progreso estribaba precisamente en militar un ateísmo exacerbado. Se quiso borrar de un plumazo una tradición de muchos siglos donde el artista se inspiraba en su propio fervor religioso para construir sus obras. Los existencialistas franceses encabezados por Sartre y Camus empezaron a escribir obras donde el protagonista era el mismo vacío existencial, el nihil. Si bien lograron escribir obras maravillosas como La nausea o El extranjero, sinceramente no se pueden comparar con lo que hicieron Flaubert, Hugo, Baudelaire o Maupassant un siglo atrás.
Como si hubieran esparcido una mancha sobre lo escrito el escritor de finales de siglo XX esgrimió el absurdo de la vida dejándose llevar por la fiebre marxista, la nociva fiebre comunistoide que envenenó el arte de las últimas décadas del siglo pasado. Si bien casi todos los regímenes comunistas cayeron a principios de los noventa, impulsados por el colapso del Oso soviético, la izquierda sigue ejerciendo el monopolio del arte.
En 1998 Saramago escribió un ensayo que fue como el bastión sobre el que se sostienen los pobres escritores de estos tristes países. En el ensayo titulado El factor Dios, el escritor portugués le achaca todas las guerras, todos los genocidios que se perpetraron en el mundo a la creencia en un ser supremo. Si bien durante la edad media la iglesia mandó a quemar inocentes y mentes brillantes como Galileo, si se instauró una guerra sin cuartel en oriente con las ridículas cruzadas, si exterminaron a los indios que poblaron américa, también hay que recordar que gracias al mensaje de Pedro el cruel Imperio romano colapsó y hasta se transformó en báculo del cristianismo. El césar se transformó entonces en Papa y conceptos que tanto abogan nuestros intelectuales y poetas a la hora de pedirle prorroga a su casero como misericordia o piedad se vinieron a conocer a partir del mensaje del cristianismo.
Es mentira eso de que el renacimiento mató a Dios, al contrario Leonardo y Miguel Angel construyeron sus obras como un homenaje al altísimo. Lo mismo se aplica para Giotto, Donatelo y Durero. Van Gogh quien supo retratar como nadie el movimiento era en sus tiempos libres un pastor evangélico, lo mismo que el atractivo Caravaggio quien dividía su tiempo entre el cortejo incesante de las muchachas bien de Venezia, la pintura y la entrega total a cristo. Ahí están sus cuadros que lo atestiguan.
La literatura rusa, desde Lermonosov hasta Pasternak esgrimió un cristianismo enfebrecido. En los cuentos de Tolstoi sobre todo en el que titula Lo que hace vivir a los hombres, se basa sin duda en las escrituras de la biblia para escribir sus maravillosas parábolas. En esta maravillosa historia un ángel salva de la miseria a un zapatero remendón y su familia. Crimen y castigo de Dostoyevsky es de lo más grande que se ha escrito sobre la culpa y el arrepentimiento, dos actitudes enteramente cristianas. Lermontov, Goncharov, Gogol tuvieron en alguno de sus escritos una alusión al creador. Los personajes rusos al ser precisamente eso, rusos, están necesariamente llenos de culpa, son atormentados, presentan todas las características de la personalidad de un artista.
Estoy convencido que es más propicio para un artista fundirse en el misterio de la santísima trinidad que en la certeza de la nada. Si no existe la vida eterna ¿Sobre que escribimos? Beckett basó su obra en el absurdo de la existencia; la vida termina con nuestro ciclo vital. Para mi, a pesar de lo que afirme Susan Sontag y sus secuelas, Samuel Beckett es una rata miserable al lado de Thomas Bernhard. En Maestros antiguos, Bernhard esboza la personalidad de un crítico que trata de desmitificar a Dios encontrando los defectos de las grandes obras maestras de la pintura. Si Dios construyó al hombre con todos esos defectos ¿Con que derecho ellos creen que pueden aspirar a la perfección?.
Baudelaire persiguió al Diablo y muchas veces lo vio de frente. El satanismo alimentó a los decadentistas francesas y todas esas llagas pululentas que describió Lorraine no son mas que las maldiciones que puede dejar la vida ultraterrena al tener contacto con nosotros. Toda la literatura de terror no es más que literatura religiosa. Es muy aburrido no creer en nada. Los intelectuales de acá, en su ignorancia absoluta creen que la vanguardia es ser comunista como era Sara Mago o ateo como era Sabatt-o. Ellos no son mas que piojitos muy chiquiticos al lado de una figura como la de Kafka, y que no me vengan a decir que el autor de la Metamorfosis era ateo porque en sus libros aparecía siempre el absurdo de estar vivo. La actitud de Josef K ante el guardian de la justicia no es mas que la espera eterna del que está en el purgatorio por entrar al paraíso. Kafka era judío señores, recuérdenlo y ese enfrentamiento con su padre no es más que un enfrentamiento con el mismísimo Dios.
Entre los cineastas ni hablar. Los europeos demostraron tempranamente una rara inquietud por Dios. Dreyer por ejemplo al filmar todas esas brujas y vampiresas que aparecen en Vampyr demostraba una rara predilección por la religión. Nunca Juana de arco estuvo tan cerquita de la santidad como en su película. Los escandinavos llevan esa cruz a cuestas. En El manantial de la doncella Max von Sydow no es otra cosa que Dios arrasando a Sodoma y Gomorra mientras mata con sus propias manos a los asesinos de su hija. En El séptimo sello un cruzado, un guerrero de cristo se enfrenta en una inmortal partida de ajedrez contra la propia muerte. Bergman, un renegado del creador esbozó durante toda su obra el puente que comunica al hombre con el dolor de la religión.
Tarkovsky padeció durante la era Bresnhev la condena de ser un creyente en medio de un reino de ateos. Su sinceridad lo obligó a exiliarse. Allá en Italia donde todo el mundo lo idolatraba entregó su vida ante el dolor de estar lejos de su tierra. Los rusos y su arraigo. Al adaptar la novela científica de Lew Solaris, hizo una de las reflexiones más profundas sobre la vida eterna. Es el misterio de la religión lo que fundamenta las obras maestras no la frialdad cientificista.
La tan mentada crisis de creatividad que vivimos en todas las artes puede tener su raíz en el ateísmo imperante. No hay nada a que cantarle, ya nada infunde temor. Se acabó la era del escándalo. El artista cometió el error de pasarse de vereda y caer ante la tentación que le ofrecía la ciencia. Un artista está mas cerca de ser un profeta desquiciado que un medido hombre de ciencias. Ya lo dijo aquel ateo contradictorio llamado Luis Buñuel, cansado de lo plano que es el mundo contemporáneo, aburrido de la lógica, de este mundo pragmático “Mi odio hacia la ciencia y mi desprecio a la tecnología me acabarán conduciendo a esta absurda creencia en Dios”
Pensar que hay una crisis de creatividd es suponer que el sol ya no alumbra, no hay una crisis, hay todo lo contrario: una exacerbación de creatividad que nos hace sentir un efecto muy clásico de la modernidad: la saturación. El problema es que murio dios y con el sus dioses, por lo tanto si seguimos buscando el partenon de escritores estamos jodidos, somos generaciones iconoclastas, hipercríticas
ResponderEliminarNo hay que confundir la magnesia con la gimnasia, hay una diferencia entre la actitud religiosa y la creencia... para hablar de Dios no hay que creer en él, porque claro que existe (en la mente de muchos) y es un buen tema de discusión... lo que sí es aburrido es volverse un fanático más y seguir creyendo en los cuenticos con que nos lavaron el cerebro toda la vida...
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