13 de julio de 2011

HUGO CHÁVEZ, LA DESVENTAJA DE SER SOLISTA

Las ganas de hablar lo hicieron rodear de un coro de mudos. Era un hombre inmortal hasta que las células se le amotinaron. A las células no las pudo comprar con dádivas, las células cuando quieren se le voltean a uno y te apuñalan por la espalda o por la ingle. En Caracas nadie sabe que está pasando, otra vez aparece el rumor como única fuente oficial. La famosa radio Bemba.

Dicen que le quedan pocos meses de vida, que llegó de Cuba alarmado por su hermano y sus pocos allegados quienes le advirtieron que dentro de Miraflores se fraguaba más de una conjura. Yo creo que la principal conjura está sucediendo en su cabeza. Desde que subió al poder no ha hecho sino depurar, del grupo de insurgentes que trató de hacerse con el poder en febrero de 1992 solo le queda Diosdado Cabello pero este cada vez se sumerge en las infectas aguas del ostracismo. No hay nada peor para el súbdito de una dictadura que no ser nombrado por el ser amado. En El emperador de Ryszard Kapunscinsky el periodista polaco nos cuenta los últimos años de Hallie Halliese el sempiterno emperador de Etiopía, allí aparece la angustia de sus ministros por no volver a ser nombrado por el sátrapa “Desaparecimos de su boca”, desaparecer de sus palabras es desaparecer del reino. En Vida y Destino de Grossman aparece también la desesperación por serle útil a Stalin, sus colaboradores se desvivían por atenderlo y así poder estar siempre en primera fila hasta que un día sin ninguna razón aparente caías en desgracia y el teléfono nunca volvería a sonar, de un momento a otro la gente en la calle no devolvería los saludos y los amigos súbitamente desaparecerían para siempre. En Quo vadis Petronio cayó en la paranoia de Nerón, paranoia y odia que carcomía también a ese hombre con patas de elefante que vivía su otoño de patriarca solo en un palacio enorme.

El peor cáncer de Chávez está en la desconfianza que ahora lo embarga. Dicen que desconfía hasta de su propia sombra. Cabello, el amigo de siempre está cada vez más alejado del gobierno. Dicen que al comandante supremo le molesta mucho el afecto que sienten sus fuerzas armadas por Diosdado que a estas le preocupan cada vez más el camino al desbarrancadero que está asumiendo esta revolución socialista carente de bases teóricas, una revolución cuyo único ideólogo es Mario Silva el chabacano presentador de La Hojilla.

En Venezuela pudo más el culto a la personalidad que un planteamiento político que una concientización de las masas, lo que pintaba bien, sustentado en un fervor popular, en ministros capacitados y carismáticos como Aristóbulo Istúriz o lideresas de la talla de Lina Ron han desaparecido para siempre como desaparecieron en su momento gente capacitada y confiable como Luis Miquelena han dado un paso al costado o simplemente han sido carcomidos por la implacable maquinaria chavista. Uno escuchaba a un hombre como José Vicente Rangel y sin duda era capaz de irradiar confiabilidad, pero ¿Qué destila el chofer de bus Maduro? Yo no me imagino a este personaje manejando como si fuera una tractomula un país sumido en una profunda crisis institucional, política, un país petrolero que tiene que racionar su energía, un país fragmentado y lleno de odios, los ricos contra los pobres, los pitiyanquis contra el pueblo. El pueblo, maldita palabra, ahora todo es el pueblo, todo lo que tenga la cara mofletuda del comandante es el pueblo, es la verdad. Elias Ragua con sus ojitos chiquitos detrás de las gafas recuerda peligrosamente a personajes nefastos como Balaguer en República Dominicana que con su figura insignificante supo permanecer al lado, en la sombra de Trujillo sin ser visto por sus mas enconados rivales y allí estuvo hasta el final de sus días manejando de mala manera uno de los países más pobres de América. Pero Chávez como dictador ha sido mas ambicioso que Trujillo, el quiere que su revolución muera con su cáncer simple y llanamente porque está convencido que Venezuela no puede continuar sin él.

Tengo amigos chavistas que vienen a tomar a mi casa y a los cuales quiero mucho. Yo les pregunto la razón por la cual Chávez traicionó después del 2002 la revolución que él mismo había creado, de la cual yo creí en su momento. Ellos, como cualquier fanático religioso a falta de razón se aferran a la fe que puede dar la especulación desmedida “Una cosa es lo que dice a los medios y otra la que él piensa en su fuero interno” No se como hacen estos amigos míos para acceder a la cabeza de Chávez, como si hubieran encontrado en su casa una puerta secreta que los llevara directamente al cerebro del Sátrapa. Pero veo que patinan, sus ideas desfilan por pistas de hielo, siguen allí creyendo en el Comandante solo porque aspiran a que el sueño sea una realidad, todavía piensan que no puede ser en vano toda esa basura que han hablado sobre Venezuela.

Ellos levantan las copas y como los mafiosos del Padrino dicen “100 años” Cien años más para la revolución de un hombre, un megalómano que con tal de no soltar el poder pudo pensar en enfrentarse militarmente con un imperio o con su vecino. Un tipo que tuvo su mayor pico de popularidad cuando el vecino, el narcotraficante Álvaro Uribe Vélez, enfermo como él por el poder, lo incitaba a ser varón y a sostener una lucha armada contra su país. Nos imaginamos como hablarían por teléfono ideando las formas para sostenerse cada uno en sus tronos de cartón. Ellos, mis amigos, creen que Chávez es Bolívar que “Es un Dios que vino a ordenar el destino de Venezuela” me divierte tomarme un trago y azuzar la lengua de alguno de estos seudosocialistas contándome sobre la última teoría conspirativa, que al comandante el presidente Lobos de Honduras, agente de la CIA le inoculó el cáncer cuando se encontraron en Cartagena, que detrás de la enfermedad de Hugo está el gobierno Norteamericano y mil maricadas más. Mis amigos creen que la Historia con mayúscula se está escribiendo en Venezuela y no se dan cuenta de que estamos demasiado lejos, somos demasiado pobres para ser el centro del universo.

Hace unos días durante la celebración de la Independencia de Venezuela los tanques desfilaban por Caracas. A los lados improvisadas tarimas albergaban a miles de personas. Las calles eran rojas y el aparataje militar imponente. La escena podía hacer en Pionyang o en la Bucarest de los ochenta y no en el Caribe, como si fuera una Cuba elefantíasica como si la maldita máquina del tiempo nos hubiera llevado a los infructuosos años de la utopía socialista. La revolución se hace con armas en una guerra que nadie quiere tener, el militar en el poder comprando lo último en tecnología, armamento como si fueran juguetes. Para combatir las fuerzas que se ciernen contra Chávez el comandante no necesita un Sukoi sino un siquiatra, alguien especializado en extirpar los leprosos que se la agolpan en la cabeza.

Ahora le quiere hacer creer a su pueblo dócil que Adán Chávez es el futuro de la Revolución Bolivariana. El poco carismático hermano del sátrapa quien como Raúl Castro influenció a su hermano menor en su pensamiento marxista ahora se perfila como el segundo hombre del régimen. Chávez ha alegado que su círculo se ha cerrado porque existen chavistas que se han enriquecido con la revolución, Adán no, Adán como él se ha mantenido impoluto, pobre como el comandante. El hermano mayor es odiado en su natal Barinas por los excesos que han caracterizado su mandato, los desmanes que hacen sus hijos las camionetas último modelo que no cesa de estrenar. Adán Chávez desprovisto de cualquier tipo de gracia, virtud o don duraría medio día en Miraflores, negociaría su salida a Miami y descansaría en las hermosas playas de La Florida tratando de olvidar los horribles años en que tuvo que vivir de cerca como se manejan los hilos de un país petrolero.

Todo país petrolero parece tener una maldición. Como si la democracia no pudiera permearse en él. Tiene que ser dirigido por un capataz. Ha pasado en todos y Venezuela que si bien tuvo dos dictaduras moderadas que llevaron progreso al país como fueron las de José Vicente Gómez y sobre todo la de Marcos Pérez Jimenez había vivido en la dictadura infame que impusieron en forma de democracia adecos y copeyanos. Ellos fueron los culpables directos de que se pusiera en el poder un ego, una megalomanía como la que ha impuesto Hugo Chávez en Venezuela. Él como Fidel no pudo entender que el líder solo debe estar allí, arriba unas cuantas semanas, que se tenía que depurar la democracia para que cada cuatro años a la manera de Trosky existiera una revolución permanente en forma de sufragio que el pueblo mismo fuera el que eligiera. Esa oportunidad única por la cual muchos nos entusiasmamos se ha extinguido para siempre. El cáncer no solo le arrancará la vida a Chávez sino que acabará la revolución esta falsa revolución porque mis amigos chavistas han olvidado que la revolución no la hace ni le pertenece a un solo hombre.

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