Es alentador que las dos películas mas laureadas de la noche hayan sido precisamente dos hermosos y sinceros homenajes al cine. Cuando digo que son sinceros me refiero a que no estuvieron hechos para ser premiados por la academia, no presentaban el pliego de condiciones requeridas para acceder a la estatuilla. Ninguno era un drama histórico, ni presentaba a un discapacitado tratando de salir adelante, ni dejaba algún tipo de moraleja. Se tiene la impresión de que se hizo justicia, algo que pocas veces se ve recordando que alguna vez Forrest Gump fue mejor que Pulp fiction y El secreto de sus ojos pudo haber sido visto por los prejuiciosos y ciegos viejitos de la academia como superior a La cinta blanca.
Hay quienes se quejaban de la no inclusión de Leonardo di Caprio como Hoover en la pugna por el Oscar y que el premio debería recaer en George Clooney. Cuando se reparten premios siempre van a haber quejas, siempre se va a sentir ese tufillo molesto de robo, de desconfianza. Pero la de anoche además de ser la ceremonia más entretenida de los últimos años (No te vayas nunca Billy Cristal) dejó el buen sabor de que se premiaron dos grandes películas que dentro de muy poco tiempo se convertirán en clásicos.
Siendo conscientes de lo renovador que fueron las declaraciones de amor al cine hechas por Hazanavicius y el maestro Scorsese, la academia hizo una ceremonia centrada en el hecho de disfrutar los 24 cuadros por segundo. La frivolidad, aburrimiento y solemnidad que abundan siempre en las entregas de premios fue remplazado por un fervor, un sincero reconocimiento al arte que quema nuestras retinas, que nos convierte en monotemáticos. Hubo momentos de absoluta espectacularidad como cuando aparecieron los artistas del Circo del Sol a hacer un acto que no nos cansaremos de ver jamás.
A mi la verdad me daba igual si ganaba Hugo o The Artist, en los actores principales me hubiera gustado que se le hiciera el reconocimiento a Gary Oldman por su magnífico papel de espía cegatón, parece increíble que haya sido la primera nominación para nuestro querido Drácula. Sin embargo nadie podrá quejarse de que Dujardin haya ganado el Oscar. Su trabajo en una película silente es todo un reto. El control que tuvo de sus gestos, la expresividad de sus ojos, en fin, para expresar como él lo hace en una película muda hay que dominar el cuerpo y eso es la base de toda actuación cinematográfica.
En lo que si estaba haciendo fuerza era para que el gran Max Von Sydow ganara como mejor actor secundario. Lamentablemente tal y como estaban las apuestas sería un milagro si le logaba arrebatar el galardón a su contemporáneo Cristopher Plummer. Sin embargo el actor fetiche de Bergman fue nominado y pudimos ver que a los 82 años goza de buena salud y esperemos todavía no aleje esa luz que irradia de las pantallas.
Fue divertido ver ganar a Meryl Streep, así sea interpretando a una vieja fascista y que ahora están en plena campaña de canonización. Sin embargo la academia se dio cuenta que era una mala educación citar a una mujer quince veces a una ceremonia mandándola a casa con las manos vacías. Fue la única sorpresa de la noche ya que se daba como ganadora a Viola Davis por su papel en The Help. Oportunidades no le faltaran a la talentosa actriz.
Esperemos que el Oscar a mejor película extranjera le de a La separación la oportunidad de que llegue a nuestra precaria cartelera. El haberle entregado la horrenda estatuilla a Farjadi significa el reconocimiento a una de las cinematografías más potentes del mundo.
Se vive la resaca de los premios, muchos estarán inconformes pero lo que se puede afirmar es que la de anoche fue una entrega hermosa, divertida, diferente. Se demostró además que teniendo en competencia películas de Terence Mallick, Woody Allen, Scorsese, Spielberg, Alexander Payne o Stephen Daldry no importa tanto el show. Se habló mucho de el temible lobby de Harvey Weinstein para conseguir las estatuillas mas codiciadas, la de mejor película, mejor director y mejor actor, pero olvidémonos del leviatán de Miramax y centrémonos en el hecho de que se premio una película muda, una hermosa película silente que puede ser entendida en Nueva York o en Siberia, un filme que vuelve ha convertir al cine en un lenguaje único, universal. Por uno momento volvimos a ver las marquesinas, las olas de gente peleándose por un puesto en el teatro, por un par de horas el cine volvió a ser lo más importante de nuestras vidas.
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