No soporto a Oliver Stone. Su nombre me produce las mismas
agrieras que puede producirme ese hombre tan serio, imperturbable y justo que
es Sean Penn. Sus películas suelen ser predecibles, con buenos muy buenos y
malos terriblemente malos. Crea personajes unidimensionales y muchas veces se
nota que es de esos compulsivos que ruedan y ruedan cientos de miles de
kilómetros de película y luego le dicen al pobre montajista casi ciego “Ey men,
deme una mano” y como sea desde la moviola tienen que sacar una narración que
tenga algo de coherencia.
Sin embargo JFK era
una película de la cual tenía los mejores recuerdos. A pesar de lo intrincado
del relato, una historia de conspiración con toque documental, recordaba
haberla disfrutado cuando mi papá me llevó a verla al Rosetal en el lejano y
feliz 1992. Había querido volverla a ver desde ese entonces y veinte años
después pude acceder a una copia y pasar toda una noche del sábado alejado del
vértigo del ron.
No importa si los hechos que describa Oliver Stone en esta
película sean ciertos o no. No necesitamos que esta caricatura de un rebelde
nos venga a decir pues como es que se hacen los complots dentro de la CIA. Ya
sabemos que lo que hay después del Río Bravo no es más que una dictadura y que
el presidente la gran mayoría de veces no es más que un títere de sus
generales. Si quieres tener el control absoluto de ese país siendo presidente
debes tener la moral de un detective privado o ser Richard Nixon. Kennedy en
algún momento pensó que podía torcer el destino de una nación avocada al
millonario juego de la guerra. A los fascistas cualquier alusión a la paz les
causa escozor y no tienes que tomar un avión y viajar hasta Nueva Orleans para
que sientas los estragos de ser un pacifista; en Colombia un político que abogue por una salida negociada al
conflicto es tildado inmediatamente de terrorista, de enemigo jurado del estado
y sin previo aviso pueden estar tumbando la puerta de tu casa, subirte a un
camión y llevarte a un descampado para ejecutarte como una serpiente llena de
veneno.
Pobre Kennedy, tan joven, tan lleno de vida. A pesar de que
descendía de una familia de inmigrantes irlandeses la fortuna familiar ascendía
a los mil millones de dólares. Con esa plata hubiera podido dedicarse a los
negocios de su padre, pasar el verano en su yate, recorrer los mares del sur y
sembrar una estela de sífilis entre Tahiti y Nueva Zelanda. Pero no, le dio por
ser primero un héroe de guerra y después por ser presidente. Además cometería
el error de llegar al poder siendo un idealista. Tenía pensando para 1965 sacar
el último hombre de la absurda guerra del Vietnam, dejar en paz al barbudo y su
revolución, sentarse con Jrusnchov y ponerle fin al embeleco ese de la guerra
fría.
Estados Unidos venía de ser gobernado por Eisenhower, un
general, un hombre que se formó en las lides de la guerra. La cacería de brujas
se recrudeció durante su gobierno haciendo que figuras aborrecibles como el
senador Joseph McCarthy cobraran notoriedad con sus famosas listas negras. Cualquier
cosa que oliera a comunismo sería extirpado de la vida norteamericana. Los
militares estaban felices, por fin gobernaban a placer…. Hasta que llegó este
irlandés con pinta de yuppie, más joven que cualquier otro presidente en la
historia del país y con unas ideas francamente subversivas.
Las fuerzas oscuras de América tenían que pensar bien en una
estrategia para sacarlo del poder. El pueblo lo quería pero el pueblo cree todo
lo que le digan las noticias. Los grupos económicos manejan los medios de
comunicación así que si era por neutralizarlos no había ningún problema. Para su
golpe de estado tenían que buscar un chivo expiatorio, crear la teoría de que
un solo hombre con un rifle defectuoso podía disparar tres veces y dar en el
blanco en las tres oportunidades en un margen de nueve segundos y desde una
distancia considerable. Hitler decía que entre más grande la mentira más fácil
era que el pueblo se la creyera. Así fue. Al joven presidente lo ejecutan en un
temible fuego cruzado mientras desfilaba en su descapotable por las calles de
Dallas. Texas es un fortín republicano, allí está el billete, el petróleo, el
poder. Recuerden que los Bush son de por allá.
El país creyó que una piltrafa humana como Lee Harvey Oswald
podía atentar contra el presidente solo porque era “Un fanático comunista” la
justicia también la creyó menos el fiscal Jim Garrison. Con sus propios
recursos inició la investigación a pesar de ser ridiculizado por los medios,
hostigado por sus propios colegas, amenazado por el poder oscuro que todo lo
domina en ese maldito país.
Producto de esa investigación escribió el libro On the trail of the Assasins en el cual
se basaría Oliver Stone para hacer la mejor de sus películas. A pesar de lo
intrincado, de la cantidad de nombres de los acusados, de las versiones, de que
por momentos es un documental, nunca te pierdes. Esto se lo debes sin duda a un
guión muy bien escrito y a uno de los mejores montajes de los cuales tenga
recuerdo. Entre Pietro Scalia y Joe Hutshing logran componer una sinfonía
visual donde nada sobra, todos los puntos se encuentran como su fuera un
rompecabezas.
Pero fuera de eso la película está reforzada por unas
actuaciones estupendas. Y esto es gracias a un fantástico casting. Gary Oldman encarna a uno de los
personajes más tristes y miserables que han pasado a la historia, Lee Harvey
Oswald. Ya sabemos la capacidad que tiene el inglés para transformase en lo que
le de la gana, pero con Oswald roza la perfección. Tommy Lee Jones como el
refinado y pervertido magnate Clay Shaw también está fantástico. Ver a Joe
Pesci me produce una extraña sensación de repulsión y alegría, y por más difícil
que nos cueste creerlo o decirlo Kevin Kostner acá logra la mejor actuación de
su carrera.
Veinte años después JFK
se rebela como un clásico absoluto. Una película vigente que refleja no
solo la realidad política de un país en particular sino de cualquier otro. El golpe
de estado más sanguinario que se recuerde se perpetró en la nación que predica
la igualdad, la democracia, el respeto por las instituciones. Deberían pasarla
en los colegios para que los niños entiendan que la guerra es un negocio para
los que fabrican armas, un negocio millonario como el de la droga y es por eso
que conviene tanto tenerlo. Y a los que la política les importe un comino
deberían verla para que entiendan como es que se debe montar una película.
Imperdible. Para verla una y otra vez.
Located near Statesville North Carolina in the town of Hiddenite, which is named after the gem found
ResponderEliminarat the mine. Some mining firms lost 30 per cent of their share values in the early August stock market meltdown.
This is still faster than dropping your entire inventory.
There was a point when I was single that I used to judge
ResponderEliminarpeople I dated by whether they liked cats or not.
This means that your Egyptian cotton sheets will be much softer to sleep on
than your ordinary cotton sheets. Born in the village of Kafr
Tahla outside of Cairo, El Saadawi received female genital mutilation (FGM)
when she was six years old. 'There is no middle way for Americans,' they write.
Decorated coffins became still more important in the First Intermediate Period (2181 2055
BC), when many tombs contained little mural decoration.
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Pilots complete flights for their airline,
ResponderEliminarusing their simulator, either online (using a network such as Sim - Miles) or offline, and then file a
pilot report. Sub-Genre: Reality Simulation - Person-centered reality simulation games provide the user with the ability to
control a single, or sometimes a handful, of individual characters.
Multiple PC and Controller Support Install on as many PCs/MAC as you like.
As with most of the electronics, the main enemy of golf simulator is the dust.
Yes, it may be true, but the training flights are different.