Todo empezó en Santo Domingo en el 2008. Roco Squillachi en
esa época era un oscuro oficinista de la CIA que ocasionalmente era invitado
por la república bananera de turno para asistir a cualquier cumbre de naciones
que convocara el imperio en esta parte del mundo. De él fue la idea de inocular
el cáncer a los países que querían apartarse de los mandatos yanquis. En uno de
los descansos de la cumbre, mientras se apartaba del nutrido grupo de
guardaespaldas que lo importunaban constantemente el obispo Lugo ordenó un
café. Lo tenía entre sus manos mientras un hombre largo y flaco como un fideo
monstruoso se le acercó a hablarle con un acento raro. Conversaron animadamente
entre otras cosas de las ventajas que había traído a Latinoamérica el Concilio
Vaticano II y la agónica eliminación de los guaraníes en octavos de final del
mundial de Francia. Mientras el presidente recordaba lo mucho que detestaba a
José Luis Chilavert, Squillachi sacó de uno de los bolsillos de su guayabera un
sobre con un polvo blanco que vertió por completo en la taza del mandatario. Alejandrino
Genes, uno de los guardaespaldas que presenció la escena dice que Lugo vio de
reojo cuando el oficinista echó el misterioso polvo en su café y que no
reaccionó porque creyó ver en el rostro del mandatario “Una mueca bastante
parecida a la risa”.
Al cabo de un par de meses a Fernando Lugo le detectaron
cáncer. Lo mismo pasó con Lula y el carismático Néstor Kitchner, quien en un descuido de su esposa decidió
tomar un poco de la botella de coca- cola que guardaba celosamente en su Louis
Vutton. La labor de Squillachi fue premiada en la CIA subiéndolo por fin al
estatus de espía. Hoy el paradero de este italoamericano es un completo
misterio.
Como nunca antes en sus cuatro años de mandato el pueblo
argentino rodeó a su Nueva Evita . Masivamente la reeligieron. Néstor era más
importante para ella muerto que vivo. Chávez quien estuvo en las exequias se
dio cuenta del poder que tenía en el tercer mundo la compasión. Las cosas en su
país se complicaron. El chorro petrolero amenazaba con cerrarse. Convertir a los
militares en los nuevos ricos de Venezuela había sido una tarea bastante
costosa. Lo mejor era inventarse encuentros con Squillachi, decir que había
sido víctima del complot de la CIA, que una madrugada mientras plácidamente se
tocaba los testículos se dio cuenta de que tenía una pelotica del tamaño de una
garrapata gigante.
En Cuba fue asesorado por médicos que jugaron a su antojo
con su imagen. Un día aparecía cadavérico, al otro hinchado como un globo de
helio. El odio que despertaba en sus opositores hizo que el rumor se esparciera
como una metástasis. Los medios de comunicación latinoamericanos no se
preocupan por confirmar las noticias. Desde Miami los médicos que huyeron de La
Habana decían que al chafalote le quedaban semanas de vida… quizás días.
Desde Miraflores se guardaba un enigmático silencio. La
táctica funcionaba a la perfección. El pueblo venezolano oraba por su líder. Las
estadísticas se inclinaban a favor del presidente. Se hacían mesas redondas en
las universidades averiguando si era posible que un hombre enfermo pudiera
manejar los enredados hilos de una petrodemocracia. A pocos días de las
elecciones Chávez dio un discurso ante sus fervorosos holligans. El discurso
duró cuatro horas. No se cayó ni un segundo, todo el tiempo de pie. El
comandante estaba sano gracias a la intervención divina. José Gregorio
Hernández le apostaba al rojo rojito.
Contrario a las anteriores elecciones la victoria no fue
aplastante. El sifrino imbécil del Capriles le había arrebatado más de seis
millones de votos. Sin la enfermedad se puede pensar que el Chávez hubiera perdido
la presidencia. Anoche a una semana de las elecciones regionales la misteriosa
enfermedad reapareció, esta vez con más fuerza. Incluso se atrevió a decir que
votaran por Maduro porque el muy posiblemente no podrá continuar con su reinado
eterno después de la operación al que será sometido en Cuba.
Dentro de unos días reaparecerá en Miraflores, hablará durante
seis horas, con un look diferente. Fantomas y Maradona son los únicos que le
pueden igualar en sus cambios de apariencia. La enfermedad desaparecerá un par
de años hasta que se avecinen unas nuevas elecciones. De ser posible morirá y
resucitará al tercer día. Su imagen será venerada y el pueblo venezolano
comprenderá que Cristo ha vuelto y es venezolano vale.
A ver, es LOUIS VUITTON!... Y la foto esa es falsa.
ResponderEliminarViejo, la tactica cubana fue todo un exito....lo peor es q el veneco no se dio cuenta como mediaticamente jugaban con el pueblo....
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