27 de febrero de 2012

UN HOMENAJE AL CINE. Apuntes Sobre la 84 entrega de los Oscar

Es alentador que las dos películas mas laureadas de la noche hayan sido precisamente dos hermosos y sinceros homenajes al cine. Cuando digo que son sinceros me refiero a que no estuvieron hechos para ser premiados por la academia, no presentaban el pliego de condiciones requeridas para acceder a la estatuilla. Ninguno era un drama histórico, ni presentaba a un discapacitado tratando de salir adelante, ni dejaba algún  tipo de moraleja. Se tiene la impresión de que se hizo justicia, algo que pocas veces se ve recordando que alguna vez Forrest Gump fue mejor que Pulp fiction y El secreto de sus ojos pudo haber sido visto por los prejuiciosos y ciegos viejitos  de la academia como superior a La cinta blanca.

Hay quienes se quejaban de la no inclusión de Leonardo di Caprio como Hoover en la pugna por el Oscar y que el premio debería recaer en George Clooney. Cuando se reparten premios siempre van a haber quejas, siempre se va a sentir ese tufillo molesto de robo, de desconfianza. Pero la de anoche además de ser la ceremonia más entretenida de los últimos años (No te vayas nunca Billy Cristal) dejó el buen sabor de que se premiaron dos grandes películas que  dentro de muy poco tiempo se convertirán en clásicos.
Siendo conscientes de lo renovador que fueron las declaraciones de amor al cine hechas por Hazanavicius y el maestro Scorsese, la academia hizo una ceremonia centrada en el hecho de disfrutar los 24 cuadros por segundo. La frivolidad, aburrimiento y solemnidad que abundan siempre en las entregas de premios fue remplazado por un fervor, un sincero reconocimiento al arte que quema nuestras retinas, que nos convierte en monotemáticos. Hubo momentos de absoluta espectacularidad como cuando aparecieron los artistas del Circo del Sol a hacer un acto que no nos cansaremos de ver jamás.

A mi la verdad me daba igual si ganaba Hugo o The Artist, en los actores principales me hubiera gustado que se le hiciera el reconocimiento a Gary Oldman por su magnífico papel de espía cegatón, parece increíble que haya sido la primera nominación para nuestro querido Drácula. Sin embargo nadie podrá quejarse de que Dujardin haya ganado el Oscar. Su trabajo en una película silente es todo un reto. El control que tuvo de sus gestos, la expresividad de sus ojos, en fin, para expresar como él lo hace en una película muda hay que dominar el cuerpo y eso es la base de toda actuación cinematográfica.

En lo que si estaba haciendo fuerza era para que el gran Max Von Sydow ganara como mejor actor secundario. Lamentablemente tal y como estaban las apuestas sería un milagro si le logaba arrebatar el galardón a su contemporáneo Cristopher Plummer. Sin embargo el actor fetiche de Bergman fue nominado y pudimos ver que a los 82 años goza de buena salud y esperemos todavía no aleje esa luz que irradia de las pantallas.
Fue divertido ver ganar a Meryl Streep, así sea interpretando a una vieja fascista y que ahora están en plena campaña de canonización. Sin embargo la academia se dio cuenta que era una mala educación citar a una mujer quince veces a una ceremonia mandándola a casa con las manos vacías. Fue la única sorpresa de la noche ya que se daba como ganadora a Viola Davis por su papel en The Help. Oportunidades no le faltaran a la talentosa actriz.
Esperemos que el Oscar a mejor película extranjera le de a La separación la oportunidad de que llegue a nuestra precaria cartelera. El haberle entregado la horrenda estatuilla a Farjadi significa el reconocimiento a una de las cinematografías más potentes del mundo.

Se vive la resaca de los premios, muchos estarán inconformes pero lo que se puede afirmar es que la de anoche fue una entrega hermosa, divertida, diferente. Se demostró además que teniendo en competencia películas de Terence Mallick, Woody Allen, Scorsese, Spielberg, Alexander Payne o Stephen Daldry no importa tanto el show. Se habló mucho de el temible lobby de Harvey Weinstein para conseguir las estatuillas mas codiciadas, la de mejor película, mejor director y mejor actor, pero olvidémonos del leviatán de Miramax y centrémonos en el hecho de que se premio una película muda, una hermosa película silente que puede ser entendida en Nueva York o en Siberia, un filme que vuelve ha convertir al cine en un lenguaje único, universal. Por uno momento volvimos a ver las marquesinas, las olas de gente peleándose por un puesto en el teatro, por un par de horas el cine volvió a ser lo más importante de nuestras vidas.

26 de febrero de 2012

RUMBO AL OSCAR. MI SEMANA CON MARILYN. Era el infierno pero valía la pena

Olivier necesitaba pasar de ser un actor a convertirse en una estrella, Marilyn necesitaba exactamente lo contrario. Decía Peter Bogdanovich que a la diva le encantaban los niños y los animales porque no se burlaban de ella. Esa necesidad de ser tomada como una actriz de carácter y no como el pedazo de carne que todos deseaban la llevó a tomar clases con Lee Strasberg y a tomar a Paula, su esposa, como el amuleto que llevaba a todos los rodajes. Directores tan brillantes como Billy Wilder o John Huston tuvieron que ver como sus indicaciones actorales eran cuestionadas por la creadora del método.

A finales de la década del cincuenta el mundo entero se doblegaba ante la belleza de la Monroe y el talento de Sir Lawrence. Olivier pensó en Marilyn para relanzar su carrera con una comedia de gusto bastante popular que seguramente le reportaría unos onerosos ingresos. A pesar que desde Hollywood gente como Fritz Lang le aconsejaba no meterse en esa camisa de once varas que significaban la diva y sus caprichos y que mas bien convenciera a Vivien Leight, su esposa, a retomar el papel que había interpretado en la obra teatral. Pero había pasado el tiempo sobre la juvenil Scarlett O’Hara y su rostro sencillamente ya no atraía. El actor británico recibió con toda la ilusión del caso a Marilyn en su plató pero tuvo que vivir una completa tortura.

La diva no se sentía segura, intimidada con la figura y la leyenda de Olivier. Ella, siguiendo el método, quería otorgarle al personaje realismo, quería saber que pensaba, que sentía. Sir Laurence, no entendía ¿Cómo que que puede sentir un actor? Nada! “En la interpretación cinematográfica lo que menos debes hacer es actuar” Pero Paula no estaba de acuerdo. Era imposible que la mujer que había paralizado el tráfico newyorkino refrescando sus piernas con el aire del metro se aprendiera sus diálogos. Olivier recordaría la frase de Billy Wilder “Se han escrito igual cantidad de libros sobre Marilyn y la Segunda Guerra Mundial, ambas se parecen, era el infierno pero valía la pena”

Al ver los copiones Olivier entendió que de sesenta tomas mal hechas, en una Marilyn lograba eclipsar a todo el mundo, inclusive a él. Tenía el poder de enamorar a la cámara, ni siquiera la Garbo lo había conseguido. En ese y en otros aspectos la Monroe fue la actriz mas grande que haya pasado por un plató de cine.
Sobre el rodaje de El príncipe y la corista se basa Mi semana con Marilyn adaptación del libro del periodista británico Colin Clark. Un acercamiento bastante humano a una mujer que antes que ser la diva que el mundo deseaba era una criatura frágil, insegura, inmadura y manipulada por Hollywood. “Una criatura adorable” como la describiría su amigo Truman Capote. A pesar de las carencias interpretativas del joven actor inglés Eddy Redmayne, lo que hace que el romance que sostiene la estrella con el insignificante ayudante de dirección sea poco creíble, la película se aleja de los típicos biopics a los que nos tiene acostumbrados el cine contemporáneo. La actuación de Michelle Williams no tiene ningún tipo de exageración algo muy difícil de conseguir teniendo en cuenta la relevancia del personaje central del filme. Entendemos a Marilyn, nos conmovemos con ella, vemos por completo su lado humano gracias a que la joven protagonista de Triste San Valentín continúa confirmando que el cine norteamericano es una fuente inagotable de talento actoral.

Con una música maravillosa y una acertada dirección de arte Mi semana con Marilyn es un justo homenaje a una película un poco olvidada y subestimada. Otro de las reivindicaciones que hicieron los hermanos Weinstein a una forma de hacer películas que hoy en día está completamente en desuso.

25 de febrero de 2012

RUMBO AL OSCAR. LA INVENCION DE HUGO CABRET. El primer mago.

No habían transcurrido cinco años de haberlo inventado y ya los Lumiere pensaban vender su invención. Con la llegada del tren a la estación de la Ciotat, o la salida de los obreros de sus propias fábricas los hermanos habían logrado lo imposible; todo lo que pudiera captar su máquina perduraría para siempre, era el primer triunfo que teníamos los mortales sobre la muerte. Pero para ellos el invento no había durado un lustro y ya sentían que el pública se aburría con esas tomavistas que reflejaban la cotidianidad de una calle, de una familia o el rostro adusto de un rey. La gente cada vez se preocupaba menos por ir a las barracas y dejarse sorprender por el milagro proyectado sobre una sábana blanca. Seguramente el cine hubiera muerto al nacer si un mago, discípulo del gran Robert Houdini, no se lo hubiera comprado a los hermanos.

La vida de George Melies cambiaría para siempre cuando al entrar a una barraca viera a un puñado de gente moverse a 16 cuadros por segundos. Invirtió todo lo que tenía, vendió su teatro, su casa, todo para comprar el invento. Él fue el primero en ver el aparato como una pluma que servía para narrar historias. Además descubrió por accidente que si se hacía un corte preciso la cámara podía servir para hacer desaparecer y aparecer gente. La cámara era una varita mágica y en las manos del presdigitador se convirtió en una máquina de sueños.

Papá George construyó un estudio, un pequeño chalet hecho en vidrio para que la luz del sol entrara todo el día y pudiera filmar sin problemas. En 15 años hizo 500 películas, creando una afición, un fervor que muy pocos hoy podrán imaginar. Adaptó obras de Melies y su  Viaje a la luna es considerada la primera obra de ficción que logró un éxito sin precedentes en el mundo. El mago estaba en la cresta de la ola, tenía pensado abrir estudios en América, expandir su poder, seguramente lo hubiera hecho si la guerra no hubiera estallado. Entonces los hombres dejaron de vivir en el país de los sueños y se enfrentaron contra la odiosa realidad. Las trincheras, la gangrena, el barro perpetuo, el gas que se te pegaba a la piel y la corroía, el traqueteo macabro de las ametralladoras… de un solo bombazo se destruyó el mundo que conocíamos y para gente como George Melies no habría un espacio en él.

Los hombres ya no creían en la magia y el de lo único que podía hablar es de esas regiones de lo onírico que pocos conocen. Nadie quería ver sus historias. Desilusionado vio como el sol y el viento derrumbaban su palacio de espejos, quemó la utilería, esa vieja luna con un monóculo ardió ante sus ojos. Vendió las películas que tenía a una fábrica que necesitaba los químicos de los que estaban hechas las cintas para hacer zapatos de tacón, con lo que le dieron Papá George abrió una juguetería. Desde el mostrador veía como todas las mujeres de París taconeaban sus historias.

Todo director de cine es un cinéfilo pero dudo que alguien pueda tener el fervor de Martin Scorcese. En documentales como Viaje por Italia o Un recorrido por el cine norteamericano el director de Malas calles nos cuenta, sentado en una silla, que su vida ha transcurrido no en un salón de clases o una biblioteca sino en el claroscuro perpetuo del cinematógrafo. A él era el encargado de contarnos la magnífica historia de un hacedor de autómatas, de un inventor, de un soñador solo comparable con Leonardo condenado por una época brutal a vivir los últimos años de su vida en el ostracismo.
La invención de Hugo Cabret no es solo un homenaje al cine sino a todos aquellos que han tenido la necesidad y la capacidad de inventar máquinas que puedan captar o medir la realidad. El papá de Hugo en un relojero, su trabajo es medir y controlar el tiempo. Ha encontrado en un museo un autómata a medio construir. Con las reparaciones adecuadas y buscando una llave con forma de corazón el autómata podrá andar. Como el Vincent Price de El joven manos de tijeras Jude Law morirá dejando a la máquina y a su hijo huérfanos.

Hugo está convencido que si repara al hombre mecánico podrá develar el mensaje de su padre. Conoce a una niña, nieta de un anciano amargado que vende juguetes en la estación del ferrocarril. La niña evade la realidad a punta de David Copperfield, Ivanhoe y demás libros que el bueno de Cristopher Lee le deja sacar de su librería. Hugo se fija bien y descubre que la niña lleva colgada en el cuello la llave en forma de corazón que lo puede comunicar con su padre. La lleva a su refugio, introducen la llave, el autómata se mueve y comienza a dibujar una luna con ojos y boca y con un cohete como monóculo. El hombre mecánico había sido invención de Melies. La niña y Hugo descubren que papá George ha sido uno de los padres del cinematógrafo.

El homenaje no solo se sostiene en las imágenes de Buster Keaton siendo elevado por una locomotora, Harold Lloyd escalando un rascacielos en El hombre mosca, sino que cada momento de la película evoca filmes de los cuales es devoto su director. Hugo Cabret, el pilluelo que vive entre los muros de la estación de tren y que muchas veces tiene que robar para poder vivir su anarquía le recuerda a uno al Antoine Doinel de Truffaut. En la escena en que roba la medialuna y el frasco de leche están los Cuatrocientos golpes al igual que en la estrecha celda a donde lo ha puesto el policía con cara de Borak. El hecho de que la mayoría de la acción de la historia se desarrolle en una estación de ferrocarril es un homenaje al cinematógrafo. Desde Ford a Yasujiro Ozu pasando por Buster Keaton o La bestia humana de Renoir, el tren es el carrete cinematográfico pasando por la luz que proyecta las imágenes. Sentado en un tren lo que ves por la ventana no es mas que otra película, la captación de la realidad total. Scorsese se da el lujo incluso de descarrillar su tren, de hacer realidad los miedos de esos primeros espectadores que vieron en el café de las capucines un día de los inocentes de 1895, como un tren se abalanzaba hacia ellos y estos tenían que correr desesperados para no ser aplastados; no hubo espectadores de cine más atentos como los de esa tarde en París.

La niña siendo aplastada por la multitud recuerda la escenas del tumulto frenético reprendido por los sangrientos oficiales zaristas en el II movimiento, Las escalinatas de Odessa de la monumental El acorazado Potemkin, Hugo sostenido en un reloj como Harold Lloyd en El hombre mosca, el divertido inspector de la estación, (Todo un acierto del casting dándole el papel a Sasha Baron Cohen) recuerda las persecuciones del slapstick. El homenaje está en cada fotograma, en el rodaje de las películas de Melies dentro del palacio de cristal, en la manera como nos muestran como fue la fabricación de los decorados, el maquillaje, la manera como pintaron el negativo, todo tan artesanal, lejos de los efectos de la modernidad, pero produciendo un asombro entre los espectadores de esa época que no se ha vuelto a recuperar ni siquiera en nuestros días con una tecnología apta para cualquier tipo de efecto especial.

Desde que hace cuatro años atrás el 3D empezara a convertirse en una moda no veíamos resultados técnicos tan bien logrados como los que encontramos en La invención de Hugo Cabret las caras las sientes encima de ti, te da vértigo, te sientes por fin viendo una película en tercera dimensión. Considero una falta de respeto con ustedes mismos verla en una copia pirata. Este, como todos los filmes está hecho para verse en su formato original que en este caso es el 3D. no podrían juzgar ni entender la importancia de un filme como estos si se traiciona este precepto. El sonido, el color, Hugo Cabret es la película de un hombre que maneja a sus anchas la técnica, la narración, un hombre que no se cansa de sorprendernos. No hay nada mas hermoso que un gran cineasta haciendo una película sobre lo que mas ama, sobre lo único que puede disfrutar, el arte que ha muchos nos vuelve monotemáticos, locos, el único escape que tenemos los que no nos podemos conformar con la pobreza de la realidad.
Todo gran cineasta es  un presdigitador y Scorsese en su último acto nos ha vuelto a sorprender.

23 de febrero de 2012

BEN & JOHN. POR: Juan Carlos González A.

Publicado en el suplemento "Generación" del periódico El Colombiano. Medellín 19/02/12. Pags 10-11.

Ben & John

Todos los obituarios coinciden en afirmar que, con la muerte de Ben Gazzara,  se fue “el actor fetiche de John Cassavetes”. En Generación analizamos la fructífera relación entre ambos. 


Juan Carlos González A.

“Cada una de sus películas trata siempre de lo mismo. Alguien dijo 'El hombre es Dios en ruinas', y John veía las ruinas con una claridad que usted y yo no podríamos soportar”
- Peter Falk

Ahí están los tres frente al ataúd de su gran amigo, muerto prematuramente. De seguro Archie, Harry y Gus estarán pensando cual será el siguiente que se irá. Y a lo mejor los actores que los interpretan,  Peter Falk, Ben Gazzara y John Cassavetes –este último en su doble condición de coprotagonista y director del filme-  llegaron a imaginarse en el sepelio real de alguno de ellos. Falk se marchó a mediados del año anterior, Cassavetes nos dijo adiós mucho antes, el 3 de febrero de 1989, y ahora exactamente 23 años después, ni un día más ni un día menos, se les une Ben Gazzara, fallecido en Nueva York a los 81 años. Ya están otra vez reunidos Archie, Harry y Gus, quizá con los mismos ánimos exaltados que exhibían en Maridos (Husbands, 1970), la única vez que estuvieron los tres juntos.  


Aunque Falk estuvo también  a las órdenes de Cassavetes en el reparto de Una mujer bajo la influencia (A Woman Under the Influence, 1974) y ambos coincidieron como actores en Mikey and Nicky (1976), de Elaine May, la verdad es que el intérprete masculino que mejor supo descifrar y plasmar las ideas de Cassavetes fue Ben Gazzara. Es cierto que Seymour Cassel apareció en muchas más películas de este director, pero exceptuando Faces (1968), sus roles fueron secundarios y en ocasiones no acreditados. Gazzara dio siempre una muestra incontenible de fuerza en las tres películas que hizo para Cassavetes: la mencionada Maridos, El  asesinato de un apostador chino (The Killing of a Chinese Bookie, 1976) y Opening Night (1977).
Ben Gazzara estudió en el Actors Studio y allá en Nueva York empezó a rivalizar con  Cassavetes por los mismos papeles. Cuando ambos se mudaron a Los Ángeles para hacer televisión, empezaron a relacionarse más. En ese entonces Cassavetes estaba adquiriendo la experiencia y, sobre todo, los recursos para rodar Faces, su cuarta película. Una anécdota nos cuenta que, tiempo después, Gazzara salía de rodar el último episodio de una serie de televisión y desde el otro extremo del estacionamiento vio a Cassavetes. El director evoca el encuentro en el texto Cassavetes por Cassavetes, editado por Ray Carney: “Saludé con la mano a Gazzara, que tenía al mismo representante que yo, Marty Baum, y le grité: « ¿Quieres hacer una película con Falk y conmigo? Llama a Marty.» La voz de Ben llegó de la otra punta del aparcamiento.  Tiene una voz tan alta que, si bien no entendí lo que dijo, supe que era un sí, lo cual en términos de Hollywood quiere decir «tal vez».”
Pero iba definitivamente a ser un sí y a su vez el comienzo de una entrañable relación profesional y de camaradería que se traduciría en tres filmes iluminados no solo por la mirada independiente, fresca y valerosa (pero nada complaciente) de Cassavetes sino por el talento de Gazzara, un hombre con una voz particular, casi mecánica, pero que lograba con ella un rango dramático que iba desde un susurro hasta un grito de ira, lo que –sumada a sus ojos expresivos y su sonrisa, entre irónica y segura-  le permitía manifestar todas las contradicciones con las que Cassavetes dotaba a sus personajes, seres abocados a una crisis vital que los acorrala. El desencadenante puede variar –la muerte, el envejecer, la infidelidad- pero el resultado siempre será un personaje en fuga, tratando de encontrar por sí mismo, y pese a su debilidad e imperfección, soluciones –incluyendo la violencia- que le permitan recuperar la paz. Estas características  se encuentran depositadas en el personaje de Gazzara en Maridos y El  asesinato de un apostador chino, y en el rol que Gena Rowlands –esposa y musa de Cassavetes-  tuvo en Opening Night, filme donde Gazzara es, de alguna forma, receptor de las inquietudes existenciales de la protagonista.    
En el lapso de los siete años que comprenden la realización de estas tres películas el estilo de Cassavetes se hizo menos áspero, más cercano a los parámetros del cine comercial, pero no por ello menos comprometido o menos personal. Sus constantes temáticas y sus conflictos como autor permanecieron invariables y algo así puede expresarse de Gazzara, que pasó del desenfreno casi insoportable de Maridos, a la contención expectante de Opening Night, sin dejar de ser el paradigma del actor que Cassavetes requería: recursivo, enigmático, capaz de ocultar por completo sus verdaderos sentimientos, proclive a la explosión. Y, sobre todo, frágil.       

Gazzara interpreta en El  asesinato de un apostador chino  a Cosmo Vittelli, un hombre de dudosa conducta y costosos vicios que administra un club de striptease de baja calaña, el Crazy Horse West en Los Ángeles. Podría ser un personaje secundario de la historia de alguien más, pero Cassavetes le regala una dignidad y un aplomo tales que termina convirtiéndolo en el mejor rol que Gazzara hizo para él o para cualquier otro director. Cosmo bebe, apuesta, se endeuda y adquiere compromisos con la mafia que lo ponen en peligro, pero -a su vez- es un pequeño empresario que consiente de manera paternal a sus exuberantes chicas (inolvidable es Alice Friedland en su único papel acreditado en el cine) y está pendiente de cada detalle de su negocio, que es en realidad su hogar. Parado en la tarima frente al micrófono y ante el público del lugar, Cosmo se transforma, deseoso de la admiración y la aprobación de todos. Se ve confiado, seguro, parece Frank Sinatra  haciendo una rutina  ante la audiencia de The Sands en Las Vegas. Cosmo tiene una herida de bala en el abdomen, pero también tiene un compromiso con sus clientes. Es “un Dios en ruinas” tal como Peter Falk explica en el epígrafe de este texto. Se está desmoronando, pero quiere brillar por última vez. El show debe continuar, así su vida se extinga.  La de Gazzara también se extinguió hace unos días, pero su asociación con John Cassavetes lo hizo inmortal en ese universo paralelo del cine donde nadie muere, donde todos siguen –por fortuna- con nosotros.


22 de febrero de 2012

UN DIOS SALVAJE De Roman Polansky. El universo en cuatro rostros

A Polansky le gustan los ambientes cerrados. Él sabe que si condiciona a un grupo de gente a convivir por un breve espacio de tiempo en un solo y estrecho lugar podrá conseguir un conflicto en unas cuantas horas. Pasó con las tres personas aisladas en un pequeño yate en Cuchillo en el agua, le sucedió a Catherine Deneuve encerrada en su apartamento, alucinando con manos obsesionadas con tocar sus pechos, Ben Kingsley, el antiguo torturador cayendo en la propia casa de su víctima, Sigourney Weaver, amarrado en una silla, recibiendo un poco de lo que el tanto supo dar y al final siendo arrojado en un abismo en La muerte y la doncella. El encierro siempre está latente en la mente del torturado autor polaco. De Rosemery Winhouse confinada en su apartamento en el más siniestro de los embarazos, pasando por la bizarra pareja aislada en el castillo de Cul de Sac, llegando al político exiliado en una volcánica y gris isla en El escritor fantasma.

Es perfectamente comprensible que mucha gente haya escuchado a hablar de Roman Polansky a pesar de no haber visto jamás alguna de sus películas. Es más creo que mucha gente no sabe a que se dedica. Se volvió famoso mundialmente porque la pandilla de Charles Manson atacó la mansión que tenía en una tarde de verano de 1969 matando a su esposa,  la actriz Sharon Tate quien se encontraba en avanzado estado de embarazo y a ocho personas más. Muchos dijeron que había sido la retaliación de una secta satánica por haber develado sus secretos en El bebé de Rosemary. El caso es que su nombre siempre ha estado asociado a lo sórdido, a lo diabólico, sobre todo después de haber sido encontrado culpable de haber abusado de una menor. Estuvo preso durante ocho meses, obtuvo libertad condicional y se fugó de los Estados Unidos, país al que no ha podido entrar desde hace más de treinta años.
Recientemente volvió a ser noticia por haber sido detenido en Suiza. Estuve encerrado unas semanas y se habló incluso de ser extraditado a los Estados Unidos. Ni el Oscar obtenido en el 2002 por El pianista lo pudo reconciliar con la justicia norteamericana.

Su energía le ha permitido seguir dirigiendo a pesar de los problemas y de los casi ochenta años que tiene. Su última película Un Dios salvaje revela que su talento está lejos de agotarse. No necesita de grandes presupuestos, ni de locaciones. Es más acá vuelve a desarrollar una película en un solo set, como si fuera una obra de teatro. No necesita sino de cuatro personajes para construir con ellos un  universo donde caben todas las contradicciones y mezquindades humanas.
Un niño de una pandilla acaba de golpear brutalmente a otro con un palo en el rostro. Le ha tumbado los dientes delanteros y pasará varias semanas en la cama. En un acto civilizado los padres del niño golpeado tratan de conciliar con los papás del agresor. Los invitan al hogar de ellos, redactan una carta juntos donde justifican los hechos, aparentemente todo es muy cordial, muy sensato como corresponde a cuatro adultos de la clase media alta newyorkina. Pero no pasará mucho tiempo para que salgan a  flote los resentimientos, los problemas que tiene todo matrimonio, de atención…en fin, el pesimismo que puede sentir Roman Polansky con respecto a las relaciones de pareja.

En los setenta minutos que dura la película los papás del niño golpeador no podrán salir del departamento de los padres del niño agredido. En una clara alusión a El ángel exterminador a medida que no pueden salir del lugar las conversaciones se harán mas ásperas, mas violentas. Incluso uno de los refinados personajes vomita copiosamente sobre los libros de arte de la dueña de la casa. No solo tendrán que disputar un problema tan delicado como son los hijos en un espacio cerrado sino que tendrán que respirar en un ambiente viciado por el vómito.
Bajo la batuta del director polaco se han puesto la cada vez mas sublime Kate Winstley, una esposa sofisticada, dueña de su tiempo y su billetera, elegante y sofisticada que lamentablemente no tiene tiempo para dedicarle a su hijo. Está casada con un exitoso abogado encarnado por el gran Cristopher Waltz. Ya nos había sorprendido un par de años atrás cuando interpretó al inolvidable Hans Landa de Bastardos sin gloria, acá vuelve a masacrarnos con su risa, con sus silencios, con la desesperante forma en que se escuda con su teléfono para evadir una realidad. Descubierto por Quentin Tarantino, Waltz a sus 57 años empieza la que promete ser una meteórica carrera a la inmortalidad.

El otro matrimonio está interpretado por una avejentada Jodie Foster, un personaje lleno de miedos, de frustraciones, de problemas. Una histérica madre sobreprotectora con aspiraciones de ser escritora pero que reniega de su vida, de su marido, el carismático vendedor que no tiene mas ambiciones que poder tener una familia, un hogar.
Es estúpido descalificar esta película diciendo que no es la mejor película de su director. El mismo comentario se lo hacen año tras año a gente como Woody Allen, Manuel de Oliveira o Martin Scorcese. Un Dios salvaje es ante todo una extraordinaria película, con personajes perfectamente construidos y que logra crear una atmósfera agobiante digna del autor de Tess. Uno de los grandes filmes del año, completamente ignorado por la academia y por la distribución internacional. No dejen de verla así sea en la penosa copia pirata que está circulando por ahí, con pésimos subtítulos (Algo que se está volviendo una costumbre porque igual ya nadie lee ni eso) una película maravillosa, intensa, profunda. El filme de un maestro.

20 de febrero de 2012

RUMBO AL OSCAR. THE ARTIST. El silencio es oro

Las bases técnicas para crear una banda sonora existían desde antes de 1927. A los autores, a la industria y sobre todo al público no le interesaba escuchar la voz de Asta Nielsen o Lilian Gish, lo importante eran los gestos, la capacidad interpretativa, el lenguaje que era propio del cine. En diciembre de 1924 F.W. Murnau había terminado de rodar El último hombre, la historia de un viejo,  botones de un hotel que perdía su trabajo y veía como su vida se destruía en unos cuantos días. La película no tiene ningún intertítulo explicativo, es decir se sostenía solamente en su poder visual. Era una obra universal que podía ser entendida por un mecánica de barrio triste en Medellín hasta por un pescador de Shangai. Ese tipo de cine que hoy llamamos mudo, como si tuviera alguna limitación, alguna falla que tuvo que ser corregida a último momento, era un lenguaje que estaba perfeccionándose y que fue cortado de tajo solo porque los hermanos Warner decidieron sacar ese horrible experimento llamado El cantante de jazz para salvar su empresa.

El mundo de muchas estrellas cambiaría para siempre. Al principio ver a Al Johnson cantar les parecía a lo mucho exótico, nunca creyeron que esas películas, denominadas con desprecio las Talkies, pudieran suplantar un arte que entre 1919 y 1927 produjo obras maestras vigentes hasta nuestros días. ¿Quien iba a pensar que este periodo de esplendor iba a ser cortado abruptamente? Ocho años que dieron entre otros clásicos Lirios rotos de Griffith, El acorazado Potemkin de Einsestein, El gabinete del doctor Caligari de Wiene, Avaricia de Eric Von Stroheim,  La quimera de oro de Chaplin, El maquinista de la general y Sherlock Homes Jr de Buster Keaton, Amanecer de Murnau, entre otras.
Un arte que se sostenía en movimientos como el realismo socialistas ruso que sentó con Pudovkin y Einsestein las bases del lenguaje audiovisual que ayudan a sostener y justificar la última película de James Cameron hasta la más detestable de nuestras telenovelas. El expresionismo alemán, el naturalismo francés, el slapstick gringo. Era un campo floreciente que fue cercenado por unos mercachifles que lo único que buscaban era cautivar el público a punta de innovaciones tecnológicas, algo muy parecido a lo que está pasando hoy en día con el incómodo y banal 3D.

Incluso cinematografías como las nuestras fueron devastadas por el nuevo invento. La década del 20 ha sido el momento histórico donde más cerca hemos estado de crear una industria. Películas como María de Máximo Calvo o Aura y las violetas de Vicente di Domenico fueron éxitos absolutos de taquilla e incluso tuvieron cierta repercusión internacional, algo que solo volvería a pasar cuando en 1988 Víctor Gaviria concluya su magistral Rodrigo D. En la década del 30 la incorporación de la banda de sonido mantendría restringido al cine colombiano al noticiero que hacían los hermanos Acevedo y algunos fabricados por Camilo Correa. Hasta el año 1941, el año en que Orson Welles hiciera la revolución sonora con Ciudadano Kane tendríamos la primera película donde la gente hablaba, Bambucos y corazones, una ingenua película donde las aburridas canciones se sucedían una y otra.
Pero no solo cinematografías, movimientos artísticos o una forma de sentir y hacer un arte fueron borradas de un solo plumazo sino que en ese cambio cientos de personas perdieron su trabajo, incluso las idolatradas estrellas cinematográficas. Gente como Louise Brooks, Cesar Romero (Quien volvería a hacerse célebre en la década del sesenta por su interpretación del guasón en la serie Batman) sucumbirían ante el nuevo invento.

Pero es tal vez  John Gilbert, el hombre que rivalizaba en taquilla con Rodolfo Valentino y que fue el único en robarle escenas a Greta Garbo, sería el ejemplo más triste y trágico de lo que traería el cambio. Lo que era una presencia absoluta y sensual en el silente se convertía en algo patético y risible cuando hablaba.  Se sumiría en una depresión atenuada con grandes cantidades de alcohol. Moriría en 1936, sin haber cumplido cuarenta años.
Mucho de Gilbert tiene este George Valentin. Su casa es un culto a él mismo. Las mujeres se mueren por su gracia y sensualidad. Nada es tan irresistible como las películas que protagoniza él y su perro. Las revistas del corazón se desviven por desentrañar quien es su último amorío o que tipo de perfume usa. Él tiene la capacidad de decidir, por encima del productor o del director quien podría protagonizar su próximo éxito. Ha conocido a una mujer, una bailarina de poca monta que lo ha cautivado. Decide trabajar con ella, tiene buen ojo. En unos pocos meses la desconocida Peppy Miller se ha convertido en una diosa. Sus películas acaparan la atención del público mientras la carrera de Valentin sucumbe por su tozudez de no aceptar que los tiempos cambiaron.

Decide producir y dirigir una película muda, siguiendo las claves que lo convirtieron en una gran estrella. Aventuras en un país exótico, el peligro acechante, el rescate en el último minuto y la actuación basada en la gracia del gesto desmedido. La gente ya no a ha ver su película, además la suerte le ha dado la espalda, decide estrenar su filme el 25 de octubre de 1929, el mismo día en que los productores de Peppy Miller han estrenado su película, el día en que explotó Wall Street.
La quiebra le sigue al fracaso artístico. El mundo parece haberlo olvidado y la única que se acuerda de él es precisamente Peppy Miller. Desde que era una desconocida lo amó y ahora que ha dejado de ser un Dios lo ama todavía más. Quiere ayudarlo pero no sabe como hacerlo. A Valentin no le gusta ceder un palmo, como Chaplin con Charlot, el nunca quisiera hacer hablar a su personaje. El es ante todo un artista. Un incendio, la caída final, hará que irremediablemente el galán venido a menos caiga en los brazos de la diva.

The Artist es un milagro. Uno no puede evitar al verla sentir que no se pagó una entrada al cine sino que se está dentro de una máquina del tiempo y has retrocedido ochenta años. La impresión que tenemos como viajeros del tiempo es la sensación absoluta de que estamos viendo cine. Es en esas expresiones, en esas actuaciones que inundan la pantalla donde encontramos la razón de ser de un arte nuevo, vital, un arte que a pesar de tener 117 años muchos cada año dan por muerto, pero que siempre es resucitado por sucesos como The artist.

Nada sabíamos de Michel Hazanavicius, este francés nacido hace 42 años y con un par de películas a su haber. Intuimos que es un director que ama y conoce como nadie su oficio. Como las grandes películas esta es cine dentro del cine. A veces cuando vemos la película proyectada dentro de la misma película tenemos la impresión de infinito que se tiene cuando ponemos un espejo frente a otro espejo. En cierta manera formamos parte del filme. Valentin parado frente a la luz que destila su proyector casero da la impresión de la estrella que se sale de la pantalla, la estrella reflejada en carne y hueso frente a una tela blanca. Las citas y alusiones a otras grandes películas son constantes. El perro salvando a su amo recuerda al Umberto D de Vittorio De Sica, la música es un claro homenaje al Bernard Hermann de Vertigo, la elipsis de Valentin desayunando en silencio con su esposa la vimos en Ciudadano Kane y claro, no podía faltar la sensación constante de deja vu que se tiene con Cantando bajo la lluvia película en la que coincide en el tema y en la gracia de Jean Dujardin, una especie de Gene Kelly, de John Gilbert. Un actor en estado puro.

Su rostro está lleno de marices. No necesita de hablar para expresar una emoción, tan solo moviendo una ceja o un músculo puede decir más que con un discurso. No hay que confundirse, un actor de cine mudo no es un ridículo mimo. Un actor de cine mudo tal y como lo dijo Pudovkin es un creador, un hombre que domina por completo una pantalla, que la hace palpitar, que la justifica. La palabra casi siempre es una trampa por eso dice Gloria Swanson en la inolvidable Sunset Boulevard “Sigo siendo grandes, son las películas las que se han hecho pequeñas”.
The artist es la película de un actor, el advenimiento de una nueva estrella y de pronto de una nueva manera de hacer cine. Hace un par de años El amante decía a propósito de Avatar  que tenía la importancia de haber comenzado una nueva manera de filmar, de ver las películas, que la obra de Cameron era el equivalente a El nacimiento de una nación. A mi la verdad Avatar con sus efectos y su ecologismo barato me aburrió hasta obligarme a salir de la sala. En The artist hemos vuelto a lo esencial, a lo básico. El cine no son discursos sino que su fuerza y su poesía están en el poder que proyectan las imágenes. Por eso es cine en estado puro, un clásico inmediato, una obra maestra absoluta.
The artist no es una película sino una buena noticia, la de que a pesar de todo el cine está mas vivo que nunca.

18 de febrero de 2012

RUMBO AL OSCAR. MONEYBALL. UN PRODUCTO MUY BIEN CONFECCIONADO

En los últimos tiempos todo se fue a la mierda, incluso el amado deporte. Hoy en día es más importante el manager que el equipo, lo administrativo que el juego en si. Después de desmantelar a su equipo, hecho con muy poco presupuesto pero que logró calificarse a las semifinales perdiendo agónicamente contra los todopoderosos Yankees de Nueva York, Billy Beane contrata un nuevo sub-gerente, un economista de yale, joven, avispado y rollizo que tiene como pasión calcular milimétricamente todas las estadísticas de los beisbolistas activos en las ligas mayores. Con este método descubrirá la manera en que muchos equipos subestiman a sus propios jugadores. Aprovechando este método comprará a muy bajo precio jugadores que si se les brinda la preparación y la confianza necesaria podrían hacer una gran temporada.

La historia de David contra Goliat se da muy seguido en los deportes. Hace dos años un equipo de aficionados, anclado en la tercera división del fútbol español eliminó al todopoderoso Real Madrid de los octavos de final de la Copa del Rey. La nómina de los 24 jugadores que conforman el Alcorcón no alcanzaba ni para pagarle un sueldo a Cristiano Ronaldo, sin embargo el insoportable jugador portugués pasó desapercibido en los dos juegos de octavos.
Lo que hicieron los Atléticos de Ockland en la temporada 2002 fue resultado de un método, de una estrategia, una revolución que vendría a socavar toda la estructura del beisbol. El record de los 20 partidos seguidos sin conocer derrotas no fue una victoria del deporte sino de la tecnocracia. Un deporte que esté sumido en la frialdad de las estadísticas pierde por completo su razón de ser. Si en algo se parece el fútbol o el mismo beisbol al arte es en la capacidad que tienen sus jugadores de improvisar, de crear. Si, lo de Billy Beane es inolvidable y todo eso, pero fue la necesidad de su corto presupuesto lo que lo obligó a contratar a un nerd de Yale para que le parara el equipo. Sin embargo hoy en día se mide a un jugador de beisbol solo por las estadísticas y déjenme decirle que los números son siempre engañosos.

Hollywood siempre proclive a contarnos historias que dejen moralejas y que nos enseñen que no importa la adversidad siempre saldremos adelante si tenemos la persistencia y los principios adecuados ha vuelto a dejar su lección de vida con Moneyball. Después de una primera media hora donde te emocionas, te entusiasmas y crees que no vas a ver una película sobre el deporte sino sobre un hombre enfrentándose a sus adversidades comienzan a aparecer los clichés de las típicas películas deportivas. Parecías que estuvieras viendo Red social, entendías desde adentro como se manejaba el juego, aprendías de la mano de uno de esos descubrimientos actorales a los que nos tiene acostumbrados Hollywwod. Ya habíamos visto a Johan Hill en una excelente comedia juvenil al lado de Michael Cera (Cuyo nombre he olvidado) pero en su papel de joven nerdo de Yale se consagra como un maravilloso actor. En ningún momento es ensombrecido por un introspectivo y estupendo Brad Pitt, es más la película son ellos dos y eso es lo que le hace falta a la última parte, que este tándem vuelva a aparecer.
En los últimos 40 minutos hay un tufillo a Jerry Mcguire, uno se imagina a todos esos imbéciles que se ganan la vida dando charlas motivacionales a nuevos yupies haciendo cine-foros con esta película. Seguro va a ser así.

A Moneyball se le ven los hilos, la confección. Está fabricada, pensada desde la misma escritura de su guion para pelear los oscares. Es un producto muy bien elaborado. En un principio se pensó en Steven Soderbergh para dirigirla pero el creador de Traffic dio un paso al costado. Ya no está para servirle los productos a su industria. No sabemos como hubiera sido la película bajo la mano de Soderbergh, seguramente hubiera mantenido la tensión de esos primeros minutos, como cuando Johan Hill le muestra a Brad Pitt su método, toda una lección de montaje, de emoción sin manipulación, lo que vemos es números y unos pedazos de jugadas reales. La ficción rozando con el documental. Después comienza la necesidad de premios, de llenar todos los requisitos que se le exigen a una película para ser reconocida por la academia. La nausea por fin se apodera de tu cuerpo.
Ojo, no estoy diciendo que no la vayan a ver, Moneyball te ofrece dos horas de legítimo entretenimiento, grandes actuaciones y una música maravillosa. Además si eres un gerente exitoso te va a servir para motivar a los empleados y lograr mayores réditos y optmizaciones y toda esa puta jerga que hablan los administradores de empresa. Te ahorrará querido amigo varias horas de lectura destinadas a entender el último Deprak Choopra.

17 de febrero de 2012

LA EDUCACION EUROPEA. Apuntes sobre El bosque del odio de Romain Gary.

Cuando los ejércitos se deshacen bajo la tenaza nazi, la única esperanza que queda son los guerrilleros que resisten con valentía en los helados bosques de Polonia. Allí en Wilno la población ha decidido entregarse sin restricciones al invasor que todo lo exige, que todo lo quita, que todo lo mata. Las mujeres hacen fila frente a un castillo, van por un poco de pan, una ata con comida adentro. Los soldados alemanes son jóvenes inexpertos, con la lívido subida, cansados de la guerra. Quieren un poco de diversión, la consiguen y pagan. Las mujeres ya se acostumbraron a esa rutina, a algunas ni les molesta. Los que se sienten humillados son los hombres del lugar, sobre todo los que resisten en el bosque durante el glaciar invierno. Más de uno ha ido al castillo y como kamikazis se enfrentan a la tropa alemana. No importa morir si te llevas de paso a un enemigo.

Janek es un joven de 14 años que vive enterrado en un hueco del bosque como si fuera un topo. Su papá construyó ese refugio para él. Un día le dijo que volvería al caer la tarde, oscureció y amaneció siete veces. Nunca volvió. Se enfrentó a los alemanes solo, una heroica forma de suicidio. Janek trata de aferrarse a la esperanza de que su padre está vivo, que porque no podría ser el tan mentado partisano Nadejda ese mito creado por la resistencia del hombre al que le rebotan las balas, el que deambula por toda Europa repeliendo la invasión. Puede ser que sea su padre. Esa esperanza y unas cuantas papas lo mantienen con vida, después vendría el amor en ese infierno blanco, el amor que te calienta en las noches heladas del bosque.
Narrada con maestría El bosque del odio fue el primer Best- Sellers de la post-guerra. En el libro Romain Gary se pregunta, como tantos otros, ¿Por qué viene gente de todas partes del mundo a aprender de nuestras universidades? ¿De que sirven tantos libros y toda la inteligencia si nos matamos unos a otros? Esa es la educación europea, la del aniquilamiento total de la humanidad. Nadie es victima, todos los que estuvieron vivos y sufrieron también fue culpable. La II Guerra Mundial fue el resultado de siglos de civilización, de sofisticación, de snobismo. Ahí empezó la educación europea ha deshumanizar al hombre.

Hasta unos pocos meses ignoraba quien había ido Romain Gary. Encuentro en internet que era judío y ruso, pero que nació cerca de Wilno, el lugar donde ocurren los hechos del libro. Combatió con los franceses, hizo una carrera diplomática, se casó con Jean Seberg, la hermosa americana que vende el New Herald Tribune en los Campos Eliseos en Sin aliento de Godard. El suicidio de Seberg sin duda fue la gota que rebasó el vaso, simplemente se cansó completamente de la vida y sus horrores y Romain Gary decide poner fin a sus días el 2 de diciembre de 1980 en su apartamento parisino.
El bosque del odio tiene momentos de los cuales me acordaré siempre. Por ejemplo el violinista judío de 14 años que es maltratado por la gente de Wilno y que Janek libera para irse con el al bosque solo a vivir tocando con libertad su instrumento. Lo que debería constituirse terminó siendo para el músico adolescente su condena; el maldito frío del bosque terminó congelando sus dedos y a las pocas semanas moriría con los pulmones congelados. O la parte donde Janek hace explotar una bomba en la casa donde se asentaban cinco jóvenes soldados alemanes que se habían convertido en sus amigos. Después de la explosión debe matar a uno de ellos que queda herido, la necesidad de seguir viviendo convierte a Janek en un hombre capaz de matar a un semejante sin pensarlo mucho.

La editorial barcelonesa Galaxia Gutenberg ha venido sacando en estos años las grandes novelas que dejó la II Guerra Mundial. Cada vez se traducen y se descubren en nuestro idioma estos magníficos libros que durante años estuvieron escondidos en algún rancho como fue el caso de Vida y Destino y Todo fluye de Vasilli Grossman, Relatos de Kolymá de Shalamov o que simplemente no habían sido traducidos como es el caso de El bosque del odio un libro necesario para todos aquellos que se preguntan de que  les ha servido a los europeos su puta educación.

16 de febrero de 2012

RUMBO AL OSCAR. LA CHICA DEL DRAGON TATUADO De: David Fincher

Después de que en 1927 la Warner pusiera a cantar a Al Johnson en su Cantante de jazz y se instaurara para disgusto de Chaplin, Von Stroheim y otros maestros el cine sonoro los estudios solían hacer tres versiones  en tres idiomas diferentes. El subtitulo todavía no era una solución y consideraban más práctico contratar tres elencos distintos para que cada uno hablara en su idioma, todo con tal de distribuir y ganar más plata fuera de los países angloparlantes.
De unos años para acá esta forma de hacer cine ha tenido sus variaciones. Hollywood se dio a la tarea de comprar los derechos de películas extranjeras y volverlas a hacer en sus estudios, con su propia gente y con el único idioma que ellos conocen. Todo con tal de mantener a su público libre de lecturas, así sean los de los siempre útiles subtítulos electrónicos.

Los remakes en estos últimos años de películas extranjeras adaptadas a Holywood abundan, los resultados casi siempre son desastrosos. La inquietante Abre los ojos de Amenábar se transformó en un bodrio insoportable por culpa de Cameron Crowe y su Vanilla Sky, ni que decir de lo que le hicieron a Las diabólicas de Clouzot. Con todas esas prevenciones fui al cine a ver la primera parte de la trilogía Millenium. Todos los prejuicios comenzaron a derribarse desde unos títulos mecánicos, oscuros, como si detrás de ellos se escondiera el genio de Giger, todo eso condensado con la impresionante versión de Inmigrant song que hace el gran Trent Reznor ahora convertido en todo un compositor para películas. Entonces te encuentras con el universo que creo Stig Larsson y te vas dando cuenta que esta versión supera con creces la primera adaptación del libro hecha en Suecia.
En las críticas que he leído he encontrado que esta es un remake de la película sueca y en eso se equivocan de cabo a rabo. Si bien la versión nórdica se estrenó en Estados Unidos casi nadie fue a verla porque tan solo se presentó en 200 salas. Lo que le interesaba a los productores del film era hacer una adaptación de la novela Los hombres que no amaban a las mujeres quien en pocas semanas después de haber sido publicada en Norteamérica se había convertido en Best-sellers. La película deberá soportar esa comparación estúpida de que si es mejor que el libro. Se equivocan los que intenten compararlas porque ambas pertenecen a dos lenguajes completamente distinto.

En la dirección está el hombre que dirigió esos dos referentes del triller contemporáneo llamadas Seven y Zodiac, eso explica porque la película puede resultar mas sueca que la primera versión hecha en ese país. La ambientación, los paisajes, la atmósfera, lo único que cambia es el idioma, pero si no supiéramos que la dirige David Fincher y la produce Columbia, podríamos afirmar que se trata de una película europea. Aunque pensándolo bien el maravilloso color que irradia la película, ya sea el blanco de la nieve, o el mate de los espacios cerrados, las actuaciones cargadas de matices y el suspenso que se mete en tu cuerpo desde los créditos te ubicará inmediatamente el origen del filme: Solo Hollywood lo podría hacer.
A pesar de que vas a ver al gran Cristopher Plummer, que está la siempre hermosa y talentosísima Robin Wright, que Daniel Craig ha dejado por unos instantes el Martini en la nevera, que Stellan Skarsgard sea siempre una garantía….todos ellos empalidecen ante esa nueva joya del cine mundial llamada Rooney Mara. Contenida, hierática, feróz…hermosa, nunca pensé que pudiera enamorarme de un emo. La elaboración del personaje se lo debemos no a David Fincher sino al desaparecido autor de la trilogía. Lisbeth Salander es una investigadora poco convencional. Quemó a su papá cuando tenía 12 años y muchos la consideran una freak. Pero tiene la inteligencia heredada de  Auguste Lupin, la perspicacia de Hercules Poirot, la ferocidad de Magriet y la meticulosidad de Sherlock Holmes. Ella es la película y los libros. A pesar de que su rostro esté cocido por alambres no puedes dejar de creer en ella. Es fría y práctica. Puede hacer cualquier cosa con tal de seguir haciendo lo que mas le gusta: encontrar hombres que han abusado de una mujer.
No puede ser una excusa resistirse ir al cine porque vieron la película o leyeron el libro. En el cine no importa si ya sabes el final, una película no deja de ser interesante solo porque ya sabemos quien es el asesino o de entrada nos es revelado el secreto. Una película son atmósferas, puntos de vista, sensaciones y recuerden que La chica del dragon tatuado es una obra de ese maestro llamado David Fincher y eso ya es una razón de peso para verla en la pantalla grande

15 de febrero de 2012

BEN GAZZARA. 1930-2012

Acaba de llegar al tribunal, su sonrisa siempre irónica, agresiva…constante. Dicen que acaba de matar al hombre que violó a su esposa. Ni su abogado, Jimmy Stewart cree que Lee Remick con esos pantalones ajustados y esa forma de hablar tan insinuante pudo haber sido violada por alguien. En el guion el joven teniente es celoso y violento, en las manos de Ben Gazzara toda esa violencia se convierte en pasión contenida, en fuerza vital. Su cara se mueve casi que imperceptiblemente, un leve temblor le cruza el rostro, brillo en los ojos, control absoluto. En Anatomía de un asesinato el hombre del método, reconocido por su papel en La gata sobre el tejado de cinc en Broadway empezaba a labrarse su camino como estrella cinematográfica.

No importa la película que veas, si es una mediocridad como Todos rieron de Peter Bogdanovich, si Gazzara aparecía se transformaba inmediatamente en una gran película. Pero si algo caracterizó a este actor newyorkino fue la meticulosidad con la que escogía los proyectos en los que iba a participar. Por eso encontraremos su nombre asociado a directores gigantes como Marco Ferreri, Otto Preminguer o John Cassavetes. Fue justamente con este último el que haría los papeles que lo sitúan en un lugar muy alto en la historia del cine. Su primer papel con Cassavetes fue el del inestable, caprichoso y violento Archie de esa obra genial, diferente, subversiva llamada Husbands. Junto a Peter Falk y el propio director  construyeron la tipología del hombre promedio.

Es imposible que un hombre no se sienta identificado con estos tres inmaduros, tan torpes, tan niños, tan brutos. Cuando los tres para evitar convivir con la tristeza de soportar el vacío que ha dejado la muerte de un amigo deciden no volver a sus casas y huir a Londres, vemos a un Gazzara al que el arrepentimiento por haber golpeado a su mujer lo somete hasta el punto de no querer volver a Nueva York. En Husbands todo está vivo y eso se lo debemos sin duda a las actuaciones. Era el último que quedaba vivo de ese trío después de que el otoño pasado dejara esta dimensión Peter Falk.
De Falk supimos en las noticias, su papel del detective Columbo lo había convertido en una figura mediática, pero yo ignoraba que el hombre que mató de un disparo a un apostador chino había pasado los últimos meses de su vida postrado en una cama luchando contra un cáncer de páncreas. Hace dos días me enteré que el 3 de febrero había perdido esa contienda.

En las tres películas que actuó con Cassavetes (Husbands, The Killing of the chinese bookie y en Openning night) se convirtió en el alter ego del gran director newyorkino. En él supo verter el autor todas sus obsesiones, sus inquietudes, sus ilusiones y sus ingenuidades. Cosmo Vitelli era el hombre de clase media que soñaba con tener el mejor cabaret de la ciudad. Para hacerlo sería capaz de apostarle al diablo su alma y al final tendría que disparar un arma con tal de preservar lo que mas ama. Cosmo encarnado por Gazzara era el artista que no puede ceder un centímetro porque a lo único que puede aspirar es a preservar su arte. Es lo único que tiene, su arte, su dignidad.
Se hizo muy amigo de John y siempre se refirió a él como un artista. Cassavetes creía lo mismo de él. Después de interpretar al director de la obra en Openning night  no volverían a trabajar juntos pero fueron amigos hasta que la cirrosis terminara de comerse el hígado de John. Después de un breve periodo en el ostracismo fue redescubierto por los directores de los noventa. John Turturro, Vincent Gallo, Todd Solodsz y David Mamet le dieron papeles cargados de contención, de fuerza, su mirada generaba intriga. Actores como él no vuelven a verse.
Pero en dos de sus últimos papeles considero que está magnifico. En uno es un ciego orgulloso que todavía quiere hacerle creer a los habitantes del pequeño y miserable caserío donde vive que puede ver. Sus conversaciones sobre la cualidad de la luz y su apego a las piernas de la voluntariosa Nicole Kidman lo convertirán en otro de los demonios que habitan Dogville. Si quieren saber que es una actuación contenida, sin dar un grito, hablando solo de las sombras y lo hermoso que brilla el sol vean la mirada de Gazzara en esta película. Nadie ha sido tan ciego como él.

De un ciego siniestro a un poderoso productor de cine porno que busca desesperadamente a su actriz estrella en El gran Lebowsky su forma de caminar, su voz que ataca como un bate de beisbol, su manera de agarrar el vaso de whisky, el control absoluto de sus movimientos, todo un manual es lo que despliega Ben de la mano de los Coen.
Con él muere uno de los últimos indomables que le quedaban al cine norteamericano. Fue un rebelde, un hombre que nunca cedió, el testigo de excepción del trabajo del más grande de los directores independientes. Con el muere definitivamente la época de los grandes riesgos, de los valientes que se adentraban con verdadera pasión a la creación artística, gente que veía a Hollywood no como un parque de diversiones sino como un lugar al que debería tomarse a la fuerza, fraguar un golpe de estado y tumbar el régimen imperante.
Ha muerto el último rebelde.