A finales del año pasado el crítico Pedro Adrián Zuluaga
habló de una cierta tendencia en el último cine colombiano. Después de tanto
esperar se podía hablar por fin del
surgimiento de una cinematografía nacional que dejaba de lado el maldito lugar
común. No se trata solo de ocultar los flagelos que azotan desde hace más de
sesenta años a Colombia si no tener la oportunidad de contar historias que hacen
parte de nuestra cotidianidad.
Los peligros de caer en el abismo del lugar común aumentan
cuando la historia tiene como contexto el campo. Cuando uno está al frente de
un relato de campesinos es inevitable no pensar en que vamos a tener que
soportar de nuevo la tortura de una tragedia. Lógicamente que es necesario
denunciar pero muchas veces uno siente que detrás de estos proyectos no hay
nada más que la búsqueda desesperada de pasar por políticamente correcto. Dicho
en otras palabras se busca a como dé lugar agarrar pueblo.
Con esa prevención me senté a ver Los retratos. No sabía que su director había sido partícipe de dos
de las producciones que marcan esa cierta tendencia de la que hacía referencia
Zuluaga, Los viajes del viento y La playa D. C. No sólo es el rostro tan
familiar de esa campesina vieja que nos recuerda irremediablemente a cualquiera
de nuestros ancestros o la magia que puede destilar una polaroid, no, es la
mirada de Iván Gaona lo que hace de este cortometraje una experiencia única,
completamente original dentro de nuestro cine.
No hay espacio para los guiños, los homenajes o la
pedantería. No hay un solo resquicio para la frase brillantemente elaborada que
proclame a alguno de sus protagonistas como un viejo sabio que viene a
enseñarnos pues como es que es el mundo. Para nada. Los dos viejos son tan
adorables y comunes como cualquier campesino, con las mismas preguntas que se
pueden hacer en el campo cada día ¿Qué hay para comer? ¿Será que llueve? ¿De
que nos sirve un aparato de estos si no hay para la sopa?.
En un puñado de minutos Gaona logra mostrarnos lo lejos que
está el campesino colombiano de la tecnología, la identificación que sienten
con la música y la cultura mexicana, la precaria tranquilidad en la que viven, sus
diálogos cargados de silencio, como si aún no hubieran perdido la capacidad
telepática de comunicarse.
Este nivel de observación no se dio por casualidad. Gaona
volvió a su tierra natal, Güepsa Santander donde ha filmado la mayoría de sus
cortos. Los actores de Los retratos son
campesinos de la zona. Para trabajar con actores naturales no sólo se necesita
la intención, también hay que tener talento. El resultado es de un nivel
poético nada común dentro de nuestra naciente cinematografía. Gaona ha dicho
que dejó que los mismos campesinos modificaran su guión, la gran mayoría de los
diálogos que están dentro del corto fueron propuestos por ellos mismos. De ahí
la naturalidad, humor y ternura que palpita en cada una de sus secuencias. Por
primera vez vemos al campesino santandereano tal y como es, sin máscaras, sin
ese barroquismo dramático en el que suelen caer los cineastas jóvenes.
Los retratos es
una pequeña joya, un testimonio vivo y único del campo colombiano, la evidencia
de que desde la provincia se está haciendo el mejor cine de este país.
Una gran pieza sin lugar a dudas, un respiro para los cortometrajes, de tantas cosas absurdas que permite este genero, "Los retratos" muestran como se puede mostrar una idea, sin caer en ficciones mediocres e ideas desquiciadamente estupidas. Es un de gran satisfacción ver este bello cortometraje, inspirador en mejor palabra,
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