24 de noviembre de 2009

NADA MALO PUEDE PASAR SI MONK ESTÁ CONMIGO



En la desesperación no encuentro otra salida que el jazz. Es difícil que te guste, hay que escuchar mucho, quedarse atento en un viaje a los acordes desaforados de un tipo como Sonny Rollins, pero vale la pena cuando en medio de una borrachera ya uno necesita escuchar Round Midnight. La mayoría aprecia al jazz porque está mal visto hablar mal de la música culta. Al jazz no hay que mirarlo con respeto, los que la hicieron fueron los negros de la América oprimida que en vez de levantarse y matar a los que los discriminaban tuvieron la nobleza de armarse con instrumentos musicales y disparar melodías que devastaron al mundo. Seguían tocando hasta el otro día, su condena era no poder dormir y el consuelo lo encontraban en el pinchazo de la aguja.

En estos tiempos tan rápidos cuando nadie puede quedarse quieto el jazz invita a acostarse sobre el prado y contemplar el cielo. Nada malo puede pasarle a uno si escucha Blue Monk.

Lo malo del jazz es que te absorbe. Ya no le encuentras tanta gracia al rock o a la salsa. El jazz te enseña a estar mejor solo, a apreciar el silencio. Los que lo odian tratan de denostarlo diciendo que es la única música donde los que están en el escenario se divierten más que los que están abajo. Eso en parte es verdad, porque al parecer no hay nada mejor que tocar como un Dios.



Antes de conocer a Miles Davis era racista como la inmensa mayoría de los colombianos. Miles era un ser superior. Dicen los que han ido al cielo que allá habita un tipo con grandes anteojos negros y una trompeta en la mano. Los que acaban de llegar preguntan: “¿Ese es Miles Davis?” y les contestan “No, ese es Dios, tratando de ser Miles”. La autobiografía de Miles termina siendo el diario de un genio. La bitácora de una divinidad. No sabía nada de eso, no sentía. En el villorrio ese de donde vengo la gente no escucha estas cosas. Ya no sienten nada, están muertos, no son más que fantasmas.

Gracias al jazz puedo levantarme a trabajar un sábado, me motiva saber toda la música que voy a escuchar mientras afuera la gente corre para que el aguacero no les dañe el peinado. Nada malo puede pasar si el jazz está conmigo.

(Foto: Sonny Rollins. Tomada por William Claxton)

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