Cansado de despoblar a Europa de vampiros y a escasos días del octubre glorioso me asenté en Volgorad seducido por un llamado del entonces incipiente ejercito rojo. Al parecer los terratenientes negaban dejar su cuerpo al momento de morir "Volvían en la noche- Me decía un comandante- a Buscar venganza y sobre todo a adherir a otros a su oscura causa" Eran tan apegados a sus posesiones que no concebían la idea de morir pero eso no era ningún problema para mi, ese era mi trabajo, el trabajo de todos los Van Helsing que han poblado esta tierra.
Desde las Urales hasta el Volga, palmo a palmo fuimos cortando las cabezas. Uno de los innumerables primos de Bujarín me mandó un telegrama informando que había encontrado el foco de la infección, a unos cuantos kilometros de su isba estaba la aldea de Vurdulak
Rasputín era el encargado que tenían los Romanov para a traves de oscuros sortilegios devolverle la vida a todos aquellos aristocratas que teniamos a bien de ejecutar. Vurdulak fue su cuartel general, allí están los sarcófagos de los mas poderosos terratenientes.
Le dije a Sergie mi ayudante que alistara todas mis cosas en una maleta, en tres días estuve en la aldea. Vi la tierra removida, identifiqué las huellas, era mi trabajo y el trabajo siempre ha sido un placer para mi, En una noche clavamos mas de trescientas estacas. Descubrí donde estaba el Upir mayor, no es tan dificil, a esta gente le encantaba el lujo, la fastuosidad. Derribé la puerta y lo encontré allí en su cripta de marfil, abrí el ataud y vi al monstruo, de sus horrendas fauces todavía salía sangre fresca. Antes de dormirme recuerdo como saltaron sus ojos cuando le clavé la estaca, Hijo de puta, tenía la certeza de que estaba muriendo, todos esos vampiros importantes saben cuando les llegó la hora de desaparecer y estoy seguro que hasta son agradecidos porque nosotros sus verdugos tambien somos sus liberadores. Nadie quiere vivir para siempre.
En una ceremonia secreta realizada en el Kremlin y con la lamentable ausencia del Padrecito Stalin quien se hayaba en Stalingrado en el frente de guerra el Komirtern en pleno tuvo a bien condecorarme. El tiempo no ha borrado las palabras que dijo esa noche el Camarada Svetanov "Sin tu invalauble ayuda los horrendos aristócratas que aún en la muerte se resisten a abandonar sus bienes terrenales todavía deambularían por nuestra sagrada patria manchando con sangre los logros que está revolución ha tenido a bien construir. El padrecito Stalin ni su partido tienen espacio, cabeza o tiempo para encargarse de estos enemigos demoniacos ya que bastante tiene con la bestia alemana y los focos de rebeldía que intermitentemente salen a relucir en este país. De la sagrada labor de devolver a las tinieblas al terrateniente que se le rebele a la muerte se encargará el exelentisimo profesor Emilio Van Helsing" Fui aplaudido por esos nobles y sabios ancianos y lejos de relajarme la distinción me motivó a trabajar muy duro.
El politburó me concedió una sección de la KGB para hacer labores de inteligencia y descurbir al vampiro aún antes de que la maldición de rasputín cayera sobre ellos. ¡La cantidad de cabezas que rodaron! ¡El baño de sangre que nos dimos!. Impuse la norma de que todo aquel ex-terrateniente que muriera en un gulag fuera decapitado e incinerado en el acto aún sin constatar que por su sangre corriera la sangre del upir. Este era un paso obligatorio que debería tomarse en la mayoría de las pestes; el de la prevención. Murieron millones y se que muchos de ellos fueron inocentes, incluso cayó gente del pueblo y si ahora dicen que fui un asesino no me arrepiento de nada lo hice por una causa y fui consecuente con el oficio que me enseñó mi padre. Gracias a mi se pudo construir el último gran imperio que ojos humanos hayan podido ver en este mundo.
Lamentablemente las irresponsables decisiones de un pésimo dirigente resquebrajaron las estructuras del poderoso imperio. En menos de cinco años vimos como todo ese gran edificio se venía abajo. El nuevo gobierno me acusó de haber aniquilado a 230.000 popes, alegué que detrás de la sótana se escondía siempre el diablo pero era como si debajo de la tierra hubieran vuelto los romanov y me llamaron hereje y juro que volví a ver los encendidos ojos de Rasputín.
Gracias a antiguos amigos pude escapar. Busqué asilo en varios paises pero de todos fui rechazado. Desilusionado llegué al único lugar del mundo que no quería ir, suramerica. habia escuchado que en ese lugar el alma de los gobernantes se podía comprar con unas cuantas monedas. Sin embargo de capa capital me echaban a los días, era como si la leyenda me persiguiera. ¡Asesino! le gritaban en la calle al hombre que había salvado a la humanidad de convertirse en un gran conglomerado de upires. No me quedó otro camino que internarme en la cordillera de los andes, después de varias semanas de frío atroz ya cuando la cordillera se extinguía para darle paso al mar Caribe llegué a un pueblo de nombre sonoramente vampiresco "Dragonvalia". Para ganarme la vida ya que en sobornos se me habian ido los escasos millones que habia podido sacar de la madrecita rusia, me puse a practicar la nigromancia pero la autoridad civil al querer extorcionarme y ver que estaba pobre trató de sacarme por hereje. Aforunadamente el dueño de la funeraria del pueblo intercedió por mi y me dio el infame trabajo de peinar a los muertos. No mentiré al afirmar que en mas de un cadáver he encontrado las huellas del vampiro y bastante me ha costado reprimir el impulso de no clavarle una estaca en el corazón
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