Mi padre me dijo "Dios no ve con buenos ojos al comerciante que descansa" No le creí y esa fue mi perdición. Quise escribir una carta para que mis clientes pudieran ver que mi salida intempestiva de la ciudad no fue porque mis finanzas andaban mal sino porque existen fuerzas oscuras que todavía me acechan. Es 1912 y el progreso a negado a los fantasma y lo sobrenatural. Hacen mal en subestimar el poder devastador que puede tener el demonio.
Cansado del interminable ruido de la plaza cerré por unos días el negocio y acepté la invitación que me había hecho el tío Raúl de irme a la casa que tiene a las afueras de la ciudad. El dice que yo me preocupo mucho por juntar dinero, que ya tengo suficiente, pero si no lo hiciera ¿En que otra cosa podría invertir mi tiempo? Acumular capital es sin duda la razón de ser de mi existencia.
Pero hasta las maquinas mas poderosas se cansan, así que accedí a que los tres sirvientes de Raul alistaran mi baúl y emprendí mi viaje en su carruaje de lujo. En menos de dos horas llegamos a la casa. Esta era una antigua construcción de hormigón rodeada por la pampa. A pocos metros de allí se alcanzaba a divisar un lago platinado y desde el carruaje pude ver el brillo marmóreo del mausoleo familiar. A pesar de lo imponente del sitio la memoria me estaba jugando una mala pasada ya que recordaba la casa todavía más grande de lo que era. Hacía años que no la visitaba y puedo decir que hubo momentos de mi niñéz donde allí fui absolutamente felíz. Mi tío me recibió con una copiosa cena. Nunca fuí dado a comer con algún tipo de lujos, para mi da lo mismo esa trufa bañada en salsa bechamel, preparada con los mas exquisitos cuidados por la eterna cocinera de mi tío, la entrañable Leopoldina, que un pedazo de pan con queso sumergido en un buen tazón de chocolate. Pero al ser obsequiado de esa forma ¿Como rehusarse?.
Los días pasan lentos en el campo. Rebusqué entre la biblioteca de mi tío alguna lectura que me pudiera servir de acompañamiento pero nada se acomodaba a mis necesidades. Detestaba a toda esa gente ociosa que se creía en la capacidad de perder su tiempo siguiendo las viscisitudes de una novela o un cuento. La lectura como casi todo en la vida tenía que estar hecho para algo útil. Lamentablemente mi tío no compartía ese mismo criterio, incluso en algún momento de su vida había incursionado en la siempre amarga función de crítico de arte, andentrándose en la obra de uno de sus pintores preferidos : Fussli pero el rápido debilitamiento de sus ojos le cortó en seco cualquier tipo de aspiración. Ahora en compensación se dedicaba a embellecer el centenario mausoleo familiar. Se complacía al saber que en varias gacetillas de la provincia se habían publicado artículos relacionados con la hermosa construcción. Cuatro gárgolas expulsando fuego, siete angeles llorando desgarradoramente y una inquietante boca de dragón que servía de entrada a la cripta fueron las principales razones por las cuales el mausoleo era considerado una obra de arte sin precedentes en la región.
Yo de esas cosas entiendo poco y ni siquiera me molesté en visitarla porque a los muertos hay que dejarlos en paz. El día que me muera que me metan en un saco y me arrojen al mar. Después de recorrer la hacienda y cabalgar un poco decidí que ya había sido suficientes días de ocio. Además el campo me termina siempre hartando así que al tercer día decidí empacar mis cosas y volver a ocuparme de mi prospero negocio. Bajaba al comedor a informarle la noticia a mi tío cuando la vi a ella. Era una muchacha menuda, de cabello negro y tez pálida. A pesar de su corta estatura poseía un cuello largo y hermoso, cuando hablaba una vena le surcaba la piel y uno se sentía impulsado a mordérsela . Se llamaba Eugenia, era una joven estudiante de arte que venía a trabajar en el interior de una de las tumbas.
-Es un trabajo poco apropiado para una mujer
Dije como para llenar un espacio, ella me miró con la intensidad de sus ojos negros y me respondió que el arte no tenía sitios donde le fuera prohibido entrar
-Incluso si ese espacio está lleno de la inmundicia de un cadáver.
Mi tío se rió de la ocurrencia de Eugenia y me preguntó si yo tenía algo para decirle a él ya que había notado una cierta intención de mi parte. Atontado le respondí:
-Si tío, no se si tengas algún problema en que me quede un par de días más.
Mi tío me agarró del brazo y me dijo que podía quedarme el tiempo que yo quisiera, así que corrí hasta el cuarto y volví a desarmar los baúles.
Por una insistencia bastante partícular Eugenia había ordenado no comer con nosotros. Leopoldina refunfuñaba y le decía a Raúl que esa muchacha no tocaba nunca uno solo de sus alimentos "Debe ser que se cree de mejor familia" Mi tío la aleccionaba y le explicaba que la juventud y la inquietud artística eran una mala combinación para la dieta de una mujer. "Pobrecita, se va a morir con lo pálida y flaca que está" Yo no compartía para nada la opinión de Leopoldina, había algo en ella inquietante, enigmático, encantador.
Otro rasgo particular de Eugenia era la imposibilidad de verla deambular por la casa de día, al parecer tenía una rara enfermedad que le impedía exponerse al sol "El más mínimo contacto le produciría unas terribles quemaduras a su inmaculada piel". tenía que esperar a la noche para verla pero evitaba todo tipo de contacto conmigo, cuando hablaba se dirigía exclusivamente a mi tío y muchas veces hablaban en un extraño idioma que mi tío insistía en decir que era latín pero seguro que no lo era. Yo vi latín en el colegio, conozco lo esencial.
Después de la cena era presa de un extraño sueño. A pesar de que quería acompañar las actividades de refracción que hacían en la noche dentro del mausoleo me fue imposible acompañarlos. Una noche, convencido que alguno de los ingredientes que usaba Leopoldina era lo que me atontaba no probé bocado. Estaban todos excitados, como si esperaran un acontencimiento inusual. Me excusé diciendoles que estaba muy cansado y quería retirarme ya a la habitación. Esperé unas horas, abrí la puerta y la casa estaba completamente en silencio. Me puse un sobretodo y salí. El viento gélido bajaba de la montaña. No tuve necesidad de llevar linterna porque la luna estallaba en el cielo como un sol plateado. El camino que conducía hasta el mausole se iba enmarañando como si la pampa fuera azotada por una extraña lepra. Llegué a la entrada, el dragón lucía amenazante como si en cualquier momento esas fauces fueran a expulsar fuego. Armandome de valor entre en ella. El primer piso lucía como lo recordaba, el mismo altar y un cristo famélico todavía gorgoteaba sangre por sus heridas. Dos tumbas de madera carcomida donde descansaban dos de mis antepasados lucían quietas, dormiendo el sueño de los justos. Iba a salir de allí cuando alcancé a escuchar unos extraños murmullos. Alguien promulgaba una oración en el mismo extraño idioma que a veces usaba Raúl para conversar con la joven.
Tanteando pude agarrarme del pasamanos y empecé a descender al sótano de la cripta. A medida que iba descendiendo el pánico me fue dominando, quise salir corriendo pero me pudo mas la curiosidad. Abajo, en la nave central un circulo formado por inmundos ancianos desnudos murmuraban una espeluznante oración, en el centro, desnuda, Eugenia se entregaba sin resquemores a un hombre alto y negro. No pude reprimir un grito, los ancianos se voltearon hasta mi como si fueran una sola cabeza, me miraron con sus ojos rojos, intensos. Corrí como pude hasta la carretera principal, siempre mirando para atrás porque sentía una respiración fuerte azotandome la nuca. No descansé hasta que me recogió un carruaje y me llevó de nuevo a la ciudad.
Como pude saqué el dinero que tenía y me fuí al otro lado de las montañas, donde nadie me pueda conocer. Desde entonces no encuentro la paz y en las noches sigo escuchando la misma oración y a veces vuelvo a sentir esa horrenda respiración en mi nuca.
el hueso en la cripta !!!
ResponderEliminarmuy bueno yoga !