Este artículo lu escribí el mismo día que vi la película en estreno en ese lejano y maravilloso cine del teatro Riviera en Bucaramanga. Corría el año 2004 y no nos cansabamos de dar lora desde la casa de fotografía Sur.
El artículo se publicó en el suplemento dominical de Vanguardia Liberal.
COMO UN RIO SALIENDOSE DE SU CAUCE
La mayoría de cinéfilos tenemos siempre a esteoripar a juzgar una película por el genero que pertenece. Pocas veces nos hemos sentado a apreciar la estética que puede haber en una película de Kung-Fú china o una de esas relamidas series de televisión setenteras tipo Dukes de Hazard o Profesión peligro. Para los que creen que el gran cine solo nace en Europa y que su textura debe ser oscura, pobre y fea, Kill Bill Vol 1, surge como un monstruo de esos qua salían en Mazinger Z, proclamando a los cuatro vientos que ha nacido una nueva narrativa, que el cine no está muerto sino que está cambiando.
Tarantino es un director de lo kitch. El no aprendió la técnica en una universidad sino en una videotienda que viene a ser la verdadera universidad. Allí conoció a los grandes maestros y también vio una gran cantidad de películas serie B, de esas que pasan por el cable después de las dos de la mañana, donde la sangre y los sesos abundan por doquier. Quentin, quien se inició como guionista en el cine, convirtió en letras toda imagen que veía y después la misma letra se convertía en imagen por obra y gracia de otro director. Su primer trabajo como guionista fue para Tony Scott en la corrosiva comedia romántica True Love. En 1991 incursiona como director en la fabulosa Reservoir Dogs donde empieza a establecer su A Band Apart, un grupo de técnicos y actores que hasta hoy lo acompañan. El homenaje a Godard está mas que implícito ya que A Band Apart también se llama una película del gran realizador francés. En 1993 su nombre como guionista se consolida al escribir Natural Born Killers película que dirigiría Oliver Stone. A Quentin no le gustó la película y lo dijo abiertamente lo que produjo un rompimiento entre los dos. Pero no se quedaría con las ganas de dirigir un año después entraría de lleno en la historia de la cinematografía al realizar su segundo largometraje Pulp Fiction éxito de taquilla y de crítica ganando el Gran Prix en Cannes y convirtiéndose de paso en la película mas importante de la década de los noventa. Pero esta notoriedad no la pudo sostener con su tercer film Jacky Brown y entonces empezamos a pensar que a Quentin se le estaban agotando los recursos.
Vino el silencio, el siempre agobiante silencio. Pero esta solo fue una pequeña interrupción antes de la tormenta. En el 2002 Tarantino empieza a filmar su película soñada, una obra donde se mezclan como en torbellino todas sus influencias. Estas influencias no solo se limitan a lo pictórico, lo genial es que el cine de Quentin es un cine para ser escuchado. Sus bandas sonoras son realmente fuertes o sino repasen un poco sus escenas mas memorables: el baile descuartizador de Michael Madsen en Reservoir Dogs, la danza en el Jack Rabbit entre Uma Thurman y John Travolta mientras al fondo suena Chuck Berry y ellos tan malos, tan livinidosos inevitablemente se llevan el premio al mejor baile del siglo en Pulp Fiction. No es gratuito que Kill Bill no esté dividida en partes sino en volúmenes ya que en esta película llena de adrenalina, la acción frenética y constante de la película se transforma súbitamente en un baile perfectamente dirigido, un baile donde las fuentes no son de agua sino de sangre, un baile donde Tarantino le dice a la gente “bueno, quieren sangre tiburones, quieren sangre? Pues bueno acá les ofrezco fuentes de sangre”. Al contrario de sus tres películas anteriores Quentin escogió a un solo grupo para que realizara la banda sonora, este fue The RZA, conocido ya por sus influencias orientales y que también realizara la banda sonora de Gost Dog el célebre film de Jarmush.
No existe ningún momento de tregua en esta historia, nunca paran los guiños a Kurosawa, sobre todo cuando Uma Thurman se desplaza de una ciudad a otra en un avión y el cielo no es azul ni rojo sino amarillo y el avión es de juguete porque todo en el cine es una mentira y uno va al cine no solo a aprender y a ser mas maduro, mas serio, mas inteligente sino también uno va a sorprenderse, a que le cuenten una historia fantástica y eso es lo que es Kill Bill un cuento de la postmodernidad un encarnecido documento visual sobre el cambio de nuestro cine, sobre una nueva narrativa que surge incontenible como un río saliéndose de su cauce.
Tarantino es un director sin complejos, no teme hablar de samuráis, no le tiembla la quijada cuando dice que ha vestido a Uma Thurman a esa cobra negra preciosa como se vestía Bruce Lee en La venganza del dragón, sobre todo en esa inolvidable pelea que sostiene con un jovencísimo Chuck Norris en pleno coliseo romano
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