El viernes en la noche en una destartalada cancha de microfútbol tres sicarios abalearon a Cristopher Alexander un muchacho de 16 años de la ciudadela de la Libertad que tenía como única pasión el Cúcuta deportivo. Su muerte sería como cualquier otra, un joven más que cae bajo las balas asesinas del estado y su circulo paraco sino fuera porque la barra a la que él pertenecía decidiera tomar venganza a su atroz muerte. Lo tuvieron en cámara ardiente todo el sábado, cubrieron su cuerpo maltrecho con la bandera roja y negra y esperaron el domingo para dar el gran golpe. La primera idea que se les ocurrió fue pasear el ataúd por el patio de banderas afuera del estadio y de pronto esperar que alguno de los ídolos motilones se acercara para darle el último adiós al hincha fiel. Pero enardecidos por el aguardiente tuvieron la valentía de ir más allá y en maza entraron al General Santander con todo y muerto subiéndolo a la tribuna donde cada domingo alentaba a su equipo. En la cancha los motilones perdían un gol por cero en otro de los partidos horribles que nos ofrece desde hace un año el gris onceno de Juan Carlos Díaz. Los espectadores aletargados por la amargura del domingo sintieron que estaban presenciando una alucinación colectiva al ver que la barra del india llevaba sobre sus hombros un ataúd.
Los compañeros de la Iguana, como era conocido Cristopher por su estrafalario corte de pelo gritaban y lloraban a la vez, el juego era lo de menos, ellos ya habían ganado su partido. El sol inclemente ayudaba a descomponer el cuerpo y ya el olor empezaba a hacerse insoportable, cuando decidieron sacarlo justo en ese momento el equipo de la frontera reaccionó y pudo empatarle al Envigado, uno de los amigos de la Iguana abrió el cajón para darle un abrazo de gol al muerto.
Al otro día noticieros de todo el mundo informaban del insólito suceso. Era la primera vez en la historia que un muerto entraba sin permiso a un estadio. La sociedad civil volvió a sentar su voz de protesta contra estos vándalos que han alejado con su violencia a la gente del estadio, la opinión publica dejo en claro los valores sobre los que se cobija, decían en la esquina de todos los barrios que a esos hijueputas lo que hay que hacer es agarrarlos a bala, porque en el país del sagrado corazón la pobreza como casi todos los problemas se tienen que arreglar a punta de plomo. Una de las barras bravas menos problemáticas del país es la barra del indio, yo he estado ene sa tribuna fumando marihuana con los muchachos y he podido constatar que son pura pasión roja y negra. Tengo un amigo que viajó a Barranquilla con ellos y pudo constatar que en medio de todo son niños, otros niños más victimas de esta iniquidad de una sociedad absurda y sectaria que discrimina a los pobres y a los negros.
Pero el domingo en medio de un partido horrible como el que sostuvieron Cúcuta contra Envigado esos pobres, esos desarrapados, los despreciados de la sociedad probaron la miel de la venganza. No tuvieron que matar a nadie, ni tuvieron que atracar a ningún ricachón, simplemente se engavillaron y en la entrada del General Santander entraron en tropel con el cuerpo de su amigo para que pudiera gritar el último gol antes de descansar para siempre en el horrendo cementerio de San Luis.
Este acto heroico de la barra sirvió para que el mundo conociera la aniquilación sistemática que le están implantando a estos niños cuyo único delito es alentar fervorosamente a su equipo. Ni la barra del Indio ni ninguna otra barra que entra al General son bandas delincuenciales, no tienen la malicia, ni la organización delictiva de Disturbio Rojo (Barra del América), Angel Azul (Millos) o los del Sur (Nacional). En Cúcuta solo hay dos razones por las cuales la gente no ha vuelto al estadio, una es la preocupante situación económica de la ciudad y la otra es el pobre desempeño de el equipo, acá las barras por mas canticos argentinoides que canten siguen siendo pacíficas, ingenuas.
Sin embargo los que viven en el valle, los que no tienen que padecer la incomodidad de ser un excluido respiraron aliviados porque los paracos habían extirpado otra mala semilla y el domingo se escandalizaron al ver como esos bandidos profanaban el estadio haciendo entrar a un muerto. Para mi en cambio fue un acto de amor hacia la amistad, hacia el futbol, poesía pura de esa misma que se dejó de ver en el campo de juego.
Para todos sus amigos la Iguana resucitará los domingos cada vez que el Cúcuta Deportivo convierta un gol. Ese rugido atronador será el grito de Cristopher
Aguante Iguana desde el más allá´.
ResponderEliminar"Casualmente" ACABO de abrir un nuevo blog con el mismo título, sin conocer de la existencia de este. No se refiere a A LA MISMA "IGUANA" sino a "OTRA"...
ResponderEliminarLa casualidad me ha parecido MUY "ESPECIAL" y al leerlo me ha parecido muy impactante.
Desde España Envío UN CALIDO Y SENTIDO ABRAZO A Todas Las Iguanas Del Mundo Y A SU GRITO............