25 de mayo de 2011

¿QUE ES EL CINE GAY?

Al ser un hijo de la modernidad el cine trajo los vientos innovadores de los nuevos tiempos. Al constituirse en arte el cine fue refugio de nuevos artistas. Los pintores, dramaturgos y fotógrafos que por su condición social, religiosa o sexual fueron expulsados de sus oficios, encontraron en el basto quehacer cinematográfico un modo de expresión donde pudieron ocultarse. Por esto no es gratuito que en el primer Hamlet que se adapta al cine el príncipe de Dinamarca sea la diva Asta Nielsen.

Figuras como F.W. Murnau, temprano maestro del cine mudo, fue en todo momento de su vida, un homosexual confeso que deja ver en alguna de sus películas la necesidad de mostrar sus inquietudes, sus dudas, sus tendencias sexuales. Tabu, su última película, devela abiertamente las ventajas que podría traerle al individuo vivir en una sociedad libre de prejuicios. Si la muerte no lo hubiera sorprendido en esa curva maldita, mientras la propinaba una contundente felación a su joven chofer seguramente hubiéramos podido ver en la pantalla la primera película donde los protagonistas fueran dos hombres amándose desesperadamente. En Estados Unidos George Cuckor, el famoso primer director de Lo que el viento se llevó no tenía problemas en reconocer que era gay. Los que si tenían opiniones encontradas por su condición sexual eran los machistas galancetes de la época, empezando por Clark Gable quien se le amotinó al productor David Selznick exigiéndole pronto la destitución de Cuckor si quería seguir contando con sus servicios de Red Buttler. Parece ser que Cuckor, amplio conocedor de la vida púrpura de Los Angeles, tenía ciertas afinidades nocturnas con el señor Gable. Cuckor tuvo que soltar la mítica película y entregársela al muy hombruno pero muy mediocre Victor Fleming. Pero este oscuro hecho de clara discriminación no amilanó a Cuckor quien siguió dirigiendo con mucho éxito películas hasta la década del ochenta. Fue además un amplio conocedor del universo femenino hecho que se ve reflejado en su meticulosa dirección de actrices. Supo sacarle lo mejor a actrices que van desde Greta Garbo, pasando por Jean Harlow y terminando con Jaqueline Bisset. Sin embargo ¡que películas hubiera hecho sobre su condición sexual si no hubiese desarrollado su carrera en el pacato Hollywood de la edad de oro!

Fue en Italia en la tumultuosa década del sesenta donde el cineasta pudo tener el valor para mostrar de una manera directa el tema de su condición sexual. Por eso uno puede encontrar en la figura de Pier Paolo Pasolini no solo a un director de cine sino a un político, un poeta y un pensador. En su novela autobiográfica Amigo mio cuenta sin tapujos el amor que sintió por uno de sus amigos de niñez, el niño con el cual el inicio su vida sexual. Convirtió a sus compañeros de cama, inexpertos actores, en estrellas de sus películas. Para autores como él o como Luchino Visconti, el hacer protagonistas a sus jóvenes amantes era un símbolo de libertad, de independencia. Franco Citi fue la musa de Pasolini. Bajo su personalidad el autor genovés pudo construir sus personajes, igual sucedió con Visconti y su amor jurado al hermoso Helmut Berger.
Si el homosexualismo de Pasolini es en sus película abierto, festivo, el de Visconti comienza a ser soterrado, casi que culposo. Esto se explica por la diferencia de edad de casi catorce años que le llevaba el autor de Cronica de un amor al de Pocilga. La otra era la condición de aristócrata que tenía este. Era mucho más difícil romper desde su clase que desde la burguesía de Pasolini. Ambos encontraron en el marxismo el escudo que necesitaban para defenderse de la sociedad italiana de la época, ramplona y pacata. Esa combinación fue fatal para Pier Paolo, los fascistas cansados de los ataques del intelectual comunista ordenan matarlo en 1975, la forma como perpetraron el crimen tuvo todos los componentes siniestros que caracterizaron los actos facistoides de la época de Musollini.

Visconti sucumbió a una larga
enfermedad en 1976, después de terminar, en condiciones físicas extremas sus dos últimas películas, Ludwig de Baviera y Retrato de familia. En la primera bajo la figura del polémico rey, Visconti expresó su admiración a la fastuosidad monárquica y sobre todo a la belleza que caracterizó a este monarca. Sus inclinaciones sexuales se esbozan sin tapujos y como casi todos sus personajes deambulan en la bisexaulidad. El rey no podría tener otro rostro que el de el amado Helmut Berger. Berger vuelve a aparecer en Retrato de familia. Este joven con ideas modernas viene a perturbar la paz del esteta septuagenario que refugiado entre sus libros y sus obras de arte a decidido renunciar al mundo por temerle a las amarguras a las que puede exponerse al amar al prójimo. Muertos con un año de diferencia, la desaparición de Pasolini y Visconti no solo fue un golpe para el cine universal sino para el movimiento gay. Ellos dos ayudaron con sus películas a pensar el hecho de ser homosexual.

En Alemania a finales de la década del sesenta irrumpe como un relámpago Rainer Werner Fassbinder, el enfant terrible del nuevo cine alemán. Más que un homosexual Fassbinder viene a ser un amoral despiadado. Uno de sus primeros títulos, Solo quiero que me amen, podría ser el título de su autobiografía. Admirador de Douglas Sirk, supo darle la relevancia estética a un genero moribundo como es el melodrama. Sin este cineasta alemán, Almodóvar no hubiese podido existir.

Fassbinder no supo desligar sus películas de la vida real. Con la gran mayoría de los actores que protagonizaron sus películas sostuvo tormentosos romances. Ese fuego fatuo que lo alimentaba lo llevó a hacer en 36 años de vida 42 películas. La necesidad de hacer filmes era sostenido por el consumo excesivo de cocaína que lo ayudaba a mantener un encarnizado ritmo de trabajo. Con la muerte de Fassbinder el cine gay pasó de tener un amplio círculo de difusión a ser condenado al ostracismo del cineclubismo. Además a principio de los ochenta, con la aparición del SIDA, el homosexual vivió una de las etapas de mayor discriminación en la historia moderna. Esto por supuesto que resiente el movimiento y el pensamiento gay. Hasta ahora, treinta años después se están superando estos absurdos prejuicios. La llama del movimiento se supo mantener en los ochenta por el que es considerado el más radical de los autores gays. Rosa Von Prauheim no le teme a las escenas de cama descarnadas ni al transgenerismo. Sus obras son crudas, polémicas, maravillosamente frescas. Todavía su influencia se deja ver en las nuevas generaciones de cineastas que después de haber soportado la tormenta de la discriminación han sabido ganarse un espacio no solo dentro de la comunidad gay sino dentro del cine mismo.

Se ha creado una estética, una manera de pensar a partir del cine rosa. La falta de difusión y los prejuicios que se tienen en lugares tan remotos como estos nos han privado del placer culposo del cine gay. Mientras Cine Colombia siga moviendo los hilos de la distribución el único cine homosexual que veremos serán esperpentos como Batma y Robin de Joel Shumacher o la cara de efebo idiota de Frodo Bolsom. Mientras, en las corrientes telúricas del nuevo cine independiente, un puñado de cineastas hacen realidad el sueño que hace mas de cuarenta años empezaron a esbozar Pasolini y Visconti.

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