22 de junio de 2011

100 PELICULAS. 4. EL BUENO, EL MALO Y EL FEO. Dir: Sergio Leone (1967)

El western crepuscular surge cuando las grandes compañías de Hollywood empiezan a notar que el público le da la espalda a los caballos, el desierto y los indios. Después de El hombre que mató a Liberty Valance termina no solo la época dorada del cine norteamericano sino el género que ellos inventaron y por donde desembocaron todos los mitos y leyendas que traían los temerarios colonizadores. Tuvo que venir un italiano, adaptando una película de samurais, Yojimbo, para que el western resurgiera de las cenizas. Eso si ya nunca más veríamos a indios disputando el territorio contra los blancos. A partir de Por un puñado de dólares Sergio Leone ensombrecería las historias de vaqueros, rompiendo la dicotomía entre el bien y el mal. En la exploración de tierras inhóspitas y desconocidas donde el rumor del oro y el dinero fácil es algo constante, donde la justicia es endeble y no alcanza a llegar a la vasta extensión del desierto es cuando el hombre desata su ira y su justicia desde su propio puño.
En el Spaguetti Western no existen más los comisarios heroicos tipo Whyte Earp, acá son los cazafortunas los protagonistas de la historia. Mientras que en las películas de Ford los hombres abren las ventanas para contemplar el paisaje y admirarlo en los filmes de Leone todo es claustrofóbico, sombrío, sanguinario. Acá no se puede abrir ninguna ventana porque cualquier resquicio es suficiente para que una bala perfore tus ojos. Los italianos como Damiano Damiani o Franco Nero supieron percibir de una manera menos idealizada y más real la terrible colonización del oeste de los Estados Unidos de América. Los forjadores del género como Ford, Hawks o Sturgues asistieron impávidos al advenimiento de Sergio Leone y su cine lleno de rostros cuarteados por el polvo y en cuya mirada se pueden percibir las cicatrices que han dejado cada una de las muertes que han perpetrado.
De todas las películas de Leone ninguna tuvo tanto éxito como El bueno, el malo y el feo, ninguna, se convirtió incluso en todo un ícono de los años sesenta. Fue un éxito inmediato de crítica y taquilla revitalizando un muerto, un género que ya venía dando tumbos y que ya no cautivaba a un público que esperaba máquinas espaciales y rayos láser. Este no es un western es una película de aventuras donde el espectador se siente plenamente identificado con ese tándem que logran construir Clint Eastwood y Eli Walach, los dos errantes que no tienen ningún asidero en el mundo y cuya única ambición es conseguir de golpe, la ansiada fortuna.
De entrada nos encontramos con esos rostros golpeados, quemados, feos. Acá en este furioso desierto no existe el glamour ni la lealtad. Cada uno de nuestros tres protagonistas viaja solo. En el Oeste andar mal acompañado puede significar un disparo por la espalda. Es mejor andar solo. Como telón de fondo está la guerra civil. Siempre nos habían mostrado en el cine a los hombres del sur como apacibles caballeros de modales conservadores y aristocráticos que habían perdido en franca lid la guerra contra los Yankees. Acá Leone muestra que en ese ejército también entraron temibles mercenarios que no dudaban un segundo en torturar para sacar información o para hacer mejor la digestión. Ojos de angel, aquel maravilloso personaje interpretado por Lee Van Clift invita a comer a su conocido Tuco, lo llena y luego, de sobre mesa llama al gigante de su guardaespaldas para que le de una severa tunda a su invitado. Todo por el oro man que es el gran imán que mueve el destino de los hombres.
Narrar la película sería tan extenso como inoficioso. Además el guión perfectamente construido es una sucesión de historias visuales que se pegan como un colage contando eso si la misma historia. Por eso es que uno no siente las casi tres horas que dura esta película. Pobre Leone, la cantidad de problemas que tuvo por la duración de sus películas. Quería tomarse el tiempo, narrar, construir personajes y para eso muchas veces no vale tener capacidad de síntesis. Cuando la rueda de la fortuna le viró la espalda con el éxito de sus películas los productores empezaron a acosarlo, a exigirle que cortara más y más material. Con El bueno, el malo y el feo no tuvo ese problema, le entregaron todo lo que necesitaba y es por eso que es una película perfecta cuyos hilos se unen maravillosamente bien.
Desde los créditos, hasta la música de Ennio Morricone, este filme ha influenciado a directores tan dispares como Peckinpah, Tarantino o el mismo Eastwood quien aprendió de su maestro viéndolo trabajar, que mejor escuela. Para todos aquellos que están convencidos que el western es un género de Papá no pueden dejar de pasar un segundo más y tratar de ver este filme, intenso, dinámico, una película para ver de pie y con las uñas entre los dedos. Pasaran muchas décadas antes de volver a ver una película como esta.

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