Una de las máximas del Tercer Reich era aplastar, oprimir y a la postre suprimir las individualidades. La base del concepto era sin duda la de una supremacía racial en donde no tenía cabida otra raza que la de los arios que estaban arriba en el poder. Con el tiempo, cuando la aniquilación de los judíos se completara, los nazis irían suprimiendo el resto de territorios conquistados. En la deliciosa ucronía Fatherland su autor, el periodista británico Robert Harris imagina que el Moscú dominado por las tropas de Hitler en 1964 sería un lago artificial donde el fondo, descansarían los cuerpos de 70 millones de rusos.
Una vez asumen el control total del parlamento en 1933, cuando por medio del chantaje impuesto al octogenario y moribundo Mariscal Hindenburg los nacionalsocialistas se ocuparon de anular la constitución del régimen, osea que la defensa de los derechos humanos, sufragio universal y la división de poderes quedaba completamente suprimido. Hitler entonces le pondría una cadena en el cuello al masoquista pueblo alemán.
El miserable cabo cambiaría la constitución por su libraco histérico y pésimamente escrito. Visto en perspectiva histórica parece incomprensible que la constitución de Weimar hubiera sido cambiada por las disquisiciones de un sicópata, pero sucedió. El profesor Ernest Rudolph Huber, uno de los jurisconsultos que se prestaron a traducir el conglomerado de ideas sin sistema de Mi lucha al conciso lenguaje de los juristas, afirma, en su manual Derecho constitucional del Imperio de la Gran Alemania que “La conquista del poder por el movimiento nacionalsocialista suponía la negación de los fundamentos del sistema de Weimar. Tenía que eliminar los colores negro-rojo-oro; tenía que superar la división de poderes; tenía que excluir el derecho de libertad individual…la pregunta sobre la validez de la constitución de Weimar ya no es eficaz; ahora vale la constitución del Tercer Reich” .
En dicha constitución por cierto quedaban completamente prohibido el resto de partidos políticos. Incluso algunos fueron inmediatamente perseguidos y aniquilados como fue el caso del partido comunista. Otros con el tiempo fueron atacados hasta ser completamente suprimidos así simpatizaran con el régimen nazi. Hitler era enfático al decir que “Ha de haber una sola voluntad en Alemania y todas las demás han de someterse a ella” . En su libro El extraño caso alemán Rosa Sala Rose afirma que “Los alemanes han demostrado a través de su historia una incomodidad absoluta con el concepto de democracia” . Por eso viendo como la caída de la bolsa de Nueva York había devastado la felicidad y tranquilidad que daban los sufragios, el pueblo alemán estuvo de acuerdo con la mano dura que quería implementar los nazis, mano duro que repercutiría incluso en el ahogamiento de la mismísima constitución y en un abierto antisemitismo que siempre había estado oculto en el sentir del pueblo alemán.
Los juristas alemanes estaban encantados con el Fuhrer. Ellos sentían que les devolvería la dignidad que habían perdido en el humillante pacto de Versalles . El Fuhrer centralizó en su persona todo el poder de soberanía del Reich; todo el poder público, tanto dentro del estado como del movimiento. El poder de Hitler entonces era absoluto y total: controla todos los medios de formación política; su competencia abarca todos los sectores de la vida nacional; todos los compatriotas están obligados a serle fieles y a obedecerle. El pueblo alemán como recientemente sucedió con el miserable pueblo colombiano tenía el capataz que necesitaba. El tirano que podía escupirles en la cara cada vez que le diera la gana. Entonces todos tienen que obedecerle al maldito e insignificante cabito.
Goeebles, su ideólogo oficial expresaba la alegría de las nuevas leyes en uno de sus impactantes discursos “Su voluntad expresa la voluntad del pueblo. El convierte el difuso sentimiento del pueblo en una voluntad consciente; él transforma las dispares ambiciones individuales en una adhesión uniforme y decidida; él encarna en su persona la verdadera voluntad popular” .
Hitler era en una postura hegeliana el pueblo hecho carne. Se creía no solo con una voluntad divina sino que su advenimiento había sido postulado por los grandes literatos alemanes de todos los tiempos como Goethe, Schiller, Kliest o desde la filosofía por Hegel o Nietzshe. Otro de los destacados intelectuales que abogaron por el nuevo régimen imperante era el destacado maestro y pensador Carl Schmitt quien no dudó en decir entre otras estupideces esta “En la igualdad de la raza se basa tanto el sincero entendimiento entre el Fuhrer y sus partidarios, como su mutua fidelidad. Sólo la identidad de la raza puede evitar que el poder del Fuhrer degenere en tiranía y arbitrariedad.. la pertenencia a una misma raza y la mutua comprensión constituyen las condiciones básicas necesarias para la adecuada dirección política del pueblo alemán” . Es decir para el catedrático la culpa del despotismo que caracterizó al Jefe Máximo del Reich la tenía el crisol de razas que ahora poblaban Alemania. Hitler seguramente tenía la solución en la mano.
Las numerosas, aparentemente complicadas, instituciones de una democracia bien entendida, cuyo fin es siempre coordinar los derechos individuales de cada ciudadano con los intereses de la colectividad; la labor de los partidos políticos, que a veces puede parecer infructuosa; la garantía de que todo ciudadano pueda exigir el respeto de los derechos fundamentales que le han sido concedidos, aún frente al propio estado; la discusión libre y pública de cada proyecto de ley, para subsanar sus posibles defectos; la dependencia del poder estatal de un organismo elegido libremente; su control por tribunales independientes, para reducir al máximo la posibilidad de abusos de poder; todo esos componentes esenciales de una democracia amante de su libertad fueron de un momento a otro suprimidos. En su lugar ahora quedan solo los mandatos del terror que pretendían reflejar la voluntad del pueblo. Espanta ver la pasibilidad no solo de los ciudadanos de a pie que veían con tranquilidad como el Tercer Reich a pesar de sus excesos conseguía reducir dramáticamente las tazas de desempleo, como a diferencia de los otros países europeos el estado se encargaba de conseguir los víveres que podían sostener una familia y sobre todo como el país se armaba para vengar la humillación infringida en el tratado de Versalles. Esa pasividad escandalizaba pero lo que mas indignó fue la actitud alcahuete de los juristas alemanes, ellos admitieron frívolamente la voluntad del Fuhrer como única medida para todo el derecho.
Amante en un principio de los formalismos, la intriga política y la hipocresía que esta despertaba Hitler no quería pasar por el pueblo como un dictador, asi como lo dice en uno de sus discursos pocas semanas antes de la espectacular cortina de humo levantada con motivo a las Olimpiadas de Berlín “Todo esto lo puedo hacer porque jamás me sentí dictador de mi pueblo sino su Fuhrer y con ello su encargado. Luché durante 14 años para ganar la aceptación de mis ideales por el pueblo alemán, y, gracias a su confianza, fui llamado al poder por el venerable mariscal general. Y desde entonces he sacado mi fuerza únicamente de la sincera convicción de estar inseparablemente unido a mi pueblo como hombre y como Fuhrer” .
1936, ¡que gran año para la patria alemana! En Berlín todo brilla como un tazón de plata. La gente está feliz. Si tu no te metes con el estado el estado no se meterá contigo.
Si, las SS tienen fama de brutales pero si tu no eres enemigo del estado y no eres judío puedes disfrutar de las ventajas que te da vivir bajo la égida de un sicópata como Hitler. Nueve años después muchos de estos entusiastas morirán aplastados por la fuerza de las bombas que dejan caer los aliados sobre ese conjunto de ruinas en los que se ha convertido la capital del Reich o si sobrevivieron a la absurda y genocida resistencia a la que sometió Hitler a “Su Pueblo” seguramente sucumbirá ante el hambre atróz.
Mientras millones de judíos vivían el desprecio implacable al que eran sometidos por las fuerzas oscuras del Tercer Reich, cientos de juristas ayudaban a instaurar en Alemania una forma de gobierno sin la cual los delitos y los crímenes nacionalsocialistas no se hubieran producido ¿Quién empezaba en ellos? ¿Quién entendía el profano de discusiones sobre la teoría del derecho? Y los jurisconsultos creían poder excusar con un positivismo jurídico del cual un fiscal general, a la caída del Tercer Reich, afirmó que había ocultado a los juristas el manantial del conocimiento del Derecho: “Solo lo escrito por el legislador-Se llame Hammurabi, Justiniano o Hitler- es Derecho; y lo es porque está escrito. El positivista renuncia conscientemente a examinar el contenido material de una ley con el fin de descubrir si éticamente es o no admisible; derecho y moralidad no son para él dos grados diferentes de la misma pauta para medir el valor ético, sino dos sectores de conocimiento independientes. De este modo el positivista llega a la conclusión de que la matanza de los niños en Belén que narra el Evangelio, fue justa, pues había sido ordenada formal e indiscutiblemente por el legítimo soberano, dentro de sus atribuciones constitucionales” . Teniendo en cuenta lo anterior podemos entender la enconada defensa que sostuvieron los abogados en torno a los siniestros clientes que representaron durante el juicio de Nuremberg. La matanza sistemática de judíos no solo no era un delito dentro de las leyes del Tercer Reich sino un deber constitucional. Nada fue puesto al azar por estos jerarcas demoniacos. El holocausto nazi hizo repensar el derecho internacional, lo frágil que era, lo fácil que era burlarse de él. “La voluntad de los jefes, sea cual sea la forma en que se exprese- Ley, orden, decreto, mandato individual o colectivo, regulación de organización y competencia- crea Derecho y cambia el derecho hasta entonces válido” .
Los alemanes asistían a la muerte de sus leyes. Una multitud enfebrecida estrujaba los periódicos donde el carismático líder nacionalsocialista y posteriormente payaso con espuelas que dirigió la Fuerza Aerea Alemana Hermann Goering escribió en uno de esos horribles pasquines que “El Derecho y la Voluntad del Fuhrer son lo mismo” , o soportar a personajes nefastos como el tristemente recordado Doctor Frank quien en el Volkischer Beobachter se atrevió a escribir frases tan horribles como esta “Nuestra constitución es la voluntad del Fuhrer”.
Alemania se abría a los nuevos tiempos donde la ley tal y como se conocía desaparecería en los próximos 12 años. La voluntad de un cabo mugroso se había convertido en la constitución del pueblo alemán.
Tal y como lo dice en su libro El tercer Reich El doctor Kurt Zentner “Era preciso que esta voluntad del Fuhrer fuera complicada, y se necesitaba una organización burocrática que la impusiera coercitivamente al pueblo. Para fortalecer su posición de poder, que en un principio no estaba demasiado segura, con la autoridad de lo estatal, Hitler empleó en los primeros tiempos, el aparato ejecutivo ya existente. Basándose en la ley de plenos poderes y en “La orden para la protección del pueblo y del estado” de 28 de febrero de 1933 utilizó para sus fines en el cuerpo estatal de funcionarios. Precisamente mediante este decreto de emergencia, el ilimitado poder del Fuhrer penetró también en el ámbito del ciudadano libre” Con este decreto Hitler logra suspender la constitución de Weimar y empieza a hacer realidad el reinado del terror que tenía en su cabeza. Entonces la ley máxima del estado será preservar el orden establecido y guardar el máximo respeto a la imagen y opiniones del Fuhrer. Será considerado terrorista todo el que opine diferente, en la persona que crea que puede haber algo mas importante que las opiniones del cabito sarnoso.
Con esa ley quedan legitimados La Gestapo , Las SS y los campos de concentración que en un acto de doble moral, tanto escandalizaría a los pobrecitos habitantes de Alemania. Fueron ellos y sus juristas los que aprobaron cada una de las demoniacas leyes. El camino estaba expedito para que todos sus macabros planes se esparcieran por Europa.
Sus doverman de presa devoraba al enemigo que se le atravesaba. Incluso decidió darle gusto a la comunidad internacional que clamaba porque fueran suprimidas las S.A dirigidas por su mentor Hess y en una sola noche con la ayuda de sus S.S aprovechó para aniquilarlas completamente y de paso eliminar a los jefes de los otros partidos opositores. Hitler nunca dudo de la fuerza y fidelidad de este ejercito que le servía prácticamente como guardia personal. La importancia que tenía para su régimen estas unidades de asalto queda resumido en el siguiente resumen de sus ideas “El Imperio de la Gran Alemania, en su forma definitiva, abarcará en sus fronteras pueblos que en un principio no simpatizan con el Reich. Fuera del núcleo del Reich, por lo tanto, es necesario mantener las tropas de la policía estatal, que en cualquier situación sean capaces de representar e imponer la autoridad del Reich en el interior… sin embargo en nuestro futuro Imperio de la Gran Alemania, las tropas de policía solo poseerán la autoridad necesaria ante los otros patriotas si están militarmente organizadas. Nuestro pueblo, a causa de gloriosos acontecimientos de tipo guerrero y de la educación por el partido nacionalsocialista tiene un criterio tan militar que una policía no especializada o una policía burocrática serían incapaces de mantener el órden” .
Las S.S cumplirían un papel protagónica a medida que la guerra se enfilaba a los horrores que ya todos conocemos. La gran mayoría de sus integrantes eran vagos, ladrones o desempleados que cobijados con las nueves leyes del Reich pasaron a ser figuras de primer orden dentro del régimen. Muertos los derechos de los ciudadanos los S.S poseían un poder ilimitado. Para adentrarnos en lo que podía pensar uno de sus integrantes daremos a conocer el testimonio de un jefe de escuadrón, uno de esos fanáticos que le fueron incondicionales a Hitler hasta su patético final en ese búnker en Berlín “Lo que pretendemos nosotros, los instructores de futuros dirigentes, es instaurar un nuevo Estado según el modelo de las ciudades republicanas helénicas. A estas democracias dirigidas por una Aristocracia de amplia base económica , se deben las grandes obras culturales de la antigüedad. Del 5% al 10% de la población debe gobernar, el resto ha de trabajar y de obedecer. Sólo así se pueden alcanzar los valores máximos que debemos exigir de nosotros mismos y del pueblo alemán. Las S.S realizan la selección positiva de la nueva clase dirigente a través de los institutos para la Educación Nacional-política (NAPOLA) (….) De este modo en el plazo máximo de diez años nos será posible dictar a Europa la ley de Adolf Hitler, para frenar la decadencia del continente, que parece inevitable si no cambia de rumbo, y para construir la verdadera comunidad de los pueblos, con Alemania al frente” .
Parece increíble pero este viejo sueño germano fue apoyado por el pueblo mas culto del mundo. Todo lo que se decía en el siglo XIX sobre civilización se vino al garete con la aparición de estos siniestros individuos.
Con el camino expedito y todo el poder en sus manos Adolfo Hitler quiso ver cumplido uno de sus sueños más extravagantes: La de suprimir de la faz de la tierra a los judíos. Para eso sacó una ley de raza, una absurda ley donde se dejaba constancia que la única raza que valía la pena era la aria. Hitler sostenía que con el genocidio perpetrado por los turcos a los armenios se podía desaparecer un pueblo sin que la gente se acuerde del mismo. Hitler no contó con que los judíos manejaban todos los medios de comunicación e hicieron expansivo la horrenda catástrofe .Entonces las leyes de raza pasaron a ser una prioridad para el Fuhrer o sea para el estado. En uno de sus sicóticos discursos dijo: “Debemos tener muy presente…que el estado no es un fin, sino un medio. Si bien resulta indispensable para formar una superior cultura humana no es la causa de ésta. Esta causa hay que buscarla exclusivamente en una raza capacitada para la cultura… podemos considerar el Estado como un recipiente y la raza como el contenido. Este recipiente solo tiene sentido si es capaz de conservar y proteger el contenido; de otro modo no tiene valor” .
Los juriconsultos alemanes se desvivían para complacer a su amo. Hans Frank, ministro del Reich y jefe del Frente del Derecho alemán, escribió en el comentario para la legislación racial El derecho de la raza del Doctor Robert Deisz: “ El nacionalsocialismo emana del conocimiento de que la fuerza vital de una nación depende de la pureza de sangre de su pueblo…la familia es el tesoro de la fuerza alemana, el origen de toda vida. Conservarla pura y sana y capacitarla con ello para que haga posible la existencia y grandeza de nuestro pueblo en el presente y en el futuro, ésta es la máxima preocupación del estado nacionalsocialista. El imperio alemán, bajo la dirección de Adolf Hitler, no necesita personas débiles, sino hombres y mujeres sanos y fuertes de la raza aria. Sólo así quedará asegurado la grandeza y el futuro de Alemania. La teoría racista y la legislación racial del nacionalsocialismo es la aplicación de la antiquísima, eternamente verdadera y tácita ley de la naturaleza, según la cual el más fuerte siempre vence y su especie vive eternamente, pero el débil tiene que perderse y morir en el camino de la selección. Por lo tanto era deber del legislador nacionalsocialista proteger la sangre alemana contra las mezclas de razas extrañas, a través de una legislación fiel a estas eternas verdades dadas por la naturaleza y ratificadas por la historia. Todos debemos esforzarnos en saber quien es alemán, mestizo o judío y en asegurar la fortaleza y superioridad de la raza alemana, evitando el matrimonio entre personas que padezcan una enfermedad hereditaria, para con ello, a través de la fuerza legal, impedir que continúe el debilitamiento del cuerpo nacional” .
Como vemos no es que un día haya cometido Hitler sus crímenes a espaldas del pueblo alemán. Muchos juristas por el miedo que movió a un pueblo o incluso por convencimiento como hizo el Doctor Frank encontró la forma para legitimar la aniquilación de una raza.
Las leyes contra los judíos comenzaron a aparecer en el mismo año de la ascensión al poder de los Nazis. La primera ley que redujo la libertad del individuo por motivos raciales, la ley para el restablecimiento del cuerpo profesional de funcionarios del 7 de abril de 1933, establecía que “Los funcionarios de origen ario han de ser jubilados”. Luego promulgaron , el 15 de septiembre de 1935 las llamadas leyes de Nuremberg: la ley del ciudadano del Reich y la Ley para la protección de la sangre alemán y el honor alemán.
El derecho teutón tiene una mancha indeleble en su espalda que difícilmente alguien podrá quitar. Las leyes terminaron aprobando la eliminación de descendientes con tara hereditaria, la prohibición de matrimonios indeseables y la Unión de los mas aptos para la transmisión hereditaria. El holocausto no debe estar limitado a lo que sucedió en las mugrosas barracas de Treblinka o Auswitz. La manera como los científicos experimentaron con seres humanos fue un crimen terrible totalmente aprobado por los juristas alemanes. Nunca antes los hombres estuvieron tan solos, nunca antes el pueblo fue tan frágil. Las leyes eran las principales armas con las cuales un puñado de asesinos pretendió devastar a la civilización tal y como la conocíamos.
El estado Nacionalsocialista se preocupó por formar a sus propios juristas y si no alcanzaban a formarse pues no importaba igual lo ponían en el Tribunal del pueblo. Tal y como lo recuerda Eric Hosbawn en su Historia del siglo XX “El hecho de que entre los cinco jueces que dominaban el Tribunal del pueblo, solo dos pertenecían a la carrera judicial, mientras que los otros tres eran nombrados directamente por el Fuhrer, garantizaba que las sentencias fueran pronunciadas realmente según las ideas del Fuhrer” .
Según un discurso de Goebbels ante los miembros del tribunal del pueblo, el juez “En su decisión no debería contemplar la ley, sino la conveniencia de que el reo sea apartado de la comunidad del pueblo. En la guerra nunca se discute si una sentencia es justo o injusta, sino que únicamente se atiende a la conveniencia de la decisión. El estado debería eliminar definitivamente a sus enemigos interiores…ninguna sentencia en que se condene a un enemigo del pueblo puede ser considerada injusta, aunque no encuentre su apoyo en una ley” .La Historia es un tiovivo que da vueltas sobre su propio eje durante toda la eternidad. Hace poco en este país un hombre quiso ser mas importante que la misma ley. Como una joven indefensa tomó la constitución y la violó y maquilló a su gusto. Su intento de reelegirse una y otra vez fue el menor de sus pecados. Consideraba que la Corte Constitucional al tratar de frenarlo cometía un acto de terrorismo. Los hornos encontrados en Juan Frío y la Gabarra confirmaron el plan macabro de Uribe para exterminar el campesinado que ocupaba las tierras que él y sus compinches pretendieron poseer. El pueblo como el alemán no solo permanecía impávido sino que apoyaba masivamente las gestas heroicas de sus mandamases. Si bien Uribe en cada intervención se enorgullecía de comportarse “como un gamín”, Hitler en Alemania trató de maquillar un poco la situación al menos al principio.
Para los juicios ordinarios tanto en materia civil como penal, siguió en vigor el ordenamiento jurídico tradicional, y los jueces fiscales y abogados se esforzaban para lograr una sentencia tan justa como fuera posible. “Mientras el ciudadano pudiera demostrar ser un patriota fiel al Fuhrer, mientras en cuestiones políticas defendiera las ideas de la dirección o callase, lo ilegal y arbitrario de la organización del estado nacionalsocialista no le afectaba, ni siquiera lo conocía. Que para él en el fondo no existía una esfera asegurada de libertad; que bajo el ambiguo concepto de político podría ser privado de las garantías legales en cualquier momento para ser trasladado al sector de la Gestapo, de los campos de concentración y de la aplicación de la pena sin control, todo esto no le inquietaba al hombre de la calle.”
Esta terrible inseguridad política no la llegó a ver el ciudadano común y corriente en parte porque no le importaba la política y también por la propaganda descomunal que desplegaba el estado de la mano del hábil Doctor Goebbles. Sumergido en una nube del opio el pueblo alemán caminó convencido, dando vítores el sendero que le demarcaba su líder. La democracia es un sistema político apenas en formación, algunos países como Alemania se sienten incómodos en ella, en otros países como Colombia nos conformamos con una ilusión, con este espejismo que algunos sostienen en llamar libertad pero que no es más que otro holograma hecho por los publicistas al servicio de este estado feroz.
En parte también el alemán aceptó estas leyes infames porque la historia ha demostrado que el ser humano es la más despreciable de las criaturas que pueblan este planeta.
Lamentablemente el verdadero Derecho del III Reich, permanece en la oscuridad de desinformación como tu presente articulo, no tienes idea de Derecho y no tienes idea de lo que es el Nacional Socialismo, el Derecho del Weltangchaug. en verdad detesto encontrarme con articulos así. Hitler no queria conquistar el mundo, ni se creia en la supremacia aria: hay que leer más, pero escoje, si lees puros documentos aliados, seguiras en la oscuridad que promueves.
ResponderEliminarGracias, que te vaya bien promoviendo tu mensaje nazi. Abrazo amigo nacionalsocialista
ResponderEliminarLa objetividad brilló por su ausencia. Bravo.
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