Sacudido por las voces que desde semanas atrás lo atormentaban, Ronald Defeo se levantó la noche del 12 de noviembre de 1974 con ganas de matar a su familia. Cargó un viejo rifle, subió la escaleras e hizo estallar como globos de helio la cabeza de sus papás y sus tres hermanos menores. Se inventó una coartada mediocre y al cabo de unos pocos días su confesión reposaba en la comisaría de Amityville.
Un año después una joven familia ocupó la lujosa casa victoriana, aprovechando el peso de ganga que la agencia inmobiliaria le ofrecía. Desde la primera noche las malas vibraciones que habían dejado Ronald y su rifle impidieron que los cinco integrantes de la familia Lutz pudieran dormir. Un extraño insomnio los invadía. Al tercer día con los ojos reventados decidieron llamar al cura de la localidad pero cuenta la leyenda que el sacerdote y su ayudante no pudieron ni siquiera entrar a la casa porque una fuerza oscura los expulsaba. 20 días vivieron los Lutz en la hermosa y tenebrosa mansión. Fueron los últimos habitantes que la ocuparon.
Desde entonces la enorme casa ubicada en él número 112 de Ocean Avenue ha sido objeto de un morboso culto, cimentado por supuesto por el libro de Jay Anson. Este oscuro personaje siempre al borde de la bancarrota aprovechó los asesinatos para realizar una investigación algo amañada que buscaba sin duda vender a como diera lugar el mito de que la casa estaba embrujada. En poco tiempo se convirtió en Best- Sellers. En 1979 impulsados por el éxito del libro los estudios realizan la versión cinematográfica a cargo de Stuart Gordon y protagonizada por James Brolin, Margot Kidder y el gran Rod Steiger. Fue un gran acierto artístico y de taquilla, la película aún sigue teniendo una atmósfera inquietante y no llega a ser superada por el remake hecho en el 2005, siendo esta uno de esos raros filmes donde en tres o en cuatro secuencias logras salir disparado de la butaca del susto que te da.
Pero esta nueva versión de Terror en Amityville se ve afectada por el abuso, después de la segunda mitad del filme, de efectos digitales. Si tan solo lograra mantener el suspenso a base de la espera, de la zozobra, si jugara un poco más el director con nosotros como si fuéramos ratones acechados por un gato gigante, esta Amityville hubiera superado con creces a su antecesora.
Sin duda es un filme que te va a entretener y asustar, ideal para verla un sábado en la noche si la vecina de al frente te ha dejado plantado o incluso estaría bueno invitarla, comprar unas cervezas, sentarla en el sofá a tu lado y esperar que ella venga a ti a abrazarte. Eso va a ser inevitable. Desde Sexto sentido no veía algo que me asustara tanto, que me hiciera gritar y sentir que el cine también se puede convertir en una montaña rusa. En algunos momentos el miedo puede llegar a ser intolerable y solo esperas bajarte, pero lamentablemente ese miedo se va disipando por la tentación en que cae el director el inexperto Andrew Douglas, hasta terminar pues en un final ridículo y convencional, como si toda esa seguridad e inspiración con la que condujo los primeros minutos se hubiera disipado en el último tramo por puro y físico cansancio.
El terror es un género difícil como pocos y no existe nada mejor que descubrir un filme que te asuste. La versión de 2005 lo logra en varios tramos de sus 90 minutos. Si la encuentran en televisión déjense abandonar al placer culposo de ser asustados y sometidos a cosas que simple y llanamente no existen. Si encuentran la primera versión de 1979 abandonen todo lo que estén haciendo y sométanse a visionar una gran película.
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