El Mississippi no solo arrastra pedazos de troncos y hojas secas. Sus aguas han llevado los cuerpos de infinidad de negros asesinados por las hordas borrachas y estúpidas del Ku Klux Kan. A finales de la década del 50 este grupo conformado por hombres blancos, devotos de la palabra de Cristo, buenos esposos, excelentes padres, hombres de familia, liberaron una terrible ofensiva contra los negros en todo el sur de los Estados Unidos. Fue una II Guerra Civil no declarada, donde solo uno de los bandos estaba armado. Renunciaron a la violencia y se defendieron con la razón y la paz. Si alguien tenía alguna duda de que los negros eran humanos aparecieron las poderosas voces de Martin Luther King y Malcom X. Incluso aquellos que no tenían la fuerza para dejarse escuchar implementaron actitudes espontáneas pero cargadas de fuerza y significado como aquella mujer que en 1955 no le hizo caso al chófer de un bus de sentarse en la parte de atrás y con toda la dignidad del mundo siguió viendo por la ventana de los puestos delanteros del bus, los pantanos que abundan en la orilla del gran río.
Estos fueron los hechos y los personajes que la historia recuerda, pero hubo otras manifestaciones de rebeldía cargadas de poder y significado. Skeeter acaba de volver a Jackson, una pequeña ciudad del Missisipi. Estudió en Nueva York y decidió volver y pasar un año sabática trabajando en el periódico local, respondiendo las cartas de amas de casa desesperadas por encontrar la solución para quitar el manchón en la camisa del esposo. Escritoras como Clarice Lispector convirtieron el género en arte. Hace poco leí el libro publicado por Siruela Correo femenino y me sorprendió como puede ser de maravilloso leer sobre las propiedades de la clara de huevo como limpiador. Skeeter despliega su talento en esa columna pero la pasión de ella es ser una periodista y una escritora, las dos cosas a la vez, estaba en la década correcta, el nuevo periodismo inundaba las librerías del mundo. Era la época de Dos Passos, de Tom Wolfe, Capote y Harper Lee. El retrógrado y prejuicioso mundo de Jackson la iba a asfixiar de un momento a otro. Su destino era volver, pero Jackson era su lugar de nacimiento y esas trampas suelen atraparte sobre todo cuando tu madre está enferma, muy enferma.
La ambición de llegar a ser escritora no se detendría. El lugar le acaba de dar una idea, ¿Por qué no entrevistar a todas esas criadas negras que constantemente soportan las humillaciones de sus amas blancas? El chisme como forma de resistencia. La venganza convertida en desahogo. El problema es convencer a esas mujeres llenas de miedo por la retaliaciones que puedan tener con ellas los hombres vestidos de blanco y cargados de odio. La primera que se arma de valor es Aibeleen, (Viola Davis firme candidata al Oscar) se sienta en la vieja mesa del comedor de su oxidada cocina y habla y se desahoga y llega a contar incluso como sus patrones le entregaron su hijo de 24 años agonizante “Porque en los centros de salud de Jackson estaba prohibido atender negros” o la entrañable Minny, fanática de la cocina y de las conversaciones sobre comida, quien se venga de sus odiosas patronas no solo contando intimidades sino aplicando recetas poco ortodoxas.
Ellas y otras criadas le contaran sus historias a Skeeter y juntas escribirán The Help, el libro que develaría la hipocresía en que vive sumida la alta sociedad del Mississippi. Mujeres estilizadas, frívolas que abandonan sus hijos al cuidado de sus nanas negras, las mismas criadas que no pueden usar el baño de sus patrones terminan convertidas en las mamás de sus propios hijos. Todas esas niñas bien se criaron con Skeeter, la rebelde Skeeter que no cree necesitar convertirse en un ama de casa para completar su crecimiento como mujer.
Como en el libro es la voz de las mujeres la que convierte la película en una obra coral. Esta es una película de actrices teniendo los puntos más altos en Emma Stone (Quien se consolida como una de las nuevas estrellas de Hollywood), Viola Davis y Octavia Spencer, sensacional en su papel de Minny. Por más de dos horas el espectador disfrutará de emociones reales, llorará y reirá, se identificará completamente con los personajes y odiará sin resquemor a esas blanquitas y solapadas vampiresas.
Los hombres acá no existen. Hacen papeles decorativos, simples marionetas, sombras sin decisión. Esto se justifica porque la responsabilidad de mantener la casa impecable, los hijos limpios y la comida hecha recaía en las esposas que cumplían su labor presionando a sus mucamas mientras ellas organizaban bailes de caridad o hablaban del prójimo con sus estúpidas amigas.
Lamentablemente estas mujeres opresivas no están bien construidas dentro del filme. Son seres unidimensionales fabricados para que el espectador las odie sin contemplación mientras sus criadas son pobres seres sufridos que viven sin rechistar las constantes humillaciones de las blancas. El eterno problema del rico malo y el pobre bueno. Seguramente The Help se convertiría en un clásico inmediato si los personajes tuvieran más profundidad psicológica.
Lamentablemente estas mujeres opresivas no están bien construidas dentro del filme. Son seres unidimensionales fabricados para que el espectador las odie sin contemplación mientras sus criadas son pobres seres sufridos que viven sin rechistar las constantes humillaciones de las blancas. El eterno problema del rico malo y el pobre bueno. Seguramente The Help se convertiría en un clásico inmediato si los personajes tuvieran más profundidad psicológica.
Sin embargo este maniqueísmo podría explicarse por la carga de odio contenida en la sociedad gringa que se manifestó en los hechos que pusieron en entre dicho la democracia norteamericana en la década del sesenta, los asesinatos de un presidente y un senador pertenecientes a una misma familia, del Doctor King y Malcom X, los continuos linchamientos a afroamericanos en el sur, podrían explicar que estas mujeres hechas en serie son un retrato fiel de esa sociedad anquilosada y moribunda.
The help cumple a cabalidad con los preceptos que exige la academia para entregar sus premios: Apropiada reconstrucción de época, construcciones sólidas, corrección política, reivindicación de derechos y una moraleja contundente. Sin asumir grandes riesgos narrativos y formales Tate Taylor dirige su película con firmeza, recreando el racismo norteamericano desde el punto de vista de las mujeres, algo que no habíamos visto desde la edulcorada El color púrpura. Vayan a verla, seguramente se sentirán vivos.
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