15 de abril de 2012

TITANIC QUINCE AÑOS DESPUES

Que tontos, que ciegos, teníamos veinte años éramos pura energía, pura brutalidad. Veíamos desde nuestra endeble torre de marfil  construida  a punta de malas imitaciones de Bukowski, como la masa, la amorfe y estúpida masa hacía filas interminables en los teatros de la ciudad para ver el último producto  con el que el imperio pensaba controlar definitivamente nuestras pobres mentes.
Nos resistimos a engrosar las filas de una recaudación que no paraba de crecer. Las adolescentes se enamoraban perdidamente de Gilbert Grape quien definitivamente no era un niño especial sino un hermoso adolescente con toda la pinta de un príncipe de cuentos de hadas. Se disparó Di capriomania y los jóvenes comunes y corrientes, llenos de granos y masturbaciones detestábamos tal fiebre. No nos cabía ninguna duda que era un mal actor, otra estrategia de mercadeo… un pobre tonto que nunca trabajaría con maestros reales como Clint Eastwood o Martin Scorsese. El incompetente vendido de James Cameron le daba trabajo porque claro…. Mírenle la hoja de vida a este hacedor de fortunas…. Que las dos Terminator, que Mentiras verdaderas…. Películas muy bien hechas, entretenidas, pero que sin duda no tenían nada que ver con el concepto que teníamos de arte.

En 1998 Titanic igualó el viejo record de Ben-Hur, once estatuillas, nada mal para una noche. En pocos meses se constituyó en la películas mas taquillera de la historia confirmando lo que ya sabíamos…que las masas nunca tienen la razón. Nosotros la vimos por supuesto, en una mala copia en un sótano de la UIS. Estuvimos tres horas frente a una sábana amarillenta, recibiendo las pobres imágenes de un desgastado video vean. Nadie se atrevió a decir que si se habían aguantado la incomodidad de las butacas de madera era porque el embrujo de las imágenes de James Cameron nos había mantenido frente a la pantalla absolutamente hipnotizados.
Pasaron catorce años y se ha reestrenado la película esta vez en él discutible formato de 3D. Era la oportunidad perdida para aquellos tontos que nos resistimos a verla en su formato original. La sala estaba atestada de gente. La expectativa generada por los 100 años del hundimiento del barco que según su creador “Ni Dios podría hundir” se había cumplido. ¿Qué dudas pueden caber a estas alturas del partido del oficio que tiene James Cameron para dirigir películas? Contrario a lo que sucede con la mayoría de producciones que se ven hoy en día, Titanic posee todos los elementos que uno como espectador puede esperar de una película. Una historia de amor creíble e intensa… la princesa y el vagabundo. El hombre rico y despiadado. Un matrimonio pactado y la aparición del amor real. Un hecho histórico, una tragedia devastadora. Acción, drama, documental, romance y humor…. El guión está plagado de grandes frases, de momentos que se convirtieron en íconos del cine, Jack Dawnson en la proa del barco gritando “I am the King of the world”, la aristocrática Rose aprendiendo a escupir, a volar de la mano de Jack. La mano de la ninfa en el auto donde ha perdido definitivamente la virtud. Lo que me impresionó de haberla visto en cine es ver la reacción del público, todo el tiempo conectados con la historia, ríen cuando deben reír, lloran cuando tienen que llorar. ¿Cuántas veces asistes a la dicha que proporciona un clásico?

Con Titanic experimenté lo que sucedía en las salas de cine décadas atrás… el hecho litúrgico del cine. Es un acto de humanidad compartir tus emociones con un centenar de personas, voltear a mirar al que está a tu lado y sentir que está llorando como tú, que ese desconocido está sintiendo lo mismo que tu en ese momento. Era como haber viajado en el tiempo y haber asistido a la premier de Lo que el viento se llevó o El padrino, esta es de las pocas cosas buenas que puede traer el 3D, la posibilidad de ver este tipo de retrospectivas en una sala de cine, algo que hace unos años no era más que un sueño.

Los que aún tienen dudas con Titanic los invito a dejar los prejuicios a un lado. Es realmente cuestionable decir que es solo un producto de Hollywood. Señores permítame decirles que todos los filmes lo son. Las inversiones que se hacen en el contexto de cualquier país o industria tienen el compromiso de al menos recuperar la inversión. El concepto de cine arte es absolutamente cuestionable. Ante la gran pregunta de si Titanic es o no arte, debo decir que es ante todo cine. Cine en su estado máximo. No existe un solo momento de aburrimiento, la trama (romance Rose y Jack), las subtramas (la búsqueda en el fondo del océano de las ruinas del barco ochenta y cuatro años después, el engranaje de la máquina, el capitán, los músicos…todos parecen tener vida!) te interesa cada una en la misma proporción. Cuando recién el barco zarpa y el capitán necesita comprobar su velocidad, su fuerza, Cameron nos lleva a las infames galeras, a las hélices, a toda la estructura mecánica de ese monstruo de los océanos. El director nos lleva de la tercera a la primera clase mostrándonos todas las desigualdades que puede haber entre una sección y otra. Las arañas de cristal, las vajillas de porcelana, el trato de príncipes que reciben cada uno de los integrantes de la primera clase se contrasta con el que reciben los que van en tercera. Un conde le pregunta interesado a Jack como es viajar en tercera y el, socarrón, responde “Es muy bueno…casi no hay ratas”. Tenemos una deslumbrante dirección de arte, en la hora y media que permaneces dentro del barco aprendes a estar confiado…ni Dios podrá hundirlo, y cuando el Transatlántico pasa por el lado del iceberg uno todavía cree que es solo un rasponcito y por eso te impacta tanto la noticia….el Titanic se hundirá en un par de horas.

Sufres como los que están dentro de la pantalla, en un instante caes en el shock y todavía no lo puedes creer. El océano se tragará el monstruo. En medio de la tragedia Cameron no se deja abandonar por la emoción gratuita y tiene tiempo para pensar como un poeta, o si no ¿Qué son esos músicos tocando hasta que el barco se hunda? ¿Qué es ese aristócrata esperando con sus mejores galas, junto a su hijo a que el ángel de la muerte lo busque en medio del océano? ¿ o esa pareja de ancianos aferrados en un abrazo esperando pacientemente que el agua salada reviente sus pulmones? Son imágenes muy poderosas, demoledoras.
El tiempo ha confirmado los talentos de Leonardo di Caprio y sobre todo de Kate Winstley, son la realeza de Hollywood. No existe una mejor actriz que ella hoy en día. Llama la atención como escoge los papeles en los que quiere actuar. Cuesta verla en una mala película (Debo confesar que detesto La lectora) su nombre desde ya ha entrado definitivamente en la historia del cine. La lista de sus grandes actuaciones incluye su participación en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Revolutionary road (que significó el reencuentro con Di Caprio diez años después), Un Dios salvaje, de la mano de Polansky, o Contagio. Siempre dejando su huella, su impronta. Una estrella absoluta.

Por increíble que pueda parecer conozco gente que todavía se resiste a creer que Di Caprio es un buen actor. Como si su actuación en Los infiltrados o su encarnación medida, exacta, humana, de un tipo tan discutido como Hoover no fueran suficientes. La academia continúa ignorándolo, pero a él eso no parece importarle, sigue escogiendo minuciosamente cada una de sus apariciones cinematográficas
En el epígrafe  de La habana para un infante difunto Cabrera Infante cita a Preston Sturgues, “El cine es un buen lugar para agarrarse las manos” con Titanic vuelves a sentir esa necesidad de pasarle la mano por el espaldar de la silla a tu chica, de darle un beso en los breves momentos en que la película te da un respiro. Jack y Rose te devuelven el derecho a ser por un instante un cursi patético. Es una epopeya que no vimos en su momento porque estábamos muy jóvenes, muy ciegos pero que hoy gracias al sentido de la oportunidad de la insaciable industria tenemos la oportunidad de verla en cine. Disfruten de esa montaña rusa, húndanse en ese océano de cine

2 comentarios:

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  2. Aprovecho este espacio para recomendar una película de la que me enamoré hace años... se trata de "La Camarera del Titanic" (1997), dirigida por el catalán Juan José Bigas Luna. Me ahorro los adjetivos, simplemente véansela cuanto antes o sea posible!

    P.D: Ivan, a pesar de la opinión de otros críticos más reconocidos, pienso que tienes razón en cuanto a la actuación de Leonardo Di Caprio en J. Edgar; sí es la "encarnación medida, exacta, humana de un tipo tan discutido como Hoover".

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