12 de junio de 2012

MELANCOLIA DE LARS VON TRIER. EL MUNDO SE VA A ACABAR


Ahí está, para todos los que preconizan que el cine está muerto, para los que añoran a Antonioni, Fellini o Dreyer, no se cieguen más, vivan con felicidad el periódico histórico que les correspondió vivir, rompan la burbuja y disfruten porque cine es lo que hay. Cada año de Irán, Somalia o Taiwan aparece un maravilloso director, cada dos años podemos disfrutar de los Dardenne, de la nueva película de Woody Allen, de un infatigable Scorsese. Del gran maestro Lars Von Trier.


Nunca deja de sorprendernos, por donde pase su mirada genera polémica. Unos salen disgustados, otros felices pero siempre despertando odios o amores. Melancolía no podía ser la excepción. Si, lo de él no son historias sencillas, él lo quiere todo y tiene la suficiente fuerza, inteligencia y oficio para que el reto no le quede grande. Acá nos habla nada más y nada menos que del fin del mundo. Por ahí en la galaxia está un planeta extraviado que al parecer viene directamente hacia nosotros. Los científicos hacen cuentas tranquilizadoras. En la hipotenusa está la verdad, viven tranquilos el espectáculo “Nunca volveremos a tener una vista como esta, disfrútala” le dice un extraordinario Kiefer Sutherland a su esposa Charlotte Gainsbourgh. Ella no está muy convencida de eso. La gente dice cosas, los profetas del apocalipsis, los que nunca faltan. Es el 2012 y los mayas lo escribieron en sus pirámides. Pero lo que mas le preocupa a ella es el rostro de su hermana. 


Justine es la oveja negra de una familia de hipócritas. Cansada de que la estén persiguiendo a decidido casarse. El novio es un tontarrón y en la misma noche de bodas el matrimonio termina. Ella está triste, ella lo sabe todo. Las aves comienzan a caer muertas, los caballos están inquietos. Es algo que se respira en el aire y allá ustedes si no lo quieren aceptar. La Gainsbourg quiere aferrarse a lo que dice su marido, un brillante hombre de ciencia, pero ella sabe de los poderes de Justine y si ella está triste y pensativa es porque precisamente ese maldito planeta de nombre Melancholia va a chocarse contra la tierra contradiciendo a todos esos reputados y sabiondos hombres de ciencia.

El apego que siente el ateo hacia la ciencia es tan irracional como la fe del creyente. Von Trier como Buñuel cree en el misterio, al menos es más poético y si todo es tan absurdo pues divirtámonos creyendo en santos y en demonios. Justine es otro de los personajes femeninos medio iluminados que tan bien ha sabido delinear el director danés. Contrario a lo que creíamos y como alguna vez supo explotarla Sofia Coppola en Virgenes Suicidas Kirsten Dunst acá no solo logra una formidable actuación sino que su presencia es de un poder mágico, esotérico. Parece una princesa encantada en medio de un paisaje completamente aterrador y no solo por el hecho de que la Tierra tenga sus horas contadas sino por toda esa gente que la rodea, que quiere imponerle todo el tiempo unas normas que ella no solo no entiende sino a las cuales no pertenece.



Se incrustan en tu piel las emociones como si fueran puñales. Melancolía como toda la obra de Lars Von Trier te señala con el dedo y te hace sentir culpable. Tu eres toda esa gente odiosa simplemente porque eres humano “En cierto modo me gusta que se acabe el mundo, está poblada de seres perversos” dice Justine cuando la cercanía del planeta con la tierra irradia un brillo azul, cuando las aves caen en su vuelo y un granizo delgadito, inofensivo, cae sobre la tierra como si alguien desde arriba la estuviera llorando. Dios es un cínico. Después de que termine la vida acá quedará el silencio en todo el universo. Estamos solos, todo es materia inerte, la nada es lo que domina el cosmos. Todo es absurdo, triste, vacío.

No señores, es mentira eso de que el cine está muerto, películas como Melancolía lo constatan. Atrévanse a verla como si fuera un desafío personal. Sopórtenla. Es una verdadera fortuna haber vivido en la misma época que Lars Von Trier. Podemos ir al cine y ver sus películas en su formato original. No desaprovechen esa oportunidad.

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