7 de junio de 2012

PODER Y TRAICIÓN DE GEORGE CLOONEY. Desconfía de los idus de Marzo


Stephen dice que hace su trabajo por convicción. Está convencido de que Morris es un hombre honesto y por eso despliega en la campaña tanta pasión. Las encuestas en realidad no invitan mucho al optimismo, pero bueno, todavía faltan unas semanas. El que se apodere de Ohio será el elegido. Hay un senador de dudoso desempeño que controla ese estado, se apellida  Thompson.  Si logran  incorporarlo, Morris, el encantador Gobernador, será el próximo presidente de los Estados Unidos de América. Stephen habla con su jefe, trata de convencerlo pero Morris es un hombre de ideales fuertes. “Siempre que trazo una línea en la arena me hacen correrla” le dice a su esposa. Desde la campaña rival llaman a Stephen, le proponen abandonar ese barco que se hunde y cambiar de bando. Nosotros, como público nos indignamos de que este hombre que aparentemente es un convencido de la causa demócrata piense en voltearse con tal de obtener el poder. Después nos controlamos y pensamos “No puede ser de otra forma, es política”

La película en esa primera parte nos recuerda algo que es obvio en estos nuevos tiempos, se acabaron los grandes oradores, los mítines ante un público enardecido. Ahora tiene mas contundencia un buen afiche o un  spot publicitario que un discurso. El mismo candidato no es más que un títere de las agencias consultoras. Stephen es un profesional y como tal desarrolla a cabalidad su trabajo, si se involucra tiene que hacerlo con las vísceras,  pero si ve que la batalla comienza a perderse y existe una oportunidad para irse al bando ganador no le temblará la mano para hacerlo. Puede más la sed de poder que la lealtad.
Es menester desconfiar de los idus de marzo advertía Shakespeare en Julio César días de buenos augurios según el antiguo calendario romano pero a la vez días álgidos donde las emociones humanas se crispan y cualquiera es capaz de matar con tal de que la rueda de la fortuna gire a favor suyo. Con este nombre el ya consolidado director George Clooney bautizó su última película. Lejos de el ambicioso planteamiento de su ópera prima Confesiones de una mente peligrosa, la estrella de Solaris, despliega sus incesantes y reales preocupaciones políticas. A pesar de que es un demócrata activista, en Poder y traición (según el horrible nombre que le dieron en estos países) Clooney hace una autocrítica de su partido y plantea la tesis de que las ideas y los grandes hombres son dos aspectos ajenos en la política.

Sin moralismos, ni señalamientos Poder y traición es una película que muestra sin establecer juicios. En algún momento nos empezamos a enamorar de Morris, el hombre de ideas radicales, el que se declara ateo y casi socialista. El hombre que establece líneas en la arena y se esfuerza para no retroceder, el carismático líder que demuestra que un político también puede ser un hombre inteligente pero al final, al final la carne fresca de una jovencita lo hace patinar y aparece Mefistófeles hermano y le despoja la piel de cordero y con un revólver en la cabeza lo hace vestir de lobo.
 Ryan Gosling vuelve a interpretar un papel memorable. Lo habíamos aplaudido en Triste San Valentín y nos puso al filo de la butaca en Drive, acá encarna a un hombre completamente distinto. Control absoluto de los gestos, de las emociones, Gosling no solo es un actor sino un sicópata con trescientas setenta y cinco personalidades encima. Abre su sicopatía al papel de turno y se pone el disfraz. Hollywood es una fuente inagotable de talento actoral.
No lo duden, véanla, es casi una invitación al anarquismo. Desconfíen de la voz de los políticos, casi todas son ajenas, observen bien a su candidato cuando esté dando un discurso, si están atentos podrán verlo todo, incluso los hilos que lo manejan. 

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