27 de junio de 2012

SOBRE LAS INCONVENIENCIAS DE TENER A UN MUTANTE EN LA PRESIDENCIA


Los mutantes ganaron. Tienen a su líder sentado en el sillón presidencial. Nunca los discriminé, al contrario, siempre los he envidiado. Mientras ellos pretenden ser normales yo aspiro a ser único. Sin embargo es extraño ser gobernado por uno de ellos.

Dicen que la mutación de Santos es bastante inusual. A diferencia de los poderosos Magneto o Azazel, la capacidad de Juan Manuel es la de adaptarse al medio para poder sobrevivir. No dispara rayos, ni mucho menos lee el pensamiento, tan solo adopta la personalidad que necesite el momento para quedar bien con el que le convenga.
En la historia de la humanidad tan solo habíamos visto un caso, el de Zelig. Son hombres de actitudes y decisiones complejas. Quimicamente inescrutables, incomprensibles.  Se que sonará un poco racista pero creo que Juan Manuel funcionaría muy bien en un país de mutantes. Acá su naturaleza lo traiciona todo el tiempo y no es bueno para Colombia.

Hace cinco años fue el hombre que impulsó desde su ministerio de defensa y en vista de los pobres resultados que tenía la seguridad democrática, la medida de agarrar a jóvenes desempleados, ofrecerles una ocupación lejos de las ciudades, bajarlos en cualquier descampado, vestirlos de guerrilleros y rociarlos con balas. Los resultados de la seguridad democrática siempre se midieron con muertos. Un lustro después el mutante adoptó la forma de un presidente que piensa en las víctimas y desprecia a los victimarios. Hoy en día sus genes le indican que la piedra angular de la paz es la reparación total y justa de todos los que han sufrido la tragedia de la guerra.
Durante su infame ministerio el mutante le declaraba la guerra a Chávez y a todos sus lacayos de la UNASUR, hoy siendo presidente no solo no le declaró la guerra a Venezuela sino que lo bautizó como su mejor amigo.

En su afán desmedido de pasar a la historia impulsó una ley que en teoría sería una reforma a la justicia pero que en realidad lo que pretendía era tumbar lo único que nos convertía en un país civilizado, la constitución del 91. Al ver que la opinión pública rechazaba indignada esta apología a la impunidad, el presidente mutante adoptó la piel del que nada sabe y salió a hablarle al país en cadena nacional a decir que echaba para atrás la ley. Le arranca la cabeza a su ministro de defensa y echa al agua a los malditos congresistas con los que consensó la reforma.
Juan Manuel Santos con lo único que es consecuente es que con su naturaleza de mutante. En la reciente  cumbre ambiental de Río el presidente afirmó que se doblará el área del parque nacional de Chiribiquete de 1.5 a 3 millones de hectáreas , es un paso importante para frenar la tala y la potrerización que avanzan desde Caquetá hacia la Amazonia. A los pocos minutos su mutación volvía a jugarle una mala pasada, Santos anunciaba que había declarado como áreas estratégicas mineras 17.6 millones de hectáreas que van del Vichada al Amazonas (Y un trozo del Chocó) para garantizar la minería.
Antes de morir el sociólogo Sixto Quintero me dijo algo que en su momento me pareció absurdo pero que hoy, tres meses después de su muerte me doy cuenta que es cierto “Uribe era mejor, uno sabía a que atenerse, era humano….con un mutante vas a ver que es diferente”. Ya no sabemos que pensar, me da miedo que un día amanezca convertido en un pirómano y queme el palacio de Nariño. Según el Médico persa  Ennel Espejo Nohainadie en su libro “Aberraciones Mutantistas” Dice que la mayoría de los mutantes que presentan la morfología de Santos “tienden irremediablemente a la destrucción”.
Esperemos que el medicamento que toma, el Mutanol, siga controlando su naturaleza y al menos mientras permanezca en su condición de presidente, logre refrenar su naturaleza y pueda ser consecuente con este país que no se acostumbra a ser gobernado por un mutante desesperado por pasar a la historia.

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