Contrario a lo que se podía pensar la diferencia con la que
ganó Chávez fue mínima. Estaba convencido que el fenómeno Capriles se parecería
mucho a la famosa ola verde, una escuálida ilusión de internet que se desinfló
dramáticamente unos cuantos días antes de que los colombianos salieran a votar.
Los más de seis millones de personas que demostraron estar cansados del
régimen, de las extravagancias de un dictador que está dispuesto a hacer cualquier
cosa incluso jugar con salud por aferrarse al poder, abren como nunca antes
las posibilidades dentro de cinco años de arrebatarle el poder en las urnas al
sátrapa.
Lo que hay que entrar a analizar es establecer cuantos de los seis millones de personas votaron por
el plan de Capriles, por sus propuestas y no por el odio visceral que les
despierta el régimen. El candidato opositor es un experto vendedor de humo. Sus
discursos se destacan porque de ellos difícilmente sale una idea. Lo de él es
pura retórica. Si lo vemos en una tarima hablando creeríamos que se trata del
nuevo galán de la televisión venezolana dando declaraciones sobre un nuevo proyecto junto a
Rudy Rodríguez y Carlos Mata.
Capriles Radonski representa la frivolidad y la estupidez que alguna vez
fue un rasgo característico del venezolano promedio. Volvieron a aparecer, los volvimos a ver en sus
mitines, la gran mayoría mujeres muy bonitas encantadas con los rasgos europeos
del candidato. Ellas piensan que Chávez da una muy mala imagen de Venezuela en
el exterior porque no tiene modales y su rostro es aindiado, gordo y feo. En sus manos llevan las banderas de Estados Unidos, el pais que se tiene que seguir como modelo. Las mayores
de cincuenta han dejado de ver a Colombia como un país de negros atrasado. Las políticas
neoliberales y criminales del anterior mandatario hicieron de nuestro país en
esa clase social, un ejemplo de democracia y convivencia.
Estas personas no las veíamos desde el golpe de abril del
2002. Fueron los mismos que dispararon desde un puente a sus propios
manifestantes para echarle la culpa al dictador de la opresión. Conozco
estúpidos que todavía creen que eso fue verdad. Ahora parecen más sosegados,
incluso el ex alcalde de Baruta pareciera que después de violentar la embajada
de Cuba en esos dos días nefastos donde incluso hubo tiempo para nombrar un
presidente (Pedro Carmona “El Breve”, no olvidar que el gobierno de Pastrana
fue el único en el mundo en reconocer a este golpista) Capriles hubiera sido
medicado. El hecho de que haya reconocido la derrota como lo hizo, sin apelar
al argumento del fraude como mucho de sus seguidores piensan, fue un llamado
muy oportuno a la cordura y sobre todo a la reconciliación. Con este gesto, el
niño bien se ha ganado el respeto del oficialismo.
La oposición venezolana empieza a darse cuenta de que ellos
han sido los principales responsables de que este gorila se haya asentado en el
poder. Los pésimos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera hicieron
que el pueblo se cansara de esa corrupción tan descarada, de que la plata del
petróleo fuera acaparada por una clase política anticuada y elitista.
Sin las diferencias abismales entre ricos y pobres que se
abrieron mientras adecos y copeyanos se repartían el poder, el chavismo no
hubiera tenido asidero. Catorce años de dictadura pareciera que los hubiera
hecho entrar en razón. Hay que entenderlos, son demasiado imbéciles, nunca
necesitaron de ideas o propuestas concretas para convencer al pueblo de que
debían votar por ellos. Con solo prometer que la fiesta perpetua a la que
parecía estaba condenada Venezuela iba seguir era un argumento suficiente. El
discurso de Capriles fue un llamado a la cordura, a la sensatez. Si siguen así
será muy difícil para Chávez ganar en el lejanísimo 2019. Seis años es mucho
tiempo, demasiado.
El chavismo tiene una oportunidad histórica para asegurarse
otros veinte años de poder ilimitado. En este lapso Chávez deberá demostrar que
su movimiento no se basa solo en su imagen. La naturaleza le está enseñando que
es mortal. Tendrá que escoger entre sus jóvenes asesores a uno al cual pulir,
alguien que le acompañe en alguna de sus multitudinarias apariciones y porque
no, en algún momento refrenar su verborrea y darle por unos segundos el
micrófono para que al menos diga “hola” a la multitud enfebrecida.
En la zona de frontera las elecciones se vivieron de una
manera apasionada. En Cúcuta los comerciantes, traquetos y cambia bolívares esperaban
con ansias los resultados. Algunos tenían la esperanza de que se podría
derrotar al dictador. Lamentablemente para ellos no fue así. Algunos cucuteños
hablaron de fraude y le achacaron al gobierno de Chávez la miseria en la que se
halla sumida la ciudad. Acá se acostumbraron a vivir de lo que podían vender a
los ricos venecos y como allá el rico cada vez tiene menos plata, como allá
está creciendo una clase social que no piensa que la felicidad es comprar un
plasma o los guayos de Ronaldo sino tener derecho a la salud, a la educación, a
la vivienda, el comerciante cucuteño es atacado directamente en lo que más le
duele, su bolsillo.
Para sobrevivir deberían hacer lo que muchos están haciendo
de un tiempo para acá. Traquetear como un verraco y poner sobre la avenida
libertadores restaurantes o un almacén de chaquetas de cuero. Cualquier cosa
con tal de blanquear la platica que con tanto esfuerzo y peligro se consigue.
Eso para que pensar en hacer empresa, en trabajar honestamente. Eso no da dinero
y lo que necesitamos es forrarnos en dólares para que la gente nos vea y nos
tenga respeto.
Lo que no han podido entender los pobres en Cúcuta es que es
mejor ser pobre en Venezuela que en Colombia. Conozco mucho uribista que gana
menos del mínimo y que tiene que agarrar semanalmente un colectivo hasta San
Cristobal para que esos cubanos comunistas le curen la enfermedad. El gobierno
colombiano está muy ocupado tratando de volver atractivo el país para la
inversión extranjera mientras que Chávez despilfarra la plata del petróleo haciéndole
casas dignas a la gente, regalando educación y salud a diestra y siniestra, “Es
un maldito populista” me dice el señor antes de pasar la frontera.
Para bien o para mal tendremos otros seis años de Chávez.
Seguramente ya no tendrá tanto poder. Los 6 millones que votaron por el
candidato opositor tendrán que ser escuchados. Esperemos que no vuelva su
discurso violento, cargado de odio y que busque la manera de conciliar. Mientras
tanto las niñas bien de Venezuela tendrán que pasar la vergüenza de tener un
presidente feo y negro “como si acá todos fuéramos así”- dice indignada una señora del este de Caracas
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Y eso no es así…. Nosotros no somos tan feos….
De este articulo de opinión me atrevo a resaltar y a opinar acerca de la salud en venezuela, el hecho de que haga misiones de salud hechizas y le ponga unos sueritos o una consulta con los cubanos, no significa que sea salud de calidad, al contrario en Colombia a pesar de toda la porquería de las EPS tenemos mejor salud que venezuela o si no que lo digan los miles de venezolanos que actualmente y con doble nacionalidad hacen uso del carnet del sisben y prefieren venir a morir a colombia y con mejor atención en salud, que morir como perros en una porquería de sistema de salud venezolano.
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