Para A.B. Que se fue a la eternidad en tren.
Estaba pasando canales y vi a este hombre de un metro,
deformado por una extraña enfermedad aporreando con su inmensa mano un
Steinway. Me detuve un momento y comprobé que el documental apenas había
arrancado. El tipo parecía muy cómodo con su condición física, es más siempre
que se sentaba en una mesa era una atracción por su diabólico humor.
Tenía muchos amigos sin duda, la gran mayoría hablaba de su
vitalidad, de su energía desbordante de sus ganas irrefrenables de probarlo
todo, mujeres, tragos, comidas, drogas. Sin embargo, como la gran mayoría de
los genios era de un trato difícil. Casi imposible.
Michael Radford, el conocido director de la lacrimógena El cartero, está a cargo de este
documental. Él dice en una entrevista que muchos de los amigos del pianista
desistieron de dar una entrevista porque algunos habían quedado “Bastante
heridos” con el trato que les daba el músico.
La inminencia de la muerte lo hizo entender que a la vida
había que devorarla a dentelladas. Hijo de una familia de músicos Petrucciani
se acercó al instrumento a la edad de 12 años. Un piano sería el neumático que
lo mantendría a flote en ese mar tormentoso que es la vida para un
discapacitado. Pero no sólo el náufrago sobrevivió sino que se transformó en un
ídolo, en uno de los artistas más grandes del Siglo XX.
Contrario a lo que he leído este no es un documental sobre
un hombre que a pesar de sus limitaciones físicas con esfuerzo y disciplina lo
puede lograr. No la gran mayoría de los que nacen con Osteogenésis imperfecta
por más de que luchen y se propongan sentarse en un piano e intentar sacar una
melodía, tan solo una pinche melodía lo podrían hacer. Lo máximo que lograrán
será romperse los huesos de los dedos o romperse el coxis después de dos horas
de concierto. Eso lo podía hacer Michel Petrucciani porque era un genio, un
súper dotado, un obseso y para un loco no existe dolor ni impedimento. El genio
se sobrepone a cualquier cosa.
Empecé a ver el documental por morbo, ¿Cómo así que este
enano es capaz de levantarse a tantas mujeres hermosas e interesantes? Pasó un
cuarto de hora cuando ya había sido hechizado. Y es que Petrucciani no sólo fue
dotado para la música sino para la vida. Era un hombre que enamoraba al que
conociera, la mayoría de sus amigos se declaran haber caído “ante su encanto”
después de un breve apretón de manos. Entonces se te olvida que deba ser
cargado todo el tiempo porque hacer caminatas cortas le podría significar la
fractura de sus rótulas, que difícilmente podía respirar, que era un duende en
una tierra de gigantes.
Y entonces te quedas solamente con su música, algunas veces
alegre, otras veces demoledora, feroz.
Eso es lo que convierte a Michael Petrucciani en un documental brillante, inteligente y a la
vez supremamente emotivo. Elude todas las trampas y es capaz de mostrarnos a
aquel hombre que embrujaba a todos los que lo conocieron. Radford logra que lo
veamos a través de los ojos de sus amigos. Y créame que le terminamos teniendo
envidia al maldito enano, todo hinchado y calvo subido en una tarima frente a
cuarenta mil personas y a la taciturna mirada del Papa pocos meses antes de su
muerte. El de Roma fue su último gran concierto. Allí destrozó literalmente un
piano mientras interpretaba Night and day
e hizo que las faldas del Sumo Pontífice y de sus cardenales se movieran al
compás de una epiléptica versión de Straight
no chaser.
Los 222 conciertos de los que compuso su gira de 1998, el
abuso de drogas, los trasnochos excesivos el frío cruel del invierno Newyorkino
aceleraron su muerte. Llevaron su féretro hasta París donde miles de amigos y
admiradores lo dejaron en su nuevo hogar, el Pere Lachaise teniendo de vecino a otro pianista con cierto talento
de apellido Chopin.
Los catorce años que nos separan de su fallecimiento han
servido para que la leyenda florezca. A partir de ahora su música me acompañará
en todas mis tristezas.
Igual me pasó hace unos años cuando me encontré en Film and arts una versión de Cantabile por Michel Petruciani.
ResponderEliminarEn ese entonces tenía lista la casetera VHS para gragbar joyas como esta, lástima que la llegada del DVD truncara esa dichosa costumbre.
http://www.youtube.com/watch?v=EhjZABvC6Ng
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarA Michel Petrucciani lo vine a conocer en 1991, en la casa/edificio de mi recordado colega ciclista y comunicador Hernán Prada (cuando vivía en Búcara), quién atentamente grababa en VHS los programas y toques de jazz que podía encontrar en TV Cable, "teve alambre" como decía Iván Serrano.
ResponderEliminarRecuerdo no sin emoción y nostalgia que Hernán me revelaba cada hallazgo con una devoción místicamente cool. Luego me mostraba la carátula de algún legendario vinilo, cuyas curvas sólo serían iluminadas por una sagrada lámpara, mientras escuchábamos a algún mago... Petrucciani entre los elegidos.
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