Mucho antes de que sospecháramos que el cine podía ser un
arte Arnold era nuestro ídolo. Los que crecimos en los ochenta, lejos de la
televisión por cable y aferrados a esa máquina maravillosa que era un Betamax
esperábamos ansiosos a que un video cassete llegara cargado de imágenes donde
Mister Olimpia destrozaba monstruos en la selva suramericana o se convertía en
un temible androide del futuro. Éramos muy pequeños para entrar al cine así que
nuestro único consuelo venía del video club de la esquina, casi siempre
administrado por una mujer gorda que encima de la boca tenía un incipiente
bigote.
Resignado ante la pobreza de nuestra cartelera entro a ver The last
stand e inmediatamente soy atacado por la nostalgia, de una recuerdo cuando Arnold tenía la capacidad
no sólo de derrotar a un ejército entero sino de arrasar con la taquilla. Después
de una década sin tener un papel protagónico el austriaco vuelve hecho un
sheriff más que veterano que ha dejado para siempre la gran ciudad y se ha retirado
a un tranquilo pueblo fronterizo donde no pasa nada. Ya lo dio todo, recibió
hasta balazos por mantener a raya a los
capos más temibles de la droga, lo más justo es que este hombre al borde de la
ancianidad se dedique a la saludable labor de bajar gaticos de los árboles.
Pero Gabriel Cortez (Eduardo Noriega) se ha fugado y quiere
pasar la frontera usando un protípico Corvette con quinientos caballos de
fuerza. Ha dejado atrás al Swat y está lejos de esperar que en ese miserable caserío haya un hombre dispuesto a no dejarlo
escapar.
Después de un comienzo flojo, te relajas en la silla y
comienzas a disfrutar de la acción, del humor, de la velocidad y hasta de los
personajes en esta incursión al mercado gringo del director surcoreano Jee-Won
Kim quien hace un par de años sorprendió con la ingeniosa I saw the Devil, the Good, the Bad and the Weir y que acá hace un
filme cargado de cinismo de personajes tan bien construidos que por imposible
que parezca llegas a encariñarte con ellos, incluso quedas prendado del otrora
insoportable Johnny Knoxville.
Por momentos crees que estás viendo un western, las pistolas
son más importantes que las manos, la sangre fluye sin cesar y pedacitos de
cuerpo amenazan con manchar tu camisa. La película no descansa en los avejentados
hombros de Schwarzenegger, la persecución a Cortez si bien no es antológica
alcanza a interesar, la impotencia e ineptitud de la CIA es sin duda graciosa
pero la perlita de la película es la representación del pueblo donde sus
habitantes son casi todos ancianos que están tan cerca de la muerte que ya le
han perdido el miedo, por eso enfrentan con igual decisión y valentía las balas del cartel mexicano o unos huevos revueltos con
tocino.
No creo como dicen casi todos que el retorno de Governator
haya sido un clamoroso fracaso de taquilla. Si bien nunca en su dilatada carrera
había ocupado una de sus películas el 9 lugar de taquilla en la primera semana,
el filme se realizó con 30 millones de dólares, una cifra que le va a permitir
a Lionsgate recuperar con creces su inversión.
Los mayores de treinta la van a disfrutar sin duda. Arnold forma parte de nuestras vidas y es un alivio que esté de vuelta.
De vez en cuando no tiene nada de malo ir al cine a comer crispetas y a
disfrutar del baile estrambótico de un cuerpo siendo acribillado por una
implacable M-60.
"[]el otrora insoportable Johnny Knoxville" es muy bueno como Phil Kaufman en Grand Theft Parsons, que posiblemente a usted le interese por la conexión Rolling Stones de Gram Parsons.
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