29 de marzo de 2013

THE KILLING OF A CHINESE BOOKIE De John Cassavetes. Un imprescindible


Animado por el inesperado éxito de Una mujer bajo la influencia John Cassavetes, fiel a su estilo de apostador decidió arriesgarlo todo a un solo número. La idea era hacer una película de género, centrar sus esfuerzos en lograr construir un producto que le gustara a todo el mundo, recaudar lo suficiente para no depender nunca más de nadie y ya con la independencia económica asegurada centrarse en realizar esas historias que se le agolpaban adentro y que hasta el momento no había podido hacer porque no tenía los recursos.


Era el año de 1974 y la segunda parte de El padrino había hecho volar por los aires la taquilla. El público ansiaba más historias de gángsters. El género que había renacido en esos años no le llamaba mucho la atención al director de Faces, él detestaba la idea de usar la violencia en el cine y si bien en un principio la idea de hacer un filme pensando únicamente en la taquilla lo había entusiasmado, ahora cuando estaba al frente de la máquina de escribir, tecleando la primera versión del guion, descubría que para él el cine no era una fábrica para hacer salchichas.

Si, Cosmo Vitelli es un tipo duro. Tiene un cabaret repleto de chicas lindas donde él mismo escribe, dirige y produce los números que se presentan. Tiene una novia hermosísima que le permite amarla en libertad y aparentemente es consecuente con su credo “Vive como mejor te plazca”. El problema es que Vitelli está parado sobre un castillo de naipes. El Night club no le pertenece y al principio de cada mes tiene que liarse con un usurero para impedir que lo cierren, no tiene una casa propia y cada gusto dado es un hueco que se le hace a su inestable presupuesto. Además está el juego, uno de sus clientes le dice que tiene una casa de apuestas, un lugar donde van sólo los tipos duros. Vitelli contrata una limusina y recoge a las  tres chicas más lindas que tiene el cabaret.



En un balde con hielo tiene enfriando una botella de Don Perignon y viste el smoking más caro que pudo encontrar. Necesita dar la impresión de que es un tipo solvente por si llega a suceder el contratiempo de pedir crédito a la casa. Después de varias horas sentado en la mesa ha perdido todo lo que lleva y luego pierde un poco más. La suma a pagar son veintitrés mil dólares, lo llevan muy amablemente a la oficina del dueño y allí firma unos pagarés donde se compromete a pagar la deuda en el menor plazo posible. El nunca pierde esa sonrisa confiada y cuando las chicas en la limusina le preguntan si van a tener que conseguir un nuevo empleo él les acaricia el rostro y les dice con esa voz susurrante “No te preocupes… duerme tranquila”.

A los pocos días los dueños del casino han vuelto al cabaret, le tienen una contrapropuesta, si tiene problemas para reunir el dinero él puede hacerles un favor a cambio. Hay un chino muy viejo que controla el negocio en toda la costa Este, se ha convertido en una molestia y necesita ser eliminado. La idea es que él tome un arma, ingrese a la casa y justo cuando se retire al cuarto le dispare. Es una misión suicida pero es el único camino que le queda a Cosmo Vitelli. Matar al chino significa estar frente a un riesgo muy grande, un riesgo que difícilmente podrá evitar  un apostador como él, aunque al principio haya rechazado la idea de plano.

A simple vista podrá parecer uno de esos tantos productos que hace en serie Hollywood, pero en manos de John Cassavetes se convirtió en toda una experiencia  personal, difícil, sin concesiones de ningún tipo. En la que iba a ser la más comercial de sus películas terminó construyendo el personaje que más se le parecía. Porque Cosmo Vitelli no es otro que el mismo Cassavetes, el cabaret es su obra, lo único que tiene, lo que lo precede, el mismo dirige, escribe y produce sus películas, asume los riesgos monetarios de su propio bolsillo. Para John cada nueva película era una apuesta millonaria. Los gángsters son todos esos productores despiadados que están allí para impedir que llegues a cumplir tus sueños, “la vida está lleno de ellos” Decía con su resentimiento característico.


No concedió, no lo pudo hacer. Eso de tener que matar a uno de sus protagonistas era todo un desafío moral. Sus asistentes cuentan  que se pasó varios días discutiendo sobre si había que matar al viejo corredor de apuestas chino o no. Al final, después de una larga discusión con Al Ruban, su productor, decidió ejecutar al anciano. Pero las dos muertes principales que se ven en la película están deliberadamente saboteadas. Simple y llanamente no se ven, no se entienden muy bien, como si Cassavetes se hubiera arrepentido justo cuando Vitelli ha apretado el gatillo.

La cámara está allí, sirviéndole al actor. Ella es esclava del intérprete. Los planos son frontales, descarnados, lejísimos del profesionalismo tan característico en Hollywood. La iluminación es deficiente y los decorados pobres. Ben Gazzara, el actor principal de esta película, discutió varias veces con Cassavetes sobre los números que tenían que interpretar las chicas del cabaret, Gazzara sostenía que era mejor hacer de este momento algo visualmente hermoso. El director que iba en contravía de todo tipo de convencionalismo dijo que en la vida real un hombre como Vitelli haría esos números de una manera descuidada y  ordinaria, tal y como aparecen en el filme. A mi en lo particular me encanta la figura de Mister Sofistication y las muchachas invitando ingenuamente a su público a que se imaginaran por un momento que estaban en París. La cámara está encima de los rostros de las muchachas, estamos no en el cabaret sino en el escenario, con ellas.

Nadie como él para retratar la vida, por momentos creemos que estamos viendo un documental, como cuando en una de las escenas finales Cosmo sube al camerino a alentar a sus muchachas. Con la bala ya adentro, Vitelli se niega a morir, insiste en bromear, en decir que el show debe continuar. Vitelli con una bala adentro todavía está afuera esperando que llegue gente y llene el local, con la misma ansiedad que John Cassavetes asistía a sus estrenos, esperando ver la sala llena y buscando afanosamente que la gente permaneciera expectante hasta el final, cuando se levantaban a aplaudir frenéticamente. John ya tenía el estómago inflamado por culpa de la cirrosis y sin embargo aguantaba con estoicisimo y terquedad como soportaba el dolor Vitelli.


En el estreno Cassavetes se ilusionó al principio viendo como la gente hacía una fila enorme para verla. Ellos estaban buscando una historia parecida a Una mujer bajo la influencia pero cuando vieron que al frente había un tipo que sonreía todo el tiempo y donde no pasaba nada, la gente desilusionada fue despoblando la sala. Los pocos que se quedaron hasta el final terminaron abucheándola. Ni siquiera sus más cercanos amigos tuvieron algo bueno que decirle, por ahí y a manera de consuelo le dijeron que era una película “Interesante” lo que querían decir en realidad era que no habían entendido nada.

A ningún crítico le gustó, Pauline Kael volvió a recomendarle a Cassavetes dedicarse a la actuación y olvidar el capricho ese de ser director. La película después de cinco semanas estaba muerta.

Nunca pudo recuperarse de este fracaso. Su film posterior Openning Night tuvo que esperar tres años para ser estrenado porque no pudo encontrar los recursos que necesitaba para terminarla. La que iba a ser la película que le daría la independencia económica definitiva terminó convertida en la más estrepitosa de las derrotas. Decían que se ponía de mal genio con que tan solo le nombraran la película. Sentía que había matado en vano.

El tiempo se ha encargado en redimirla, como con la totalidad de su obra. Sus películas son un llamado desesperado al riesgo, a la inventiva, a volver a la magia que hizo de este arte el oficio del siglo XX. Cuando veo que una película independiente cuesta en Estados Unidos 30 millones de dólares me muero de la risa. Para hacer sus sueños realidad Cassavetes invertía todo lo que ganaba como actor y a veces hasta llegó a hipotecar su casa para costearse sus producciones. Siguió así, convencido de que tenía algo bueno a pesar de que en su país fue rechazado sistemáticamente y que solo en Europa lo consideraban un genio.


Sólo Rosellini puede llegar a ser más humano que Cassavetes, hoy en día no se puede vivir sin su cine, sin sus películas, sin tipos  como Cosmo Vitelli que lo dan todo, que ni siquiera un balazo los puede llegar a detener. Nadie ha podido llenar el vacío que ha dejado Cassavetes, así me digan que él vive en cada uno de los nuevos directores independientes, eso es basura, pura demagogia. Nadie es capaz de asumir tantos riesgos, nadie apuesta tan duro. Hoy 24 años después de su muerte podemos empezar a contemplar su legado. Eso es mucho tiempo y nadie tiene la fuerza para esperar tanto.

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