El 24 de marzo de 1948 hubo en la plaza de Santa María de
Bogotá una corrida de toros. El último
de los animales resultó ser bastante tímido, manso, cada vez que el torero lo
invitaba con su capote a embestirlo el toro se volteaba y miraba las graderías
atestadas de un público impaciente que con espuma en la boca pedía sangre. El
matador enfiló su espada y se la clavó justo en la parte de atrás de la cabeza.
Mal herido, el toro tambaleaba con la boca abierta pero se resistía a caer. De
un momento a otro la arena comenzó a llenarse de gente armada de navajas y
palos, se acercaron al toro y allí mismo ante el asombro del torero lo
despedazaron vivo.
"No soy un hombre... soy un pueblo"
Este hecho no era más que una premonición del estallido de
violencia que sacudiría al país dos semanas después. El 9 de abril de ese mismo
año Jorge Eliecer Gaitán había amanecido pletórico de alegría. En la madrugada
de ese día había acabado con éxito su defensa al teniente Cortés. El juicio fue
escuchado por todo el país a través de la radio nacional. En esa época los
juicios se escuchaban con la misma emoción y euforia que hoy en día puede verse
un partido de fútbol. El alegato de Gaitán había confirmado que sólo Laureano
Gómez podía ser su rival en el arte de la oratoria. A las cuatro de la mañana
se dio el veredicto absolviendo al militar. El líder del partido liberal había
sido sacado en hombros del estrado.
Esta victoria le garantizaba a Gaitán el apoyo incondicional
del ejército. Unos meses atrás había demostrado su impresionante influencia en
las masas con las espectaculares marchas del silencio y de las antorchas. El
hecho de que el conservador Mariano Ospina Pérez estuviera en el poder se lo
debía a la desorganización del partido liberal. En las elecciones de 1946 el
liberalismo decidió tener dos candidatos, Gabriel Turbay y Jorge Eliecer
Gaitán. Entre ambos recaudaron más de 800 mil votos lo que constituía el 58 por
ciento de la población votante. Ospina Pérez apenas había obtenido el 42 por
ciento, pero a pesar de ser minoría el partido conservador había vuelto a la
presidencia por culpa del suicido que habían cometido los liberales.
La turba arrastrando a Roa Sierra
Dos años después
Gaitán había consolidado su imagen de líder absoluto del pueblo. Ahora el sería
el candidato único del liberalismo. Lo
más seguro es que el pueblo lo elegiría presidente de la república en las
elecciones de 1950. Había llegado la hora de que los menos favorecidos fueran
escuchados, la oligarquía tenía los días contados.
Al mediodía estaba en su despacho, rodeado de su círculo más
íntimo. El doctor Plinio Mendoza Neira propuso un almuerzo para celebrar la
victoria . Bajaron por el ascensor. El portero del lugar contó días después que
toda esa semana había visto a un individuo bajito, como de un metro sesenta,
mal vestido, con mirada de fanático apostarse cada mediodía en la entrada del
edificio “Yo no dije nada porque como al doctor Gaitán venía a visitarlo gente
de todo tipo… de la más normal a la más rara”. El hombre estaba allí, fiel a su
cita y cuando vio que las puertas del ascensor se abrían y de él salía el líder
con sus compañeros de lucha, salió del edificio y lo espero afuera. Los
testigos afirman que una vez en la calle el doctor Mendoza Neira le pidió que
se adelantaran unos metros para hablar de un asunto pendiente, una vez hicieron
esto el hombre volvió a aparecer, pálido, con la mira destilando fuego, Gaitán
alcanzó a verlo, intentó retroceder pero ya era tarde. El hombre disparó tres
veces antes de caer, una vez en el piso lo remató con otro balazo.
El joven Fidel en el Bogotazo
El tiempo pareció detenerse. Incrédulos sus compañeros se
agacharon y miraron al Jefe el cabello le caía de manera desordenada por la
frente y un hilito de sangre le salía por la boca, tenía los ojos abiertos y se
le pusieron completamente blancos. Si se acercaban a él podían escuchar unos
gemidos muy débiles. Pararon un taxi, lo metieron allí. Cuentan los que estaban
en el Gato Negro el café que quedaba
justo al frente del edificio,que una vez se fueron para el hospital los
transeúntes que pasaban por el lugar donde se realizó el atentado se agachaban
a empapar sus pañuelos de la sangre del líder inmolado “Después se arrodillaban
a rezar por la salud del Jefe, mientras lo hacían chupaban los pañuelos
empapados de sangre”. Era la 1:05 de la tarde.
30 minutos después El Jefe estaba oficialmente muerto.
Muchos de los espontáneos que destrozaron al toro en la
Plaza de Santa María. fueron los que acorralaron en una droguería del centro
bogotano a Juan Roa Sierra, quien ayudado por dos agentes de policía trataba de
resguardarse infructuosamente de una horda que minutos después derribaría la
puerta y terminarían sacándolo a la calle acabando con su vida a punta de
patadas, navajazos y golpes con piedras, cajas de embolar o pedazos de madera.
Cuentan los testigos que poco después de dispararle a Gaitán uno de los hombres
que acompañaban a Roa Sierra lo señalaron para que el pueblo, enceguecido por
la ira se encargara de lincharlo y así no pudiera hablar, no pudiera confesar
quien había ordenado el magnicidio.
El tranvía en llamas
La noticia de la muerte de Gaitán se extendió por toda la
ciudad. Los policías completamente amotinados repartieron fusiles al pueblo.
Este sin ningún tipo de organización saqueaban ferreterías, talleres,
estaciones de gasolina, buscando cualquier objeto contundente que pudiera
servir como arma. Bajaron de los barrios, desfilaron por toda la carrera
séptima como un río humano, llegaron a la plaza, arrastrando el cadáver
destruido de Roa Sierra y poniéndolo en toda la entrada, avisándole al gobierno
que con el pueblo no se juega.
Fidel Castro era un estudiante de derecho que estaba en
Bogotá convocado a una reunión de estudiantes latinoamericanos. En sus
declaraciones dice que nadie organizó la revuelta, esta fue espontánea, brotó
del fondo del corazón de los gaitanistas indignados al ver como habían
acribillado a su líder y que esta desorganización fue precisamente lo que
terminó en pocas horas con la revuelta.
Destruyeron el tranvía, entraron al diario conservador El siglo y quemaron su imprenta, el
incendio se extendía por Bogotá y amenazaba con carcomérselo todo. Ospina Perez
y su esposa Berta esperaban resignados a que la turba entrara al palacio y los
linchara. Todo eso estuvo a punto de suceder si el pueblo no hubiera caído en
la tentación de saquear los estancos.
El pueblo sitiando el palacio de gobierno.
A las cinco de la
tarde mientras un aguacero azotaba a la capital del país, la multitud estaba
completamente borracha y había olvidado su ambición de tomarse el poder. En el
palacio presidencial Darío Echandía, el liberal más fuerte después de Gaitán,
transaba con el gobierno conservador la paz, una paz de mentiras, infame, una
paz que protegía a los asesinos, que le apostaba a la impunidad.
El estallido se aplacó en Bogotá, pero fue imposible
convencer a los campesinos liberales de los Santanderes, del Tolima, del Cauca,
que había que olvidar que Jorge Eliecer Gaitán, el líder del pueblo había sido
asesinado. Acorralados por la represión conservadora los campesinos se armaron
formando lo que después se conocería como guerrillas liberales. La violencia en
Colombia entraba en su segunda fase, una etapa que todavía no hemos terminado.
Y que pasó con la semblanza de nuestro patriarca Josué?
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