El escritor refinado que viaja a una ciudad de provincia por
motivos de trabajo siempre se burla ante el arribismo que encuentra en la
sociedad local. Humbert Humbert está visitando casas buscando un buen lugar
para pasar sus seis meses. La casa de la viuda Haze está muy bien… si no fuera
por su rolliza anfitriona. Su lengua irrefrenable marea al silencioso escritor,
sus ínfulas de ser una mujer culta y de conocer muy bien “Lenguas romances”
como el francés hacen que descarten de plano cualquier posibilidad de ocupar la
habitación disponible. Ni siquiera el hecho de que la buena señora Haze
recalque que ella cocina “Los mejores pasteles de fresa de la ciudad” hace que
Humbert piense por un momento en aceptar la oferta.
Por pura formalidad le pide
el teléfono para llamarla en otra ocasión. La viuda, acostumbrada últimamente
al rechazo sistemático de cuanto hombre se le cruza en su camino le pide tan
sólo que la acompañe a ver el jardín. “Nadie puede resistir su belleza” de mala
gana el escritor la acompaña y allí ve entre los cerezos en flor, a una
jovencita de doce años de perturbadora belleza tomando en bikini el sol.
Viéndolo bien la casa no está nada mal. El huraño novelista le pregunta a la
casera cuando podría pasarse, ella responde con el corazón en el pecho e
imaginando que por fin después de siete años sin marido una mosca ha caído en
la telaraña, que se puede pasar ahora mismo si quiere. El hombre acepta
complacido. Cuando ella le pregunta cuál ha sido el motivo por el cual él
cambió de opinión, Humbert Humbert responde mirando de soslayo a Lolita “Han
sido los pasteles de fresa”.
De esta manera, jugando al borde de la censura, justo antes
de la revolución sexual, el joven director Stanley Kubrick pudo adaptar la
polémica novela Lolita de Vladimir
Nabokov. Cerca de año y medio duró el proceso de pre-producción, primero
convenciendo a los productores de la MCA que la película no trataría un tema
escandaloso sino que tan solo lo bordearía, después argumentándole a una
estrella de peso que el hecho de que fuera a encarnar al escritor pedófilo no
constituiría el final de su carrera sino que al contrario, sería todo un reto. Estuvieron
a punto de hacer firmar a Lawrence Olivier pero el actor inglés declinó en
último momento. Cuando empezaban a mirar actores de menor calibre apareció
James Manson, quien en un primer momento había rechazado la propuesta pero que
acosado por graves problemas económico decidió jugársela y aceptar encarnar el
papel de un sicópata solapado, frío y pedófilo. Una de las grandes virtudes de
Manson es que a pesar de que Humbert Humbert es un ser despreciable logras
sentir algo de simpatía gracias al talento de este gran intérprete.
Otro reto fue el de conseguir a Lolita. Se cuenta que
Kubrick le hizo casting a más de ochocientas jovencitas hasta que apareció Sue
Lyon, una preciosa actriz de catorce años cuya cara y simpatía recordaban
peligrosamente a los pasteles de fresa. Le envío la foto a Nabokov y este no
tardó en responder en que efectivamente esta era la Lolita indicada.
Esta no es solo una película sobre un cincuentón enamorado
de una niña de 12 años sino sobre la obsesión que pueden tener los seres
humanos con respecto a un ideal y la desgracia que conlleva tratar de
transformar esa fantasía en una realidad. La viuda Haze (Otra vez Shelley
Winters haciendo de una mujer burlada y maltratada por su esposo como la viéramos
vilipendiada y humillada por Robert Mitchum en La noche del cazador ) se enamora perdidamente no de Humbert
Humbert sino de esa idea de no volver a dormir jamás otra noche sola en su
cama. Cuando logra acceder a ese sueño se da cuenta de que la realidad no es
tal y como ella esperaba. El escritor prefiere estar horas en el baño que
compartir el lecho con su rolliza esposa. Cuando Humbert Humbert logra su botín
y se queda viviendo con la muchachita se da cuenta de que la excesiva
diferencia de edad no es otra cosa que un abismo que los separa
inexorablemente. El dolor que alguna vez sintió la viuda Haze, esa rabia que
puede conducir a alguien al asesinato es el mismo que ahora el novelista
siente.
Mención aparte la escogencia de Peter Sellers para que
interpretara al dramaturgo Quilty, el tipo con más onda del lugar, el
treintañero por el cual todas las chicas de quince están locas, el vampiro
sicótico que va detrás de su presa no tanto por el placer que le daría
revolcarse en su cama con una ninfa sino por desagradar al monstruo que se le
ha adelantado llevándosele la presa. Como ningún otro director Kubrick logró
explotar la versatilidad que tenía el cómico inglés a la hora de interpretar
varios papeles dentro de una misma película. Esto se verá todavía con mayor
amplitud en el proyecto inmediatamente posterior , El doctor Strangeloved.
Pocas películas de dos horas y media tienen la potencia y el
ritmo que presenta este clásico que a sus cincuenta y dos años todavía puede
verse con el mismo interés que se vio en su estreno. Esta es la película que
partiría definitivamente la filmografía de Stanley Kubrick en dos. Después de Lolita no volvería a trabajar en Estados
Unidos y se afincaría definitivamente en su fortaleza inglesa.
Fortaleza en la que permanecería hasta su sorpresiva muerte
tres décadas después.
Es James Mason, sin "n" intermedia.
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