13 de noviembre de 2009

Los fans de Sean Penn


Into the wild es la confirmación de que cualquiera puede hacer una película de autor. Sean Penn es un niño bien, hijo de un padre millonario y famoso (Arthur Penn), desde su más tierna infancia se sintió diferente, un hombre que odia el show business. Para demostrarle al mundo del espectáculo lo poco que le importaban sus comentarios se casó con Madonna. A los pocos meses Penn empezó a filmar la que sería una de sus escasísimas buenas películas, Tiro de gracia, allí conoció a Robin B. Wright, una rubia y rebelde actriz que promulgaba la conservación del oso panda de Tahití del sur y además era vegetariana. A partir de allí se consolidó con papeles donde hacia de bobo, de matón, de estúpido, de tarado, de delincuente, de queer; siempre con la misma cara y las lágrimas cayéndole por el rostro. Paralelamente a su brillantísima carrera como actor, comenzó a desplegar sus inclinaciones políticas. Aprovechando que el Katrina devastó New Yersey se remangó los jeans marca Girbaud hasta la rodilla y se fue en una barca e hizo un reportaje que estremeció a todos los niños rebeldes que votaron por Obama. Insuflado, tocado por la mano de Dios o del Che Guevara, quiso filmar la vida de un niño rico que cansado de la comodidad de su hogar se va un día -renunciando a una gran herencia y a un futuro brillante- a la montaña donde quiere encontrarse, como si fuera Ondin,a con todos sus antepasados que reposan en la niebla del bosque. Tres años después este insoportable homúnculo de Thoreau, muere de hambre y frío dentro de un bus abandonado en las profundidades de Alaska. Lejos de presentar una propuesta radical el hombre libre, que es Sean Penn, hace una película con todos los convencionalismos del videoclip, cámara lenta mientras el muchacho se baña en un paradisíaco lugar de Alaska, canciones de Johnny Mitchel mientras el muchacho hace autostop, dos horas y media de clichés y frases grandilocuentes.



Estoy seguro que Sean Penn se sintió muy contento con su ópera prima. Las críticas insuflaron su ya desproporcionado ego. Estuvo nominado a dos oscares y se ganó más de 13 premios en otros festivales y 36 nominaciones más. Incluso, como poseído por Lope de Aguirre, quiere irse a Maracaibo a filmar una película sobre la revolución bolivariana. Seguro hará la película de un chavista que quiere pasar a nado el Orinoco y se ahoga en el intento muriendo como un valiente, como le encantaría morir a Sean Penn y a Chávez. La crítica creó una horda de seguidores de este hombre libre, muchos dicen que Into the wild es igual o más importante que "On the road" de Kerouac. Los niños bien ya no buscan a Bukowsky sino el libro de Jon Krakauer en el cual Penn se basó para hacer la película.

No me molesta que exista Sean Penn, me molesta que vivan sus fans. Me molesta que aplaudan cuando la academia por fin reconoció su talento dándole un Oscar por interpretar a un marica envalentonado. Me molestan los que piensan que en 21 gramos está muy bien cuando nada puede estar bien en una película de González Iñárritu. Me escondería en un bus abandonado en Alaska solo para no escuchar a la gente hablar bien de Sean Penn. Pero lamentablemente le tengo mucho miedo a la soledad.

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