A pesar de que siempre estamos en los primeros lugares de
ese absurdo ranking que mide cuál es el país más feliz del mundo, los
colombianos carecemos de sentido del humor. El problema radica en que nos
tomamos demasiado en serio. Somos la raza que creó a Pablo Escobar a Carlos
Castaño, a Mancuso a Álvaro Uribe, gente profundamente admirada no solamente
por todo ese aura de poder que tienen sino porque son unos berracos que no
permiten que nadie se ría de ellos. Son gente seria que se hacen respetar donde
se paren.
En casos bastante raros existieron comediantes que trataron
de socavar la podredumbre social y política. Uno de ellos fue el recordado
Jaime Garzón. Con su programa Zoociedad, fruto de la unión creativa con Karl Troller y Eduardo Arias pudieron
burlarse de toda la corrupta clase política en una época todavía más complicada
que esta en cuanto a libertad de expresión se refiere, el principio de la
década del noventa. Nueve años después Garzón pagó el precio y terminó
estrellado en su camioneta con el cuerpo destrozado por las balas paracas.
Así responden los machos en Colombia cuando se meten con
ellos, frentiando porque si no frentías perdés el honor y de ahí para adelante
hasta marica te volvés.
El fundamento principal del sentido del humor es poder
burlarse de todo, lo sagrado, lo profano, de los demás y sobre todo de uno
mismo. En los ocho años de Uribe el colombiano aprendió a amar y a respetar su
bandera, su tierrita. Esta inyección de nacionalismo produjo un conato de
guerra con Venezuela y Ecuador. Los paisas, resguardados en sus montañas
estaban dispuestos a dar la vida con tal de defender ese país tan hermoso que
Dios les había dado: Antioquia. Hubo varios frentes de resistencia humorística,
pero ni los Rencauchados, ni Francotiradores, me hicieron reir. Yo creo que es porque se recurría
siempre al chiste tonto, a forzar una situación para hacerla graciosa y no
tuvieron la capacidad de ver que con solo mostrar la realidad era más que
suficiente para despertar el humor.
Colombia es de los pocos países en el mundo (junto con
Bolivia y Paraguay) donde todavía sus canales de televisión creen que el único
instrumento del humor es el chiste. Por eso en cada fiesta tenemos a un maldito
borracho contándonos un poco de cuentos verdes, subidos de tonos, repetidos
hasta el cansancio, machistas, violentos, sosos, aburridos, inaceptables. Nadie
es capaz de contar por ejemplo sus propias desgracias. No hay nada más gracioso
que nuestros propios fracasos porque nos rebelan lo que somos: Miserables
piojos en la cola de un elefante.
Los judíos si que saben explotar ese humor hasta el cansancio.
Sasha Baron Cohen en su personaje de Borat asume el papel de un periodista de
Kaskistán abiertamente antisemita. En Colombia, como todo se toma de una manera
literal muchos creen que Baron Cohen es un tipo que odia a los judíos cuando en
realidad no solo pertenece a esa raza sino que es un practicante acérrimo y
consecuente, de esos que revisan una ensalada para comprobar si no se le ha
colado al chef un pedacito de cerdo.
Woody Allen, Larry David, Jerry Seindfield también son
representantes del gran humor judío, los tres no solo se ríen de ellos mismos
sino que se atreven a ironizar sobre lo absurdo que es la vida, lo cursi que
son los conceptos de patria y religión. Se orinan encima de todas esas
guevonadas que nosotros como fieles representantes del tercer mundo creemos
sagradas.
Somos literales, básicos. No sabemos leer entre líneas. Por eso
creemos que los gringos son tontos “Porque se ríen de unas bobadas….” Ni hablar
de los ingleses. Acá en los setenta nuestros papás adoraban a Benny Hill porque
en una época mojigata el carnicero inglés les traía viejas casi que empelotas. Este
es uno de los pocos países en occidente donde las películas de Eddie Murphy se
reciben bien y fue el único país de Latinoamérica donde la tercera entrega de Mi
abuela es un peligro fue un éxito absoluto de taquilla.
Hay esfuerzos independientes de gente linda, super refinada,
gente de vanguardia me entiendes que quieren que dejemos de ser los herederos
de Montecristo y Alfonso Lizarazo para convertirnos en Sarah Jessica Parker.
Chicas muy sofisticadas son las que llevan la batuta. Una de ellas es Isabella
Santo domingo quien desde que escribió Los
caballeros las prefieren rubias está convencida de que es la Diablo Cody
colombiana. Lo peor es que muchas peladas que pasaron por una universidad bien
creen que Isabella y su maldita serie (Porque el libro se ha convertido en una
serie) les están mostrando el camino de la tan mentada liberación femenina;
estudia, consíguete un buen puesto donde te paguen súper bien y te veas muy
linda para que lleves a la cama al hombre que quieras.
Isabella como su hija, o su homúncula, Alejandra Ascárate
están convencidas de que son dos mujeres super inteligentes y además hermosas. Gente
muy interesante, de lo más graneadito que ha dado la pobre oligarquía
colombiana. Muchachas (eternamente muchachas) que van cuando quieren a París,
se comen a un argelino muy bueno, pagando muy bien por supuesto y luego llegan
a Colombia a enseñarnos como es que por allá en esos países fríos la gente se
ríe.
Yo no tengo nada contra la gente bruta, muchos son amigos
míos y la gran mayoría viven felices. Lo que no soporto es a un imbécil
dándoselas de interesante. Peor, a una idiota dándoselas de graciosa. La
columna de la Azcárate no es mala porque se metió con las gordas, es mala y
merece toda nuestra desaprobación es porque simple y llanamente no es graciosa.
Cualquier palabra que yo diga sobra, todo eso ya lo escribió el gran Ricardo
Silva Romero en su columna de El Tiempo.
Lo bueno que dejó la metida de patas de la Azcárate es que abrió un debate sobre el pobre nivel en que se encuentra el humor nacional. Desde el cine donde Dago encontró una fórmula y ya no se preocupa por contratar a un guionista sino que va pegando chiste tras chiste como si una película fuera un chorizo hasta en la radio donde el Cuenta huesos y Risa Loca son los reyes de la tarde.
El otro punto bueno es que posiblemente a Alejandra no le den trabajo durante un resto de tiempo. Y eso me alegra porque yo aborrezco a gente como ella, la niña que juega a ser loca, irreverente. Una copia
extraña y anémica de Carolina Sabino cuando estaba de moda en los noventa. En
el programa más asqueroso que se recuerde en mucho tiempo, Colombia tiene talento Alejandra jugaba a ser despiadada con ese
poco de indigentes que se presentaban sobre ese inmundo escenario a hacer lo
que más sabe hacer el colombiano promedio: el ridículo. Ella estaba convencida
de que era la versión latina y hot de Simon Cowell.
Azcárate, Santo Domingo, el imbécil ese del Santiago Rodríguez, Suso el paspi, Pirry, en fin todo ese humor frívolo, con ese falso desparpajo, esa falsa
denuncia, representa la imposición total del fascismo en este país. Por algo
vienen con el sello de calidad RCN. Yo la verdad prefiero seguir viendo al
genial Jorge Velosa en el Chinche, con todo y que para dolor de los que
extrañamos esa serie tenemos que comprobar cada noche lo mucho que envejece.
Al parecer solo los pueblos civilizados y cultos pueden reírse
de si mismos. Nosotros estamos demasiado felices y orgullosos de nosotros
mismos para poder hacerlo. Desde que esto permanezca así estaremos condenados a
dos flagelos: las flacas frívolas y las gordas fabiolas.
Me encanto!
ResponderEliminarEl fundamento principal del sentido del humor es poder burlarse de todo, lo sagrado, lo profano, de los demás y sobre todo de uno mismo. En los ocho años de Uribe el colombiano aprendió a amar y a respetar su bandera, su tierrita.
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