Todos los días Primitivo se levanta mucho antes de que salga
el sol. Para cambiar la naturaleza solo cuenta con su voluntad inquebrantable y
su pica. Lleva varios meses insistiendo pero lo único que ha logrado hacer es
abrirle huecos a un terreno árido, seco, muerto. Al fondo el cañon se abre como
la boca desdentada de un anciano gigante. Si hubo vida por acá fue hace mucho
tiempo, cuando los hombres no andaban por el mundo. Los jornaleros se van del
lugar buscando la fortuna que da el verdor constante. Primitivo no lo puede
hacer, no tiene a donde ir,mejor quedarse, esperar a que Dios le vuelva su
voluntad y un día de estos la lluvia
aparezca para ablandar la tierra, para sacar de ella la poca vida que aún le
queda adentro.
El problema es que todavía le debe una plata a Don Crisanto.
El viejo le había dicho que acá con sólo tirar la semilla en el suelo salía el
fruto de entre la roca. Creyó, cuando se es pobre a veces no queda otro recurso
que creer. Al principio de la semana el viejo baja de entre las nubes a cobrar,
lo amenaza con despojarlo y darle ese pedazo de piedra y arcilla a los mineros.
Al viejo le sale espuma por la boca cuando ve a Flor, la mujer de Primitivo, “Un
día de estos voy a bajar cuando no esté el marido, ella abrirá la puerta y
entonces será mía así me rechace… así no le guste”.
La lluvia no es
sólo una reflexión sociológica sobre el problema de la tierra en el campo
colombiano sino que evoca en cierta manera el paisaje árido y hostil, la
atmósfera onírica que tienen los cuentos de Juan Rulfo. El terrateniente
hostil, cruel que parece salir de las profundidades del infierno, el jornalero
indefenso que llevado por una situación extrema es capaz de clavar el puñal en
la barriga del que venga a violentar y sobre todo el sacrificio; Si quieres que
los dioses te escuchen no te conformes sólo con elevar plegarias al cielo, a
veces ellos necesitan que riegues sangre de un ser vivo, demostrarles cuanto
los respetas matando a un semejante.
Con muy pocos recursos y apoyado por sus amigos que es al
fin y al cabo los que te ayudan siempre a la hora de emprender una locura tan
grande como es hacer cine en provincia, Mario Niño consigue hacer un
cortometraje sólido, redondo, de una sorprendente belleza. El realizador
santandereano consigue alejarse de su entorno natural, el del suburbio urbano,
el de las historias de jovencitos que alejar sus penas en una bailanta. Las
dudas que habían ante ese cambio se han disipado y con La lluvia ha demostrado madurez y que está listo para enfrentarse
al gran reto de realizar un largometraje, el primero que se realizaría en
Santander.
Dotado de una gran sensibilidad y de una capacidad innata
para componer un plano, Niño escribe un relato fluido, donde sus personajes no
cometen la torpeza de explicarlo todo en diálogos, al contrario La lluvia está llena de silencios, de
miradas, demostrando que el autor de Love
Story está dominando cada vez con mayor propiedad el lenguaje
cinematográfico.
Es maravilloso que todo eso que prometió Mario Niño desde el
2003 cuando estrenó su elogiado documental sobre la tribu urbana de los
cumbieros hoy está concretándose. Necesitamos que la empresa privada y la
administración municipal siga apoyando estas iniciativas, lo que necesita Mario
y los nuevos realizadores bumangueses es mantenerse activos, en contacto
directo con un plató. La única manera de dominar un oficio es trabajando.
Esperemos que las condiciones para hacer cine en Santander no sólo se mantengan
sino que mejoren, se ha demostrado que hay talento, está en la iniciativa de
los gobernantes cuidar a los artistas, respetarlos, darles lo necesario para
que puedan concretar sus proyectos. Con los premios y menciones que tendrá La lluvia en festivales el cine
santandereano se hará visible ante la obtusa mirada de sus gobernantes. La ola
se ha levantado y nadie la puede parar.
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