Cada fin de semana la mansión de Gatsby se abarrota de
gente. Viene todo el que puede llegar desde Nueva York. El champagne y el
whisky fluyen como dos cascadas donde se sumergen los que nunca están sobrios.
Todos quieren olvidar los horrores de la
gran guerra, tener siempre presente que los malos tiempos nunca volverán. Son
los años veinte y la economía del mundo cabalga imponente. Hay suficiente
dinero como para llenar una piscina a punta de licor. Si te gusta la fiesta en
esta década serás feliz.
Nadie sabe con certeza quien es Gatsby, algunos afirman que
es sobrino del Kaiser, otros apuntan a que es un espía alemán, unos pocos están
seguros que ha matado a un hombre. El propio Gatsby cuenta su propia historia,
héroe en la primera guerra mundial, heredero de una incalculable fortuna familiar
, estudiante de Oxford, un tipo preparado para ser el rey de la arribista
sociedad newyorkina.
A pesar de sus estruendosas fiestas Gatsby nunca aparece en
ellas. Siempre está viéndolo todo desde la ventana de su despacho, esperando
que Daisy algún día aparezca entre sus bulliciosos y abusivos invitados. Ella
es la razón por la cual ha amasado una fortuna, por ella es que él hace esas
interminables celebraciones, es por esa mujer que ha comprado una mansión al lado
de la bahía, justo al frente del muelle donde vive ella y Tom Buchanan, su
déspota, racista, mujeriego y multimillonario esposo.
Francis Scott Fitzgerald fue de los primeros grandes
escritores que se dejó influenciar por el cine. En esta su novela más famosa se
ve el interés de su pluma por convertirse en una cámara; toda descripción
apunta a crear un plano, al describir la acción Fitzgerald impone una
imagen. Esta es la razón por la cual es
tan atractivo adaptar El gran Gatsby
(Esta es su cuarta adaptación), por esto y por la incapacidad absoluta de los
nuevos guionistas de Hollywood de crear una historia contundente, redonda…
original.
Cuando se anunció que el proyecto estaba en manos de Baz
Luhrmann se prendieron las alarmas. Sabíamos de entrada que al director
australiano no le iba a temblar la mano a la hora de adaptar la novela como a
él le diera la gana, ya habíamos visto lo que hizo con Romeo y Julieta y lo que había sacado de su cabeza en Moulin Rouge, por eso lo visto ayer no
me sorprendió en lo absoluto.
La mayoría de críticos están indignados porque Luhrmann no
ha respetado la célebre novela de Scott Fitzgerald, con sus afiladas uñas se
rasgan el rostro por que en vez de poner a sonar a Cole Porter o a King Oliver
le haya dado por ambientar las fiestas del millonario con canciones de Beyonce
o Jay K. Al insípido cine de nuestros días le hace falta propuestas arriesgadas,
directores que no le tengan miedo al fracaso y se esfuercen por ver en la pantalla
sus propias obsesiones, necesitamos un cine que vuelva a ser de los artistas y
no de los mercachifles de turno.
El aire kitsch que caracteriza las películas de Luhrmann a veces sofoca, pero al menos
estás siendo testigo de algo diferente, único. Mostrar la Nueva York de los 20
en 3D es otra propuesta osada que acá funciona muy bien. Claro, uno puede
achacarle a la película errores graves, como por ejemplo la pésima Daisy que
escogieron en esa poquita cosa que es Carey Mulligan o el exceso de efectos
especiales en los que cae la película o la última parte en donde el ritmo decrece
y te empiezas a inquietar en la butaca pensando en que afuera hay una ciudad
esperando por ti y que la vida es demasiado corta como para que la malgastes en
una sala de cine.
Pero estos errores se terminan aceptando porque acabas de
ver no una adaptación de una gran novela norteamericana sino la lectura que
hace un director de cine de un clásico. El debate no debe abrirse en el hecho
de si la película es fiel al libro o no, si no determinar que son dos lenguajes
completamente diferentes. En ese sentido el Gatsby de Jack Clayton es recordado
con cariño por cierto sector de la crítica ya que fue fiel a la idea de Scott
Fitzgerald mientras que a mi me parece un ejercicio académico respetable pero
absolutamente estéril y aburrido
Lo importante de este Gran
Gatsby es que Baz Luhrmann está de vuelta y que el estruendoso fracaso de Australia no ha modificado su personalísima
visión que tiene del cine. Con el tiempo esta película sin duda que ganará adeptos
y se convertirá por qué no en un clásico absoluto. Sales de la sala de cine con
la garganta reseca, esperando que te llegue el rumor de una fiesta apoteósica
ofrecida por un excéntrico y despilfarrador millonario. Lamentablemente para
nosotros los ricos son cada vez más tacaños.
Para los que tenemos a "El gran Gatsby" como una de nuestras novelas de cabecera, la película se excede de 'rosa'. Indudablemente, no fue difícil para Baz Luhrmann adaptar un libro como el de Francis Scott Fitzgerald al formato cinematográfico, dado que se trata de una narración bellísima, fresca, sincera, con metáforas sublimes y reflexiones inolvidables. Pero hay un exceso por querer asignarle un aire romántico que el libro no sólo no tiene, sino que tampoco busca. Muy bien logradas las actuaciones de DiCaprio, Tobey Maguire, Joel Edgerton (su interpretación de Tom Buchanan es de lo mejor del film). El papel de Nick Carraway le asienta de maravillas al rostro taciturno y melancólico de Spider Man. Sacando la onda 'hiphopera' de la banda de sonido, es un film fiel a la novela y bien logrado. No decepciona a los lectores de Firzgerald.
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