2 de julio de 2013

GUERRA MUNDIAL Z. La taquilla por encima de todo

Lejos estaba George Romero de creer que estaba fundando un imperio de billetes verdes cuando estrenó esa peliculita medio amateur a la que bautizó La noche de los muertos vivientes. Cuarenta y pico años después los zombies han llegado para quedarse. En algunas ocasiones ha dejado de ser un simple placer culposo para convertirse en obras maestras, no sólo del cine (28 días después), la televisión (The Walking dead… que duda cabe) sino que también de la literatura.
Tengo que confesar que no he podido leer Guerra Mundial Z, la novela escrita por Max Brooks.  Los que la han leído afirman que la novela no es más que una sátira hacia el sistema político y económico norteamericano. Es mucho más que gore gratuito, así la sangre abunde en el relato. El hijo menor del genial cómico Mel Brooks ya había demostrado su talento y su obsesión por esos muertos que caminan con su Guía para sobrevivir a la invasión Zombie pero fue con su Guerra Mundial que se ganó el respeto absoluto de la crítica.

Harto hemos recalcado que la literatura y el cine son dos lenguajes absolutamente diferentes. Tenemos una imagen del libro en la cabeza que por lo general no corresponde a la lectura que puede hacer el director simple y llanamente porque son dos mentes completamente distintas y separadas. Además que existe un tiempo, un espacio en cada una de estas artes que hace incompatible una manera de narrar de la otra. No se puede esperar que la novela pueda ser llevada al cine de una manera literal. Habrán algunos aspectos que se dejaran por fuera ya sea por qué estos funcionen como literatura pero fracasen a la hora de ser transformados en imagen.
Pero cuando el sentido completo del libro es trastocado sólo para explotar una parte del relato con el único fin de llevar más incautos a la sala del cine, la adaptación se convierte en una traición absoluta. Nada de lo que plantea Brooks en su libro aparece en esta película dirigida por el siempre competente e impersonal Marc Foster. Cuando Plan B Enterteiment, la productora de Brad Pitt ganó la puja por los derechos de la novela en el 2006 se contrató a Matthew Michael Carnahan para que escribiera el guión. El resultado al parecer no dejó conforme a los altos ejecutivos quienes veían alarmados como su soñada invasión zombie se convertía en una trama de conspiración política que sin duda respetaba la intención del autor de la novela.
Es por eso que después de entregar el primer borrador se le da la responsabilidad a Damon Lidelof de aligerar un poco la carga política y acercarse más al blockbuster esperado. El resultado fue que el escritor de Prometeo quedó encerrado en un laberinto y tuvo que venir el eficaz Drew Goddard, guionista entre otras de muchos capítulos de Lost, Buffy la cazavampiros y director de la interesante La cabaña en el bosque, para terminar de escribir esta historia plagada de clichés, de citas, de lugares y situaciones comunes. Con Goddard se limpiaría la historia de sangre y situaciones y frases inteligentes asegurándole a Plan B la entrada masiva del público a la sala de cine.

Después de todas las dificultades que tuvieron que pasar, de los cambios de guión, de la supreción completa de algunos personajes en escenas que ya había sido robadas y que por culpa de ese despelote el presupuesto del filme se disparara dramáticamente de 60 a 175 millones de dólares se estrenó por fin Guerra Mundial Z.
Para alivio de Brad Pitt y su naciente productora la película consiguió solo en su primer fin de semana la friolera de 65 millones de dólares. La inversión al menos se recuperará con creces. Por momentos sientes que la historia te engancha. El fin del mundo es un espectáculo muy atractivo visualmente, sobre todo si el golpe lo propina una horda de cadáveres caminando. Sin ningún tipo de inconveniente ya te están manipulando, los problemas han dejado de existir y el cine cumple con su misión de alienarte. El problema es que una producción que tenía la historia para ser un clásico sucumbió ante la exigencia comercial.
Independientemente de que el entramado político ya no esté allí, los tres guionistas encargados de escribir la historia debieron haber creado personajes creíbles, por los cuales uno pudiera sufrir. Hacer la historia porque no de una familia disfuncional que ante un apocalipsis zombie podrá reafirmar sus valores. Pero no, al parecer al único personaje que se le prestó atención fue al del propio Brad Pitt quien aparece en cada una de las escenas limitando seriamente el relato.


Queda claro con las cifras recogidas esta semana que la intención de los productores de hacer un final abierto para hacer de la novela de Brooks una trilogía ha funcionado a la perfección. Viendo el paso veloz de los zombies, sus movimientos completamente increíbles nos imaginamos que para la segunda parte estos muertos vivientes volarán de un edificio a otro y porque no botaran fuego por sus fauces. Que se le va a hacer… son las exigencias del mercado. Las películas ahora se hacen con la misma eficacia con la que fabrican las salchichas. Son sólo productos en serie, destinados para el consumo masivo. Ya no se trata de pensar mi querido amigo, ahora solo se trata de masticar.

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