El niño quiere venganza. Ha visto como un maldito policía corrupto le ha aplastado la cabeza a su padre con los cascos de su caballo. Los sesos desparramados por el suelo. Su padre era un payaso, la guerra civil lo ha encerrado en un maldito campo de concentración. Ha enloquecido, ha decidido la subversión pero su revolución ha durado un par de minutos.
El niño crece con la imagen del cráneo de su padre aplastado incrustada en su memoria. Se convierte en el payaso triste, aquel que recibe los golpes y los insultos del payaso feliz. Su cara patética le servirá para agudizar la melancolía, la lástima. Pero nadie, ni siquiera un payaso triste podrá soportar sin revirar, todos los golpes que le da la vida.
Es entonces cuando la desmesura desbordará la pantalla y Alex de la Iglesia nos volverá a sumergir en sus mundos bizarros, extraños, maravillosos. El circo, los payasos, como Fellini unas décadas atrás. Su homenaje para los clown en esta película incalificable. Y en el trasfondo la historia de las dos Españas, la de la Guerra Civil y la medieval que impuso Francisco Franco. Es notable que lo popular siempre aparezca en los filmes de Alex de la Iglesia. Ahora le ha correspondido el turno a Raphael. El nombre se lo debe a una desconocida canción del interprete español quien aparece unos momentos cantando Balada triste de trompeta.
Mientras que la película era injustamente menospreciada por la crítica, Tarantino la celebraba en un sórdido cine de Pasadena. No se puede juzgar el guión, la estructura narrativa, las actuaciones cuando tienes imágenes tan potentes como las que propone De la Iglesia. Su cine no está hecho para deducir fáciles interpretaciones sino que es una sucesión de choques eléctricos que te estallan directamente en la médula. Surrealismo puro. Un payaso desfigurado con dos metralletas, una trapecitas partida en dos en su mortal caída, otro clown que hace reír para no matar y en el trasfondo la historia de España, los años finales de Franco el auto de Carrera Blanco volando por una explosión hasta el último piso de un edificio. Collage visual muchas veces sin sentido, disparatado como esos años locos que precedieron el desparpajo de la movida madrileña.
El payaso triste se sirve un buen plato frío de venganza. Ofrece un faisán a Franco de rodillas y cuando empieza a obtener la misericordia del generalísimo el gordo payaso, el patético payaso le muerde la mano al dictador.
Los espacios encerrados a los que nos tiene acostumbrados el autor vasco, ambientes expresionistas, exasperantes, en una risa que se te atraganta en la garganta, que te sofoca. España vuelve a darle al mundo un artista repleto de imágenes potentísimas como las tenían los pintores, los dramaturgos del siglo de oro. Fue una lástima pero a la vez perfectamente comprensible que su paso por Hollywood en 2007 con sus Crímenes de Oxford haya sido tan desafortunado, tan despersonalizado.
Una película ideal para encender cáñamo y consumirlo a grandes bocanadas, verla a través del humo que ayuda a abrir las puertas incrustadas dentro de cada una de sus desquiciadas secuencias. Una excusa perfecta para adentrarse en la historia de España según un loco genial. Una película diferente, originalísima, surrealista y bizarra. Cine para ser fumado.
1 comentario:
Tal vez lo mas impactante de esta película es lo trepidante de la narración. Cada dos minutos sucede algo. Un asesinato, una bomba, una mordida a un dictador. Y lo mejor es lo consecuente que suele ser el argumento: Javier es destinado a ser el payaso vengativo y así sucede. En fin, muy buena película para ser fumada.
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