3 de noviembre de 2009

UN HERMOSO CADÁVER INSEPULTO


La casa estaba sobre una de esas sucias calles de San Telmo. Un cartel enorme anunciaba que estaba en venta. El cartel tapaba la puerta así que tuvimos que agacharnos para entrar. Durante dos años funcionó en esa casa lo que queda de la otrora poderosa Zoetrope, la compañía cinematográfica fundada por Coppola treinta años atrás. Este fue el cartel general en el cual el realizador neoyorkino lideró su proyecto Tetro, largometraje íntegramente rodado en la Argentina y cuyo rodaje despertó polémica por la manera como se trató a la mano de obra local. Después de un largo pasillo venía una rudimentaria sala de proyección. Allí estaba Walter Murch con su equipo de montajistas. La de hoy sería la primera visualización del montaje final de la película.

Me había prometido ver la película fríamente, sin caer en la emoción dulzona que tenía al estar en la primera visualización de una película de uno de los tres directores vivos más importantes del cine. Lamentablemente no me tuve que esforzar mucho. Si Francis Ford Coppola viene a filmar a la Argentina es porque es más barato, no porque la historia requiera los escenarios de este país ni porque exista un interés particular. Uno de los técnicos que vio conmigo la película me contó que vino a este país a cerrar la compra de un viñedo en Mendoza y que “de paso” podía hacer una película. Lo mismo pasó hace unos tres años cuando en Rumania hizo ese esperpento pretencioso llamado Youth Without Youth (Juventud sin juventud).
Durante meses creímos que Coppola estaba haciendo la gran historia de inmigrantes italianos que llegaron a la Argentina durante la primera mitad del siglo XX. Una historia monumental y que nadie nunca ha contado. Nada está más lejos de lo anterior. Tetro es la historia de un escritor que quiere huir de la poderosa presencia de su padre, un laureado director de orquesta (otra referencia a su enorme álbum familiar, pues Tetro es otro de los alter egos de Coppola ya que Carmine, su padre, fue un destacado compositor) y por eso es que viene a refugiarse a una de las buhardillas de La Boca.. Hasta allí va a buscarlo su hermano menor para convencerlo de que vuelva a Nueva York, a la civilización. Tetro (encarnado por Vincent Gallo) se resiste a irse, una tarde llega a su buhardilla y encuentra a su hermano leyendo sus escritos, se enfurece irracionalmente hasta el punto en que arremete con violencia contra el pobre jovencito. Sobre esta pareja de gringos revolotean sin cesar los actores hispanoparlantes, de quienes nadie sabe qué carajos hacen allí, son como parte del decorado, extras que -entre otros privilegios- tienen el de poder decir alguna frase mal hilvanada. El desconocimiento total de la cultura porteña lleva a que los personajes tengan costumbres que no están acordes a sus características. Si en Buenos Aires vives en La Boca es casi seguro que no puedas tener la posibilidad de realizar tus tertulias diarias o peñas en el Café Tortoni, pero Coppola, como cualquier turista, no hace más que sacar postales de la ciudad y lo único que le falta es llevar la trama a la Bombonera y al Obelisco porque hasta la operística y patética escena final donde el cadáver del gran compositor -que fue en vida el padre de Tetro- es velado, se lleva a cabo ¡en el Teatro Colón!.

Tetro sucumbe a la tentación de mostrar sus escritos, es un dramaturgo, un poeta, es la encarnación misma del arte. Al final -como en una pésima telenovela venezolana- se descubre que el gringo que vino a buscarlo no es su hermano sino su hijo (¡!) y ya la tolerancia que uno puede tener, por más de que al lado pueda ver al genial Walter Murch preocupado, se va yendo por una de las tantas cloacas infectas que tiene San Telmo.
Tal vez la historia del cine no ha dado un personaje más parlanchín que Francis Ford Coppola. Desde que se metió en la selva a hacer no una película sobre el Vietnam sino "el Vietnam mismo” la cantidad de declaraciones que ha dado este hombre podrían llenar perfectamente el cañón del Colorado. En noviembre del año pasado en una charla dada acá en Buenos Aires en la ENERC (la escuela del INCAA) dijo que ya era un hombre millonario gracias a sus viñedos y que por eso iba a empezar a hacer las películas que esos horribles productores le habían negado. Con Youth Without Youth y con Tetro entendemos que los productores no siempre son estas figuras vampirescas y castradoras, porque lo que le faltaron a estas dos películas fue alguien que le hiciera a entender a Coppola que las películas no sólo se hacen para uno hablar de sus obsesiones y de sus miedos sino que también está bueno de vez en cuando contar una historia.
Coppola quiere hablar de Buenos Aires y de Bucarest sin conocer estas ciudades. Acá en Buenos Aires se ganó la fama de tacaño; los actores y los técnicos quedaron francamente desilusionados. El actor argentino Mike Amigorena quien participa del filme dio estas fuertes declaraciones “No dejo de pensar en que sería otra cosa. Hubo muchos problemas con la producción. Coppola se puso a escatimar. Una cosa es que lo hagan acá y lo digan de frente y te digan “Che vamos a hacer una película pero no hay guita” y seguramente lo haga como hice quinientas… pero que venga un millonario, que venga y no te pague...no se si fue él, pero su producción fue poco seria. La verdad Coppola no me impresionó mucho, para mi fue un cero al as”.
El sentimiento fue generalizado y los resultados se ven en esta estrambótica y desafortunada historia. Para contar con más apoyo, el director de El Padrino, tuvo que llamar a estrellas locales como Susana Jiménez para que hicieran un cameo y así ganarse el favor de los medios.


Al finalizar de la proyección el grupo de técnicos se dispersó. Nadie aplaudió. La mujer de Walter Murch lo presionaba para que dijera algo, al menos para que diera las gracias en nombre de su amigo y compañero desde El padrino II, pero Walter no se volteó a mirarnos y me imaginé su rostro lleno de vergüenza y de añoranza por las hermosas películas que alguna vez hicieron juntos. “Igual debí haberle pedido un autógrafo” pensé, pero cuando me devolví la puerta con el cartel de “SE VENDE” ya estaba cerrada.

2 comentarios:

MegAlexandroSplendor dijo...

Pues yo quiero ser de Jamaica.

MegAlexandroSplendor dijo...

Fé de erratas: El primer comentario era para el post anterior.

Por otro lado, qué vaina con Coppola... de todos modos cuando pueda veré la peli para formarme una opinión propia sobre la misma.

Davis