27 de septiembre de 2012

LOS MIERCOLES CINE EN EL MUSEO. SHINE A LIGHT DE MARTIN SCORSESE. Ciclo Stones en el cine

Si existe algún director de cine que ha bebido directamente de las fuentes del rock para constituir su obra ese es sin duda Martin Scorsese. Uno de sus primeros trabajos fue editar Woodstock, en 1969. El riff de una guitarra rabiosa se deja escuchar desde el principio en Malas Calles donde Robert de Niro hace su aparición mientras suena Not Fade Away; y en Los infiltrados Jack Nicholson comienza a narrar su pasado teniendo como fondo Gimme Shelter. Desde el principio hasta al final con los Rolling Stones o con el Rock, que es lo mismo.



Hace un par de años Scorsese pagó las deudas que tenía con Bob Dylan en el monumental No direction home recorriendo la vida del bardo norteamericano hasta el momento en que sufre el accidente en moto que parte en dos su carrera. Ahora mata otro viejo demonio haciendo no un documental sino filmando un concierto de la exitosa gira A Bigger Bang; tal vez el concierto más íntimo que haya dado Rolling Stones en años y con un escenario tan especial como el Beacon Theatre en Nueva York. Scorcese los respeta y los admira tanto que no contó una historia sino que mostró simplemente a la banda de rock más grande del mundo en plena acción.

De entrada hay que decir que no es una película de Scorsese sino una película de los Stones. Porque con ellos ni Godard pudo mostrar más que su trabajo; al fin y al cabo eso es lo único que justifica a un artista. Es lo más cerca que podemos estar de ellos. Gracias a la fotografía de Robert Richardson vemos las arrugas de los sexagenarios abrirse como surcos; abuelos hiperquinéticos que disfrutan lo que hacen, que ya, desde la tragedia de Altamont, no creen en que pueden cambiar el mundo y simple y llanamente se divierten. "Es sólo rock ‘n roll pero nos gusta".


En tiempos donde sólo los DJ’s llenan estadios programando en un computador los ruidos que piensan mezclar es reconfortante volver a los Stones, saber que están allí, millonarios y milenarios pero siempre inclaudicables y vitales. Muchos los critican, preguntan qué hacen esos “viejitos” tocando, pero esos viejos todavía son la vanguardia y a nosotros nos recordarán como los contemporáneos de los Stones y de los Beatles, así como recuerdan a los contemporáneos de Mozart y de Beethoven.

Un momento especial no sólo de la música sino del cine es cuando Keith Richards y Mick Jagger tocan después de cuatro décadas As tears go bye, su primera composición. La tocan con todas sus fibras y uno desde la butaca ve a dos amigos deteniéndose a mirar el camino que han cruzado y luego se encogen de hombros y sonríen ¡What the hell!

DE ROMA CON AMOR DE Woody Allen. Que se jubilen los viejos


Los críticos sueñan con jubilar a Woody Allen. Cada vez que el resultado de uno de sus estrenos anuales no es una obra maestra empiezan a soltar la retahíla de siempre: Que se está repitiendo, que su inspiración y talento simplemente se han acabado. Con todas esas prevenciones fui al cine con la intención de ver una película de Woody, que desde los créditos apareciera el entrañable deja vu de mis días felices y todos esos sentimientos volvieron a florecer.
De Roma con amor mucho más que una buena película es un filme de su autor. ¿De que otra cosa se puede hablar sino de uno mismo? Esa es la finalidad de un artista cuando plasma su sueño. Allen se repite como lo hacía Dostoyevsky o Rosellini. Pretende ser consecuente con sus demonios y lo consigue.

Las cuatro historias que conforman la película son muy divertidas, alguna incluso utiliza el método prousiano del tiempo recobrado, tan caro en el cine de Bergman, en el Cría cuervos de Saura y sobre todo en la obra del propio Allen. Recuerden la visita al viejo barrio de Alvin en Annie Hall, a Juda volviendo a la casa de su niñez en Crímenes y pecados. Acá se le da otra variante porque al volver al barrio bohemio de Roma Alec Baldwin se ve a sí mismo treinta años atrás encarnado en el deliciosimo personaje de Jesse Eisenberg.
Te puedes morir de la risa dentro de la situación kafkiana del hombre que se levanta siendo la celebridad más importante de toda Italia, toda una reflexión sobre la premisa de Warhol de que todos tenemos derecho a 15 minutos de fama en la vida pero completamente potenciado por la imbecilidad de los realities que se han apoderado de la televisión del mundo. La presencia del gran Roberto Benigni refresca sin duda la pantalla.

Y bueno…. A reaparecido el cómico Allen, con un ojo bastante apagado, a punto de quedar sordo (Como Buñuel), pero con la misma vitalidad de siempre. A su lado la eterna Judy Davis, con su amor seco, negrísimo… irónico. El personaje de Woody es el de un jubilado de la industria musical que quiere volver a trabajar como sea. Viaja a Roma con su esposa para conocer al prometido de su hija. Él es un republicano radical que detesta Europa a quien considera “Decadente” sin embargo descubre que su consuegro, un enterrador cualquiera, canta como el mismísimo Caruzo cuando se está duchando. En una de esas estrambóticas ideas que caracterizaron su carrera como productor musical idea una ducha portátil para que cante como si estuviera en su propio baño y descreste al exigente público romano.
Los críticos dicen que esa no es Roma, que ahora el senil director se va a dedicar a fabricar postales para Lonely Planet, primero Paris y luego la capital italiana. A mi me parece que ha sabido jugar con el paisaje, con la arquitectura y la ha puesto en función de la narración. Sales de la sala de cine creyendo que el mundo es un lugar mejor, una sensación bastante parecida a la que sentía la gente después de ver una película de Capra.
Esperemos que estas postales maravillosas sigan saliendo de su mirada. El mundo necesita más películas de Woody Allen así a los críticos les moleste tanto que un maestro se niegue a jubilarse.

23 de septiembre de 2012

LA CARA OCULTA De Andrés Baiz. El enterrado vivo.


No existe nada más difícil que escribir un buen triller. Por eso mismo son los guiones más caros, más codiciados por algún productor. La sensación de desprotección que puede hacernos sentir una sala de cine a oscuras es única. Por momentos La cara oculta logra ese tipo de emociones. La mujer enterrada viva en las paredes de una casa viendo como su novio puede seguir la vida sin él, consiguiendo un nuevo amor, escuchando los jadeos del sexo puede enloquecer a cualquiera y sobre todo establece con el espectador una identificación inmediata. ¿No existe una pesadilla más terrible que la de ser enterrado vivo? Lean los casos que describe Poe en su cuento o lean lo que dice Tod Browning de uno de sus primeros trabajos.

Lamentablemente esta claustrofobia no está completamente lograda. El director apela a algunos efectos de sonido que buscan desesperadamente asustarnos pero no lo consigue.  Lo que si consigue asustarnos es la anorexia de Martina García. Admiro profundamente al representante de la actriz bogotana. La logró posicionar como un referente del cine colombiano a pesar de que no tiene ningún tipo de talento. Para ella actuar es desnudarse. La publicidad es un arma muy fuerte, de tanto verla en películas conozco amigos que dicen que está muy buena. A mí en realidad me provoca invitarla a un banquete de bienestarina.
El español Andrés Baiz conoce su oficio, la película es de una factura técnica realmente envidiable. Tal vez el talón de Aquiles de esta producción sean sus actores. Los españoles que actúan no despiertan ningún tipo de emoción. Humberto Dorado parece un fantasma por ahí rondando y apareciendo cada vez que puede en uno de los pocos espacios que le otorga la película.
Para mi el mejor momento es cuando Belén, la mujer que está encerrada, logra comunicarse con la amante de su marido usando las ondas que produce el golpear los tubos del drenaje, en el agua estancada del lavamanos. Los que ya empezábamos a perder interés la logramos recuperar por este diálogo extraño, desesperante. La secuencia tiene la altura de los grandes triller y por ella sola es que vale la pena que los que no la han visto lo hagan.
Dicen que se piensa hacer un remake en Hollywood, de entrada les digo que la idea será mejor aprovechada allá y básicamente porque ellos tienen mejores actores y los defectos que pueda tener el guión serán remendados con precisión quirúrgica.
 La cara oculta es una película digna de ser vista.

20 de septiembre de 2012

EL ABSURDO CASO DE ALBERTO JUBIZ HAZBUN.


Hace pocos meses este país sin memoria se escandalizó por el caso de Sigifredo López. Afortunadamente la presión pública fue tan fuerte y las pruebas que presentó la fiscalía fueron tan ridículas que por más que el fiscal quiso evitarlo, su arbitraria detención solo duró unas cuantas semanas. Dos décadas antes de que ocurriera esta infamia ocurrió otras peor, más extraña y absurda.
El 17 de agosto de 1989 el profesor de la universidad del Atlántico y  vicenconsul de Haití en Barranquilla Alberto Jubiz Hazbún llegaba a la ciudad de Bogotá con el fin de asistir a una capacitación sobre cultivos hidropónicos. Hazbún era químico de profesión y a pesar de sus 53 años el hombre no paraba de estudiar. Se encontró en la capital con viejos amigos y celebraron la vida con grandes cantidades de ron.

En la noche su amigo Edgar Perea lo invitó a ver el partido Millonarios- Junior desde la cabina de Caracol . Al salir del estadio, apesadumbrado por lo que el Pájaro Juarez le había hecho a su amado equipo tiburón se enteró de la noticia: En Soacha acababan de atentar contra el pre candidato liberal, Luis Carlos Galán Sarmiento. Las informaciones  eran difusas. Algunos medios decían que el político solo había sido herido en un brazo y que en ningún momento había perdido el conocimiento. Poco antes de llegar al hotel Hazbún se enteró por la radio de la noticia: Galán había muerto.
 El lunes 22 de agosto, pocas horas antes de salir en un vuelo a su ciudad natal se reunió con gente que había conocido en la capacitación y viejos amigos costeños radicados en Bogotá. En medio de la reunión aparecieron unos hombres fuertemente armados. Hazbún, acostumbrado a las celebraciones pantagruélicas, a las bromas desmedidas creyó que era víctima del humor de sus propios amigos. El rostro le cambió cuando los  policías le mostraron las armas que el supuestamente guardaba. El nunca había visto esa mini ingram ni mucho menos las dos nueve milímetros.  Es más a Alberto ni siquiera le gustaban las armas.
Violando todo tipo de proceso, rompiendo en mil pedazos la ley que lo protegía lo detuvieron. Pensó en llamar a la poderosa familia Char de Barranquilla. Él trabajaba para ellos y podrían atestiguar “Además mírenme a la cara y díganme si yo podría ser un asesino”. El policía no se inmutó, ni siquiera lo miró, se limitó a exhalar un suspiro y a cerrar con llave la reja.
A pesar de haberse violado todo proceso, de que se inventaron testigos falsos, de haber desestimado el testimonio de gente tan influyente como Fuad Chard, Edgar Perea, el ex ministro Carlos Obando Velazco, que alegaban la inocencia del barranquillero,  Alberto Jubiz Hazbún nunca perdió  la esperanza. Cuando el país lo había olvidado y solo su hermano Wilson, un prestigioso abogado de la costa Atlántica colombiana movía cielo y tierra para sacarlo del hueco, Alberto recibió la visita de uno de sus victimarios. Se trataba del general Oscar Peláez Carmona. Allí se mofaba de él y le decía que “Nunca vas a salir de acá”. Detrás de él estaba Miguel Maza Marquez, Alberto Santofimio Botero y con esas dos fichas jugando en contra de Hazbún difícilmente  él podría demostrarse su inocencia.

Tuvo que esperar cuatro años este juerguista inveterado, este hombre bueno lleno de energía y de fe para volver a ver la luz del sol. El 5 de mayo de 1993, casi cuatro años después de haber sido detenido fue recibido por tremenda parranda vallenata en el aeropuerto Ernesto Cortissoz. Después de recuperarse de la rumba instauró una demanda contra el estado que ascendía a más de 5.000 millones de pesos. En 1998 Justo cuando  lo habían llamado a conciliar la demanda un infarto lo sorprendió en su finca en Sabanalarga. La familia afirma que en esos cuatro años de reclusión la salud de Alberto se deterioró.
El estado nunca ha reconocido su error. Es más esta es la hora y no ha pagado un solo peso de la demanda, al contrario el monto de la misma ha descendido a los 390 millones de pesos.
Lo de Sigifredo como pueden ver es un cuento de hadas comparado con lo que sucedió con Alberto Jubiz Hazbún. En su afán por mostrar resultados y sobre todo por proteger a los verdaderos autores del magnicidio encontró en el farmacéutico costeño a su chivo expiatorio. Solo hacía falta un poco de sentido común para ver que este hombre no podía matar a nadie, primero porque no lo acosaba ningún tipo de necesidad económica y segundo porque estaba en una cabina, al lado de relator de fútbol más popular del país en el momento en que Luis Carlos Aguilar Gallego, alias el Mugre oprimía el gatillo de su mini Uzi contra el cuerpo del líder liberal.
Si esto le pasó a Hazbún ¿Qué le puede suceder a un pobre diablo como uno en este país? Por eso es que nos desaparecen, nos desmiembran y nadie dice nada. Nadie dirá nada. Es deprimente. Estamos muy solos, muy desprotegidos. En el país del sagrado corazón paradójicamente no existe Dios ni ley.

17 de septiembre de 2012

CHOCO DE JHONNY HENDRIX HINESTROZA.


Así que por fin la región pacífica colombiana está mostrando sus imágenes. Otro país, otra gente, otra forma de sentir y de llorar la muerte. Otra forma de andar, la mujer contra el paisaje, la mujer contra los monstruos de acero que traen el progreso destruyendo el paisaje. La lluvia, el río, una madre y sus dos hijos, una mujer y su esposo vago, el músico borracho que pasa las horas en la tienda del paisa, emborrachándose y jugando Dominó.
Chocó está sola. Tiene que caminar grandes distancias para llegar a la mina y machacarse el cuerpo con el maldito mercurio. Jornadas agotadoras por unos miserables granitos de oro. Con billetes de mil pesos no se compra nada, ni siquiera una torta de cumpleaños para su hija. La humedad todo lo pudre, la madera de las casas enqulenques, el alma de Chocó que ya ha dejado de creer en todo, que lo único que quiere es que su hija pueda apagar las velas sobre un ponqué de verdad.
                                                          La hermosa Chocó

En medio de la vulgaridad del cine colombiano Chocó es una bocanada de aire fresco. Una historia maravillosa que se toma el tiempo para ser contada. Los escasos diálogos contribuyen a hacernos una idea de la atmósfera, de la región. Es tan sincera, tan honesta que en muchos momentos pareciera que estuviéramos viendo un documental. Es un tono que muy pocos se atreven a elegir. Una historia mínima pero cargada de muchísimo sentimiento. El orgullo de ser negro, de pertenecer a una región olvidada, colonizada por la criminal pujanza paisa.
El genial Johnny Hendrix Hinestroza renuncia al chiste ramplón, al oportunismo, a la mentira y habla de lo que él conoce. Va un paso más de lo que hizo algunos años Oscar Ruiz Navia con su maravillosa El vuelco del cangrejo. A diferencia de esta en Chocó no se usa el paisaje para hacer poesía sino que el paisaje se convierte en un personaje más. El puente como una hamaca que amenaza con voltearse cada vez que alguien transita por allí, la retroescabadora oxidada que como un animal mitológico ha muerto en medio de la selva y que los niños usan como si fuera un juguete gigante, el río que silencioso amenaza constantemente con crecer y llevarse a su paso con todo lo que se encuentre.
                                          El director Hendrix Hinestroza
Un ambiente difícil para cualquiera pero sobre todo para una mujer con dos hijos y un esposo borracho. Lamentablemente es en la relación entre Chocó y su esposo donde vemos que el director perdió un poco de control en su película. Me parece que no había necesidad de mostrar el maltrato, las vejaciones sexuales a las que son expuestas muchas mujeres cuando su encabritado marido llega borracho a exigir las obligaciones maritales. Excesivo el final, como de otra película, Chocó con sangre de su marido en la boca mirando cómo se incendia su casa.
Pero sin duda son más las virtudes que los errores de esta película por momentos preciosa, poética. Creíamos que Caracol solo iba a apoyar todas esas producciones que lo único que buscan es terminar de lobotomizar al colombiano promedio. Gracias a su apoyo ha tenido una distribución más que digna.
Nosotros sabemos hacer buenas películas. Chocó es una prueba de ello. Ahora necesitamos saber si los colombianos quieren ver buenas películas. Viendo los pobres resultados que ha tenido la película en taquilla este humilde servidor lo duda.

CALLATE Y ESCUCHA de Javier Sguerra. El fin de las conferencias metafísicas.


Con una de las frases más pretenciosas que tengamos conocimiento un afamado profesor universitario empezó una conferencia sobre el cine en Cúcuta diciendo que “Esta es una de las conferencias mas metafísicas que le había tocado dictar” El público, constituido en su mayoría por estudiantes de colegio que fueron obligados a ir, porque igual es mejorestar en el sofocante ambiente de una biblioteca que fumando marihuana en el parque, no entendía muy bien que era lo que trataba de decir ese viejito quien está convencido que el cine es un invento argentino y que Eliseo Subielo viene siendo como George Melies.
Seguramente esos jovencitos considerarán para el resto de sus vidas que el cine debe ser una cosa muy complicada y aburrida. En vez de estar dándoles conferencias a las dos de la tarde y con personajes que usan la jeringonza seudofilosófica para atrapar incautos y muchachas pendejas deberían pasarles alguno de los trabajos audiovisuales que muchachos repletos de ilusión, están haciendo en las calles de San José de Guasimales.

Uno de esos pioneros que están formando un ambiente audiovisual en la ciudad es Javier Sguerra.
A diferencia de otros artistas cucuteños Javier  no sabe que lo es. Por eso es que debe ser que es de los pocos en el valle que no la montan de loco. Él va por ahí con su paso silencioso, a veces acompañado por su hijo que más bien parece un hermano menor o un discípulo. Lo cité en la universidad muy temprano, a eso de las nueve de la mañana. Llegó fresco, sin guayabo a pesar de que era sábado.
Ante unas cincuenta personas presentó Cállate y escucha su corto ganador en el 2011 del INI regional. Lo había visto en su estreno en la Biblioteca Pública, a principios de abril. Debo confesar que las pésimas condiciones en las que se pasaron los dos cortos ganadores impidió que pudiera disfrutar de esta peliculita sincera, honesta, hermosa.
En cada uno de los planos que la conforman, Cállate y escucha devela la mirada de su director. Sguerra no se vale de esa verborrea tan común en los cortometrajes de los principiantes, ni quiso posar de artista atormentado o cayó en la trampa de los tarantinianos de mostrar masacres, marihuana y malas palabras. No, Javier como si fuera un veterano mostró en su ópera prima un maravilloso manejo del mensaje audiovisual.
El reto de que su historia girara en torno a una sordomuda lo supo resolver muy bien desde la construcción del guión. Economizó hasta donde mas pudo el diálogo. Sus personajes no caen en las patéticas frases grandilocuentas de la cual están llenas las primeras obras de los directores colombianos y solamente se limitó a mostrar. Para los que aspiramos a la sencillez Cállate y escucha fue toda una lección de cómo es que se debe hacer.

Para esto, señores, se necesita inteligencia. En vez de llenar su corto con palabras Javier le apuesta al sonido, a la gran Sinfonía de la ciudad. El rugido de los motores de los carros, la música de las busetas, el murmullo de los estudiantes en la ciudad, el viento estallándose en las ramas de los árboles, el nombre de Ana en boca de la protagonista, nosotros escuchamos lo que ella no puede oír.
Cállate y escucha  confirma lo que ya se puede bautizar como El cine cucuteño. Todo comenzó a finales del 2010 con la quijotada de La pisina y se ha confirmado con El rostro de Alipio y sobre todo con la producción de Javier Esguerra que me animo a decir es de lo mejor que se ha hecho jamás en este miserable valle. Lamentablemente estas peliculitas (a excepción de la Pisina) no han tenido la distribución que se merecen. Acá la cosa no solo consiste en crear nuestro cine sino que también hay que mostrarlo. Para eso tenemos que acosar a las autoridades, exigirles que queremos ver nuestro reflejo en el espejo.

A principios de mes supimos la buena nueva, en un hecho sin precedentes en nuestra incipiente cinematografía  el corto de Javier Sguerra ha sido seleccionado para concursar en el Festival de cine de Bogotá, una demostración más de que las cosas se pueden hacer sobre todo cuando no se tienen ínfulas y el trabajo parte de una necesidad real de contar una historia. Tenemos que abordar nuestras historias y dejar de lado de una buena vez las poses de artista. Si abrimos la boca es porque necesitamos contar, sino tenemos esa  necesidad es mejor quedarse callado y escuchar o mejor ver a un artista verdadero crear.  Ojalá se le permita a Javier Sguerra continuar consolidando lo que promete ser una magnífica filmografía.

6 de septiembre de 2012

LA SERIE DE PABLO ESCOBAR Y EL MAL EJEMPLO


Ahora resulta que todos los males de la sociedad colombiana se deben a una serie de televisión. La razón por la cual los chicos van a crecer siendo unos feroces asesinos no se lo deben a la marcada desigualdad social del país, ni a la corrupción o a las pocas oportunidades de trabajo. No, la semilla del mal se siembra porque los niños decidieron visionar después de las nueve de la noche un trozo de la historia de este país.

Me llama la atención que la mayoría de columnistas indignados por los “Falsos valores” que según ellos irradia la caja boba cuando está al aire Escobar sean paisas. Claro, deben ser los mismos que intentaron boicotear  La virgen de los sicarios solo porque mostraban asesinatos en el metro de Medellín “Y eso en la vida real no pasa” ese era básicamente el argumento para defenestrar la excelente adaptación de Barbet Schroeder de la novela de Fernando Vallejo.


En su eterna prepotencia , la misma que ha llevado a poner al país de rodillas ante Antioquia, dicen que los únicos que tienen derecho a hablar de su terruño y de los hijos nobles que de él nacen son ellos mismos. Que van a venir de Bogotá a contarnos como fueron los hechos de Pablo si nosotros y sólo nosotros sabemos cómo es Medellín. Por eso apelan a la moralina para descalificar una de las mejores series que se recuerden en la historia de nuestra siempre precaria televisión.

Los que insisten en hablar mal de ella y en compararla con otras narcoseries de ingrata recordación simplemente no la han visto… o son ciegos. Que ingenuidad, querían ver un Pablo Escobar con cachos, cola y trinchete. Lo realmente aterrador del personaje interpretado  por Andrés Parra es que el tipo es un ser humano que como el macabro Joe Pesci de Casino siempre tiene tiempo para darle el desayuno a su hija o para jugar fútbol y darle consejos a su primogénito.  Básicamente Escobar era como cualquiera de nosotros. Un hombre que quería lo mejor para su familia, abnegado padre y esposo, buen hijo. Detrás de este tejido se escondía la bestia, una bestia que todos llevamos dentro pero que en él creció con desmesura y se comió al hombre.


Si vieran la serie con juicio seguramente se darían cuenta de la transformación del personaje. Escobar ya no solo es el él tipo verraco echado pa’lante (como creen los paisas que son) por el cual hacíamos fuerza muy a pesar nuestro en los primeros capítulos. Ahora es una hiena sedienta de sangre. Un tipo que contrario a lo que se había impuesto en el imaginario colectivo, no tiene palabra, no respeta ningún código y que por plata es capaz de entregar a su socio más querido y leal.

Es mentira también eso que dicen de que todas las víctimas de Escobar fueron hechas a la carrera, sin agregarles demasiado matices, condenadas a ser una triste caricatura. Si bien personajes como los de Lara y Gaitán son verdaderamente odiosos, todo el tiempo hablando de leyes, de lo mucho que les duele el país, haciendo que en realidad la vida de estos dos mártires nos tenga francamente sin cuidado, hay otros personajes que se mostraron muy sólidos y cuyas muertes nos dejaron devastados como fue el caso del Coronel Jimenez y de Guillermo Cano.

Pero estos pequeños defectos no hacen óbice para que uno no caiga rendido ante el ritmo trepidante, ante el milagro de que todo el tiempo, en cada uno de los capítulos que hasta el momento hemos visto  tengamos el corazón en la boca.


Por favor, nadie se fue contra Coppola en Estados Unidos cuando hizo esa descarada apología de la mafia que es la saga de El padrino, nadie le endilga a Scorsese que da un mal ejemplo porque los mafiosos de sus películas hagan chistes que nos dan risa. Uno de mis géneros preferidos es el de gángsters y en un país de mafiosos una serie como Escobar no solo se justifica sino que es necesaria.

¿Por qué no hablan del impecable trabajo que se ha realizado desde el casting y posterior dirección de actores? La reacción de Escobar después del carro bomba de Mónaco es realmente impactante. Se ve que hay un estudio, una preparación sicológica para hacer veraz las emociones mostradas. Cecilia Navia como la esposa del capo es entrañable. Pero la grata sorpresa de la serie ha sido el actor mexicano Christian Tappan interpretando al hermano del asesor presidencial de Uribe y primo de Pablo Escobar, Gustavo Gaviria. No sabíamos la influencia que ejercía este personaje en las decisiones del capo. Él es el poder detrás del poder. Aparentemente es más humano que el Patrón, pero en realidad lo que lo recubre es una frialdad de ajedrecista que lo hace sencillamente temible.

A mi me parecen mucho más peligrosas para la juventud las violentas palabras de  un ex presidente energúmeno y matón que ve como una catástrofe para él país  la posibilidad de un proceso de paz, me parece peligrosísimo que se estigmatice y se use como un gancho para el rating a un homosexual en los realities colombianos. Mal ejemplo es que desde el colegio y la universidad se promueva la excelencia, la competitividad, el tratar de ser mejor que el otro a como dé lugar, así sea aplastándolo. Mal ejemplo es que en uno de los noticieros se muestre a los mendigos como despreciables y ociosos millonarios que esperan quitarle las monedas de quinientos pesos a las emperifolladas señoras que pasean sus perros en el parque de la noventa y tres.


Son mucho mas peligrosas para las nuevas generaciones las palabras de Sofia Vergara, una de las mujeres mas influyentes del país diciendo que ella antes de salir con un hombre debe mirar su billetera y su foto. Estas declaraciones fueron aplaudidas en todas las secciones de entretenimiento de los noticieros. Claro, como la quieren en Estados Unidos y es popular allí pues no se discute que tenga razón y que sus palabras deben ser tomadas completamente en serio.

Una serie que trata de reconstruir para las nuevas generaciones una historia terrible y que explica la barbarie del gobierno pasado cuando el narcotraficante número 82 buscado por la DEA instauró el sueño de Escobar y Santofimio: Una narcodemocracia. Hecho terrible que se gestó desde las montañas de Antioquia y que tenía como único fin usar a Colombia para volver más grande ese departamento.

Además ¿Cuál es la preocupación? Uno de cada diez jóvenes está viendo Escobar el patrón del mal los otros nueve están o viendo el reality fascista de RCN o atracando. Dejen de compararla con otras narcoseries y más bien disfrútenla. Desde el 91 cuando Carlos Duplat paralizó al país con Cuando quiero llorar no lloro no se veía algo tan bueno en nuestra horrenda, simplona y moralista televisión colombiana.

2 de septiembre de 2012

EL LEGADO DE BOURNE. Claustrofobia en una sala de cine


Soy un fanático de las películas de Jason Bourne y por eso fui al cine con la ilusión de al menos pasar dos horas comiéndome las uñas. Mis dudas aparecieron desde que vi el tráiler. No se puede concebir una película más de la saga sin que estén dentro del proyecto los grandes artífices del éxito, Paul Greengrass, su director y Matt Damon el hombre que encarnó al asesino rebelde. La elección del talentosísimo  Jeremy Renner resulta siendo apenas un mal menor. El hombre de da todo de si por ayudarnos a olvidar a Damon, pero que va, todo se queda en buenas intenciones, nadie nos hará olvidar a Jason Bourne.

Una de las grandes virtudes que tenía la trilogía era un ritmo trepidante, seguido de un efectivo y casi que perfecto trabajo de edición. Los diálogos eran precisos y servían para poner todavía más los pelos de punta. Acá el ritmo es absolutamente fatigoso y después de muchísimos años volví a sentir claustrofobia en una sala de cine. Creí que en cualquier momento me iba a dar un infarto. Algo fallaba en el aire acondicionado, tenía calor y sudaba copiosamente. La verborrea que destilaba la pantalla me conducía irremediablemente a la náusea.
La edición no funciona. Esto es un punto bastante grave. En el cine de acción un noventa por ciento del éxito que pueda tener una película es responsabilidad del montajista. Es por eso que acá sentimos que lo mejor de las peleas o persecuciones lamentablemente nos lo estamos perdiendo. No comprendemos nada al menos eso me pasó a mi. Por lo que veo en las críticas a mucha gente le ha gustado, a mi me ha parecido una completa basura. Solo en dos secuencias podemos vislumbrar algo de grandeza de la saga. En la parte donde el científico comienza a asesinar a sus colegas dentro del laboratorio y el interrogatorio que le aplican a Rachel Weisz en su casa. Esto señores para una película que tenga el sello de Bourne es muy poco.

Desde el primer plano ya sabía que hubiese sido mejor plan revisitar la trilogía o meterme en la otra sala a ver Abraham Lincoln cazador de vampiros. Eso de ver a Renner salir como un actor porno de un lago en la Antartida parecía sacado de otro contexto. Después sale Edward Norton, para mi uno de los actores más inflados por la crítica. Tuvo suerte al comienzo de su carrera y llegó a su pico creativo de la mano de Spike Lee en Hora 25 pero nunca pudo recuperarse. Se quedó para siempre con su cara de pollo envejecido. Acá es una triste sombra parlanchina que deambula de un lado a otro con su fastidiosa jeringonza que solo entendería un hombre del Servicio Secreto o un avezado lector de Robert Ludlum.
Rachel Weisz está ahí haciendo lo que puede que es más bien poco. En tu mente así trates de controlarlo sabes que no llega ni a los talones a Franka Potente, la insegura y fea y brillante mujer que seduce a la máquina de matar, la que lo humaniza, la que muere infamemente por culpa de un francotirador nada más comienza la segunda parte de la película. Nada de esta frescura tiene esta actriz que a mi en lo particular me resulta bastante limitada siempre con esa cara de susto, sin ningún tipo de matices. Además las científicas no están tan buenas… me consta.
Para evitar que el público se ponga muy exigente con aquello de la verosimilitud le damos a Renner y a sus compañeros asesinos características de terminators. Esta nueva generación de agentes tienen la capacidad para aliviarse de sus heridas en unos cuantos minutos. 

Su composición genética es prácticamente inhumana, por eso los vemos escalando los edificios como si fueran el mismísimo hombre araña. Las tan ansiadas persecuciones, matanzas y peleas que vinimos a ver quedan aplazadas para el final, cuando ya la cabeza te da vueltas después de tantas frases extrañas, de tantas explicaciones innecesarias, de que desde el guión Tony Giroy haya recibido la orden del estudio de tratar de hacer un resumen rápido de lo que trató la trilogía que precede al bodrio no vaya a ser que se cuele un espectador que del asunto no tenga ni idea como les pasó a los tres paracos que se sentaron justamente al frente mío y que, contrario a lo que podía pensar al principio salí compartiendo su opinión final, que la cinta definitivamente era muy lenta, aburrida y que al final nos dieron un poquito de esas persecuciones que tanto nos electrizaron en la trilogía y que acá quedan sepultadas por ese diálogo pesado y asfixiante.
Sin Greengas ni Matt Damon cualquier cosa que tenga que ver con Jason Bourne no es más que una imitación triste, barata y aburrida.

1 de septiembre de 2012

IN A LONELY PLACE DE Nicholas Ray. La ira como fuerza vital


Como casi todos los personajes de Nicholas Ray, a Dixon Steele la furia le sale por los poros. No es que sea un energúmeno crónico, es que el mundo está lleno de hijos de puta y uno no siempre tiene la paciencia para hacer la fila y soportar el devenir monótono en el que transcurre la vida. Es muy fácil ser histérico si eres un escritor encerrado por el sistema de Hollywood. No importa lo que tu pienses, lo que importa es lo que quiere la gente. Eres un esclavo de los gustos.
Desde la guerra Steele no saca nada que valga la pena. La buena paga genera comodidad y cuando encuentras la fórmula del éxito pues tu carrera puede estar al borde del desbarrancadero. Oprimes el piloto automático y tus dedos masacran la máquina de escribir y casi que por un reflejo obtienes en una cuantas semanas no EL GUIÓN sino un guión MAS. Los productores quieren adaptar una novela de amor que ha resultado ser un Best Sellers. Dixon no quiere leerla así que contrata por 20 dólares los servicios de una joven entusiasta que se siente ya muy cerca de la máquina de sueños porque va a contarle el argumento al afamado guionista.
                                           Laurel.... porque te quiero te aporro 

La trama es estúpida, un bacteriólogo que se enamora de una mujer casada “Maldita basura” pensará Dixon. Escucha pacientemente hasta el final mientras de refilón espía el balcón de la enigmática rubia que desde hace unas cuantas semanas es su vecina. Despacha a la lectora y se sumerge en un sueño profundo hasta que un policía, viejo compañero en la II Guerra lo despierta a las cinco de la mañana, hora donde usualmente los escritores acaban de acostarse, para que lo acompañe a la comisaría más cercana.
Resulta que acaba de ser encontrada su querida lectora. Ha sido arrojada de un auto en movimiento. Al parecer el golpe contra el pavimento no le hizo nada porque cuando la tiraron un brazo misericordioso y fuerte le había destrozado la nuca. Lejos de demostrar cualquier tipo de perplejidad Dixon se mantiene frío, con ganas de hacer bromas. Aunque sus continuos ataques de furia le traen con regularidad problemas con la ley (trifulcas nocturnas, narices rotas, camisas manchadas de sangre) dudan que pueda ser el asesino…. A lo sumo será capaz de matar en sus historias macabras, pero en la vida real…. No sabemos bien.
                   Nick Ray con el dolor en el alma dirigiendo a su ex- esposa Gloria Grahame

Llama a una testigo, la rubia enigmática que es su vecina. Ella constata de Dixon despidió a la muchacha en la puerta aunque no está muy segura. Laurel se llama y empiezan a verse y surge el amor y él vuelve a tener la fuerza vital que lo hizo destacarse dentro de la industria y tiene ganas incluso de transformar ese libro de porquería y convertirlo en arte y lo está logrando, solo que su temperamento lo vuelve a traicionar y Laurel no está muy segura de que él sea inocente, ya lo ha visto como golpea a un conductor solo porque este decidió hacerle un reclamo, ya conoce de su temperamento dominante, machista. En pocas semanas el amor se ha secado y ni siquiera la certeza de que Dixon Steele no mató a su lectora hará que Laurel vuelva a amar a ese guionista famoso que no es más en el fondo que un triste escritor, un pobre diablo.
De todas las historias de amor que se han contado en el cine ninguna tiene la fuerza que In a lonely place. Una de la razones por las cuales este film tiene esta hermosura inusual que la mantiene inmune al paso de las décadas es que detrás de la cámara estaba un hombre con un corazón sangrante. Nicholas Ray acababa de divorciarse de Gloria Grahame cuando se inició el rodaje. La actriz se había cansado del comportamiento dominante, absolutista del creador de Johnny Guitar y se había fijado en su propio hijo. Ese despecho absoluto, ese dolor incesante lo vierte en una película demoledora, toda una crítica absoluta al mundillo frívolo de Hollywood donde no se respeta ningún talento, donde solo se vive de apariencia y oropel.
Este filme hubiera sido imposible de hacer si Bogart no se hubiera interesado por el proyecto. Recuerden que Nick Ray es de los malditos de Hollywood. La manera altanera con la que trataba a los productores hicieron que el relativo fracaso de 55 días en Pekin se convirtiera en la excusa perfecta para terminar con una carrera absolutamente brillante.  Para los que quieran conocer más a fondo el final de uno de los mejores directores de la historia véanse Relámpago en el agua de Win Wenders.
                                                   La iluminación es maravillosa

Entonces Bogart decidió fundar su compañía Santana y llevar el peso absoluto del proyecto en un esfuerzo sincero, solo porque al leer el guión supo que estaba ante una historia impresionante y sincera, la de un hombre que cae presa de su propia ira. Tomó y como no, el personaje principal, Dixon Steele y le dio esa rara mezcla de vulgaridad y elegancia que lo han convertido en un ícono indescutible del cine. La película por supuesto fue un absoluto fracaso y gracias al esfuerzo de críticos como Jose Luis Guarner o Guillermo Cabrera Infante la película salió del ostracismo así como la totalidad de la obra del gran Nicholas Ray.
In a lonely place es una historia de amor, pero a la vez es un triller que aborda sin contemplación la podredumbre que rodea el sistema de hacer películas durante la edad de oro del cine norteamericano. Si quieren ver una obra estupenda, lejos de ese glamour perfeccionista que caracteriza a la mayoría de películas de las décadas cuarenta y cincuenta, sumérjanse en la ira de Dixon Steele y sufran el calvario de ver a un hombre autodestruirse. Al final respirarán tranquilos… al menos no les pasó a ustedes.