El hecho de haberme vestido temprano no impidió que llegara tarde a la presentación de Stephanek. La gente se convertía en un sólo hombre gordo y sudoroso. Detestaba ese tipo de aglomeraciones y me maldije entre dientes por haberme quedado esperando una carroza cuando lo más seguro para llegar al teatro es el tranvía pero detesto las multitudes. Como un acto reflejo siempre que llego tarde me llevo la mano al bolsillo en busca de un billete que se puede convertir en llave siempre y cuando de con el portero indicado. Desde que el nuevo presidente está en el poder, los fraudes y sobornos escasean pero esta noche podría estar con suerte. Con el billete de cien en la mano me fui internando en la multitud. El portero era un hombre joven y de contextura gruesa, apenas me vio me dejó entrar: “lo he visto en los periódicos señor, no tiene porque molestarse” y yo alcancé a sonrojarme y disimuladamente guardé el billete en mi bolsillo.
Ya no había nadie en la sala de espera. Al fondo sólo se veía la cortina roja. Stephanek estaba detrás de ella. ¿Cómo describir la emoción de estar allí? Sabía de Stephanek por sus discos y las noticias que llegaban sueltas en el periódico local. Cuando leí que él venía a la ciudad simplemente no lo pude creer. Stephanek, el más grande de los baladistas estaría acá en la árida tierra de los cujíes. Esto era otro logro del gobierno revolucionario, ponernos en un ámbito universal cuando nosotros siempre fuimos provincia. No puedo decir que caminé hasta la cortina, la apreciación más cercana sería que me elevé por los aires y que flotando entraría en la sala repleta de gente. No se escuchaba sino un estribillo de opereta, apenas estaban en los preliminares. Ya me disponía a cruzar la cortina cuando un tipo salió de ella.
–Pero qué sorpresa encontrármelo a usted tan tarde por el pasillo- dijo el hombre.
–Perdón, ¿lo conozco?
–Talvez no, pero yo a usted sí. Cómo no conocer al agregado cultural del gobierno revolucionario, permítame presentarme: soy Joaquín Rosales, profundo admirador de Stephanek al igual que usted.
–¿Y cómo sabe que yo admiro a Stephanek?
–Ay hombre admiro su sencillez, casi todo el mundillo intelectual de este país goza con el articulo que usted publicó en el periódico, creo que se llamaba “Qué tiene que ver la vista con la vida de un baladista”.
–Oh, ya lo había olvidado; son tantos los artículos que he publicado, bueno, de verdad me alegro que le haya gustado, ahora si me permite, debo entrar, no quiero perderme un solo momento del espectáculo
–Descuide, al parecer ha surgido un problema técnico. No creo que empiece antes de las diez.
–Bueno, de todas maneras quiero entrar, de pronto pueda agarrar algún puesto bien ubicado.
–Pues amigo, usted está hoy con suerte, tengo mis excentricidades como la mayoría de los intelectuales y siempre que voy a este tipo de espectáculos compro tres asientos, para evitarme los comentarios estúpidos de cualquier espectador ignorante así que si me permite ofrecerle uno…
–Hombre no tiene por qué molestarse, estoy seguro de conseguir uno adentro.
–No es ninguna molestia además no tiene ni la más mínima posibilidad de conseguir asiento adentro, mire ¿por qué más bien no me acompaña a fumar un cigarrillo, hablamos un rato y después entramos a escuchar al baladista ¿le parece?
Consulté el reloj y faltaban veinte minutos para las diez. No estaba mal fumarme un cigarrillo, ser un personaje público tiene ese tipo de ventajas, siempre encontrarás a alguien dispuesto a ayudarte.
–Lo único malo señor Rosales es que en esta sala está prohibido fumar.
–Ah si, yo iba a ir al baño a fumarlo, así que si quiere acompañarme.
Asentí, el hombre debía medir más de lo normal, además sus hombros eran descomunales, podía decir perfectamente que era un canciller de otro país invitado por el gobierno revolucionario y yo lo hubiese creído perfectamente. Pero no era así, seguramente era del País del viento.
–Es difícil encontrar un baño más limpio en esta ciudad– dijo el hombre mientras sacaba su pitillera–, de verdad se puede decir que huele hasta rosas.
–Uno de los preceptos revolucionarios es mantener limpio hasta lo que debe estar sucio. Gracias– Dije al aceptar el cigarrillo.
–Sabe que si se supliera a cabalidad esa asepsia, este país estaría peor de lo que está, déjeme prendérselo, listo… mire hermano, esos ambientes tan fríos que deja la limpieza a mí la verdad me generan suprema desconfianza.
–Yo creo que todo esta limpio, todo, sobre todo las conciencias, antes en este país todo el mundo las tenía sucias, eso cambió cuando llegó el presidente… qué raro, estos cigarrillos tienen filtro.
–No, no es raro, es que estos cigarrillos son americanos.
– ¡Americanos! Eso es un crimen, ¿Dónde los consiguió?
– Ya sabe, contactos aquí, contactos allá, yo no puedo quedarme quieto, además me parece una exageración que darse un gusto tan básico como fumar bien sea considerado un crimen.
–Si el contrabando no es un crimen entonces ¿qué lo es?
–El mal gusto señor, el mal gusto de fumar ese tabaco nacional que huele a pecueca, ese sí que es un crimen inadmisible, dicen que da hasta caries.
–Señor, usted no se da cuenta que esos comentarios podrían llevarlo al exilio, yo formo parte del gobierno revolucionario y podría sacarlo del país solamente con decir que usted tiene en su saco un paquete de cigarrillos ame, ame… ame…
– ¡Americanos! Ay señor, agregado cultural, créame que he leído detalladamente sus escritos y puedo constatar que usted en el fondo es un liberal, por eso no le oculto que tengo un paquete de cigarrillos en el bolsillo, además usted no ha botado su cigarro todavía.
Rosales tenía razón, yo tenía el cigarro entre los dedos. No lo disfrutaba, lo juro, lo tenía todavía conmigo por la conmoción que sentía al ver a alguien que no pudiera ver que la gloria no estaba en un paquete de cigarros nacionales sino en la integridad de un país. Boté el cigarrillo inmediatamente.
–Eventualmente usted es de la oposición– le dije a Rosales un poco más tranquilo.
–Como organismo pensante que se respete claro que lo soy.
–Y usted tampoco se llama Joaquín Rosales
– ¡Hombre, claro que no! Mi nombre puede ser cualquiera.
–La oposición nunca nos trajo cosas buenas, mientras ustedes estuvieron en el poder hubo desempleo y analfabetismo. La corrupción acabó con este país.
–No pertenezco a esa clase de oposición. Cuando estuvieron los del partido azul también estuve preso. Soy un inconforme universal.
– ¿Cómo se puede ser tan ruin? ¿Sabe una cosa? Agradézcale a este gobierno el hecho de haber traído a Stephanek, el mejor baladista de todos los tiempos. Por mí que usted se pudra en el infierno, hoy he venido a ver a Stephanek y no a hablar con un desadaptado, así que si me disculpa…
Iba a agarrar la perilla de la puerta cuando el hombre me tomó del brazo “está bien”, me dijo acercándome el rostro que se volvía pálido a medida que iba votando palabras: “está bien, lo admiro, tiene la suficiente vergüenza como para tratar de sobornar al portero, ¿cree que no vi como se metía la maño al bolsillo y sacaba ese inmaculadito billete de cien? Todo por la cultura, señor agregado cultural, todo por la cultura”. Traté de zafarme pero su mano se convirtió en hierro. “Y después la sangre se le subió a la cara de la vergüenza que le dio, pero el crimen ya estaba hecho, eso es lo que le enseña el presidente a sus secuaces, eso es”.
–Suélteme, está usted loco –Le grité en la cara soltándome bruscamente de su mano–. ¿Quiere que llame a la policía? Tengo suficientes pruebas –el hombre arrugó el paquete de cigarros y lo botó a una papelera–. ¡Eso no es una prueba incauto! Me creerán todo lo que les diga, ¡todo! Yo también soy el gobierno, yo también soy pueblo.
El tipo se llevó las manos a la cara y empezó a mover su cabeza. Por un momento creí que era una forma de pedir perdón, incluso estuve tentado a acercarme y decirle algo alentador. El impulso se convirtió en asco y decidí salir. La sala de espera continuaba vacía, ya detrás de la cortina roja se escuchaban los primeros acordes del concierto, justo iba a cruzar el umbral cuando volví a sentir la mano pesada como el hierro.
–Le aconsejo que no entre, he matado al tirano.
Sin atreverme a mirarlo sentí un líquido caliente bajar por la piel. Aterrado traté de reaccionar pero Rosales ya no estaba en la sala. El cuchillo lleno de sangre estaba en el piso, la perplejidad no me dejó moverme del sitio. Un barullo de voces iba creciendo desde adentro. La música se había interrumpido abruptamente, de la cortina salieron dos hombres gigantes con rosotas oscuros, uno me tomó del cuello y el otro gritaba que habían encontrado al asesino. No entendía nada y todo su fue poniendo negro.
Al despertar me hallaba en una celda. No había necesidad de un juicio, así que fue fácil comprobar que había traicionado a la patria, que era el jefe máximo de la insurgencia, que en mi actividad delictiva había ordenado la muerte de quince mil personas. La sentencia era la horca pero fue conmutada porque el presidente, en una intensa pelea, pudo ganarle el pulso a la muerte.
Ahora pago cadena perpetua y trabajos forzados.
Anoche, después de cinco años volví a leer el periódico. En la primera página aparece la foto de un hombre ahorcado. Debajo de ésta había un texto: “Se suicida el actual asesor de nuestro querido comandante. Al parecer iba a ser relevado de su cargo, sufrió tanto al saber la noticia que no encontró otro consuelo que la muerte. Paz en su tumba a este perínclito barón de la patria”.
A pesar de lo borrosa que estaba la foto no me costó ningún trabajo reconocer a Joaquín Rosales. Después de fracasar en su intento de aniquilar al comandante no tuvo más remedio que agachar la cabeza y anexarse a lo que tanto odiaba. El Presidente en su infinita bondad lo recibió con los brazos abiertos: Joaquín tenía debajo del brazo una carpeta donde reposaban los nombres de los principales cabecillas rebeldes. Gracias a eso la insurgencia fue virtualmente aniquilada y Rosales se convirtió en la mano derecha del comandante.
Lo que me duele de estar encerrado es no haber podido ver a Stephanek. Dicen que el gobierno está pensando en traerlo, en darnos una función a los reclusos. De sólo pensarlo he perdido el sueño. La condena sigue y la pago gustoso. Yo soy la prueba viviente de que el sistema judicial impuesto por el presidente es infalible. Mientras tanto él sigue en el trono, inmutable, grande y eterno.
6 de diciembre de 2010
22 de noviembre de 2010
LA MIRADA DE SOFIA. Comentario sobre Lost in Translation
Las altas edificaciones se alzaban insultantes ante los ojos de los recién llegados. No habían pirámides ni caía la lluvia acida sobre la ciudad. Si, era un paisaje post-apocalíptico, donde el fraude, la falsa sofisticación, la descarada aculturación del ser japonés encontraban su nicho.
En Tokio la gente no suele enamorarse, pasear es incomodo, y ningún verdor renace, en Tokio los verdores mueren. Ellos han llegado sin ponerse cita. Ella no tiene veinte años y está casada con un fotógrafo de revistas frívolas y está allí para realizar su trabajo. Ella solo lo acompaña, pero hay algo en su rostro, una especie de rictus, de gesto mal hilvanado que le hace parecer incomoda, asfixiada, con el ahogo en que mueren los que viven vidas prestadas. No puede dormir, su único consuelo es una ventana del hotel, una dudosa panorámica de la ciudad donde todos son pequeñas piezas de un sofisticado aparato.
A él lo han traído desde los Estados Unidos para promocionar una marca de whisky. Su carrera ya vislumbraba los primeros síntomas de decadencia. El precio por decir un par de frases era realmente alto, pero había que afrontarlo: se sentiría mas cómodo en una película. Entre los japoneses se distingue porque es el mas alto, además su rostro compungido demuestra un profundo desconsuelo. Tokio no es tanto el problema, su vida talvez lo sea.
Dos almas solas se encuentran en Tokio, no pueden estar juntos, es difícil imaginar una pareja que tenga tantas pocas cosas en común, ella no tiene veinte años, el es un veterano de cincuenta años. Tal vez el mayor entre todos los aciertos que ha tenido Sofia Copolla en este su segundo largometraje, sea el de que nos haya hecho creíbles a esta pareja tan dispareja. Bill Murria, un hombre subvalorado por ser un comediante, ha tenido en Lost in traslation el mejor papel masculino que se haya podido ver en tanto tiempo. Su tranquilidad, su contención, su incesante desasosiego llega a calar de frente en el espectador. Murria tiene un control absoluto sobre su personaje, no concediéndole ni una mueca, ni una pequeña caricaturarización. Sofia Copolla declaró en mas de una ocasión que ella no podría hacer la película sin contar en el elenco con Bill. Para acompañarlo ha escogido en un cuidadoso casting a la debutante Scarlett Johansonn una jovencita de apenas diesciete años que revela en este, su primer papel protagónico una madurez y una belleza inusitada. La Copolla demostró que es ante todo, una genial directora de actores.
Sentimos tensión por el destino de estas dos personas en esa ilusión óptica que es Tokio. El único consuelo que tienen es que están los dos sufriendo por aparte esa torutura que son las noches en vela. En el televisor no hay nada bueno, ni siquiera se puede entender lo que dicen. Todo es como un molde, como una copia desfigurada de lo que puede ser una capital ultra moderna en occidente. A imágenes que inevitablemente lo llevan a uno a recordar Tokio ga ese penetrante documental de Win Wenders donde demostraba, a partir de las películas que filmara Ozu en la primera mitad del siglo XX, como la cuktura japonesa estaba peligrosamente abocada a la destrucción. Jovencitos imitando a John Travolta, con el pelo lleno de gel y frases en inglés. Concentrados únicamente en la lobotización que pueden general las máquinas de video. El Tokio de Ozu había desaparecido. Ahora no quedan ni las ruinas que Wenders filmó veinte años atrás.
Pero esta no es una película sobre Tokio. La ciudad apenas aparece como un contexto y si se escogió esta locación fue por la misma razón que Orson Welles eligió a Belgrado en vez de Praga para hacer el proceso; hay que ahogar al espectador, atiborrarlo de elementos. Lo que importa es la situación de los dos protagonistas. Desde el principio sabemos que no pueden estar juntos, son muchas las cosas que los separaban. Entre los dos se abrían cine mil abismos y mares, era un camino realmente complicado el que tenían entre las dos orillas. Con una sutileza impresionante, Sofia Copolla se resiste a explotar esa tensión que hay entre los dos. Un toque sutil de las manos, una mirada un poco disfrazada, una epera ansiosa de que sea otro día para volverse a ver. No existe mejor estado en el amor que el de la incertidumbre; las cartas están sobre la mesa pero nadie se atreve a abrirlas. Ellos está perdidos en la traducción, no entienden nada, en el karaoke de pronto, pueden dedicarse una canción, mirarse mas intensamente.
En la Tokio mecanizada de principios de siglo, dos personas descubren que se aman. Lo único que comparten son las noches en blanco, la nausea que se les atraviesa en la garganta. El último día ha llegado, el toma un taxi y empieza a ver como la ciudad se va escapando en la ventana. Están sobre una calle estrecha donde los hombres se golpean en los hombros para caminar. Entre todas las cabezas sobresale la de ella. Le pide al taxista que se detenga un momento. A apretujones va hasta ella, nadie corre en Tokio, eso sería como romper el orden establecido. La detiene y ella se voltea y en sus ojos todo el amor represado en estos días y él le dice algo al oído y nosotros no alcanzamos a escuchar nada, debe ser una promesa, una palabra de espera, o tan solo las gracias, el placer de extrañar, de anhelar la gloria en un segundo. Se abrazan y el la besa y se va. En el aeropuerto un avión lo espera, ella debe esperar un días más pero ya no está desesperada, el rostro de él también ha cambiado, está mas relajado, mas tranquilo, se ha desahogado. Tokio sigue escapando en la ventana del taxi, Bryan Eno canta y el ojo de Sofía sigue mirando a los relojes electrónicos, los edificios llenso de luces como inmensos árboles de navidad, las autopistas espaciosas y atestados de autos. Empieza a caer la noche sobre Tokio. La cámara se centra en el recorrido de el auto y después se va oscureciendo como si por ella se le entrara la noche, como un párpado que se cierra
En Tokio la gente no suele enamorarse, pasear es incomodo, y ningún verdor renace, en Tokio los verdores mueren. Ellos han llegado sin ponerse cita. Ella no tiene veinte años y está casada con un fotógrafo de revistas frívolas y está allí para realizar su trabajo. Ella solo lo acompaña, pero hay algo en su rostro, una especie de rictus, de gesto mal hilvanado que le hace parecer incomoda, asfixiada, con el ahogo en que mueren los que viven vidas prestadas. No puede dormir, su único consuelo es una ventana del hotel, una dudosa panorámica de la ciudad donde todos son pequeñas piezas de un sofisticado aparato.
A él lo han traído desde los Estados Unidos para promocionar una marca de whisky. Su carrera ya vislumbraba los primeros síntomas de decadencia. El precio por decir un par de frases era realmente alto, pero había que afrontarlo: se sentiría mas cómodo en una película. Entre los japoneses se distingue porque es el mas alto, además su rostro compungido demuestra un profundo desconsuelo. Tokio no es tanto el problema, su vida talvez lo sea.
Dos almas solas se encuentran en Tokio, no pueden estar juntos, es difícil imaginar una pareja que tenga tantas pocas cosas en común, ella no tiene veinte años, el es un veterano de cincuenta años. Tal vez el mayor entre todos los aciertos que ha tenido Sofia Copolla en este su segundo largometraje, sea el de que nos haya hecho creíbles a esta pareja tan dispareja. Bill Murria, un hombre subvalorado por ser un comediante, ha tenido en Lost in traslation el mejor papel masculino que se haya podido ver en tanto tiempo. Su tranquilidad, su contención, su incesante desasosiego llega a calar de frente en el espectador. Murria tiene un control absoluto sobre su personaje, no concediéndole ni una mueca, ni una pequeña caricaturarización. Sofia Copolla declaró en mas de una ocasión que ella no podría hacer la película sin contar en el elenco con Bill. Para acompañarlo ha escogido en un cuidadoso casting a la debutante Scarlett Johansonn una jovencita de apenas diesciete años que revela en este, su primer papel protagónico una madurez y una belleza inusitada. La Copolla demostró que es ante todo, una genial directora de actores.
Sentimos tensión por el destino de estas dos personas en esa ilusión óptica que es Tokio. El único consuelo que tienen es que están los dos sufriendo por aparte esa torutura que son las noches en vela. En el televisor no hay nada bueno, ni siquiera se puede entender lo que dicen. Todo es como un molde, como una copia desfigurada de lo que puede ser una capital ultra moderna en occidente. A imágenes que inevitablemente lo llevan a uno a recordar Tokio ga ese penetrante documental de Win Wenders donde demostraba, a partir de las películas que filmara Ozu en la primera mitad del siglo XX, como la cuktura japonesa estaba peligrosamente abocada a la destrucción. Jovencitos imitando a John Travolta, con el pelo lleno de gel y frases en inglés. Concentrados únicamente en la lobotización que pueden general las máquinas de video. El Tokio de Ozu había desaparecido. Ahora no quedan ni las ruinas que Wenders filmó veinte años atrás.
Pero esta no es una película sobre Tokio. La ciudad apenas aparece como un contexto y si se escogió esta locación fue por la misma razón que Orson Welles eligió a Belgrado en vez de Praga para hacer el proceso; hay que ahogar al espectador, atiborrarlo de elementos. Lo que importa es la situación de los dos protagonistas. Desde el principio sabemos que no pueden estar juntos, son muchas las cosas que los separaban. Entre los dos se abrían cine mil abismos y mares, era un camino realmente complicado el que tenían entre las dos orillas. Con una sutileza impresionante, Sofia Copolla se resiste a explotar esa tensión que hay entre los dos. Un toque sutil de las manos, una mirada un poco disfrazada, una epera ansiosa de que sea otro día para volverse a ver. No existe mejor estado en el amor que el de la incertidumbre; las cartas están sobre la mesa pero nadie se atreve a abrirlas. Ellos está perdidos en la traducción, no entienden nada, en el karaoke de pronto, pueden dedicarse una canción, mirarse mas intensamente.
En la Tokio mecanizada de principios de siglo, dos personas descubren que se aman. Lo único que comparten son las noches en blanco, la nausea que se les atraviesa en la garganta. El último día ha llegado, el toma un taxi y empieza a ver como la ciudad se va escapando en la ventana. Están sobre una calle estrecha donde los hombres se golpean en los hombros para caminar. Entre todas las cabezas sobresale la de ella. Le pide al taxista que se detenga un momento. A apretujones va hasta ella, nadie corre en Tokio, eso sería como romper el orden establecido. La detiene y ella se voltea y en sus ojos todo el amor represado en estos días y él le dice algo al oído y nosotros no alcanzamos a escuchar nada, debe ser una promesa, una palabra de espera, o tan solo las gracias, el placer de extrañar, de anhelar la gloria en un segundo. Se abrazan y el la besa y se va. En el aeropuerto un avión lo espera, ella debe esperar un días más pero ya no está desesperada, el rostro de él también ha cambiado, está mas relajado, mas tranquilo, se ha desahogado. Tokio sigue escapando en la ventana del taxi, Bryan Eno canta y el ojo de Sofía sigue mirando a los relojes electrónicos, los edificios llenso de luces como inmensos árboles de navidad, las autopistas espaciosas y atestados de autos. Empieza a caer la noche sobre Tokio. La cámara se centra en el recorrido de el auto y después se va oscureciendo como si por ella se le entrara la noche, como un párpado que se cierra
8 de noviembre de 2010
PEQUEÑA HISTORIA DE UN CICLOPE QUE SOLO QUERIA ESCRIBIR EN PROSA
Érase una vez un hombre, que a diferencia de todos los hombres, nació siendo ojo. En Aragón todavía se olía a pólvora y ajenjo como rezago de lo que había sido el siglo XIX, cuando el cíclope dio sus primeros pasos. La gente se acostumbró poco a poco a su presencia. A los ocho años sus padres lo mandaron al colegio de los jesuitas en Zaragoza, donde permaneció hasta concluir el bachillerato. Allí el ojo conoció al monstruo de la iglesia por dentro y lo aprendió a odiar, lo cual se supo después, cuando el ojo, ya grande, contó al mundo todo lo que veía.
En 1916 se fue a Madrid y en la casa de estudiantes vivió sus mejores años junto a Dalí, García Lorca y Rafael Alberti. Bajo el influjo de las greguerías de Ramón Gonzáles de la Serna, el gran ojo respiró por su membrana y soñó por primera vez. Quería ser un gran novelista. Entonces empezó sin temor a afilar su pluma, pero la piedra era más fuerte que la hoja, y ésta se rompió. Resignado, veía como Dalí se obsesionaba por la pintura y García Lorca por las vergas y la poesía, “no tengo ningún paraguas” pensó; entonces aprovechando su corpulencia se dedicó al boxeo, donde era, franca y afortunadamente, malo.
Creyendo no servir para nada se fue a París en 1923, y como quien busca una excusa para no bostezar, se inscribe en la academia de cine fundada por Jean Epstein, de quien terminó convirtiéndose en asistente. Paris, como Venecia, tiene ese perfume que solo la mierda de gato puede dar. Allí, como dijo Cortazar, todos son hermosos y sucios en iguales proporciones; el gran ojo no era hermoso y tampoco sucio, sólo era un ojo queriendo encontrar un cuerpo.
Trabajar con Epstein le hizo conocer un mundo que hasta el momento él había desdeñado, el cine. Allí descubrió que este también era un medio para dar rienda suelta a sus obsesiones. De un momento para otro, la hoja se hizo más fuerte que la piedra y descubrió que su puñal no tenía forma de pluma sino más bien de cámara.
A los veintiocho años entra al movimiento surrealista liderado por André Bretón. Allí se reencuentra con Dalí. Con él realizaría lo que años después sería conocido como la primera de las películas surrealistas de la historia, El perro andaluz (1929). El guión, hecho entre el de Higueras y el de Aragón, era un concentrado de sus sugestiones oníricas. No tiene una coherencia narrativa y muchos formaron un escándalo al ver las claras alusiones sexuales que presentaba la película. Una escena quedaría para el recuerdo y es la de “la pupila viciosa de nube” como después el gran ojo la bautizaría. Como en un poema, describe en la pantalla cómo una nube corta la luna como si fuera una pupila, mientras abajo, el mismo gran ojo le corta de un solo tajo la retina a una chica que, impávida, veía sentada como se moría una noche con luna llena. Esta película le trajo la notoriedad que nunca buscó.
Con la fama a sus pies, en 1930 se arriesga a hacer otra película. Esta vez el escándalo sería mayor ya que la noche del estreno, en plena proyección, se formó una trifulca entre judíos y antisemitas. La película estuvo patrocinada por el Vizconde de Noailles, quien junto a su esposa formaron la pareja de mecenas mas importantes del siglo XX.
En Estados Unidos ya preguntaban por ese gran ojo que tanto daba de que hablar en Europa. El escándalo que tuvo la edad de oro ayudó a levantar más el ventisquero de su fama; inclusive, el escándalo siguió varios años cuando Dalí denunció que Buñuel había robado parte de su idea en esta película, cosa que se comprobó fácilmente. El gran ojo fue a ver para que lo querían en Hollywood, pero allí el ambiente era poco independiente y lleno de estrellas y suntuosos productores que pretendían ser mas importantes que los mismos directores. Cansado y desilusionado, volvió a su país a filmar el documental Hurdes, tierra sin pan. Pero la desilusión no terminaría allí. A poco de llegar aparecería como una nube negra la guerra civil española, en donde caería su entrañable amigo Federico García Lorca y donde Dalí daría un inesperado paso hacía el franquismo, cosa que terminó de desmoralizarlo y de dilatarle mucho más su eterna pupila.
Empezaría un temible y largo paréntesis en la vida del cíclope. En Nueva York encontraría paz en su exilio trabajando en la cinemateca del Museo de Arte Moderno, esperando que la nube del franquismo se disipara sobre su amada España. Las ganas de hacer cine lo atormentaban más y más, era como uno de esos gusanos que corroen la carne y no hay pinza que valga, ni ningún desinfectante para excusarlo. En Estados Unidos no podía hacer cine, y para completar su infortunio, su ex amigo Dalí ayudó para que lo expulsaran por sus antiguas filiaciones con el partido comunista. El de Higuera lo dijo públicamente y el odio del cíclope se recrudecía.
En 1947 ya se sentía como el Quijote, que todas las guerras estaban perdidas, justo antes de empezar la senectud. Su vida, que alguna vez había sido tan promisoria, se iba yendo a raudales por un sino que lo condenaba irresolutamente. Y justo cuando creyó quedar mudo, aparecieron Los olvidados.
La trama de Los olvidados se parece mucho a la del neorrealismo, aunque vale decir, un neorrealismo mucho mas descarnado y pesimista. Jaibo es el jefe de una banda de niños y adolescentes callejeros en Ciudad de México. Pedro, quien sufre con una madre que lo trata mal, es testigo de cómo Jaibo mata a golpes a un supuesto espía. Jaibo obliga a Pedro a una absoluta complicidad y luego lo implica en un robo que no ha cometido. Cuando el niño busca defenderse se convierte en una nueva víctima.
Los olvidados se parece mucho más a Tierra sin pan, que a El perro andaluz y a La edad de oro (1930). Su belleza es casi insultante a los ojos de lo fuerte que puede llegar a ser la película. Nunca cae en la pornomiseria en la que cayeron los demás directores latinoamericanos a la hora de retratar los problemas sociales en los que vivimos. Esto no se ve en la película de hoy, ni el panfleto, ni las ganas de explotar la tristeza del otro. El gran ojo realiza su quinta película (antes había hecho Gran casino (1946) con Jorge Negrete y Maria Félix, un infecto bodrio del cual ni el mismo Ojo quiso acordarse; y Gran Calavera (1949)) a los cincuenta años edad en que muchos directores ya tienen una obra consolidada.
El ojo dejó de ser sólo una triste pupila para convertirse en el gran don Luis Buñuel, hombre clave en la historia de tres filmografías: la española, la francesa y la mexicana. Donde muchos terminaron, don Luis empezó; Los olvidados estalló como un trueno en el cielo de la filmografía mundial, los reconocimientos llegaron uno tras otro: mejor dirección en el festival de Cannes 1951, del jurado oficial y FIPRESCI al conjunto de su obra. Tres premios Ariel por dirección, argumento y adaptación.
Es todo el conjunto de la película lo que la hace grande. Posee una belleza áspera que raya en la grosería; uno no sabe si achacársela a las actuaciones, en especial a la de Roberto Cobo quien interpreta a Jaibo. Cobo ya mayor también será actor de Ripstein en El lugar sin límites. Y ni hablar de la fotografía de ese maestro de maestros que fue Gabriel Figueroa quien compartiría puesto con Tissé cuando Eisenstein fue a México a filmar ¡Que viva México!(1930). Figueroa es el mejor fotógrafo latinoamericano de todos los tiempos y su figura nunca se borrará como tampoco se borrará jamás la de Buñuel.
“En Los olvidados traté de denunciar la triste condición de los humildes sin embellecerla, porque odio la dulcificación del carácter de los pobres”; por eso, el que alguna vez sólo fue un cíclope, no cae en el maniqueísmo pendejo en el que cayeron (y aún caen, ¡por Dios!) muchos seudo marxistas de pacotilla, al decir que los pobres siempre son buenos y los que son perversos son los ricos.
Debido al infame control de la izquierda sobre la intelectualidad, la película fue acusada de especuladora, siendo prohibida y boicoteada por muchos intelectuales. El gran André Bazán, padre de la nueva ola francesa dijo sobre ella en su acostumbrada columna de Cahiers du Cinemá: “la grandeza de esta película se percibe inmediatamente cuando caemos en la cuenta de que no se refiere nunca a categorías sociales. Sin ningún maniqueísmo en los personajes, su culpabilidad sólo es contingente: la conjunción aleatoria de destinos que se entrecruzan como puñales. Es absurdo reprochar a Buñuel una afición perversa a la crueldad. Pero la crueldad no es de Buñuel; él se limita a revelarla al mundo. Elige lo más atroz porque el verdadero problema no es saber que existe también la felicidad, sino hasta donde puede ir la condición humana en la desdicha. Los olvidados es una película de amor que requiere amor. No hay nada más opuesto al pesimismo existencialista que la crueldad de Buñuel. Porque no elude nada, porque no concede nada, porque se atreve a mostrar la realidad con una obscenidad quirúrgica, puede encontrar al hombre en toda su grandeza y forzarnos, por una especie de dialéctica Pascaliana, al amor y a la admiración. En Los olvidados las caras más horrorosas tienen rostro humano. El sentimiento que brota de Los olvidados es el de la inmarchitable dignidad humana. Y por eso no suscita en el público una complacencia sádica o una indignación fariseica. La crueldad de Buñuel es totalmente objetiva. Es sólo lucidez y nada tiene de pesimismo”. Con eso los mamertos se callaron un poco, pero ni así pudieron comprender, aprehender, lo que Buñuel veía como un inmenso ojo como el mas bello de los cíclopes.
Innumerables películas le seguirían, todas de una belleza inigualable. Buñuel nunca se creyó un genio, ni siquiera un artista. Para él, hombre de principio de siglo, el genio todavía tenía que ver más con la ingeniería que con las artes. Por eso cuando King Vidor, Robert Mamoulain y George Cuckor se pararon en 1981 para brindar por el más grande de los directores vivos, Buñuel no entendía porque él, si él no tenía ningún merito, si él no siempre había sido Buñuel, sino un gran ojo que sólo quería escribir novelas.
En 1916 se fue a Madrid y en la casa de estudiantes vivió sus mejores años junto a Dalí, García Lorca y Rafael Alberti. Bajo el influjo de las greguerías de Ramón Gonzáles de la Serna, el gran ojo respiró por su membrana y soñó por primera vez. Quería ser un gran novelista. Entonces empezó sin temor a afilar su pluma, pero la piedra era más fuerte que la hoja, y ésta se rompió. Resignado, veía como Dalí se obsesionaba por la pintura y García Lorca por las vergas y la poesía, “no tengo ningún paraguas” pensó; entonces aprovechando su corpulencia se dedicó al boxeo, donde era, franca y afortunadamente, malo.
Creyendo no servir para nada se fue a París en 1923, y como quien busca una excusa para no bostezar, se inscribe en la academia de cine fundada por Jean Epstein, de quien terminó convirtiéndose en asistente. Paris, como Venecia, tiene ese perfume que solo la mierda de gato puede dar. Allí, como dijo Cortazar, todos son hermosos y sucios en iguales proporciones; el gran ojo no era hermoso y tampoco sucio, sólo era un ojo queriendo encontrar un cuerpo.
Trabajar con Epstein le hizo conocer un mundo que hasta el momento él había desdeñado, el cine. Allí descubrió que este también era un medio para dar rienda suelta a sus obsesiones. De un momento para otro, la hoja se hizo más fuerte que la piedra y descubrió que su puñal no tenía forma de pluma sino más bien de cámara.
A los veintiocho años entra al movimiento surrealista liderado por André Bretón. Allí se reencuentra con Dalí. Con él realizaría lo que años después sería conocido como la primera de las películas surrealistas de la historia, El perro andaluz (1929). El guión, hecho entre el de Higueras y el de Aragón, era un concentrado de sus sugestiones oníricas. No tiene una coherencia narrativa y muchos formaron un escándalo al ver las claras alusiones sexuales que presentaba la película. Una escena quedaría para el recuerdo y es la de “la pupila viciosa de nube” como después el gran ojo la bautizaría. Como en un poema, describe en la pantalla cómo una nube corta la luna como si fuera una pupila, mientras abajo, el mismo gran ojo le corta de un solo tajo la retina a una chica que, impávida, veía sentada como se moría una noche con luna llena. Esta película le trajo la notoriedad que nunca buscó.
Con la fama a sus pies, en 1930 se arriesga a hacer otra película. Esta vez el escándalo sería mayor ya que la noche del estreno, en plena proyección, se formó una trifulca entre judíos y antisemitas. La película estuvo patrocinada por el Vizconde de Noailles, quien junto a su esposa formaron la pareja de mecenas mas importantes del siglo XX.
En Estados Unidos ya preguntaban por ese gran ojo que tanto daba de que hablar en Europa. El escándalo que tuvo la edad de oro ayudó a levantar más el ventisquero de su fama; inclusive, el escándalo siguió varios años cuando Dalí denunció que Buñuel había robado parte de su idea en esta película, cosa que se comprobó fácilmente. El gran ojo fue a ver para que lo querían en Hollywood, pero allí el ambiente era poco independiente y lleno de estrellas y suntuosos productores que pretendían ser mas importantes que los mismos directores. Cansado y desilusionado, volvió a su país a filmar el documental Hurdes, tierra sin pan. Pero la desilusión no terminaría allí. A poco de llegar aparecería como una nube negra la guerra civil española, en donde caería su entrañable amigo Federico García Lorca y donde Dalí daría un inesperado paso hacía el franquismo, cosa que terminó de desmoralizarlo y de dilatarle mucho más su eterna pupila.
Empezaría un temible y largo paréntesis en la vida del cíclope. En Nueva York encontraría paz en su exilio trabajando en la cinemateca del Museo de Arte Moderno, esperando que la nube del franquismo se disipara sobre su amada España. Las ganas de hacer cine lo atormentaban más y más, era como uno de esos gusanos que corroen la carne y no hay pinza que valga, ni ningún desinfectante para excusarlo. En Estados Unidos no podía hacer cine, y para completar su infortunio, su ex amigo Dalí ayudó para que lo expulsaran por sus antiguas filiaciones con el partido comunista. El de Higuera lo dijo públicamente y el odio del cíclope se recrudecía.
En 1947 ya se sentía como el Quijote, que todas las guerras estaban perdidas, justo antes de empezar la senectud. Su vida, que alguna vez había sido tan promisoria, se iba yendo a raudales por un sino que lo condenaba irresolutamente. Y justo cuando creyó quedar mudo, aparecieron Los olvidados.
La trama de Los olvidados se parece mucho a la del neorrealismo, aunque vale decir, un neorrealismo mucho mas descarnado y pesimista. Jaibo es el jefe de una banda de niños y adolescentes callejeros en Ciudad de México. Pedro, quien sufre con una madre que lo trata mal, es testigo de cómo Jaibo mata a golpes a un supuesto espía. Jaibo obliga a Pedro a una absoluta complicidad y luego lo implica en un robo que no ha cometido. Cuando el niño busca defenderse se convierte en una nueva víctima.
Los olvidados se parece mucho más a Tierra sin pan, que a El perro andaluz y a La edad de oro (1930). Su belleza es casi insultante a los ojos de lo fuerte que puede llegar a ser la película. Nunca cae en la pornomiseria en la que cayeron los demás directores latinoamericanos a la hora de retratar los problemas sociales en los que vivimos. Esto no se ve en la película de hoy, ni el panfleto, ni las ganas de explotar la tristeza del otro. El gran ojo realiza su quinta película (antes había hecho Gran casino (1946) con Jorge Negrete y Maria Félix, un infecto bodrio del cual ni el mismo Ojo quiso acordarse; y Gran Calavera (1949)) a los cincuenta años edad en que muchos directores ya tienen una obra consolidada.
El ojo dejó de ser sólo una triste pupila para convertirse en el gran don Luis Buñuel, hombre clave en la historia de tres filmografías: la española, la francesa y la mexicana. Donde muchos terminaron, don Luis empezó; Los olvidados estalló como un trueno en el cielo de la filmografía mundial, los reconocimientos llegaron uno tras otro: mejor dirección en el festival de Cannes 1951, del jurado oficial y FIPRESCI al conjunto de su obra. Tres premios Ariel por dirección, argumento y adaptación.
Es todo el conjunto de la película lo que la hace grande. Posee una belleza áspera que raya en la grosería; uno no sabe si achacársela a las actuaciones, en especial a la de Roberto Cobo quien interpreta a Jaibo. Cobo ya mayor también será actor de Ripstein en El lugar sin límites. Y ni hablar de la fotografía de ese maestro de maestros que fue Gabriel Figueroa quien compartiría puesto con Tissé cuando Eisenstein fue a México a filmar ¡Que viva México!(1930). Figueroa es el mejor fotógrafo latinoamericano de todos los tiempos y su figura nunca se borrará como tampoco se borrará jamás la de Buñuel.
“En Los olvidados traté de denunciar la triste condición de los humildes sin embellecerla, porque odio la dulcificación del carácter de los pobres”; por eso, el que alguna vez sólo fue un cíclope, no cae en el maniqueísmo pendejo en el que cayeron (y aún caen, ¡por Dios!) muchos seudo marxistas de pacotilla, al decir que los pobres siempre son buenos y los que son perversos son los ricos.
Debido al infame control de la izquierda sobre la intelectualidad, la película fue acusada de especuladora, siendo prohibida y boicoteada por muchos intelectuales. El gran André Bazán, padre de la nueva ola francesa dijo sobre ella en su acostumbrada columna de Cahiers du Cinemá: “la grandeza de esta película se percibe inmediatamente cuando caemos en la cuenta de que no se refiere nunca a categorías sociales. Sin ningún maniqueísmo en los personajes, su culpabilidad sólo es contingente: la conjunción aleatoria de destinos que se entrecruzan como puñales. Es absurdo reprochar a Buñuel una afición perversa a la crueldad. Pero la crueldad no es de Buñuel; él se limita a revelarla al mundo. Elige lo más atroz porque el verdadero problema no es saber que existe también la felicidad, sino hasta donde puede ir la condición humana en la desdicha. Los olvidados es una película de amor que requiere amor. No hay nada más opuesto al pesimismo existencialista que la crueldad de Buñuel. Porque no elude nada, porque no concede nada, porque se atreve a mostrar la realidad con una obscenidad quirúrgica, puede encontrar al hombre en toda su grandeza y forzarnos, por una especie de dialéctica Pascaliana, al amor y a la admiración. En Los olvidados las caras más horrorosas tienen rostro humano. El sentimiento que brota de Los olvidados es el de la inmarchitable dignidad humana. Y por eso no suscita en el público una complacencia sádica o una indignación fariseica. La crueldad de Buñuel es totalmente objetiva. Es sólo lucidez y nada tiene de pesimismo”. Con eso los mamertos se callaron un poco, pero ni así pudieron comprender, aprehender, lo que Buñuel veía como un inmenso ojo como el mas bello de los cíclopes.
Innumerables películas le seguirían, todas de una belleza inigualable. Buñuel nunca se creyó un genio, ni siquiera un artista. Para él, hombre de principio de siglo, el genio todavía tenía que ver más con la ingeniería que con las artes. Por eso cuando King Vidor, Robert Mamoulain y George Cuckor se pararon en 1981 para brindar por el más grande de los directores vivos, Buñuel no entendía porque él, si él no tenía ningún merito, si él no siempre había sido Buñuel, sino un gran ojo que sólo quería escribir novelas.
8 de octubre de 2010
LA MUSICA DE HOY, LA BASURA DE MAÑANA
Nunca antes en la historia de la humanidad se ha consumido tanta música. Los espacios virtuales (Algo que desafía a la física porque son espacios que no están pero nosotros estamos en ellos, como si un agujero negro nos hubiera chupado a todos) cada día expectoran cientos de grupos nuevos, cada uno con una nueva tendencia, los D.J’S están ahí afuera, con una servilleta guindando del cuello y cubiertos en cada mano esperando por devorar el nuevo sonido que sonó hoy, mañana por supuesto ese sonido se aniquilará en la papelera de reciclaje y el D.J se quedará con el sonido de uno solo. En la noche mostrará al pequeño monstruo ante una multitud empastillada y eufórica que quiere mover las caderas al ritmo frenético de lo que hizo un niño con la computadora de papá.
Y todos esos ritmos no son nuevos, son remexclas de canciones viejas, remakes computarizados de una horrenda canción ochentera. Ya la música que antes servía para escuchar, para enamorarse, para fumarse un porro ha dejado de existir. Yo entiendo que todos los ritmos evolucionan pero parece que internet ha puesto a la música en una carrera frenética a un desbarrancadero. El debate si el D.J es un verdadero músico o no se perdió hace rato, parece que esa figura llegó para quedarse. Es mas barato para una Disco pagarle a un guevón para que mezcle música a pagarle a una banda que tiene instrumentos de verdad, que hacen música ahí en vivo en un momento irrepetible. Yo no entiendo nada de lo que pasa en una de esas fiestas, me tengo que tomar una pepa para que el L.S.D cumpla la función de hacerme olvidar que estoy ahí, de sacarme de ahí porque si no me resulta absolutamente imposible aguantarme el ruido, los gritos de cientos de adolescentes histéricas.
Entiendo perfectamente que a los adolescentes esta música les guste pero lo que no soporto es ver a todos esos malparidos de la edad de uno regocijándose con la nueva mezcla que hizo el D.J Trippi, que agarró El baile del perrito y lo remezcló con una de los Pibes Chorros y luego le puso la Sweet Dreams de Marilyn Manson y dicen “Uy boludo que locura esto, me parte la cabeza” A mi me provoca agarrar un mazo y machacarle los sesos pero casi siempre estoy muy drogado asi que estiro mi pulgar y le digo que todo está bien. Y después se levantan con la tensión alta a prepararse una aguita de toronjil a buscar más cosas en My Space, a ver “Lo último que salió” para ser olvidado mañana, para ser desechado como una toalla higuienica mañana. La música pasa pero el que pone los discos queda.
Pero esto no es mas que un reflejo de esta época de mierda que nos tocó vivir. Yo estoy a favor de una música electrónica, me parece que Daf Punk, los Chemical Brother, Bassemant Jaxx, Prodigy, es música que se puede escuchar, es que sueltos se pueden escuchar pero no los mezclen man. Bueno y lo peor es tener que estar acá para ver como La cumbia villera, el reggetón y la champeta han tomado un status intelectual. Porque si, todos esos hijueputas que en los noventa escuchaban Nirvana y Pearl Jam ahora reniegan del rock y se van a abrazarse a esos ritmos cochambrosos y sirvientisticos. Y en ningún otra parte ese snobismo pulula tanto como en Buenos Aires, imagínense acá a esas fiestas de cumbia villera y champeta las llaman “Las fiestas Zizek” si, como el filósofo, solo para conseguir ese estatus tan anhelado “Somos tan abiertos” dicen los intelectuales “Que disfrutamos de estos placeres de la villa” Me imagino el desprecio que debe sentir un man de Fuerte Apache al ver a todos estos chetos intelectualoides moviendo torpetemente sus caderas al ritmo del Bombón Asesino, porque ese es ritmo de ellos, ustedes no lo pueden entender, no pueden comprender lo que es una bailanta, eso que hacen en sus clubes lujosos es tan absurdo como hacer una ópera en Manaos, como cantar vallenatos en inglés. Búsquense su propia música, díganle al D.J de turno que prepare una pócima mágica de anfetas, rock y porquería y bébansela y escúpanla mañana, escúpanla con todo el whisky y la nicotina que han invadido sus venas.
Tienes razón querido Lou, es mejor serenarse, esto forma parte de los últimos días. Ya el apocalipsis no se manifiesta en espadas de fuego surcando el cielo, el apocalipsis es esas pistas llenas de gente saltando y un idiota arriba con una gorra poniendo las canciones de hoy y la basura de mañana. Terminemos de hacer la maleta, metámonos en el Bunker, falta poco para el final.
7 de octubre de 2010
EL HAMBRE
Algún día tenía que pasarme eso de irme a la cama sin comer. Hace poco volviendo a ver Novecento casi lloro cuando el campesino que se cercena la oreja en señal de protesta porque el patrón le recorta a la mitad la paga debido a la mala cosecha, lleva un puñado de polenta a la casa, los hijos agarran una manotadita la mastican y luego le piden más, el campesino los lleva afuera y les dice “Les voy a hacer olvidar el hambre” Y se pone a tocar la flauta y los niños enternecidos miran con ojos de admiración al mutilado de su padre. Bueno, yo estoy peor que esos niños porque para distraerme tan solo tengo un televisor, es lunes en la noche, no hay un solo partido, tan solo propagandas, el hambre me hace ver la crueldad de la televisión, todo el tiempo te están haciendo dar antojos de comerte un jugoso pedazo de carne, o un helado o la mas deliciosa de las mujeres. Desalentado apago la televisión y me sumerjo de nuevo en los libros del pasado pero hasta ellos te abandonan cuando tienes hambre. No hay un momento en que estés mas solo que cuando tienes hambre.
Una serie de circunstancias me llevaron a experimentarla. Me alejé de todo el mundo desde hace varios meses, cansado del dolor que ya me producía Buenos Aires. Me vine a un pueblo a unas cuantas horas de la urbe, renuncié a todo y dije “Me internaré a escribir dia y noche” Bueno, uno puede vender artículos pero se demoran para pagar, se demoran como dos meses para pagarlos y para nadie es un secreto que no es que paguen mucho. Escribí muy bien dos meses y al tercero la depresión volvió a sacudirme, entonces decidí encerrarme todavía más y me metí en un cubo donde no entraban ni la luz ni las noticias, cuando decidí abrir el cubo encontré que mis arcas estaban completamente vacías. Me arrastré por el suelo como una sabandija y logré juntar dos pesos en monedas de diez centavos que se me vinieron regando en cada una de mis borracheras. Fui a la tienda y compré huevos y pan. Alguien trajo en días mejores un poco de café así que me dispuse a hacer la que sería mi única comida en dos días. Lamentablemente confundí el azúcar con la sal y tuve que tomar el café salado y los huevos dulces. Me reí de la desgracia y por fin con la poca fuerza que tenía me senté a terminar Maestros Antiguos de Bernhard, un libro que sin duda no te ayuda para nada, que te hunde pero bueno, yo quería jugar al buso, quería palpar las algas que reposan en ese océano que es mi depresión.
Me gustan todos esos libros donde la gente pasa hambre, recuerdo que en Trópico de Cáncer Henry Miller odiaba a su compañero de cuarto porque disimuladamente bajaba a desayunar al restaurante de la esquina solo, mientras a él dos gatos le maullaban desde adentro del estómago, volvía Carl con su aire orondo, jugando con su maldito mondadientes y sacándose pedazos de carne que con gusto volvía a meterse en la boca. Pero era París en los años treinta man, donde todo el mundo era pobre y miserable la guerra no había aplastado aún los sueños de la bohemia. Ahora no existe eso, ahora los bohemios han pasado a ser unos miserables indigentes, se necesita mano de obra barata loco, mano de obra y que sepas construir esos edificios de trescientos pisos que están haciendo a la orilla del río. Vendrán hasta tu casa, te arrancarán la camisa y te llevarán a latigazos a donde construyen los edificios de plata, no voltees porque te dolerá ver como queman tus libros, como el fuego carcome la madera de tu casa.
Necesito más libros donde la gente pase hambre, ya me cansé de la historia de este crítico de arte millonario y amargado, viudito de mierda que te diviertes insultando a la gente que pasa de noche por el frente de tu balcón. Bernhard es un tipo insoportable un austriaco nazi más de los que el tanto dice odiar, una señora cancerosa que pasa sus últimos días en Mallorca no puede ser tan bravo como dice ser, lo enterraron por voluntad propia encima de un matrimonio, que locura Bernhard, que machote que eres. Al que le creo es a Celine, vivía en los suburbios de París, al lado de gitanos, de un caño que olía vísceras de rata, con sus perros furiosos que olían peor. Odiado por todo el mundo, de cuando en cuando algún escritor norteamericano iba a visitarlo a su cambuche a tomarse fotos con el gran Celine, él no decía nada tan solo abría la boca para darle la orden a sus perros de que atacaran al intruso. Y todos esos escritores americanos llegaban sin un pedazo de pan, sin saber si Celine tenía tiempo para ir al banco a reclamar el cheque que le daban sus regalías.
En todo eso me quedo pensando para ahuyentar el hambre. Ya al menos no hace frío si no estaría sepultado bajo un manto de escarcha, hace unas semanas la estufa ha dejado de funcionar. La había agarrado de cenicero y las muchachas si me decían que si seguía haciendo eso iba a tapar sus conductos pero yo no acostumbro a hacerle caso a las muchachas, mi vocación a la autodestrucción me lo impide. Si quieres ser feliz solo asiente a todo lo que ellas te dicen. Las mujeres nunca pasan necesidades a no ser que se dejen embarazar. Viven siempre bien, los gays también viven bien. El problema lo tenemos los hombres que somos demasiado brutos. Me gasté la plata comprando películas que no me voy a poder llevar y libros que nunca voy a leer. ¿Para que quería todo ese teatro de Euripides si ya después de ver la Medea de Pasolini no tenía necesidad de saber nada más de hechiceras? La bruja mayor, la que asesina a los hijos, la sicopata histérica y celosa, hecatea con una vulva golosa ¿No son todas asi? No dejes la casa sola que matarán a tus hijos, necesitan la sangre para hacer el conjuro. No hice caso y empezó a oler a quemado, al principio me olía un poco a marihuana creí que los viejitos de la finca de al lado les habían recetado la hierba para combatir el dolor del cáncer de páncreas, incluso me había puesto los zapatos para cruzar la cerca y amenazarlos con un cuchillo, quitarles toda la ganya y obtener la paz que necesito para poder dormir y olvidarme del hambre, pero no fue asi, era el calentador que se estaba quemando, lo entendí solo cuando vi que la casa se llenaba de un espeso humo negro.
Sin esperanzas consulté el estado de mis cuentas, en una podía sacar diez pesos pero lamentablemente en esta época de escasez mundial a los cajeros les había dado por ser exigentes y no soltaban sino cifras superiores a cien pesos. El tren que va de La Plata a Buenos Aires siempre lleva gente que carga algunas monedas, si pudiera falsificar alguna receta, algún certificado médico y decir que soy portador de VIH pero no era capaz. Me da miedo hablar en público, lo tuve que hacer en la ceremonia de graduación del colegio, estaba tan contento, tan agradecido de que me hubieran graduado a mis 23 años que tenía que dar ejemplo y subirme al estrado y decir todas esas cosas de las cuales me arrepiento. Pero de ahí a pedir monedas para hacerme un caldo..no se si podía hacerlo.
Me bañé y me vestí impulsado por el hambre. Al salir vi que todo era comida y eso es verdad por donde quieras que pasas ves comida, cascaras de naranja, gente comiendo apurada un pan con salchicha, media lunas exhibidas en las panaderías, perros peleando por un hueso de pollo. Cerré los ojos y aspiré hondo. Al frente estaba la estación, tenía claro lo que iba a decir, el sarcoma que devoraba mi piel, la diarrea que no paraba, si me preguntaban porque aún estaba gordo les diría que era por los anabólicos que me había recomendado un acupunturista chino que al fin y al cabo me había estafado. Iba a subirme al tren cuando vi a un policía, entones temoroso decidí dar la vuelta y volver a la casa.
Y acá sigo, buscando colillas en el jardín, disolviendo el poco tabaco que tienen y haciendo nuevos cigarrillos con ellas. Queda suficiente café, esperaré en que alguien toque la puerta, las muchachas tienen que volver por sus peines, los han dejado. Ojalá se les haya olvidado mis ofensas.
VARGAS LLOSA DIGNIFICA AL NOBEL
Estaba sentado en su despacho de profesor en Nueva York cuando sonó el teléfono. La otra voz parecía algo atribulada, confusa, emocionada. “Pensé que era una broma-Dijo el escribidor- Solo lo confirmé cuando otros amigos empezaron a llamarme”. Hacía años había dejado de esperar esa noticia, siempre candidato a un premio discutido, caprichoso, pero siempre deseado. Vargas Llosa piensa que el Premio Nobel le llegó muy tarde, que a sus 74 años la distinción tiene el mismo significado de uno de esos premios honoríficos que se les entregan a las viejas y anquilosadas glorias por toda su trayectoria. Sus mejores días como escritor hace rato que pasaron, desde La fiesta del chivo no hace nada notable, debió haber llegado hace diez años cuando todavía me importaba, debe pensar el escribidor, ahora ni siquiera tengo tiempo para hacer ese discurso. “Maldita sea, tengo que pensar en ese discurso”.
Pero Vargas Llosa tuvo suerte, el premio es como el beso de la muerte, abrir esa caja es destapar un cofre con demonios que te poseerán y te destruirán, sobre todo si no eres un hombre grande. Beckett o Faulkner eran demasiado grandes para ese premio, Sartre incluso lo rechazó, nunca perdieron la privacidad, siempre renegaron de los encuentros de escritores y mientras el irlandés se refugiaba en Berlín donde a nadie le importa que puede hacer un triste e impotente escribidor, Faulkner encontró cobijo en su Nueva Orleans natal, en una casita cochambrosa a la orilla del missisipi y arrullado por los viejos blues. La obsesión de estos endemoniados era escribir, darle duro cada tecla de la Olivetti, darle duro hasta reventarse los dedos. A Vargas Llosa el premio le llega justo cuando ya no tiene nada más que decir, sus días como escritor ya pasaron, ahora se pasea por el mundo dictando conferencias sobre Karl Popper y cuando le queda tiempo da un par de clases en Princeton sobre lo arduo y complicado que es ser escritor.
Vargas Llosa es un ejemplo de la constancia y de la decisión. Desde siempre quiso escribir y entendió que para ser escritor lo único que tenía que hacer era escribir y vaya si lo hizo. Cuenta Cabrera Infante que a mediados de los sesenta compartió apartamento con el peruano durante una temporada. Una tarde mientras Vargas llosa trabajaba en su máquina sonó el timbre con bastante insistencia. A pesar de que Mario estaba cerca de la puerta no atendía. Cabrera Infante tuvo que levantarse de su cama y abrir, una rubia despampanante preguntó por Mario. El escritor cubano le dijo que siguiera, luego para darle mayor privacidad a la pareja se encerró en su cuarto. Al cabo de unos minutos solo se escuchaba en el estudio el eterno teclear de Mario, después vino el silencio que solo fue cortado por las duras palabras del escritor. “Vistete, ahora no”, pasarían unos cuantos segundos cuando se escuchó un fuerte portazo. Después volvieron a escucharse, a un ritmo frenético los dedos de Vargas Llosa golpeando la Olivetti.
Sobre su escritorio de trabajo reposaba un Atlas y la enciclopedia británica. Muchas veces sus novelas no son solo relatos de ficción sino tratados historiográficos hechos con todo el rigor y la metodología que puede aplicarse para reconstruir el pasado. El mejor relato de Canudos y la revolución cristera en el Brasil no se lo debemos a los historiadores sino a la fuerza de su pluma desplegada en la que debe ser la más monumental de sus novelas: La guerra del fin del mundo, y que decir de la manera en la que contó los últimos días de un dictador cruel, sangriento e impotente en La fiesta del chivo, siempre alternando dos historias a la vez, jugando con el tiempo, con los narradores, deconstruyendo el espacio…¿que más se puede decir sobre el Vargas Llosa escritor?.
De Arequipa a Piura, pasando por Canudos y Republica Dominicana, alternando París y Tahití, Vargas Llosa despliega sus historias como si fuera otra vez Napoleón y realizara el sueño de dominar el mundo. Todo a punta de trabajo, de años de lecturas y de investigación concienzuda. Sin duda que cuando realizó sus mejores relatos lo hizo vestido de overol.
Pero no sólo es trabajo, el componente emotivo que tienen sus discursos, sus ensayos. Mi primer contacto con su obra se lo debo al prologo que hizo para la versión castellana de los Miserables editada en 1982. Allí narraba como en sus días de servicio militar, cuando era un cachorro, sobrevivía al abuso castrense leyendo las aventuras de Jean Valjean “Entonces mis días eran menos miserables” Nunca fue un erudito, tenía demasiado corazón para serlo. A veces estaba más cercano a ser Pedro Camacho, el compulsivo, cursi y sucio escritor de radio novelas boliviano que ese caballero apuesto y elegante que divierte a las oligarquías hispanoamericanas con su particular manera de ver la política.
El monopolio intelectual de la izquierda, el mismo monopolio que le impidió ganar a Borges el Nóbel, cuando él como nadie hubiese honrado al premio y no al revés, hoy ve con resignación como se hace justicia. Después de Octavio Paz el premio se honra a si mismo entregándose a los brazos de un gran escritor. Desde 1990 venía regalándose, como una puta barata a los Gunter Grass o Pamuk del momento, reinvindicando causas perdidas, refugiados de guerra, perseguidos políticos o feministas frígidas. Por eso Vargas Llosa no entendía lo que le decían ¿Cuál Nóbel me gané? Habrá dicho. Tendrá que sacar unas horas de su apretada agenda para hacer un gran discurso y seguro disfrutará de las fiestas que le harán los viejos amigos que todavía sobreviven. Sus libros, para placer de los que no lo han leído se reeditarán otra vez y los niños peruanos entrarán en contacto con su obra, al menos ya no será en ese país aquel oligarca que perdió las elecciones con Fujimori.
Vargas Llosa vuelve a darle prestigio a un premio que venía perdiendo importancia.
2 de octubre de 2010
LA MAQUINA QUE HACE LAS NOTICIAS
Los periódicos son una porquería por la sencilla razón de que son el producto de una sociedad de porquería. Cada vez la ausencia de un columnista brillante se nota más sencillamente porque en el mundo de hoy ya no existen los grandes hombres. Particularmente los periódicos colombianos me deprimen. Independientemente de su postura política el periódico colombiano parece escrito por una máquina, por un sistema computarizado que procesa la noticia y entrega esa pastillita diaria, compacta y amarga que nos tomamos en la mañana para decir, bueno listo, ya estamos informados, ya salimos de esto.
Ya no leo periódicos, creo que desde la desaparición de El espectador en el 1999, la desaparición de el verdadero periódico, no este remedo que sale ahora y que habla con en miedo de una persona con una pistola en la sien. Era muy grato llegar a la hemeroteca, pedirlo y confrontarlo con el organismo oficial de la derecha, el conservador y mojigaro El Tiempo. Ahora que estoy fuera de el país pues me conformo con abrir la página y mirar titulares. Ya todo lo que dice la noticia está contenido en el titular, no pierdan minutos valiosos de su vida leyendo más allá del titular.
Que mal escritas que están las columnas y que aleccionadoras que son. La gran escritora Clarice Lispector tenía columnas donde impartía consejos de belleza en los diarios de Brasil a mediados de los cincuenta y hay que ver las pequeñas obras maestras que pudo construir hablando tan solo de cómo se debería maquillar una mujer. No importa el tema, importa la forma y bueno uno no puede pedirle nada a un muchacho que sale de comunicador social de la pontificia bolivariana de Medellín donde muchos años fue decano Jota Mario Valencia.
Esto va mas allá de desinformarnos o no, va en la cuestión estética. Yo creo que nosotros necesitamos leer algo que esté bien escrito no esta basura automatizada, como si los periodistas fueran robots que tuvieran en su softwart el mismo modelo para copiar una noticia. Veo con preocupación además como revistas como Semana están perdiendo la costumbre de hacer reportajes y de que por supuesto la persona que escriba el reportaje sea un escritor de verdad. Recuerden que el venimos de un siglo donde el periodismo se convirtió de la mano de Dos Passos, Capote, Kapuscinsky o Hunter Thompson en un género literario, nunca antes el hecho real se había convertido en un material real para sacar de allí una historia haciéndose realidad lo que le decía Dostoyevsky a una joven aspirante de escritora cuando le preguntó de donde podía sacar material para hacer una novela “Abre la crónica roja muchacha- Le decía el autor de La casa de los muertos- y mira el último asesinato, allí encontrarás todos los elementos para hacer una gran novela”.
Desafortunadamente ese camino que empezaba a trazarse el periodismo fue cortado de tajo cuando los grupos económicos intentaron controlar la información. Entonces ya el objetivo no era informar sino manipular. En Argentina por ejemplo, el poder que acumuló el grupo Clarín es tan poderoso que tienen el control del papel prensa algo que el gobierno de los Kitchner a tratado de frenar con su oportuna Ley de Medios. Han pasado los tiempos donde creíamos que un buen gobierno era aquel que se preocupaba por hacer una reforma agraria, ahora un gobierno honesto debe ocuparse de la salud mental de los hombres. Y no puede ser sano un país que todo el tiempo está leyendo basura, que solo encuentra placer en la descripción de el degollamiento, un país que es capaz de creer que el derramamiento de sangre es la salida para una guerra atróz.
Uribe ha sido el presidente colombiano que mejor ha sabido manipular la prensa. No en vano puso a un periodista (Porque si hermanos, asi nos cueste reconocer que este subnormal lo sea) como vicepresidente y además un periodista cuya familia ha manejado la información del país durante años. Y los resultados están a la vista, a pesar de la destrucción total de la institucionalidad y la moral de Colombia, a pesar de la corrupción y el desempleo galopante, de haber entregado el 34 por ciento del territorio a las multinacionales y al ejercito norteamericano, a pesar de que pronto será buscado por la corte penal internacional por sus atroces crímenes Uribe salió con un 83 por ciento de favorabilidad, una locura, casi el doble de favorabilidad que tenía Roosevelt antes de morir. Todo por el papel que jugó la prensa en su momento, por la adhesión descarada que tuvieron canales de televisión como RCN o periódicos como El Tiempo.
Pero ni siquiera gente con cierto bagaje literario que asumieron un papel lambiscón como Plinio Apuleyo o Juan Gossain, pudieron hacer algo medianamente bien escrito por la sencilla razón de que ya no importa, no se tiene tiempo para el análisis, entre mas rápido se lea, entre más rápido se salga de eso mejor. Y la gente está conforme porque el año pasado la venta de periódicos se disparó considerablemente y los recientes “Gloriosos” golpes del gobierno de Santos seguro habrán agotado con las respectivas ediciones.
Hubo una diferencia enorme entre la muerte de Raul Reyes y la del Mono Jojoy y fue la unanimidad, esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo en que fue un golpe magistral, perfecto, digno del gran general Rommel. Semana que se convirtió durante el régimen pasado en el único escampadero para los que buscábamos alguien que estuviera en contra ahora a adoptado una actitud casi que lambiscona con el gobierno de Santos. Eso si hay que decir que comparándolo con el gamonal anterior Juan Manuel se parece a Lleras Camargo.
Así que la mejor formula para burlar la desinformación es la imaginación, hay que pensar en el subtexto, en lo que no se dice y por supuesto cerrar los ojos para no leer las noticias que máquina del estado escribe en su monumental fábrica.
1 de octubre de 2010
LAS HOJAS QUE CAYERON EN OTOÑO NO VOLVERAN CON LA PRIMAVERA
Tengo un amigo que está pasando una depresión terrible en Italia, es viernes y está solo. Mañana tiene que entregar un informe para su doctorado, problemas de la gente grande. La mujer se le fue con un músico a Barcelona, ¿Han visto lo que son los músicos? No dejan nada vivo y el man se levantó una vieja que justo vive en Barcelona. El lunes se tendrá que levantar muy temprano y tomará un colectivo que lo lleve hasta allá. Seguro después de coger con su nueva amante empezará a tener la necesidad de buscarla para seguir torturándose. Desde la distancia le aconsejo
-Francesco no sea marica, deje las cosas así como están, evite la ciudad donde ella está, vayase para Florencia guevón, no que le gustaba tanto la figura del condotierro.
Pero Francesco como buen piemontés es terco y perezoso y le da grima contradecir al instinto. Me dice que está solo y que es viernes y que lo mejor es salir y buscar una cerveza negra muy fuerte que hacen los monjes de la esquina.
Acá el invierno resiste a los embates de la primavera. La casa se llena de un frío de escarcha. Son las 7 y 30 de la noche y no anochece, yo tengo que ponerme una chaqueta y de tanto en tanto soplo los dedos para que no se congelen. No pienso salir, me lavo las heridas con Chet Baker y Cream, extraña combinación pero efectiva. Muchos me hablan por el chat informándome de las fiestas que harán hoy y mañana. Ya yo soy obsoleto, no entiendo mucho de D.J’s y admiro profundamente a esa gente de mi edad que supo dar el salto generacional. Mis hijos me verán con el mismo desprecio que veo a mis tíos sepultados en el inmundo recuerdo de Javier Solis. La madurez es la perdida de energía y de la capacidad de sorprenderme. Ya casi no veo fútbol y cada vez son menos las cosas que me gustan. Eso si tengo algunos gustos afincados que se apoderaron de mi cuerpo, uno de ellos es la cerveza y el maní. No me importa si estoy solo o si estoy deprimido, abro la conversación por chat con el gran Francesco, que me diga como va a ser su itinerario. Me dice que le chupan un guebo las ruinas romanas que el lo único que se quiere sacar “Es el recuerdo de el cuerpo de Laura” Quien te ha visto amigo y quien te ve, después de todas esas rumbas irresponsables que hicimos en el apartamento de la Universidad y ahora viene hablando de depresiones, de suicidios de esas cosas que uno intentó dejar atrás. ¿La vejez es esto men?, Acaso la vejez es el desprecio de una mujer.
Me cuenta que la cerveza está particularmente fuerte. Se la toma caliente como una sopa. Por esta época del año el calor comienza a amainar. Ya las primaveras se acabaron ahora es frío o calor extremos. Tiene los billetes exactos para llegar, necesita echarse ese polvo, será como llegar al Jordan y encontrar al Bautista, con un poco de tu agua habré de purificarme. Ojalá el dolor se fuera así de fácil, tomando un bus y perderse en las ramblas paralelas. Esas vuelven le digo, son renevantes, vistes, vampirezas que no descansan ni en la tumba. Debes cerrar los ojos y maldecirla Francesco, cada vez que el recuerdo te asalte maldígalas, solo así podrán ceder el dominio que ejerce sobre tu cuerpo. Igual hoy no se va a matar pero esa cerveza de los monjes parece que le ha caído mal al estómago por que me ha dejado hablando solo.
Solo estoy y tranquilo y para terminar de relajarme pongo el infatigable Tattou You. La misma música me decía mi ex “Y las mismas películas un viernes” Uno lucha mucho en la vida para ganarse una rutina que por cierto no tiene nada de malo. Yo hace rato que no leo un libro nuevo, me la paso releyendo y volviendo a ver todas esas películas que me gustaban de joven. Pero es que que se creen? Que viendo tan solo una vez una película ya la tienes apresada? Lo mismo con los libros…están todos locos o que?
Son tiempos crueles, todo se mueve muy rápido, cambia constantemente. Yo creí que solo pasaba en el fútbol eso de la velocidad pero no es así. Todos en trenes de una lado para el otro como si Dios jugara con nosotros a la papa caliente. La famosa rueda de la fortuna de la que tanto hablaba Ignatius Really se ha disparado y no hay números ganadores señoras y señores. Acá la casa siempre gana.
Franco permanece en silencio, esa cerveza tiene casi ocho grados de alcohol. Tengo un amigo que me la traía de Amberes, que cosa brava que es y te golpea duro si estás deprimido. El dolor purifica le digo a una amiga pero ella me dice con sabiduría “Yo para que quiero purificarme” Todavía pretendo la santidad. No en vano estudié toda mi vida con curas y los autores que amo son católicos fervientes. “Mi odio a la ciencia y mi desprecio a la tecnología me acabarán conduciendo a esta absurda creencia en Dios” Decía el sabio Buñuel en su Último Suspiro. Estos autopistas de hierro por donde ahora transitamos me hacen añorar los caminos polvorientos que nunca conocí, donde un viaje podía durar cuatro días y tenías tiempo de hablar con la persona que estaba a tu lado, era eso o morir del aburrimiento y del mareo. La vida era mas corta, es cierto pero los días eran mas largos y la cerveza mas fuerte y los hombres mas nobles.
Como pocas veces en la vida he renunciado a la acción. En la tarde cuando aparece el sol me acuesto en el patio y puedo ver a las aves de presa haciendo un círculo en el cielo, deben intuir que la autopista de plata dentro de poco pasará por acá destruyendo mi hogar, que esté blues que languidece pronto dejará de escucharse. Las hojas que cayeron en otoño no volverán con la primavera.
EXILIO EN ESTA MALDITA CALLE
Destapo la última cerveza y le hago el quite al hambre con una colilla de cigarrillo. Busco un libro para leer pero estoy mareado así que en el desorden de los discos miro cual puedo poner, un disco para que me saque de acá, un disco para gambetear la miseria, entonces lo encuentro y empiezo a evocar una vida que no es mía. Cierro los ojos y veo a los Stones.
Salían de un concierto y afuera estaba la policía con sus perros feroces. Tenían que aumentar la velocidad para perderlos pero siempre los alcanzaban. Los bajaban del auto y los esculcaban en busca de algo para incriminarlos. Todos querían una tajada. Y claro iban a la fija, en 1971 Keith Richards era un botiquín humano, desde qualuudes hasta Heroína pasando por la infaltable maracachafa. Además estaba el rollo con Allan Klein, su productor que les había robado hasta la última libra esterlina que habían ganado haciendo las mejores canciones que se habían podido escuchar en los sesenta.
De Richards fue la idea de que se autoexiliaran a Francia, Anita Pallenberg, su mujer, le había dicho que en Niza, al frente de la costa azul, había una hermosa mansión que podía servir de cuartel general al grupo. Volver a grabar como en las viejas épocas cuando tenían que convivir a diario. Volver al origen, hacer porque no un poco de blues, el viejo blues que los había unido.
Los Stones dejan Londres para exiliarse en Nellcote a grabar sin proponérselo en un húmedo e infecto sótano el disco mas rockanrollero de la historia. La grabación como es bien sabido estuvo rodeada de mil inconvenientes y ya forma parte de la mitología del Rock. Decían que Nellcote estaba embrujada porque allí había funcionado el cuartel general de la Gestapo en Francia. El rumor lo había comprobado el propio Richards ya que en el sótano había encontrado radiadores con la svástiva grabada en ellos. Muchos afirmaron sentir que un perro rabioso les rasguñaba la puerta de la habitación cuando dormían. Y es que Necoltte, como Boleskine House, tenía el prototipo de la casa embrujada. Nelcote era uno de los palacios más fabulosos de una región ya de por si llena de glamour “Una hermosa y blanca villa al estilo romano que había sido construida en el siglo XIX por un excéntrico almirante británico que terminó lanzándose desde el tejado. La planta principal de Nellcote consitía en una serie de espaciosas y elegantes salas de recepción con altos techos y enormes chimeneas. Las preciosas ventanas al estilo francés daban a unas amplias terrazas bajos las cuales se extendían suntuosos jardines en pendiente” La descripción la hace Victor Bockris en su recientemente traducida Biografía no autorizada de Keith Richards. El guitarrista decidió acondicionar el sótano como estudio de grabación. A pesar de la inclemencia del clima (Dicen que habían días en que la temperatura llegaba a los cuarenta grados) de los excesos, de las cuarenta personas que diario iban a fisgoniar y a llevar drogas (“Las puertas de Nellcote nunca se cerraron” Afirma Pallenberg) los Rolling Stones pudieron grabar su último gran disco.
Cuesta trabajo comparecerse del exilio voluntario de estos multimillonarios músicos pero siempre es desagradable estar fuera de casa asi se esté en un palacio. Recuerda Jagger de las inclemencias del estudio “Grabábamos en el desagradable sótano de Keith que parecía una cárcel. A mí me gusta grabar en salas muy grandes. Había una humedad increíble. No podía soportarlo. En cuanto habría la boca para cantar, me quedaba sin voz. Era tan húmedo que todas las guitarras se desafinaban antes de llegar al final de la canción” Y ese caos se percibe todo el tiempo en este disco difícil, áspero, de sonido sucio que contrario a lo que sucedió con otros grandes discos de la época en su momento no pudo ser apreciado como debería. Si te fijas bien podrás escuchar el ruido de otras canciones que flotan dentro de otras melodías como si fueran los espectros que habitaban el viejo palacio. Exile on Main Street fue la confirmación de la genialidad de Richards, si los sesenta fue la década de Jagger y de Brian Jones los setenta sería la década del guitarrista. En una noche mientras el resto del grupo y su séquito estaban de juerga en la playa Keith compuso y grabó solito, sin ayuda de nadie Happy, una de las canciones visagras del rock. Se hizo en su casa y a su manera, a la manera desenfrenada y suicida, desesperada y fiestera que tiene él de afrontar la vida, porque tal y como lo dijo el propio guitarrista “Mick tiene que darle órdenes a la vida, para mi la vida es un animal salvaje” y Exile es un manual de cómo debes tratar a una bestia, a veces te pondrá Feliz porque crees que está de tu lado pero después la bestia te aplastará con un pesado Martillo y te fulminará con un Trueno.
Es una tarde de viernes en un país desconocido, lejos de toda la gente que quise, los pocos billetes que tenía los gasté en cigarrillos y cerveza. No sé que pasará mañana, no sé incluso si tendré todavía fuerzas para levantarme, lo que me mantiene en pie es escuchar este disco, ver como gira una y otra vez, como toda la magia de Nellcote impregna estas paredes miserables
30 de septiembre de 2010
LAS GALLINAS DE KIRILOV
Estaba ese viejo horrible que en las horas de ocio entraba al galpón y escogía al azar una gallina, la tomaba del pescuezo y se lo apretaba duro. Malherida la pobre gallina iba a nadar en una olla de agua hirviendo donde por unos segundos no más movía sus alas y emitía uno que otro cacareo. Yo sacaba la mejor de mis sonrisas porque era una época muy dura, alargando el último billete de diez pesos me tenía que alcanzar para una semana de almuerzos y yo no podía pasar un viernes sin beber, así que me iba para la casa del viejo a tomar vodka y desenguayabarme con caldo de gallina.
Al viejo le gustaba toda esa música de Julio Jaramillo que yo tanto detestaba. Si me hubieran conocido en otra ocasión, no llevaba esta cochambrosa piyama a rayas, no señor, hubo un tiempo en que yo me vestía de lino y tenía una oficina en el piso 22 con vista a la Plaza de Toros. Era una persona decente pero ya dice el viejo proverbio sufí: Todo pasa!. Las razones por las cuales tengo que estar escuchando las historias de este viejo sucio para beber unas cuantas copas de vodka en este nuevo viernes de mi desgracia son diversas y largas, yo creo que ustedes tienen que confiar en mi y aceptarme tal y como soy.
El viejo es medio sordo y cuando estaba borracho le da por poner el toca discos a todo volumen, me pide que me acerque a él para terminar de contarme una de esas historias de contrabandistas. Dice que una vez fue rico porque traía repuestos para carros usados por el Rio de La Plata y los vendía fácil porque hubo una época donde no existían tantos permisos ni estupideces de esas. No le pongo mucho cuidado, el aliento a ajo se me impregna en la camisa, trato de aguantar respiración pero a los veinte segundos es imposible. Yo aguantaba más cuando jugaba con mi hermana en el tanque aéreo de la casa, siempre podía aguantar 28 segundos, una vez incluso llegué a 32, pero el cigarro es el peor enemigo de tus pulmones. Si este viejo me hubiese conocido antes de usar esta piyama de rayas, si lograra ser lo suficientemente inteligente para darse cuenta no más por mi trato, por las palabras que digo de quien soy se sentiría honrado con callarse y ofrecerme esa botella de vodka que me obliga a compartir. Que ingenuidad la mía, cuando supe que se llamaba Kirialov y había nacido en San Petesburgo me alegré mucho, le empecé a hablar de literatura rusa pero el imbécil se fue muy joven de allí como a los cuatro años y empieza más bien a hablarme de lo que era este país “Y mira en lo que lo han convertido los bolivianos”. Me ofrece un trago pero cuando voy a tomarlo me lo quita porque el sigue con su perorata, dice que tiene un plan para matar a Evo Morales, que sobre las hojas de coca pondrá “Unos alacranes así de pequeños que hay en Entre Rios y cuando el indio ese se vaya a meter una hoja por la nariz lo morderá por dentro uno de esos alacrancitos y seguro le ofrecerá a Chávez una hoja de esas y a Correa porque esos comunistas tienen la costumbre de compartirlo todo hasta usarán el mismo papel para limpiarse el culo” Y el viejo suelta una carcajada y me da la copa y espera a que yo también me ría pero solo esbozo una sonrisa y me meto el trago en un feroz fondo blanco.
El viejo vive al lado de mi casa y tiene un taller de autos. En su tiempo libre suele alimentar a las gallinas que en las noches no dejan de cacarear. Dice que las cría para desestresarse. “No hay nada mejor para aliviar la tensión que apretar a uno de esos animales del cuello, dejarlas medio asfixiadas y luego meterlas en una olla de agua hirviendo, me gusta verlas morir así” Me dice que es un honor el que me hace que yo presencie ese espectáculo, “Con ninguno de estos hijos de puta podría compartir un momento así, lo hago con usted porque yo sé que así use todo el día esa horrenda y sucia pillama a rayas yo se que usted es un muchacho que vivió mejores épocas” y teniendo un ataque de falsa modestia agito la mano en el aire y me dispongo a contarle de los días en que un chofer me iba a esperar al conservatorio de música en un carro gigante, casi en una limusina y que muchos creían que podía llegar a ser tan grande como Glenn Gould, pero casi siempre se levanta y se mete al galpón y escoge al azar una de sus gallinas.
Vine por ella, me convenció que serían solo cuatro años pero después todo se fue a la mierda. Resultó que ya no quería escribir y poco a poco se fue volviendo gris hasta que una vez la encontré en la bañera con las venas abiertas. No sabía que dentro del cuerpo de una persona pudiera haber tanta sangre. Mientras todavía estaba ahí, flotando en su propia sangre la increpaba, le dije que tenía que esperarme hija de puta, que la suerte iba a cambiar. A mi el cuarteto de Jazz con el que tocábamos en las Heras y Pueyrredon empezaba a prometer, ya incluso estaban hablando de grabar un disco. Pero ella no tuvo paciencia y decidió abrir esa puta puerta de la que siempre me hablaba. Todo eso quería contárselo a Kirilov pero el viejo ya estaba arriba de la mesa con los ojos cerrados y cantando a vos en grito “Si yo muero primero es tu promesa, escribirás la historia de nuestro amor” Y yo pienso que lo mejor es no decir nada y que no existe mejor remedio que ahogar las penas con vodka.
La dejé sobre la tina, cerré la puerta y saqué del banco la poca plata que habíamos ahorrado juntos. Dejé Buenos Aires y me vine al sur donde nadie supiera de mi. Por los periódicos supe que me habían echado la culpa de su muerte.La policía todavía debe estar persiguiendo al hombre que fui yo. Me dejé crecer la barba, no me volví a bañar y hace rato que vivo de lo que me pueda alcanzar Kirilov. La casa está llena de ratas y en invierno el frío es intolerable debido a los huecos que se están haciendo en la pared. No sé cuanto tiempo ha pasado desde entonces, los dedos se me han torcido y creo que nunca más volveré a tocar el piano. Pocas veces me acuerdo de ella. Nadie sabe quien soy ni siquiera Kirilov, siempre cuando estoy a punto de contarle de donde vine el se levanta súbitamente a buscar una gallina en el corral y a tararear fuerte una canción de cantina, después de echar al animal en la olla con agua hirviendo se sienta y me dice que le diga lo que le tenía que decir pero yo le digo que brindemos por sus hermosos días peterburgueses y Kirilov levanta la copa y sonríe y me mira con aire estúpido, esperando la próxima canción de Olimpo Cárdenas.
THE MISSOURI BREAKS. RECORDANDO A ARTHUR PENN
Ayer murió a los 88 años Arthur Penn, creador con su Bonnie and Clyde de una nueva forma de hacer el cine dentro de la industria norteamericana. Hace siete años pasamos The Missouri Breaks en el llorado cine club de la Escuela de Fotografía Sur. La reseña que leerán la escribí para esa ocasión. Ojalá esto sirva de homenaje al gran Director. Paz en su tumba.
Hoy en día la palabra western nos hace crispar los pelos, nos lleva a las ya lejanas estancias de nuestros padres arremolinados en torno a Lee Van Clift o al peor de los Charles Bronson. Por culpa de series como Bonanza se empezó a malinterpretar el género y es por eso que hoy por hoy sabemos tan poco y calumniamos tanto al género padre.
La primera película de la historia con un esbozo de lenguaje cinematográfico fue El gran robo al tren de Edwin S. Porter, hecha en la prehistórica fecha de 1903, cuando el cine apenas era una coqueta quinceañera. Doce años después otro western, El nacimiento de una nación (1915) marcaría definitivamente el derrotero a seguir en el lenguaje de las veinticuatro fotos por segundo. Eso no lo sabíamos cuando escuchábamos la música de Nino Rota en El bueno, el malo y el feo (1966) y creíamos que eso era placer para hombres acabados.
Nacimos cuando el género estaba muerto, se murió como el amor en la vieja balada de José José: “de tanto usarlo”. Muchos quisieron revivirlo y hasta parodiaron con el mismo. Recuerdo que hace muchos años vi una película de Andy Warhol donde dos vaqueros llegaban a un bar y en vez de pedir tequila lo que hacen es ordenar dos malteadas de fresas y en un abrir y cerrar de ojos los rudos bandoleros se transforman en furibundas e incontenibles locas.
Un intento más serio fue el de Clint Eastwood en Los imperdonables donde los vaqueros estaban como el género, viejos y desusados. Si bien la película fue galardonada con yo no se cuantos dólares, el género siguió quieto, sin que nadie continuara haciendo películas y sin la fiebre desbordante de décadas pasadas.
El origen de este fin se le atribuye a la película de Arthur Penn The Missouri breaks, a quien torpemente se le dio el nombre en español de Duelo de gigantes. Pero ¿por qué muere el género acá? Primero porque el western es algo tan gringo como Mickey Mouse y la cultura del consumo; gracias a este género los norteamericanos pudieron contar sus historias épicas sobre cómo la civilización tuvo que abrirse paso a sangre y fuego para derrotar a la barbarie de los indígenas que poblaban la unión americana antes de que el hombre blanco poblara el territorio de las libertades. Así con un tema chauvinista se hicieron innegables obras maestras, aparecieron genios como Ford, Strugues o Penn, el director de esta película.
El género se popularizó y universalizó, los italianos empezaron a apropiarse de él, y a pesar de que Sergio Leone fue uno de los abanderados de el oeste y muchas de sus películas fueron magistrales, el género ya no era creíble en manos de los italianos. Además los propios gringos se empezaban a aburrir con esas historias de indios contra vaqueros, ya estaba agotado el género y también el público. Cuando todos lo daban por muerto apareció The Missouri breaks, y créanme que no apareció como un mesías dispuesto a redimirlo, al contrario, apareció con un revolver en la mano, y sin piedad (o talvez con mucha piedad), le disparó en la nuca quitándole la poca vida que aún le quedaba.
Para disparar en la nuca sobre el western, Penn buscó a un mito para que encarnara la degradación. Hizo de tripas corazón y llamó al actor norteamericano más importante vivo, hablo del todopoderoso Marlon Brando. En ese momento Brando si bien tenía todavía parte de su prestigio, ya la capa de grasa empezaba a rodearle la panza y la cara, y no resultaba tan atractivo para el grueso del público. Casi sin quererlo, Brando realiza la mejor de sus actuaciones interpretando a un cazador de hombres, uno de esos paracos del viejo oeste que a diferencia de los nuestros eran inteligentes y hasta con una moral solidamente constituida. En una de las secuencias finales, Brando decide acabar con la banda de cuatreros vestido de mujer. Debido a la gordura de Brando la escena resulta patética ya que Marlon se parece más a una abuela buena gente que a una bruja asesina. Paradójico en una actor de la gallardía y presencia de él.
La contraparte de esta historia se halla cimentada en Jack Nicholson, un actor que e 1976 llevaba tanta gente como la que lleva hoy, con el agravante de que en ese entonces era un sex simbol. Su prestigio se había acrecentado desde que en 1969 interpretara al abogado alcohólico en Easy rider (1969), recrudecida en su papel de Gittes en Chinatown (1974) segunda de sus nominaciones al Óscar. Jack es el jefe de los cuatreros, su personaje es una simbiosis entre el Búster Keaton de El maquinista de La General (1927), pasando por un ladrón de Los siete magníficos (1960). Si bien el nombre en español es casi ridículo (Duelo de gigantes) a la hora de ver las actuaciones parece que estuviéramos en presencia de un mano a mano, ya que ambos lucen espectaculares. Mientras Brando descendía (casi a postas) del cielo donde lo habían puesto como la más rutilante de las estrellas, Nicholson ascendía vertiginosamente.
Junto con las actuaciones, lo más brillante de la película radica en la fotografía de Michael Buttler, que todo lo envuelve con su claroscuro perturbador, todo sabe como a tinieblas, como cuando Nicholson habla después de la muerte de su primer compañero y el negro le cruza la cara como con un manto imperceptible. Sólo encuentro un parangón para esta fotografía y es la que el viejo maestro Gordon Willis utiliza en sus dos primeras partes de El padrino (1972 & 1974).
Tanta belleza nos insulta y nos es ajena. Ahora no sabemos hacer películas de acción y cada vez estamos más y más huérfanos. Arthur Penn está retirado, ahora dirige el Actor`s Studio, la vieja escuela de actuación fundada por Lee Strasberg. Los productores no creyeron mucho en él después del descalabro económico en que se convirtió la cinta. Todos esperaban un western convencional y no una extrañeza como es The Missouri breaks.
Esta película se pasa hoy no para brindarle un homenaje a Brando o Nicholson, ni siquiera a Arthur Penn. El homenaje de hoy es para ese santo patrono de los cineclubistas llamado San Andrés Caicedo. No me gusta nunca mencionarlo, ni tocarlo, soy a pesar de mi apatía en materia de religiones de los que cree que a los muertos hay que dejarlos en paz. Por eso no lo nombro, pero cada vez que puedo leo algo sobre él y lo evoco en mis noches de infamia. Una forma de evocarlo es viendo esta película ya que él fue de los pocos críticos que la defendió en su fugaz paso por tierras colombianas.
Unos meses antes de morir decía Caicedo sobre la película: “The Missouri breaks es una obra que lo sitúa a uno, en su totalidad, de parte de los fuera de la ley, que analiza a fondo las relaciones amo-señor, amistad, amor, amor distanciado, espíritu condicionado (ensanchado en este caso) por el contorno geográfico que habita, odio, venganza, muerte, fatalidad, necesidad de eliminación de la crueldad amparada por la ley, características (espectaculares) de actuación de las super estrellas, exageración de las formas de Brando, trabajo, mostración documental de los progresos en el trabajo, felicidad ante un trabajo bien hecho, aunque sea pasajero. Características todas que hacen a este film una obra tan importante como Bonnie and Clyde y como yo decía uno de los mejores westerns que se hayan hecho nunca”
Posteriormente Caicedo dio una lista de los que a su juicio eran los diez mejores westerns de la historia:
1.Más corazón que odio de Jhon Ford
2.The Horse Soldiers de Jhon Ford
3.Hombre del oeste de Anthony Mann
4.Pat Garret y Billy the kid de Sam Peckinpah
5.El temerario de Arthur Penn
6.Billy el Asqueroso de Stan Dragoti
7. The Missouri breaks de Arthur Penn
8.Mala compañía de Robert Benton
9.Track of the cat de William Wellman
10.Duelo al sol de King Vidor
Injustamente ignorada, castigada como todas las grandes obras a ser desconocidas en nuestro medio (¿o seremos nosotros los castigados?), The Missouri breaks se presenta después de veinte años en la ciudad de la alegría, que como Calcuta se revuelca entre su propia abyecta e inmunda ignorancia.
Hoy en día la palabra western nos hace crispar los pelos, nos lleva a las ya lejanas estancias de nuestros padres arremolinados en torno a Lee Van Clift o al peor de los Charles Bronson. Por culpa de series como Bonanza se empezó a malinterpretar el género y es por eso que hoy por hoy sabemos tan poco y calumniamos tanto al género padre.
La primera película de la historia con un esbozo de lenguaje cinematográfico fue El gran robo al tren de Edwin S. Porter, hecha en la prehistórica fecha de 1903, cuando el cine apenas era una coqueta quinceañera. Doce años después otro western, El nacimiento de una nación (1915) marcaría definitivamente el derrotero a seguir en el lenguaje de las veinticuatro fotos por segundo. Eso no lo sabíamos cuando escuchábamos la música de Nino Rota en El bueno, el malo y el feo (1966) y creíamos que eso era placer para hombres acabados.
Nacimos cuando el género estaba muerto, se murió como el amor en la vieja balada de José José: “de tanto usarlo”. Muchos quisieron revivirlo y hasta parodiaron con el mismo. Recuerdo que hace muchos años vi una película de Andy Warhol donde dos vaqueros llegaban a un bar y en vez de pedir tequila lo que hacen es ordenar dos malteadas de fresas y en un abrir y cerrar de ojos los rudos bandoleros se transforman en furibundas e incontenibles locas.
Un intento más serio fue el de Clint Eastwood en Los imperdonables donde los vaqueros estaban como el género, viejos y desusados. Si bien la película fue galardonada con yo no se cuantos dólares, el género siguió quieto, sin que nadie continuara haciendo películas y sin la fiebre desbordante de décadas pasadas.
El origen de este fin se le atribuye a la película de Arthur Penn The Missouri breaks, a quien torpemente se le dio el nombre en español de Duelo de gigantes. Pero ¿por qué muere el género acá? Primero porque el western es algo tan gringo como Mickey Mouse y la cultura del consumo; gracias a este género los norteamericanos pudieron contar sus historias épicas sobre cómo la civilización tuvo que abrirse paso a sangre y fuego para derrotar a la barbarie de los indígenas que poblaban la unión americana antes de que el hombre blanco poblara el territorio de las libertades. Así con un tema chauvinista se hicieron innegables obras maestras, aparecieron genios como Ford, Strugues o Penn, el director de esta película.
El género se popularizó y universalizó, los italianos empezaron a apropiarse de él, y a pesar de que Sergio Leone fue uno de los abanderados de el oeste y muchas de sus películas fueron magistrales, el género ya no era creíble en manos de los italianos. Además los propios gringos se empezaban a aburrir con esas historias de indios contra vaqueros, ya estaba agotado el género y también el público. Cuando todos lo daban por muerto apareció The Missouri breaks, y créanme que no apareció como un mesías dispuesto a redimirlo, al contrario, apareció con un revolver en la mano, y sin piedad (o talvez con mucha piedad), le disparó en la nuca quitándole la poca vida que aún le quedaba.
Para disparar en la nuca sobre el western, Penn buscó a un mito para que encarnara la degradación. Hizo de tripas corazón y llamó al actor norteamericano más importante vivo, hablo del todopoderoso Marlon Brando. En ese momento Brando si bien tenía todavía parte de su prestigio, ya la capa de grasa empezaba a rodearle la panza y la cara, y no resultaba tan atractivo para el grueso del público. Casi sin quererlo, Brando realiza la mejor de sus actuaciones interpretando a un cazador de hombres, uno de esos paracos del viejo oeste que a diferencia de los nuestros eran inteligentes y hasta con una moral solidamente constituida. En una de las secuencias finales, Brando decide acabar con la banda de cuatreros vestido de mujer. Debido a la gordura de Brando la escena resulta patética ya que Marlon se parece más a una abuela buena gente que a una bruja asesina. Paradójico en una actor de la gallardía y presencia de él.
La contraparte de esta historia se halla cimentada en Jack Nicholson, un actor que e 1976 llevaba tanta gente como la que lleva hoy, con el agravante de que en ese entonces era un sex simbol. Su prestigio se había acrecentado desde que en 1969 interpretara al abogado alcohólico en Easy rider (1969), recrudecida en su papel de Gittes en Chinatown (1974) segunda de sus nominaciones al Óscar. Jack es el jefe de los cuatreros, su personaje es una simbiosis entre el Búster Keaton de El maquinista de La General (1927), pasando por un ladrón de Los siete magníficos (1960). Si bien el nombre en español es casi ridículo (Duelo de gigantes) a la hora de ver las actuaciones parece que estuviéramos en presencia de un mano a mano, ya que ambos lucen espectaculares. Mientras Brando descendía (casi a postas) del cielo donde lo habían puesto como la más rutilante de las estrellas, Nicholson ascendía vertiginosamente.
Junto con las actuaciones, lo más brillante de la película radica en la fotografía de Michael Buttler, que todo lo envuelve con su claroscuro perturbador, todo sabe como a tinieblas, como cuando Nicholson habla después de la muerte de su primer compañero y el negro le cruza la cara como con un manto imperceptible. Sólo encuentro un parangón para esta fotografía y es la que el viejo maestro Gordon Willis utiliza en sus dos primeras partes de El padrino (1972 & 1974).
Tanta belleza nos insulta y nos es ajena. Ahora no sabemos hacer películas de acción y cada vez estamos más y más huérfanos. Arthur Penn está retirado, ahora dirige el Actor`s Studio, la vieja escuela de actuación fundada por Lee Strasberg. Los productores no creyeron mucho en él después del descalabro económico en que se convirtió la cinta. Todos esperaban un western convencional y no una extrañeza como es The Missouri breaks.
Esta película se pasa hoy no para brindarle un homenaje a Brando o Nicholson, ni siquiera a Arthur Penn. El homenaje de hoy es para ese santo patrono de los cineclubistas llamado San Andrés Caicedo. No me gusta nunca mencionarlo, ni tocarlo, soy a pesar de mi apatía en materia de religiones de los que cree que a los muertos hay que dejarlos en paz. Por eso no lo nombro, pero cada vez que puedo leo algo sobre él y lo evoco en mis noches de infamia. Una forma de evocarlo es viendo esta película ya que él fue de los pocos críticos que la defendió en su fugaz paso por tierras colombianas.
Unos meses antes de morir decía Caicedo sobre la película: “The Missouri breaks es una obra que lo sitúa a uno, en su totalidad, de parte de los fuera de la ley, que analiza a fondo las relaciones amo-señor, amistad, amor, amor distanciado, espíritu condicionado (ensanchado en este caso) por el contorno geográfico que habita, odio, venganza, muerte, fatalidad, necesidad de eliminación de la crueldad amparada por la ley, características (espectaculares) de actuación de las super estrellas, exageración de las formas de Brando, trabajo, mostración documental de los progresos en el trabajo, felicidad ante un trabajo bien hecho, aunque sea pasajero. Características todas que hacen a este film una obra tan importante como Bonnie and Clyde y como yo decía uno de los mejores westerns que se hayan hecho nunca”
Posteriormente Caicedo dio una lista de los que a su juicio eran los diez mejores westerns de la historia:
1.Más corazón que odio de Jhon Ford
2.The Horse Soldiers de Jhon Ford
3.Hombre del oeste de Anthony Mann
4.Pat Garret y Billy the kid de Sam Peckinpah
5.El temerario de Arthur Penn
6.Billy el Asqueroso de Stan Dragoti
7. The Missouri breaks de Arthur Penn
8.Mala compañía de Robert Benton
9.Track of the cat de William Wellman
10.Duelo al sol de King Vidor
Injustamente ignorada, castigada como todas las grandes obras a ser desconocidas en nuestro medio (¿o seremos nosotros los castigados?), The Missouri breaks se presenta después de veinte años en la ciudad de la alegría, que como Calcuta se revuelca entre su propia abyecta e inmunda ignorancia.
LA BESTIA FACEBOOKIANA
El Facebook me cambió la rutina. Ya no me levanto y lo primero que hago es abrir los periódicos para ver como sigue desangrándose mi país, no, el ahora lo primero es abrir esa cocina y empezar a recibir chismes y ver fotos que al fin y al cabo para eso se hicieron esas redes sociales.
Me divierto mucho con el Facebook y sobre todo me encanta la gente que no tiene ningún tipo de vergüenza y sube cuanta foto se tome todos los días, como si le suplicara a gritos al Gran Hermano orwelliano que la persiga que haga su vida un evento público. Es la era donde la privacidad dejó de importarnos y como algunos no son lo suficientemente importantes para tener un reality pues que más que hacerlo a punta de fotos.
Pero entre todos los especímenes de Facebook me quedo con los enamorados. El Facebook revolucionó las relaciones de pareja. Y las abarató. En los ochenta uno tenía que juntar moneda tras moneda para complarle una credencial a la novia de turno o uno de esos globos horrendos que decían I LOVE YOU. Ahora la vuelta es mas breve, solo se tiene que decir cada dos horas “Oshita te extraño” o postear una balada de Alicia Keys no sin antes decirle que “Los días que he pasado sin ti han sido una eternidad” y luego seguir con una reflexión borgiana sobre el tiempo. Ni que decir que cuando es una frase mas elaborada que el popular “ Te amo” resulta siempre siendo un plagio de algún poema perdido de Benedetti.
Lo que me desternilla de la risa es que a las dos semanas el estado civil de la persona cambia de estar “comprometido” a estar “ Complicado” solo por alguna confusión faceboquiana. Los celos, las intrigas, el comentario mordaz de la ex cuando la novia pone un “Anoche estuviste fantástico” todo se teje sin ningún pudor en este universo de frivolidad. Y me gusta que sea así porque el facebook es la ventana que tenemos para reírnos de los otros y de nosotros mismos. Me emputa esa gente que trata de convertir el Facebook en algo serio entonces hacen álbumes de escritores o de cantantes de ópera ya, frescos man, en el facebook no hay nada que demostrar…aparte del amor que se siente por una persona.
Hace poco quise meterme en twitter pero me pareció renerdo. Y además exhibicionista. Nadie se lee, todos tratan de lucir su frase mas ingeniosa y que se la comenten. Yo seré siempre un animal facebookiano así no me guste mucho decir como me encuentro de ánimo o dedicarle a alguien una canción de Natalie Lafourcade ( Artista que creo fue considerada la más posteada en facebook por las mujeres enamoradas mayores de 25 años), yo no soy un actor de facebook sino un vouyerista de él, me encanta ver como mis compañeros de colegio engordan y se llenan de hijos, como la hippie que salió con uno en la universidad ahora escribe en su estado “Semana dura la que viene…muchos cilindros por vender” y abajo en un comentario complementa “Y auditorias por doquier”. No, al lado de ese placer el Twitter me resulta algo super triste, casi patético.
Sigan demostrando su amor desmedido en facebook asi sea efímero. Entre mas cursis mejor. Pueden que sus parejas no valoren tanto esa demostración publica de afecto pero téngalo por seguro que los vouyeristas facebookianos si que sabemos apreciar esas demostraciones de cariño.
29 de septiembre de 2010
¿TE ACUERDAS DE MI? YO ANTES ERA PETER BOGDANOVICH
Mientras un niño común y corriente se divertía coleccionando estampitas de sus jugadores de beisbol preferidos Peter Bogdanovich se la pasaba recortando las fotos de sus estrellas y directores favoritos. Creció con esa piel gris de los que viven encerrados en una sala de cine. A los veinte años ya era el programador oficial del MOMA de Nueva York, gracias a él se redescubrieron grandes películas como Freaks de Tod Browning. Ese trabajo lo acercó a sus propios ídolos, allí conoció y mantuvo amistad con Hitchcock, Hawks, John Ford o Alan Dawn. Ellos lo invitaron a sus rodajes “Vi a Hawks hacer El Dorado y a Hitchcock Los pájaros” Dice Bogdanovich en una entrevista “En ese momento no había todavía escuelas de cine; aprendí a dirigir observando a otros directores. Fui a un preestreno de El hombre que mató a Liberty Valance y supe que estaba viendo la última gran película de la Edad de Oro de Hollywood. Cuando el tren se aleja, es realmente eso, el final de Ford. Y el final de Ford no era otra cosa que el final de esa época.”
Era obvio que el muchacho que había crecido alimentándose de emulsión de celuloide soñara con hacer una película. Después de un corto metraje de bajo presupuesto Columbia vio la madera que podía tener el muchacho. A los 32 años emprende la tarea de adaptar la novela homónima de Larry Mcmurty. Su esposa de ese entonces Polly Platt era su mano derecha en el plató. A Bogdanovich como suele pasar con los talentos precoces lo poseía una extraordinaria megalomanía. Además todas las películas que había visto interferían en el deseo de hacer una obra personal, el quería hacer un plano a lo Ford, otro a lo Preminger, una trama a lo Hitch. Quería que su ópera prima fuera además un homenaje al cine y que más que ese nombre tan poético y visionario: The last Picture Show.
La película no resultó tanto un homenaje al cine sino un fresco sobre el aburrimiento al que está sometido uno de esos pueblitos miserables de Texas, un pequeño ecosistema donde se veía reflejada toda la sociedad norteamericana. Una obra maestra que todavía hoy tiene vigencia. La crítica la alabó, cuentan que Bogdanovich envilecido con su éxito llevaba todas las críticas recortadas en su bolsillo y que se sabía algunas de memorias sobre todo esa que decía que “La última película es el mejor debut de un Director desde Ciudadano Kane” Que lo compararan con su ídolo Orson Welles era una dicha que el dinero no podía pagar.
Y con las buenas críticas llegó el dinero y la fama y el principio del fin. Se enamoró perdidamente de Cybill Sheperd, una mujer alta (Casi un metro ochenta) y robusta que irradiaba salud física y mental. Pelo rubio, nariz respingada, cutis cremoso increíblemente hermosa. Bogdanovich quedó fascinado. La conoció en pleno casting, le dijo que estaba leyendo un libro de Dostoyevsky, pero cuando él le preguntó que libro era ella fue incapaz de recordar el título. Mientras se esforzaba por recordar, él no pudo evitar ver que jugueteaba con una de las flores que ponen en el florero de la bandeja del desayuno “Había algo tan informalmente destructivo en ese gesto”Le contó más tarde a Peter Biskind el director “Parecía retratar a la clase de mujer que no quiere ser cruel con los hombres pero lo es”.
Después de terminar la filmación de La última película, Bogdanovich ebrio de pasión y de éxito dejó a su mujer y a su pequeña hija por irse con la actriz. Muchos atribuyen el éxito de la película a la colaboración de Polly Platt. Ella nunca le perdonaría que le hubiese negado los respectivos créditos ya que fue prácticamente una obra hecha a cuatro manos.
Los estudios abrían sus puertas ante el nuevo creador. En 1974 Coppola acaparaba los Oscar con la segunda parte de El Padrino, Friedkin confirmaba con El exorcista lo que había insinuado en Contacto en Francia y Bogdanovich volvía hacer llorar de la emoción a la todo poderosa Pauline Kael con Luna de Papel. El Nuevo Hollywood parecía que había llegado para quedarse, basta ya de películas evasivas, el cine era uno solo y era el cine de autor. No solo en Europa se podían hacer películas personales, obsesivas, en America los discípulos de la Nueva Ola habían aprendido de sus maestros.
Pero estaba Bogdanovich y su amor desmedido por la rubia fatal. Quería que ella solo trabajara con él, por eso una vez le preguntó a Cybill que película quería hacer y ella le señaló un libro: Daysy Miller de Henry James. Sin pensarlo dos veces dedicó dos años de su vida a adaptarla, escribir el guión y dirigirla. Le pidió de rodillas a Polly Platt que volviera a trabajar con él pero ella no quería tener que enterrarse el puñal de volver a trabajar con su ex mientras el amaba a la rubia de los sueños de todos los hombres. Además estaban los celos, no permitió que ningún hombre apuesto trabajara en la película para evitar que Cybill se fijara en otro que no fuera él. El resultado fue una catástrofe absoluta. Muchos en el medio querían que Bogdanovich mordiera el polvo. Se había convertido en una persona absolutamente insoportable, estaba convencido que era un genio, solía decir que a él no lo podían comparar con sus contemporáneos porque él estaba a la altura de Welles, Ford o Hitch. Dijo Billy Wilder que al otro día del estreno de Daysy Miller “Se podía oír por toda la ciudad como descorchaban botellas de champán”.
De ahí para adelante ninguna de sus películas pudo volver a tener éxito, fue como si una maldición se hubiera cernido sobre él. Se atrevió a volver a hacer un musical para su musa, algo que el presupuestaba podría ser el resurgimiento de su carrera. Un musical donde nadie sabía cantar, una porquería que ni las hermosas canciones de Cole Porter lo podrían salvar, la historia de un fracaso anunciado.
Toda su vida había aspirado a ser Orson Welles, incluso cuando el mítico director quedó en bancarrota Bogdanovich lo llevó a vivir a su casa. En 1997 el otrora todopoderoso director de Luna de Papel se declaró insolvente por segunda vez, teniendo que alojarse en el apartamento de uno de los pocos amigos que le quedaban. Se había convertido en Welles, pero no como lo había imaginado. Martin Scorcese se encontró con él hace poco en una fiesta: el director le dijo “¿Te acuerdas de mi? Yo antes era Peter Bogdanovich”.
TECNICAS PARA MATAR A UNA MUJER
En México nadie lo conocía así que decidieron cruzar la frontera. Joan Volmer lo ayudaba en todo, en esos cuatro años que estuvieron juntos le dio toda la seguridad que un escritor necesita para realizar su trabajo. Se ubicaron en los suburbios de Ciudad de México donde la marihuana y la ayahuasca se consiguen más fácil y son más baratas. El tenía en la cabeza una sola palabra: PUNK!. Shakespeare ya la había usado en la Tempestad refiriéndose a un desadaptado. Él, William Burroughs quería crear una raza de hombres a partir de esa palabra. Poseía la técnica para el conjuro, cortar y pegar y grabarlo todo, combinar la escritura con la misma técnica de la música y de pronto del cine. En México los acreedores perderían su pista y plácidamente podría escribir todas esas palabras que desde el cielo bajaban en tobogán hasta su cabeza.
Pero a Bill le apasionaban dos cosas a parte de la literatura: Las drogas y las armas de fuego. Juntas pueden ser una combinación letal. Estuvo con Joan todo el día en un bazar donde se atiborraron de cerveza y de tacos. Si fuera por él estaría mejor con Allen Ginsberg, su amor y compañero de toda la vida pero en ese momento la relación vivía una especie de crisis y el empezaba a descubrir que la fidelidad de una mujer enamorada es bastante parecida a la que tienen los perros con sus amos. Llegaron a la casa de dos plantas, cuenta Lewis Adelbert Mayer testigo presencial del hecho que Bill todo el día estuvo muy raro, en el bazar se perdía en un desvarío extraño que le provocaba un llanto incontrolable, toda la tarde vaciando coronas comiendo tacos y llorando. Después compró un cuchillo y dijo que quería sacarle filo con su yugular. Cuando llegaron a esa casa los tres estaban borrachos. Para impresionar a la visita Burroughs le propuso a Joan que hicieran el número de Guillermo Tell, parece que lo hacían seguido, que él tenía todo bajo control. Le puso una manzana en su cabeza y el se alejó unos dos metros. “Fue un accidente- Le cuenta Bill a Victor Bockris muchos años después-en fin si se va a hacer responsable a todo el mundo de todo lo que hace, hay que ampliar la responsabilidad más allá del nivel de la intención consciente. Yo estaba apuntando al borde del vaso. Pero aquella pistola era muy imprecisa”.
Vino el fogonazo enceguecedor, la vio caer lentamente como una hoja seca. Se quedó mirando unos segundos y después se puso pálido mientras Lewis tocaba a Joan con un palo para ver si se movía. Había pedacitos de cráneo incrustados en las escaleras. Burroughs trató de serenarse y llamó a su abogado, la casa se había llenado de gente y todo el mundo lloraba como si conocieran de toda la vida a la occisa. El abogado tomó de los hombros a William y lo tranquilizó
- Bueno, mira las cosas por el lado positivo, tu mujer ya no sufre, está muerta. Pero no te preocupes, yo, el señor abogado te defenderé.
Le prometió que no iría a la cárcel pero igual fue. Incluso le tuvo que pedir a Keroac y a sus muchachos dinero para pagarle al alcaide de la cárcel para que lo ubicara donde estuviera la gente decente y no los violadores. Así vivió un año hasta que salió y pudo seguir herrando por el mundo.
Sus palabras se cocinaron en hoteles miserables, de Tanger, Nueva York o París. Muchos creyeron que estaba muerto pero en 1974 durante un concierto Patti Smith proclamó la vuelta de Burroughs a Nueva York, sus hijos los punks ya estaban dominando la escena artística, un reinado que duraría pocos años pero que aún hoy se puede ver su impronta.
Burroughs fue mucho más que el hombre que asesinó a su esposa. Fue sin duda uno de los más grandes escritores del siglo XX
23 de septiembre de 2010
LA COCINA DE LAS BRUJAS
Entonces son muchas bolas de fuego cayendo una tras otra sobre un solo pueblo. Como si el universo hubiera cobrado vida y conciencia y haya decidido acabar con el error de haber creado unos seres tan sedientos de sangre. Salen en fila india con sus banderitas tricolores a decir que todo terminó, pero que es todo? La pobreza sigue igual, la violencia la misma. No quedará un solo lugar en esa tierra para ocultarnos del bombardeo perpetuo.
Y los que se rebelen pues serán acusados de comunistas y puestos en un paredón con los brazo amarrados pero los ojos bien abiertos, ellos tienen que ser consientes de que van a ser aniquilados por las balas justicieras. Todo el mundo señala en ese país, te pagan por señalar, por denunciar. Eres un buen ciudadano si acusas hay gente que vive eso, todo untando de mierda ¿Cómo se puede seguir así? Y En noviembre todo pasa porque viene la reina y hay fiestas y la gente se emborracha pero en medio de la fiesta seguirán los bombardeos.
Dicen que no es el cielo el que arroja las bombas sino aviones perfectamente equipados y recién comprados al Estado Israelí. Me avisan que ya no le compran al estado israelí que ahora directamente los gringos los surten de Black Hawk que las metralletas están muy bien engrasadas y que ya no se traban. Incluso las balas tienen un alcance de no se cuantos kilómetros y que tienen miras que burlan las tinieblas de la noche. Cuando llegan otros equipos mas modernos el estado colombiano suele venderle a muy buen precio los pertrechos militares anacrónicos a su guerrilla. Mientras tanto el pueblo le prende veladores a Juan Manuel Santos que ya viene a ser el santo patrono de Colombia. Ya no importa si son conservadores o liberales, importa es que el padre Uribe los bendiga, que el señale con un dedo e indique cual es su sucesor.
Y si ve que Papá Uribe tenía razón, Juan Manuel era el mejor, ese si que tiene la mano bien dura, ese si que aplastará a la guerrilla con su puño de hierro. Como hormigas acorraladas, las espichará como las sanguijuelas que son ¿Y que harán con toda esa sangre derramada? Porque no las meten en unas canecas y las guardan porque nosotros no nos cansamos de consumirla, vivimos para eso, no importa que desde el cielo caigan bombas con tal de que toda la carne no se chamusque, que no se pierda toda, nosotros comeremos lo que usted mande señor presidente pero si nos sirven sangre con pedacitos de carne mejor.
En el país más asesino de la tierra crece la mandrágora. Esta flor nace de el semen de los ahorcados. En Colombia al que queda mal herido lo suben a un árbol y lo cuelgan del pescuezo. Entonces el muerto tendrá su última erección y su última eyaculación. La mandrágora es cortada de noche por las brujas, es un ingrediente esencial para hacer sus menjurjes, mucho mas que la piel de un sapo desollado o las alas de las moscas que engordan en cementerios. En el cruce de caminos, cuando hay luna llena, las brujas ponen unas carpas donde venden esas pócimas, de los carruajes negros, se bajan eminentes políticos a pedir recomendaciones, ¿Cuál sirve para evitar el asco de matar? ¿Cuál te da mas precisión en tu puntería? ¿Cuál sirve para acabar con sus enemigos? Y las brujas van poniendo sus frascos asquerosos en las improvisadas mesas y van señalando con sus dedos de uñas amarillentas cual de estos tiene más poder.
En mi país las brujas tienen mucho poder, son esenciales en épocas de elección y también en épocas de cacería. Las brujas alguna vez ayudaron al pobre pero como suele pasar en mi país ellas también se corrompieron. La gracia del político colombiano es que tiene siempre en la mano una bolsa con monedas de oro. Solo tienes que acercarte al político para dejar de sentir hambre pero que difícil que es acercarse, que complicado, suelen tener mas de cuatro cordones de seguridad, siempre fuertemente custodiado, siempre con los ojos bien abiertos. No te puedes acercar sin que el te huela, si el te huele te llamará. Entonces lamele los zapatos, arrástrate como un lagarto, por favor no tengas una sola idea y acumula, acepta todos sus dones que el político es caprichoso y olvida fácil y cuando olvida te hará pagar con el más frío de los desprecios el hecho de que seas un simple mortal. Disfruta cada momento que tengas al lado del político y si en alguna oportunidad tienes acceso a la cocina de las brujas aprende de sus secretos. No hay nada más necesario para un político colombiano que una buena hechicera. Candumblé candumblé Dios de la rumba y la desesperación, baja en este momento al hades que es Colombia, baja y destruye las pocas cosas que aún quedan en pie. No trates de matar a las serpientes que todavía reptan, ni a las cucarachas ni a las ratas. De ellas son estas tierras arrasadas, ellas siempre vivieron acá.
UNA NUEVA INVOCACIÓN AL ÁNGEL DE LA MUERTE
Asi que por enésima vez el ángel de la paz ha bajado sobre Colombia en forma de bombas. Los habitantes del sector creían que era una seguidilla interminable de meteoritos pero al ver arriba a los pájaros de metal se convencieron de el hecho: Era el ejército que usando la razón de Estado se disponía a perseguir y dar de baja al asesino más temible que ha dado esa tierra. Santos estaba en Estados Unidos y muy temprano lo llamaron
-Señor Presidente hemos dado de baja al asesino
Santos carraspea y murmura “Pero yo todavía no he dado la orden de matar a Uribe” Y desde el otro lado de la línea el oficial de turno le dice “No Comandante, hemos matado al otro, al Mono Jojoy”.
Una multitud se agolpa en todas las plazas del país, llevan bien extendida su bandera. Poco les importa las condiciones en las cuales se puedan dar la paz, solo quieren ver al ángel. El ángel son cientos de cadáveres desmembrados, carbonizados por culpa de las bombas. En ese reguero de carne está plasmada la impotencia del estado para resolver un conflicto. Una señora gorda a la cual el sudor le está derritiendo el maquillaje grita con tanta rabia que estalactitas de saliva se le hacen en la boca “Danos mas sangre señor presidente, caza a todos los bandidos que quiero hacerme un collar con las orejas de todo el frente 53 de las FARC” El presidente no puede oírla porque está lejos. Una de las ventajas de ser presidente es que se puede estar todo el año por fuera del país y solo regresar cada 15 días a la casa de campo que con tanta puntualidad paga el pueblo para que la cabeza que más piensa, para que el más sabio pueda tener un poco de reposo y pensar mejor la próxima estrategia.
Poco le importa a la gente que marcha a pesar del sol inclemente los efectos colaterales que haya tenido esta nueva invocación al ángel de la paz. Los que deben estar preocupados deben ser las familias de los más de 2.000 secuestrados que todavía permanecen en poder de la guerrilla. Ahora esa gente estará más sola que nunca porque al tener 67 cabezas de guerrilleros metidos en una bolsa el Gobierno no tiene ninguna necesidad de rendirle cuentas a esa pequeña y absurda minoría que todavía se preocupa por cosas tan anacrónicas como los derechos humanos. Al que no le gusta esta política lo mejor que puede hacer es irse. Me imagino las encendidas charlas en Transmilenio de la gente diciendo “Si ve que si se podía” y empezar a enumerar todos los logros que la seguridad democrática ha conseguido, “Y si no me cree-dice uno de los cancerberos de esta política- venga y le muestro las cabezas disecadas de Tirofijo, El negro Acasio, Raul Reyes y si ve esos dos anaqueles que tengo vacíos bueno pues esos van a ser para el Mono Jojoy y Romaña que ya me llamaron del batallón y me dijeron que en cualquier momento me lo traían”. El plan del cancerbero es hacer un museo del terror que además sirva para glorificar “La época mas maravillosa que nos tocó vivir como colombianos, los años donde todo un pueblo se unió para acabar con el único problema que tenía este país: La guerrilla” El entusiasmo de Cancerbero es compartido por la mayoría de los colombianos. Sin duda que estamos acostumbrados a matar, estamos demasiado emparentados con la muerte como para pedir una salida negociada, eso es casi imposible.
Además recuerden que somos católicos de los que no ponemos la otra mejilla sino una rara especie de cristiano que cree en leyes que estaban en el antiguo testamento, como esa de ojo por ojo diente por diente o quien a hierro mata a hierro muere. Estamos lejos de una política de reconciliación y cada vez más cerca de la hecatombe final.
Ellos sabían donde dormían los guerrilleros, lo sabían desde hace años. Incluso esta semana se comprobó la ayuda militar que el mismo ejercito colombiano le brindaba a las FARC. Lo necesitaban tener allí para tener una cortina de humo que desviara la atención de el verdadero problema que tiene ese país: La corrupción moral de la clase dirigente, una corrupción que ha permeado a la sociedad y que ha aniquilado la esperanza.
Las bombas seguirán cayendo y los habitantes de Colombia al asomarse al cielo verán que un ángel les sonríe. Creerán que es el ángel de la paz pero no,¿ si se fijan en eso que el sol le hace brillar a la altura de el hombro? Si señores, ese ángel de la Paz lleva una guadaña y tiene muchas ganas de usarla.
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