Estaba sentado en su despacho de profesor en Nueva York cuando sonó el teléfono. La otra voz parecía algo atribulada, confusa, emocionada. “Pensé que era una broma-Dijo el escribidor- Solo lo confirmé cuando otros amigos empezaron a llamarme”. Hacía años había dejado de esperar esa noticia, siempre candidato a un premio discutido, caprichoso, pero siempre deseado. Vargas Llosa piensa que el Premio Nobel le llegó muy tarde, que a sus 74 años la distinción tiene el mismo significado de uno de esos premios honoríficos que se les entregan a las viejas y anquilosadas glorias por toda su trayectoria. Sus mejores días como escritor hace rato que pasaron, desde La fiesta del chivo no hace nada notable, debió haber llegado hace diez años cuando todavía me importaba, debe pensar el escribidor, ahora ni siquiera tengo tiempo para hacer ese discurso. “Maldita sea, tengo que pensar en ese discurso”.
Pero Vargas Llosa tuvo suerte, el premio es como el beso de la muerte, abrir esa caja es destapar un cofre con demonios que te poseerán y te destruirán, sobre todo si no eres un hombre grande. Beckett o Faulkner eran demasiado grandes para ese premio, Sartre incluso lo rechazó, nunca perdieron la privacidad, siempre renegaron de los encuentros de escritores y mientras el irlandés se refugiaba en Berlín donde a nadie le importa que puede hacer un triste e impotente escribidor, Faulkner encontró cobijo en su Nueva Orleans natal, en una casita cochambrosa a la orilla del missisipi y arrullado por los viejos blues. La obsesión de estos endemoniados era escribir, darle duro cada tecla de la Olivetti, darle duro hasta reventarse los dedos. A Vargas Llosa el premio le llega justo cuando ya no tiene nada más que decir, sus días como escritor ya pasaron, ahora se pasea por el mundo dictando conferencias sobre Karl Popper y cuando le queda tiempo da un par de clases en Princeton sobre lo arduo y complicado que es ser escritor.
Vargas Llosa es un ejemplo de la constancia y de la decisión. Desde siempre quiso escribir y entendió que para ser escritor lo único que tenía que hacer era escribir y vaya si lo hizo. Cuenta Cabrera Infante que a mediados de los sesenta compartió apartamento con el peruano durante una temporada. Una tarde mientras Vargas llosa trabajaba en su máquina sonó el timbre con bastante insistencia. A pesar de que Mario estaba cerca de la puerta no atendía. Cabrera Infante tuvo que levantarse de su cama y abrir, una rubia despampanante preguntó por Mario. El escritor cubano le dijo que siguiera, luego para darle mayor privacidad a la pareja se encerró en su cuarto. Al cabo de unos minutos solo se escuchaba en el estudio el eterno teclear de Mario, después vino el silencio que solo fue cortado por las duras palabras del escritor. “Vistete, ahora no”, pasarían unos cuantos segundos cuando se escuchó un fuerte portazo. Después volvieron a escucharse, a un ritmo frenético los dedos de Vargas Llosa golpeando la Olivetti.
Sobre su escritorio de trabajo reposaba un Atlas y la enciclopedia británica. Muchas veces sus novelas no son solo relatos de ficción sino tratados historiográficos hechos con todo el rigor y la metodología que puede aplicarse para reconstruir el pasado. El mejor relato de Canudos y la revolución cristera en el Brasil no se lo debemos a los historiadores sino a la fuerza de su pluma desplegada en la que debe ser la más monumental de sus novelas: La guerra del fin del mundo, y que decir de la manera en la que contó los últimos días de un dictador cruel, sangriento e impotente en La fiesta del chivo, siempre alternando dos historias a la vez, jugando con el tiempo, con los narradores, deconstruyendo el espacio…¿que más se puede decir sobre el Vargas Llosa escritor?.
De Arequipa a Piura, pasando por Canudos y Republica Dominicana, alternando París y Tahití, Vargas Llosa despliega sus historias como si fuera otra vez Napoleón y realizara el sueño de dominar el mundo. Todo a punta de trabajo, de años de lecturas y de investigación concienzuda. Sin duda que cuando realizó sus mejores relatos lo hizo vestido de overol.
Pero no sólo es trabajo, el componente emotivo que tienen sus discursos, sus ensayos. Mi primer contacto con su obra se lo debo al prologo que hizo para la versión castellana de los Miserables editada en 1982. Allí narraba como en sus días de servicio militar, cuando era un cachorro, sobrevivía al abuso castrense leyendo las aventuras de Jean Valjean “Entonces mis días eran menos miserables” Nunca fue un erudito, tenía demasiado corazón para serlo. A veces estaba más cercano a ser Pedro Camacho, el compulsivo, cursi y sucio escritor de radio novelas boliviano que ese caballero apuesto y elegante que divierte a las oligarquías hispanoamericanas con su particular manera de ver la política.
El monopolio intelectual de la izquierda, el mismo monopolio que le impidió ganar a Borges el Nóbel, cuando él como nadie hubiese honrado al premio y no al revés, hoy ve con resignación como se hace justicia. Después de Octavio Paz el premio se honra a si mismo entregándose a los brazos de un gran escritor. Desde 1990 venía regalándose, como una puta barata a los Gunter Grass o Pamuk del momento, reinvindicando causas perdidas, refugiados de guerra, perseguidos políticos o feministas frígidas. Por eso Vargas Llosa no entendía lo que le decían ¿Cuál Nóbel me gané? Habrá dicho. Tendrá que sacar unas horas de su apretada agenda para hacer un gran discurso y seguro disfrutará de las fiestas que le harán los viejos amigos que todavía sobreviven. Sus libros, para placer de los que no lo han leído se reeditarán otra vez y los niños peruanos entrarán en contacto con su obra, al menos ya no será en ese país aquel oligarca que perdió las elecciones con Fujimori.
Vargas Llosa vuelve a darle prestigio a un premio que venía perdiendo importancia.
4 comentarios:
venga, es ficción lo de la rubia? MilenaQ
Vargas Llosa, raro, lejano, oscuro, diestro, enfermo, tenebroso, valiente..creo que lo que ud dice es verdad...hace rato que al premio le faltaba dignidad*
y sus líos de faldas con García Marques...jajaja...
Esos son una generación de escritores que nos enseñaron a apreciar las raíces de nuestra conciencia histórica en latinoamerica
ivan estoy de acuerdo con vos. VL siempre fue un tipo politicamente incorrecto, durante la era clinton (seamos seudo-zurdos pero hagamos un monton de plata y todos contentos, tipo psoe, parti socialiste, labour,..) y tiene formato.
Siempre lo admiré como ecritor aunque no siempre coincido con su visión, denigrante a veces con los cholitas. (pantaleón p.e.)
La Tia Julia me parece una delicia, explota del talento narrador que tiene. Y La guerra del fin del mundo una obra maestra.
tom desde argentina
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