Tenía ganas de emborracharme el viernes para celebrar que a partir del 7 de agosto de este año -si en su inmenso ego no le da por hacerse un autogolpe- Álvaro Uribe Vélez no será más el presidente de Colombia; pero al tomarme el primer trago empecé a darme cuenta de que no había mucho qué celebrar. Uribe se irá y, a menos de que ocurra un milagro y los 44 millones de colombianos recuperen súbitamente la razón, el próximo presidente será Juan Manuel Santos. Si hubiese tenido un accidente en los 90’s y para preservar mi cuerpo me hubieran congelado hasta que encontraran la cura para sacarme la inmovilidad y esa cura hubiese llegado hoy, y en un confortable spa estuviera recuperando la motricidad, y cuando ya pudiera leer sólo pidiera un periódico y viera que Juan Manuel es el favorito en las encuestas para ocupar el sillón presidencial, podría colegir que el periódico que estaría leyendo sería una de esas inocentadas que acostumbra sacar El Tiempo el 28 de diciembre. Y al darme cuenta de que la noticia fuese cierta lo más seguro es que volvería al congelador esperando una época más feliz para despertarme.
Antes del 2002 Santos era uno de los personajes mas odiados del país, él representaba lo peor de la oligarquía colombiana, sus párpados morados hacían pensar en que este político gustaba del travestismo en sus noches bogotanas, pero todo eso cambió cuando Uribe lo nombró Ministro de defensa y chupa medias oficial del régimen. No necesitó dar una declaración ni emitir una resolución genial, tan sólo le bastó ponerse una gorra y posar al lado de su presidente para ser la primera opción de Uribe y su partido. Así que dentro de poco desempolvará ese terrible manual de cómo entregarse a las grandes potencias que escribió junto a Tony Blair y que lo titularon la Tercera Vía, que no es más que un refrito de las ideas de Carl Popper, sólo que un poco más favorables a todos aquellos países que quieran explotar los recursos de otro país que no tenga recursos para hacerlo. En resumidas cuentas su gobierno terminará con lo que no alcanzó a terminar el actual mandatario: El país.
No hay nada que celebrar y, sin embargo, al empujarme el segundo trago empecé a dejar mi pesimismo y a pensar en qué pasaría si ganara algún férreo opositor del dictador y con la imagen que alcancé a ver me bastó para ser feliz: el grupo Gaula derrumbando la puerta de Andrés Felipe Arias y sacándolo a él en piyama en la mitad de la noche. Vi como lo esposaban y sin juicio previo lo metían a una celda nauseabunda y oscura, era como un Joseph K pero uno se alegraba de todas las desgracias que le estaban sucediendo, en la mitad de la noche cuando las ratas comiencen a devorar su cuerpo enclenque gritará con esa voz de hombre que nunca le conocimos por estar imitando a su patrón: “¡Sáquenme de acá!”. Pero de nada le servirá porque nosotros -sus carceleros- nos estaremos riendo de su dolor.
Vi cómo el nuevo gobierno hacía efectiva la orden de extradición que pesa sobre Uribe Vélez desde 1992, ya que los gringos consideraban al siniestro senado como el brazo político del Cartel de Medellín. Terminaría sus días en un cuarto un poco más limpio que el de Arias y con menos ratas.
Hasta que todo eso pase y la justicia no se acuerde de nuestro país no hay nada qué celebrar. Lo del viernes fue un inicio que tendrá que desembocar en el triunfo de una nueva fuerza que en realidad conozca los verdaderos problemas del país y los quiera erradicar, que esa sea su única función, que soporte la embestida de los medios que seguramente no cesarán de atacarlos y que dirán lo que no dicen ahora: “Un buen periodista tiene que estar en contra del poder”. Los que estamos por fuera seguramente volveremos y trataremos de reconstruir la dignidad, la decencia y la moral que este gobierno ha destruido.
4 comentarios:
me gusta cuando eres feroz y soñador a la vez...cybele
Ombe, pero es que el tipo tiene esos ojos morados porque se ha dedicado al travestismo político durante toda su triste carrera, o si no ¿cómo se explica que haya sido ministro de comercio exterior de Cesar Gaviria, ministro de Hacienda de Pastrana (si, de ese mismo a quien tanto odian los uribistas) y ministro de Defensa de Uribe. Siempre ha sido chupamedias oficial de todos los regímenes políticos, y es verdad que la coherencia ideológica no es propiamente una virtud de los polítiqueros colombianos, pero es que este tipo es el máximo exponente.
Claro, también se debe a su genética, creo yo: en algunos de los miembros de la familia Santos, escondido en quien sabe que cromosoma, hay un gen que se llama gobiernismo, cuyas manifestaciones más notables afloran en la línea editorial de El Tiempo. Es tan fuerte este gen que infunde hasta tendencias fraticidas en sus portadores, ¿o no querido contraescapista Enrique?
Así es mi querido Iván. Por desgracia no hay nada que celebrar. Nada. Todo sigue igual o peor que antes.
Ah, soy su amiga MilenaQ'
Publicar un comentario