Un ex presidente casi siempre es un viejito que cansado de
haber estado en el foco mediático durante cuatro años pues se retira a una
cabaña de madera en medio de una montaña. Agarra una cicla y se dedica a cuidar
su salud mientras en las noches de desvelo se sienta en su escritorio a
redactar sus memorias.
Uribe está lejos de seguir este camino. Él está escribiendo
sus memorias en base a las 120 palabras que permite un twiter. Balzac
aconsejaba escribir una cuartilla diaria para acercarse a lo prolífica de su
obra, cincuenta y pico de novelas. Uribe con sus mensajes minúsculos y
corrosivos como ladillas está escribiendo un libro de más de tres mil páginas.
No conforme con dinamitar las redes sociales con sus quejas
constantes, con su invocación constante a la violencia y la desestabilización,
un llamamiento muy bien acogido entre los colombianos, ahora ha decidido como
último y desesperado recurso salir a la calle a poner bombas.
No tengo amigos uribistas, trato por lo general de rodearme
de gente inteligente. Muchos de ellos se equivocan al decir que Londoño no iba
en la camioneta, que fue un falso atentado. A mi no me cabe ninguna duda que el
viejito ese iba en el auto y que se salvó de milagro. A Uribe no le importaría
bajarse a un aliado más. Para la muestra dos ejemplos anteriores: Cesar Villegas, secretario de Alvaro Uribe en
la Aeronáutica Civil (1980-1982)y señalado como narcotraficante por el gobierno
de USA, fue asesinado misteriosamente en
2002. Pedro Juan Moreno, Secretario de Gobierno de Uribe en la Gobernación de
Antioquia, y señalado promotor del paramilitarismo y cientos de masacres,
asesinado misteriosamente en 2006. Al papá de Gerónimo y Tomás no le interesa
dejar testigos.
Los resultados de esta ofensiva ya se están viendo. La gente
volvió a tener miedo y ya se extraña los años “donde uno podía viajar tranquilo
por la carretera hasta la finca” me dice la señora de los tintos que devenga el
mínimo. No hay nada más contradictorio que ser pobre y uribista. La lobotomía
impuesta por los medios de comunicación es tan efectiva que ya hemos olvidado
que Uribe dijo que con su mano dura y su corazón gigante iba a derrotar
militarmente a la guerrilla en los primeros seis meses de su dictadura; no le
bastaron ocho años, quiere a como de lugar cuatro años más para que sus
huevitos de tiranosaurio rex revienten y acaben de una vez con este país.
La gente volvió a tener miedo y cualquier escaramuza de las
Farc en pueblos apartados que siempre han sido objeto de sus inútiles ataques,
son mostrados por los medios nacionales como la confirmación de que cualquier
acercamiento al diálogo es simple y llanamente una pérdida de tiempo.
Históricamente
se ha demostrado que el conflicto se recrudece justamente cuando las dos partes
se van a sentar a negociar. Ambas necesitan llegar fortalecidas a la mesa de
diálogo. En vez de mostrar a todos esos analistas políticos que no son más que
apóstoles de la guerra deberían los noticieros poner de ejemplo a otras
negociaciones que han seguido este derrotero. Esto por supuesto que no va a
suceder porque sería traicionar a los grupos económicos que financian estos
telediarios que por cierto están ahí para mantenernos como somos: ignorantes,
pobres y perversos.
Mientras se acusa a Sigifredo López del secuestro y posterior asesinato de los diputados del Valle, basándose solo en el testimonio de un guerrillero, en la misma semana se desestimó los señalamientos que hizo Mancuso sobre Uribe. Además mientras el país se indignaba por el vil atentado al ladrón de Invercolsa, la fiscalía rebajaba la condena al insufrible uribito. Las tácticas de manipulación mediáticas de las que habla Chomsky se aplican con más éxito en un país sin recuerdos.
En el día de ayer a Uribe lo estaban entrevistando en uno de
esos programas fascistoides de Miami. La periodista se quedó con la boca
abierta al ver los estallidos de ira del dictador a cada trino del presidente
Santos. Regaño viene, regaño va, el odio se le traslucía como cuando estaba
sentado en el trono. Es imposible que alguien tan desequilibrado pueda gobernar
un país. Está claro que Uribe es un enemigo de la paz y también me queda claro
que el colombiano promedio es un ser despreciable que no le importa que se
rescate a sangre y fuego a los más de doscientos compatriotas que se mantienen
cautivos por parte de las Farc, que poco o nada le importa la suerte de esos
cientos de miles de campesinos que luchan para que vuelvan a ser suyas las
tierras que les fueron usurpadas por el paramilitarismo, ni que se aclare dónde
están más de sesenta mil desaparecidos. El colombiano promedio necesita un capataz
que le inyecte su dosis de odio diaria y en Uribe ha encontrado el receptáculo
perfecto y perpetuo.
Se vivirán meses cruciales donde la sociedad civil debería
hacerse fuerte y rodear a un presidente que contra todos los pronósticos ha
decidido traicionar a su mentor. Parece que Juan Manuel Santos está decido a
pasar a la historia como el presidente que trajo la paz a este país. Uribe no
descansará hasta que él y su tropa de paracos recuperen el poder. Tiene la
bilis y la tenacidad para hacerlo, por eso ojalá una mano amiga lo borrara para
siempre, entonces su figura sería solo un recuerdo y los recuerdos en este país
se diluyen fácil.
2 comentarios:
Terriblemente cierto. Hipocrita hijueputa, eso es lo que queremo, que un hipocrita hijueputa nos gobierne. @eldesdicha.
Viejo, desgradaciadamente es el país q desean los colombianos....hasta q no se vea otra vez a Uribe gobernando la gente seguirá diciendo que "volvió la violencia a Colombia"
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