Decía Rodrigo Fresán no sin cierta razón que la Argentina se había ido a la mierda cuando paso de ser una nación Beatle a ser un reducto Rollinga. Para el mediocre escritor porteño ese cambio significó pasar de la reflexión a la fiesta interminable, de Sidartha a Dionisos.
Hay días en que pienso que me vida se empezó a ir al garete cuando dejé de escuchar el ritual Beatle para pasarme horas enteras intoxicándome con la música atronadora de los Stones. Sin embargo nunca los he dejado de escuchar por completo, ellos viene por oleadas y me buscan, me toman de los pies y me arrastran por el piso con sus viejos y eternos sortilegios. Puedo estar parado en una estación de trenes en La Plata cuando el eco de Hapiness is a warm gun me asalta o puedo tomar un taxi en la avenida sexta de Cúcuta y un taxista despistado deja escuchar Roll over Beethoven y me hace acordar de la tarde en que mi papá me regaló el primer C.D que tuve en mi vida, una copia de With the Beatles, el almbun donde ellos empezaron a encontrar su sonido, donde anunciaron las primeras sacudidas del terremoto que vendría con Help. Lo paradójico es que a pesar de tener mi C:D no tenía un reproductor donde escucharlo, es más creo que el disco lo terminé vendiendo en el colegio o cambiándolo en esa época por unos cuantos moños de marihuana.
En la universidad entré en conflicto con el cuarteto de Liverpool y la verdad cambié la marihuana por la cocaína. Desde Baguers Banquet a Exile los Stones crearon la música mas sólida, mas certera para pegarte un pase, o si no vean todas esas películas de Scorcese donde su demonio protagonista esnifa buenos granos de cocaína mientras se escucha Loving Cup o Monkey. Después regresé por una temporada a Cúcuta donde cada ocho días me enfarraba en una finca durante todo el fin de semana a llenarme las venas de polvo blanco y nadar en ríos de Jack Daniels, jugando a ser un rock star sin siquiera saber tocar ningún instrumento. Desde el mirador de la finca se vislumbraba la ciudad, era un buen lugar para ver como las bombas caerían sobre el valle. Pero la guerra nunca llegó.
Hay algo tremendamente humano en las canciones que empezaron a componer de Rubber Soul hasta Abbey Road, es como el testimonio de un hombre que comienza a creer. El sonido de los Beatles cambia básicamente cuando Lennon, que al contrario de sus compañeros estaba en constante evolución, empieza a encontrar su propia voz. Entonces fue como si se desatara una terrible fuerza de la naturaleza, como si el mismo tuviera la capacidad de abrir la tierra, controlar las corrientes telúricas y hundir lo que el consideraba no era verdadero. Y una de esas mentiras eran los Beatles. Un día abrió los ojos y no pudo reconocer a los otros tres tipos que lo acompañaban en su viaje. Entonces dejó de ser la morsa y se convirtió en John.
Este despertar político y religioso de un niño rebelde tiene que ver con haber conocido a Yoko. A pesar del odio generalizado que sienten millones de fans, Yoko ayudó a que el pensamiento de Lennon se extendiera hasta la misma política. Para nadie es un secreto que con sus canciones ayudó a salvar miles de vidas que se perdían en Vietnam. Sus himnos a la paz se convirtieron en estandartes de esperanza y fueron repetidos y cantados en las grandes movilizaciones pacifistas de los setenta. El mismo Hoover puso sus horribles ojos en ese desadaptado que no sabía callarse. Sigan la carrera de cada uno en solitario y vean la distancia que sacó John a sus otros tres compañeros, escuchen a Paul Mcartney en una entrevista o oigan todo lo que hizo; a excepción de algunos discos de Wings es física basura. Es como escuchar un disco de Jagger, una especie de Michael Boltón avejentado. Cuando Jagger canta solo se le notan los setenta años.
Es curioso el desprecio que sienten los dos Beatles sobrevivientes por la señora Ono, como si quisieran hacerle creer el cuento a todo el mundo de que ella fue la bruja que dañó el sueño, que los separó para siempre. Uno se puede imaginar lo que fueron esas sesiones en let It Be. El estudio convertido en una guarida de hienas. No se daban ni la mano, eso se lo dice el propio John A Jack Warner en su célebre entrevista. El iba, llevaba a Yoko por supuesto, grababa las escenas para la película y chao. Esa era la época donde el espíritu de Don Quijote empezó a invadirlo, mientras Paul era poseído por el espíritu de Don King.
Lennon tenía un sueño como lo tuvo Gandhi o Luther King y a diferencia de ellos tenía a todos los medios de comunicación a su disposición. Los periodistas amaban a John y lo seguían a todas partes. A finales de los sesenta decide vender la paz como si fuera un producto. Durante su luna de miel abrió las puertas de su suite en Amsterdam y dejó entrar a decenas de reporteros que informaron al mundo como un Beatle decidía hacer la revolución desde la cama.
La revolución tranquila, pacifica era lo que quería Lennon, a los stones les interesaba más la confrontación. Era como tener de un lado a Cristo y del otro a Lenin.
Hace poco me levanté muy temprano justo antes de que saliera el sol y me dio miedo tener la certeza que detrás de esas nubes se escondía el rostro de Dios. Me dio miedo constatar que dentro de mi crecían las ganas de llevar una vida mejor, quise agarrar las pocas pertenencias que aún tengo e internarme en una mina a llevarles la palabra a los pobres mineros sepultados en la tierra, como aquel pintor de Arlés que en las noches se convertía en pastor y en las mañanas, con los ojos enrojecidos, decidía tallar su cuerpo con una navaja para proyectarse mejor en sus autorretratos.
¿Cómo obtener tanta coherencia?
Todo artista es un profeta, muchos se convierten en la voz de Dios en la tierra. Saliendo del edificio Dakota el gordo Mark David Chapman descargó su pistola sobre el pecho de John Lennon. La historia es una peonza que no para de repetirse, cuarenta años atrás en la india un hombre en posición de flor de loto era vilmente asesinado. También como el ex beatle creía en que era posible una revolución sin disparar una bala.
1 comentario:
Me gusta esa coherencia textual de critica musicla-cine, nunca habia leido su columna y pienso: "Galle, esta a años luz de sus contemporaneos" o al menos eso es lo que parece.
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