La ciudad comenzó a
llenarse de esos carteles. Sobre un fondo negro un hombre está mirando con
tristeza algún lugar indeterminado. Debajo, el nombre de Aniceto y más abajo el
nombre del director: Leonardo Favio. Con el mismo bajo perfil que lo ha caracterizado
en cinco décadas se estrenó en el Teatro Gaumont de la ciudad de Buenos Aires
su última película. La sala se abarrotó de gente, un promedio de edad muy alto,
como si los que vieron acá por primera vez Crónica
de un niño solo hace más de cuarenta años se hubieran agazapado en los
asientos y hubieran salido de allí con la espalda cargando el peso de los años.
Para muchos en Colombia
Leonardo Favio es un cantante popular firmemente arraigado en el corazón del pueblo.
Sus canciones son el reflejo del barrio que él retrata con tanta eficacia y
poesía en cada una de sus películas. Canciones como O quizás simplemente te regale una rosa se han convertido en
clásicos indiscutibles dentro de la música latinoamericana y han sido traducidas
a idiomas que el mismo Favio desconoce. Pocos saben que con sus nueve películas
es considerado por muchos críticos como el cineasta argentino más importante de
la historia, por encima del legendario Leopoldo Torre Nilsson, su maestro, al
que le dedicaría su ópera prima y de quien aprendería todo ya que empezó a
actuar en sus películas. Sus obras se han espaciado a lo largo del tiempo.
Desde 1999 no rodaba ninguna película y con los años se ha convertido en un
artista meticuloso y obsesivo en la sala de montaje. Filmes realizados hace
treinta años como El dependiente han
vuelto a ser revisados y corregidos por él
mismo, aprovechando las ventajas que le da la nueva tecnología. Con un dejo de
tristeza y añoranza, como si fuera uno de sus propios personajes dice “Si por
algo lamento el límite de la vida es porque digo: ¡Carajo! Justo ahora que
están todas estas herramientas para trabajar mejor”.
Aniceto es la continuación de un filme hecho en 1967 de nombre largo y
decimonónico: Este es el romance de
Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza…y unas pocas
cosas más. “El proyecto comenzó a latir desde aquel rodaje, hace cuarenta
años, cuando notaba que en el silencio de El
romance... había una gran sinfonía, pero no sabía por dónde lo iba a
resolver”, dice el autor de Nazareno Cruz
y el Lobo. Duró cuatro décadas con la idea dándole vueltas en la cabeza
hasta que un día se encerró en un hangar de Quilmes. La ambientó en la misma
época de la primera pero esta vez no era un drama cualquiera sino un ballet.
Favio a sus setenta años no se cansa de sorprendernos. Una película con marca
propia de autor, algo tan difícil de ver en esta parte del mundo.
Le costó mucho trabajo
abrirse paso en el mundillo intelectual bonaerense. Nadie podía entender que el
mismo tipo que había escrito esa canción tan popular como Ding dong, son las cosas del amor pudiera ser el creador de Juan Moreira. En el ambiente snob
de Buenos Aires, donde todos los artistas juegan a ser Borges, Favio rompió el
molde y buscó su propia voz. Peronista convencido, con una religiosidad que
raya en el misticismo, Favio es ante todo un amante de la vida, un hombre que
mira cada objeto con una añoranza y un amor, como un niño despidiéndose de un
juguete. Sus obras respiran ese ambiente del pueblo en el que el tanto cree
pero esa creencia no lo lleva a idealizarlo, allí radica su magia, en mostrar a
la gente tal y como es, casi sin máscara, algo que en Colombia sólo se ha visto
en las primeras películas de Víctor Gaviria.
Un cineasta es él y sus
limitaciones. Consciente de la deficiencia del sonido que tenían sus primeras
producciones trató de contarlo todo en imágenes para después doblar las voces.
A pesar de que en Aniceto vuelve a
aparecer el héroe Faviano, aquel hombre que se revela contra el destino, “que no
muere en la cama sino fiel a sí mismo hasta el fin, más cerca de una imitación
de Cristo” como él mismo lo dice, es diferente al resto de sus películas a
pesar de que comparten la misma esencia. Existe un deslumbramiento en cada
plano por parte del público, una luz que todo ilumina y que a todo da forma, se
recuerda a Sorolla, a los cuadros del Greco. Una fiesta visual que tiene su
punto más alto en las peleas de gallo filmadas en ralentí y con crudeza, como
si en vez de dos gallos estuvieran dos seres mitológicos tratando de arrancarse
la cabeza. Una imagen brutalmente hermosa. Historias de rufianes y de amores
encontrados evocando una época donde el honor importaba mucho pero resultaba
peligrosamente caro.
Disminuido por una
enfermedad que lo aqueja desde hace años Favio ha establecido su mundo en el
apartamento que tiene en el barrio de Balvanera. Allí, como un viejo sabio, se
refugia en esos contrastes que tanto le gustan, va desde Sandro hasta Verdi. Ha
sido un independiente, un hombre que se tomó en serio todo lo que hizo, desde
su balada más tierna hasta su más adorada película. Es una verdadera pena que
queden tan pocos como él.
Publicado en la Revista Arcadia, Julio del 2008
3 comentarios:
Cabe recordar que Favio en los últimos largometrajes de ficción que realizó después de volver a Argentina de su exilio en Pereira, no se olvidó de Colombia:
> En "Gatica El Mono" (1993), nuestra Kika Child interpreta a una esposa del boxeador José María Gatica.
> En "Aniceto" (2008), en cierta secuencia suena la cumbia "La Burrita", de nuestro homónimo Aniceto Molina. Definitivamente un tributo a la nación que ha sido su segunda patria.
Que lástima que la mayoría de los colombianos seamos tan monotemáticos y en el caso del Maestro Favio lo tengamos encasillado sólo como cantautor e ídolo de nuestras matronas, cuando nos ha legado tanto como cineasta!
Al parecer, el mayor pecado de Favio en Colombia no fue alguna de sus oníricas andanzas en "la querendona, trasnochadora y morena", sino jamás haber realizado algún proyecto con el extinto FOCINE y de paso darle cátedra a la mayoría de nuestros referentes audiovisuales. Parece que su estética y temáticas eran demasiado "argentas" para nuestro gusto más que criollo, indigesto de propaganda hollywoodense.
Pero como cierta vez afirmó otro Maestro:
"Cuenta la historia de tu aldea y contarás la del mundo".
Ivan: Felicidades y éxitos!
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