País de mierda lleno de pobres festivalitos. Durante la celebración del primer Hay Festival, farsa que consiste en invitar a grandes personalidades de la literatura universal, el insoportable teletonero Bob Geldorf cuya única producción literaria acreditada fue la composición de una canción mediocre que en los fascistoides años ochenta tuvo cierta popularidad habló ante un abarrotado centro de convenciones sobre las condiciones en las que viven la mayoría de personas en el África “ Para conseguir un poco de carne tienen que levantarse a las dos de la mañana- decía conmovido el protagonista de The Wall- para aspirar llegar a un mercado y obtener un pedazo de hueso seco”. La gente se miraba asustado ante las palabras del rockero ¿Cómo era posible que estas cosas ocurrieran en pleno siglo XXI ante la mirada atónita de la comunidad internacional? Geldorf continuó con sus preocupaciones seudohumanitarias “En el continente negro solo existen 1.500 kilómetros de vías pavimentadas” otra vez se levantó el murmullo y yo hasta alcancé a escuchar ciertos suspiros como de quien se quita un peso de encima. Un poco mareado salí del Getsemaní dispuesto a emborracharme en cualquier playa sin temor a que me aplicaran la clásica atracada del amanecer cartagenero.
Después de escuchar al creador de los ridículos e inútiles conciertos de beneficencia uno se puede preguntar para que coño invita a un europeo a que nos hable de los problemas del África viviendo en un país que no solo tiene problemas de comunicación sino que está inmerso en una de las mas sangrientas guerras que se recuerden en este mundo salvaje.
Una persona muy cercana a mi conoce muy bien la región del Catatumbo. Para muchas de las veredas la única forma que tienen para comunicarse entre si y establecer un comercio incipiente es el mismo rio. El cambiante y a veces mortal río. Decenas de horas navegando en una embarcación precaria. Eso para los que tienen la suerte de vivir en la orilla pero la labor de alimentar una familia se convierte en una hazaña si tu casa está selva adentro a siete horas de camino.
El 35 por ciento de la población colombiana vive incomunicada. En este país el territorio es cinco veces mas grandes que el miserable estado.
Con un cinismo propio del genocida el intelectual promedio colombiano suele preocuparse por las terribles condiciones en los que viven miles de palestinos oprimidos por Israel, desde la Universidad pública salen a marchar para que el gobierno chino retire sus tropas del Tíbet, de que liberen inmediatamente a un líder comunista angoleño y la gran mayoría, incluyéndome, asistiendo a un puto festival de mierda escuchando las babosadas que escupe un drogadicto que se lucra con la miseria ajena.
Anoche me quedé hasta la madrugada hablando con una persona cuyo trabajo es darle ayuda humanitaria a los cientos de desplazados que deja la acción de paramilitares, ejército y guerrilla. Día a día tiene que recibir, escuchar, aconsejar a hombres y mujeres que acaban de vivir el infierno de dejar bajo amenaza de muerte la tierra, la casa, la finca que durante años has construido. A pesar de la amistad compartida nunca le pregunté por su trabajo, esperaba que ella lo hiciera algún día y anoche justamente lo hizo.
En Colombia una de cada cinco mujeres está expuesta a los peores vejámenes. En este país, no en el Congo Belga ni en Mongolia, la mujer es considerada como en la edad media, botín de guerra. El campesino está condenado al monocultivo si es que tiene la suerte de que la fumigación indiscriminada de glifosato no arruina para siempre sus escuálidas siembras. Muchas veces la desesperación del hambre los lleva a sembrar coca, a venderle el alma a los grupos insurgentes que al final, cuando se cansen de verlos, terminarán violando a sus mujeres y quemándoles la finca, cerrando la faena disparándoles a cada uno en la cabeza. Los sobrevivientes deberán trasegar la pesadilla del desplazamiento.
Entonces llegan a la ciudad flotando en el mar de la desidia como náufragos desamparados, desesperados se suben en el barco que les ofrecen las Organizaciones No Gubernamentales sin saber que se suben a una nave llena de piratas. Acá llegan los europeos desconociendo la sociedad que van a ayudar. Tampoco les importa, viven y construyen sus fortunas a partir de la desgracia ajena. Si quieres hacer plata en este país de mierda monta una ONG crea proyectos inoficiosos, inoperantes y lúcrate con lo que los ingenuos y tarados europeos puntualmente te girarán.
Los europeos volverán a su país con mil anécdotas sobre el tercer mundo que contar, con el recuerdo de varias noches de sexo desenfrenado sostenido con las ardientes nativas. Llevarán de souvenires camisetas de las FARC que les sirva de constatación de que ellos son justos, son revolucionarios por el solo hecho de tener sus microideas de izquierda.
Todo eso me lo contó en una sola noche esa persona que como pocas, como casi ninguna ha tomado en serio su trabajo porque se que lo sufre, se que ama profundamente a todas esas mujeres cabeza de familia las que trata de darle a veces infructuosamente consuelo, esperanza.
Su tristeza radica en que precisamente este es un país donde ya no hay cabida para la palabra futuro. Todos los días los noticieros hablan de los contundentes golpes que le da el gobierno a la guerrilla después de mostrar todos los besos que le da Shakira a su nuevo novio Gerard Piqué. Nadie denuncia, nadie sabe nada y como mi amiga bien dice si medio se toca el tema en una reunión con colombianos de bien la mandan callar argumentando que no quieren que les amarguen el rato con cosas que no le conciernen porque ellos, los colombianos de bien, cumplen con su trabajo, son buenos padres, buenos hijos, católicos consecuentes que evitan meterse en lios.
Estos hijos de puta colombianos de bien, los que duermen profundamente cada noche por creer tener la conciencia tranquila, tienen debajo de su almohada las millones de cabezas cercenadas de campesinos inocentes que no paran de sufrir humillaciones ante nuestros ojos de testigos, nuestros ojos de verdugo.
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