Mucha expectativa había generado desde el momento en que empezó a filmar la que sería “La más personal de las obras de Almodóvar” se decía que esta sería su declaración de principios a un arte que lo había cautivado desde muy joven y lo había convertido en uno de los realizadores más originales de los últimos treinta años.
Lamentablemente nada de eso se pudo cumplir en La mala educación pareciera que en el momento en que quiso por fin contar su vida la lámpara de la inspiración se le hubiera apagado. Porque si de algo adolece este fallido filme autobiográfico es de chispa, de luz creadora. Poco quedaba ya del realizador manchego que era capaz de escandalizar a la enardecida sociedad española post-franquista poniendo a tres monjas a snifar severas rallas de cocaína o el hombre que se atrevió a hacer del melodrama telenovelesco una obra de arte. Ese humor tan picante lleno de personajes enternecedores en cada uno de sus anteriores filmes desaparece misteriosamente en la que debería ser su obra más personal.
Las muchachas eso sí adoraron ver a Fele Martínez y a Gael García Bernal en las escenas de piscina donde el director se centra más en la parte de adelante del bóxer del mexicano que en desarrollar cualquier tipo de telaraña argumentativa. Las historias llenas de recovecos , de laberintos emocionales desaparecen acá por puro y físico cansancio. En un acto de canibalismo Almodóvar se copia a si mismo, ensambla personajes y situaciones de sus otras películas, repitiéndose una y otra vez. La mala educación es un monumento al deja vú.
Aprovechando la fama que empezaba a tener en el mundo cinematográfico el actor mexicano Almodóvar quiso arroparlo y terminar de completar la educación que lo llevaría a conquistar el mundo. Siete años después ya tenemos la certeza de que Gael García Bernal es un pésimo actor. Ninguno como él se ha embarcado en experimentos tan fallidos como la insoportable La ciencia del sueño de Michel Gondry o El pasado pero fue más la expectativa generada que la realidad. Su carrera internacional se basa en la de la vulgar imitación de acentos. En La mala educación deslumbró a los incautos gracias a su capacidad de lora borracha de repetir la dicción de los españoles, seguramente en la madre patria habrá diez mil actores mejores y más guapos que Bernal y que hablan seguramente mejor con acento español. Pero era el actor del momento, el más sexy y Almodóvar enamorado se rindió a los pies del joven galán. Su interpretación no es tal, tan sólo es una repetición incesante de acentos como sucedió cuando se convirtió en el Che en la abominable y próximamente integrante de esta lista Los diarios de motocicleta de Walter Salles.
Almodóvar dijo que había hecho la película porque le estaba atormentando tenerla en la cabeza. Tenía la necesidad imperante de hacerla realidad, verla montada. Todo salió al revés. El estar tocado con la barita del genio no garantiza que las cosas vayan a salir como en los anteriores proyectos. Para hacer cine no solo se necesita tener buenas ideas sino también una salud inmejorable. Almodóvar debió esperar un mejor momento físico. Cuentan que llegó al plató prácticamente sin guión, confiaba demasiado en sus recuerdos y cuando vio que el hada de la inspiración no llegaba empezó a copiarse a si mismo. No existe nada más triste que esto, cuando el creador se come a sí mismo. Quería ser una película de casi tres horas sobre su inicio en el oficio de hacer películas y terminó haciendo con agonía una peliculita espantosa, llena de escenas efectistas y homo eróticas, como si lo más importante para Almodóvar no hubiera sido hacer películas sino dar por el culo. Por la admiración que me despiertan películas como Pepi, Lucy y Bom y otras chicas del montón, Carne Trémula, Hable con ella o Mujeres al borde de un ataque de nervios esperaba encontrar una gran película en la autobiografía de un muy buen director de cine. En vez de eso encontré una película cansada, repetitiva, con dos actores absolutamente inflamados por la crítica como son Fele Martínez y García Bernal (quien seguramente habrá tenido su mejor actuación en la odiosa telenovela Mi abuelo y yo que hizo a los once años) que restan más que suman en el intento desesperado de un autor por declararle su amor al cine.
Después de La mala educación se notó que la fuerza había abandonado al director manchego. Ni Volver ni mucho menos Los abrazos rotos lograron suscitar la mínima de las emociones de sus anteriores trabajos. Esperamos que la maldición que esta pésima película inyectó a su obra se difumine pronto y volvamos a tener al iconoclasta de siempre.
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo... esa película me asqueó a los pocos minutos de empezar a verla y eso que no soy una persona prejuiciosa...
Saludos Iván desde la lejana, triste, silenciosa y cansada Bucaramanga...
Hace algunos días encontre este blog y con alegría noté que es de su autoría...
Nos conocimos en la UIS hace rato y es bueno saber que anda todavía en este mundo...
Un abrazo...
JHON KEWIN
larutanatural88@hotmail.com
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