Debe ser muy doloroso para los argentinos que en otro país le asesinen a un ídolo como era Facundo Cabral. Es la segunda vez que la brutalidad ajena les asesina un artista propio. El primero fue esa tarde de 1935 cuando un piloto estúpido embistió a la aeronave donde iba Gardel y acabó con su vida en el Olaya Herrera. Ahora en Guatemala, en el culo del mundo, un grupo de sicarios disparó ocho veces contra su rostro acabando de inmediato con un hombre que se repuso a todo, incluso a perder de una sola vez a su hija y a su esposa en un accidente aéreo.
Debo confesar que llevaba muchos años sin escuchar la música de Cabral. En los últimos años de colegio era impensable no beber con sus chistes, con su hermosa voz. Estaba fuera de la ciudad y me llamaron para avisarme que lo habían matado y aunque creí que ya estaba muerto, muerto de lo que mueren los viejitos me sorprendió mi propio estupor, las lágrimas bañándome el rostro. Ahora deben sentir los guatemaltecos una vergüenza profunda de ser parte de ese país, vergüenza que no sentimos los colombianos cuando matamos a Garzón, a Guillrmo Cano, a Andrés Escobar. Ya no me importa saber porque lo mataron, si fue un error o no, el punto es que hoy ha sido abaleado un hombre que le cantaba a la paz, a la reconciliación que estaba convencido que los conflictos podían aliviarse porque en el fondo el hombre es un ser bueno, ¿Acaso no fue creado a imagen y semejanza de Dios? Sin embargo otro apóstol del señor ha caído por obra y gracia de los ángeles del infierno. Monseñor Romero en El Salvador, Duarte Cansino en Colombia y el profeta Cabral cayendo en una autopista rumbo a un aeropuerto, la única intención era seguir caminando lo que el mismo se había trazado, seguir haciendo lo que hacía tan bien, sin importarle los 75 años que cargaba acuestas, seguir con la misma voz, la misma lluvia, el mismo el mismo loco afán.
Siete balas en la cara le han demostrado al señor Cabral que él estaba equivocado, que el hombre no merece ni justicia ni perdón, que si ha sido creado a imagen y semejanza de Dios la guerra eterna que sostuvo con el demonio la ha perdido y belcebú ocupa ahora su lugar y ha rediseñado a los seres humanos y los ha amoldado a sus formas a sus costumbres y maneras. Por eso mientras nuestros queridos paramilitares disfrutan en un cómodo chalet en la Florida mañana el cuerpo sin vida del poeta Facundo Cabral viajará a Buenos Aires metido en un ataúd, una multitud seguramente lo esperará en Ezeiza para enterrarlo en Chacarita y olvidarlo unos días después.
Todo pasa en este mundo maldito, todo pasa…hasta el dolor.
1 comentario:
lamentable...... sin palabras.
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