A Polansky le gustan los ambientes cerrados. Él sabe que si condiciona a un grupo de gente a convivir por un breve espacio de tiempo en un solo y estrecho lugar podrá conseguir un conflicto en unas cuantas horas. Pasó con las tres personas aisladas en un pequeño yate en Cuchillo en el agua, le sucedió a Catherine Deneuve encerrada en su apartamento, alucinando con manos obsesionadas con tocar sus pechos, Ben Kingsley, el antiguo torturador cayendo en la propia casa de su víctima, Sigourney Weaver, amarrado en una silla, recibiendo un poco de lo que el tanto supo dar y al final siendo arrojado en un abismo en La muerte y la doncella. El encierro siempre está latente en la mente del torturado autor polaco. De Rosemery Winhouse confinada en su apartamento en el más siniestro de los embarazos, pasando por la bizarra pareja aislada en el castillo de Cul de Sac, llegando al político exiliado en una volcánica y gris isla en El escritor fantasma.
Es perfectamente comprensible que mucha gente haya escuchado a hablar de Roman Polansky a pesar de no haber visto jamás alguna de sus películas. Es más creo que mucha gente no sabe a que se dedica. Se volvió famoso mundialmente porque la pandilla de Charles Manson atacó la mansión que tenía en una tarde de verano de 1969 matando a su esposa, la actriz Sharon Tate quien se encontraba en avanzado estado de embarazo y a ocho personas más. Muchos dijeron que había sido la retaliación de una secta satánica por haber develado sus secretos en El bebé de Rosemary. El caso es que su nombre siempre ha estado asociado a lo sórdido, a lo diabólico, sobre todo después de haber sido encontrado culpable de haber abusado de una menor. Estuvo preso durante ocho meses, obtuvo libertad condicional y se fugó de los Estados Unidos, país al que no ha podido entrar desde hace más de treinta años.
Recientemente volvió a ser noticia por haber sido detenido en Suiza. Estuve encerrado unas semanas y se habló incluso de ser extraditado a los Estados Unidos. Ni el Oscar obtenido en el 2002 por El pianista lo pudo reconciliar con la justicia norteamericana.
Su energía le ha permitido seguir dirigiendo a pesar de los problemas y de los casi ochenta años que tiene. Su última película Un Dios salvaje revela que su talento está lejos de agotarse. No necesita de grandes presupuestos, ni de locaciones. Es más acá vuelve a desarrollar una película en un solo set, como si fuera una obra de teatro. No necesita sino de cuatro personajes para construir con ellos un universo donde caben todas las contradicciones y mezquindades humanas.
Un niño de una pandilla acaba de golpear brutalmente a otro con un palo en el rostro. Le ha tumbado los dientes delanteros y pasará varias semanas en la cama. En un acto civilizado los padres del niño golpeado tratan de conciliar con los papás del agresor. Los invitan al hogar de ellos, redactan una carta juntos donde justifican los hechos, aparentemente todo es muy cordial, muy sensato como corresponde a cuatro adultos de la clase media alta newyorkina. Pero no pasará mucho tiempo para que salgan a flote los resentimientos, los problemas que tiene todo matrimonio, de atención…en fin, el pesimismo que puede sentir Roman Polansky con respecto a las relaciones de pareja.
En los setenta minutos que dura la película los papás del niño golpeador no podrán salir del departamento de los padres del niño agredido. En una clara alusión a El ángel exterminador a medida que no pueden salir del lugar las conversaciones se harán mas ásperas, mas violentas. Incluso uno de los refinados personajes vomita copiosamente sobre los libros de arte de la dueña de la casa. No solo tendrán que disputar un problema tan delicado como son los hijos en un espacio cerrado sino que tendrán que respirar en un ambiente viciado por el vómito.
Bajo la batuta del director polaco se han puesto la cada vez mas sublime Kate Winstley, una esposa sofisticada, dueña de su tiempo y su billetera, elegante y sofisticada que lamentablemente no tiene tiempo para dedicarle a su hijo. Está casada con un exitoso abogado encarnado por el gran Cristopher Waltz. Ya nos había sorprendido un par de años atrás cuando interpretó al inolvidable Hans Landa de Bastardos sin gloria, acá vuelve a masacrarnos con su risa, con sus silencios, con la desesperante forma en que se escuda con su teléfono para evadir una realidad. Descubierto por Quentin Tarantino, Waltz a sus 57 años empieza la que promete ser una meteórica carrera a la inmortalidad.
El otro matrimonio está interpretado por una avejentada Jodie Foster, un personaje lleno de miedos, de frustraciones, de problemas. Una histérica madre sobreprotectora con aspiraciones de ser escritora pero que reniega de su vida, de su marido, el carismático vendedor que no tiene mas ambiciones que poder tener una familia, un hogar.
Es estúpido descalificar esta película diciendo que no es la mejor película de su director. El mismo comentario se lo hacen año tras año a gente como Woody Allen, Manuel de Oliveira o Martin Scorcese. Un Dios salvaje es ante todo una extraordinaria película, con personajes perfectamente construidos y que logra crear una atmósfera agobiante digna del autor de Tess. Uno de los grandes filmes del año, completamente ignorado por la academia y por la distribución internacional. No dejen de verla así sea en la penosa copia pirata que está circulando por ahí, con pésimos subtítulos (Algo que se está volviendo una costumbre porque igual ya nadie lee ni eso) una película maravillosa, intensa, profunda. El filme de un maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario