Que paradójico, hay gente que hoy en sus perfiles de Facebook
pone el rostro de Jaime Garzón cuando ayer ponían en el mismo espacio el
retrato de uno de sus presuntos asesinos, Uribe. No hay contradicción más grande
que el de llorar a Garzón y ser uribista. Hace unos días murió en México o no
sé en donde la cantante Chavela Vargas. Confieso que para mí la cantante costarricense
no fue más que una exótica muer con barba.
Tengo amigos que hacían reuniones en
sus lujosos apartamentos en torno a una botella de tequila y ponían un disco de
ella. Deliberadamente empezaban a embargarlos la tristeza, se ponían en onda. Entre
más triste uno se ponía escuchando Llorona
más culto se volvía. Diez años antes nadie la escuchaba. La consideraban una
cantante de cantina para mexicanos borrachos.
Tuvo que venir Almodóvar y meterla
dentro de la banda sonora de sus películas para recibir la aprobación de ese
público universitario y ñoño.
Chavela y Almodovar.
Al morir a los noventa y cinco años los bien pensantes
expresaron su inmensa pena ante la desaparición de esta mujer con barba, que
entre otras cosas había sido amante de otra muchacha con bigote, la Frida Kalho
esa que tanto sobreestiman los bienpensantes. Para amar algo necesitas
merecerlo. Una de las desventajas del Facebook es que fomenta la pereza. Se filtra
una noticia, por ejemplo el deceso de un artista o el aniversario de su muerte
y ya no necesitamos saber nada más para declararnos fans. Que cuento de leer la
obra ni esas maricadas. Vamos directamente al exhibicionismo de nuestro dolor
Dentro de pocas semanas todos esos que lloraron a Chavela la
olvidarán por completo. Harán bien, escuchar tres canciones seguidas de esta
señora un domingo a las cinco de la tarde puede inducir al suicidio. Ha Garzón
como cada año lo olvidarán mañana 14 de agosto. Hoy los noticieros harán un
especial sobre él pero no se ahondará en el tema que debería preocuparnos;
¿Quién lo mató?
¿Algún día?
Jaime Garzón usó el humor como un arma para atacar a los
poderosos de este país. Cuando se juntó con Karl Troller y Eduardo Arias para
crear Zoociedad no pensaba que este programa podía presentar los picos de
ratings que presentó. Se atrevieron a darle al país un espacio donde se
renunciaba a lo que estamos acostumbrados para hacer humor, el chiste fácil, la
recocha. Lo increíble es que a los colombianos les gustó el programa. Zoociedad
bebió de las fuentes de Monty Phyton y hasta de Mark Twain, pero a la vez uno
al escuchar a Emerson De Francisco podía tener otro lado de la noticia, el lado
que los grupos económicos no dejaban difundir. Uno podía estar informado y a la
vez divertirse con pura y física patafísica.
El gran Emerson de Francisco
Al final de sus días, cuando poco a poco su figura iba
siendo asimilada por el establishment, decidió cambiarse la dentadura y creo
que alcanzó a protagonizar alguno de esos café conciertos que tanto gustan a
las menopáusicas.
Sin embargo su vena crítica no se extinguía. Recuerdo cuando
supe que ese embolador de cara manchada de hollín y desmueletado que se hacía
llamar Heriberto de la Calle era Jaime Garzón. Entonces supe que ese man, en un
ejercicio digno del método de Strasberg, se había quitado las muelas solo para
encarnar con fidelidad uno de los personajes más deliciosos, punzantes y
valientes de nuestra miserable televisión. Verlo arrinconar a sus invitados en
el segmento que tenía en CM& era una experiencia alucinante, tanto que uno
era capaz de soportar a Yamid Amat por media hora con tal de verlo.
Me despertaron con la noticia de que estaba muerto. Encendí el
televisor y vi la camioneta negra, estrellada contra un poste de la luz. El cuerpo
todavía estaba adentro, como una sombra negra descansando sobre el volante.
Cesar Augusto Londoño dijo esa noche la única frase iluminada que ha dicho en
treinta años de carrera “Buenas noches, país de mierda” tenía los ojos
arrasados en lágrimas. Fue un día absolutamente triste para el país y no
necesitamos de Facebook para expresar nuestro dolor. Matarlo significaba no ver
nunca más a Heriberto, saber que Jaime nunca más volvería a crear un personaje
y que el paramilitarismo, los mafiosos y los políticos andarían por ahí
campantes sin que nadie les cantara la tabla.
El llorado Heriberto de la Calle.
La actitud no es solo poner la cara de Garzón en el perfil
de Facebook sino tratar de luchar lo hacía no para asumir la actitud hipócrita
de “Conseguir la paz” o caer en el lugar común de decir “Queremos hacer de este
mundo un lugar mejor” sino tratar de hacer denuncia, de poner el dedo en la
llaga. Todo el mundo sabe quién es el asesino, todos sabemos que la guerra es
un negocio y que por ende no se va a quedar, a todos nos queda claro que la
guerra contra las drogas se perdió y que si se quiere acabar con el
narcotráfico la solución más sencilla y lógica es legalizar la droga. Ese
podría ser el mejor homenaje que se le puede hacer a Heriberto de la Calle.
A las pocas semanas de haber muerto recuerdo a los
mechilargos de la universidad pidiendo borrachos Candela de César Mora, la que
decían, era la canción preferida de Garzón. Siguiendo la canción con pasos
torpes y una botella de Águila gorreada en la mano trataban de seguir el ritmo
de la salsa. Se la sabían de punta a punta con coros y todos. Regaban un
poquito de cerveza en el piso para que todo el mundo se diera cuenta del
inmenso dolor que sentían ante el vil asesinato.
Sin embargo nadie estuvo atento de la investigación. Los
asesinos seguían libres aunque se sabía claramente que el crimen lo había
ordenado la ultraderecha de este país.
Con la creación de Facebook Garzón se convirtió en un ícono
cultural. Los mismos que leyeron y subrayaron frases enteras de Mi confesión la autobiografía de Carlos
Castaño, posteaban en sus muros a uno de los personajes del
humorista. Se admiraba por igual a la víctima y al victimario. No era cinismo
señores, era física ignorancia.
4 comentarios:
Supe de Gar
zón por Andrea, mi novia colombiana. Ella me mostró videos, me contó la historia del miserable asesinato, me mostró el último reportaje por tevé. Adhiero que lo que decís. Sin ser colombiano entiendo y comparto la angustia y la rabia ante lo que bien llamás física ignorancia.
Luis (de Suspendelviaje)
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