27 de junio de 2014

LOS PECADOS DE SECRETO DE CONFESIÓN. Por: Darío Monsalve.

Luego de un efectivo tráiler que dejaba en el ambiente la idea del arribo a las pantallas de un thriller poco menos que perturbador, Secreto de confesión (2013) se evapora, se pierde en el aire de sus propias inconsistencias.   

La cinta de Henry Rivero, en un orden casi que aleatorio, narra el descender (a regañadientes) del infierno al sótano de un grupo de personajes entre cuyas faltas para no merecer misericordia en esta tierra sombría que se menciona como Colombia está el inmiscuirse en un delito que incluye un coctel de políticos, sicarios, multinacionales y muchos millones.
En medio de estos elementos, que por poco no alcanzan a ser personajes, excepto en el caso del senador Ruiz, quien a través de Luigi Sciamanna logra transmitir la frialdad del corrupto empedernido, se encuentra la figura principal representada en el teniente Restrepo (Juan Pablo Raba).

Este policía lleva sobre sus hombros la responsabilidad de resolver la cadena de homicidios desatada desde el inicio, primero, como deber por su trabajo, segundo, como placer de su sentido de la justicia y, tercero, porque a lo largo del relato van surgiendo en el personaje motivaciones oscuras e inquietantes (desde alucinaciones con la imagen de su padre hasta el inconfesado deseo por una mujer, hija de una de las víctimas) que sacan a flote su verdadera naturaleza: Restrepo es un tipo violento y reprimido en busca de pretextos para reaccionar agresivamente.
La por igual atención prestada por el director a estas disímiles razones, así como un asfixiante trabajo de cámara sobre el rostro de los actores a lo largo del rodaje, constituyen los principales reparos para que el hilo conductor de la historia se convierta en una atropellada madeja cuyas vueltas no logran atrapar del todo la emoción de los espectadores.
Si a esto se suma que la película viene cargada de un componente religioso y moral que busca mostrarse a toda costa, como un gato que se ahoga, el sabor que deja Secreto de confesión es el de un archipiélago de subtemas en que en el paso de un valor a otro a veces naufragan escenas completas. Sólo por momentos, escasos de cualquier modo, las impostadas reflexiones del “justiciero” Enrique (Marlon Moreno) o la angustia del senador Ruiz hacen llevadera la asistencia a la sala.
Un conjunto cuyos aciertos de interpretación y técnica pueden apreciarse solo fragmentariamente y con pinzas, Secreto de confesión es un plato frío que para nada incita a saber de qué venganza se trata.


9 de junio de 2014

AL FILO DEL MAÑANA. ¿EL FUTURO DEL CINE ES EL VIDEO JUEGO?

Los que vinieron del cielo en llamaradas de fuego  se han esparcido por Europa en lo que parece ser la invasión final. Ellos parecen conocer todo sobre nosotros: cuál será el próximo movimiento militar, que necesitamos para vivir, dónde están nuestras reservas, que pensamos, que somos. En cambio lo único que sabemos de ellos es que un día bajaron de las estrellas y que nada, absolutamente nada, los puede destruir. No más.
Todo eso cambiará cuando el más cobarde de los militares le dispare a las fauces feroces de un alienígena de ardiente cabellera destrozando su cabeza y de paso recibirá un baño de ácido que lo sumergirá en un bucle del tiempo. Él volverá cada vez que pueda, arrastrado por un remolino temporal, a ese campo de batalla, cada vez más valiente, más sabio, más fuerte y conociendo palmo a palmo los complejos vericuetos del juego.

Después de los fracasos que constituyeron La era del rock y Oblivion, Tom Cruise vuelve a protagonizar un apocalipsis alienígena. Si, por supuesto que él será el salvador de la especie, pero, a diferencia de la valentía mostrada en anteriores papeles, en Al filo del mañana se presentará como un mediático y cobarde oficial que por un afortunado accidente puede acceder a los poderes que se necesitan para vencer a una raza tan tecnificada y hábil que tiene la capacidad de manejar el tiempo a su antojo.
El reto para Doug Liman a la hora de adaptar la compleja novela All You Need Is Kill del japonés Hiroshi Sakurazaka, era hacer creíble, en la inmensidad de una pantalla de cine, el precepto nietzscheano del eterno retorno, aspecto que ya habíamos visto con acierto en El día de la marmota, con la que incomprensiblemente se le ha comparado. Si bien en la estructura podría tener un parecido a la joya de Harold Ramis, habría que buscar las influencias de esta película en los videos juegos.

Desde hace una década es bastante común que reputados guionistas de Hollywood, abandonados por la cruenta política de los estudios, hayan recaído en la industria del video juego, ayudando a que muchos  de esos programas tengan complejas tramas que desconciertan y entusiasmen a la vez a los jugadores. Al filo del mañana, en la adaptación libre que ha planteado Doug Liman, posee la rara cualidad de sumergirte en sus reinicios y, de cierta manera y gracias a su realista 3D, te hace partícipe del juego. A veces, mientras ves volver de la muerte una y otra vez a Tom Cruise, crees que tienes entre tus manos un control y desde allí diriges los movimientos de tu personaje.
Cine interactivo en donde tienes ante ti las variantes y perspectivas que puede presentar, como si fuera un Rashomon hipermoderno, las acciones de sus personajes. Para lograr la proeza de expulsar de la tierra a los invasores Tom Cruise estará acompañado de una hermosa y tenaz Emily Blunt. La química entre los dos es evidente y la joven y angelical actriz, logra hacer creíble la rudeza inclaudicable de su personaje.

Sin la publicidad que uno podría esperar de una película con un presupuesto descomunal y con un dos estrellas protagonizándola, Al filo del mañana es la propuesta más original que podemos encontrar en nuestra cada vez más intrascendente cartelera nacional. Es la oportunidad, además, de ver a Tom Cruise usando sus dotes actorales que creíamos perdidas para siempre, sorprendiéndonos al principio de su cobardía y luego, a medida que cada vez se reinicia el juego, admirar su destreza de avezado jugador.

No tardará el día en el que este tipo de películas las podamos ver con un control interactivo en las manos y nosotros dirigiremos los ataques, las estrategias, la duración de la película. Cada espectador de la sala del cine verá la trama que quiera y destruirá, a su gusto, a los monstruos que amenazan el mundo. Desde que cumpla con la sana función de divertirnos el cine estará salvado, así las películas se parezcan cada vez más a un videojuego. 

20 de mayo de 2014

OTRO IGUAL De Luis Jesús Hurtado. Cine regional de calidad

Creí que iba a tener mi más profunda indulgencia a la hora de valorar Otro igual, cortometraje escrito y dirigido por Luis Jesús Hurtado. A la hora de ver los video clips o cortos que se hacen en la región uno tiene que llenarse de misericordia y decir que son buenos siempre teniendo en cuenta el contexto, la pobreza del presupuesto, la falta de profesionalismo de los técnicos y caer en el lugar común de escribir que fue tan sólo “un buen ejercicio” y pasar por alto la incapacidad que tenemos para contar una historia, para darle continuidad a un relato, para sacarle a nuestros inexpertos actores un sentimiento real y no esas muecas histéricas que sólo revelan una completa ineptitud.
Así, pensando en usar mi lado samaritano, me puse a ver el relato de una familia de campesinos sobre los que caerá la furia de un paramilitar y su sierra eléctrica. Que emocionante es decir que no sólo la historia fluye como un manantial, que al guion no le sobra ningún diálogo, que las actuaciones de Wilfred Dascon Viana y D.S. Carol son precisas, económicas y que uno en esos 15 minutos que dura el cortometraje, puede sentir afecto, compasión y temor por lo que les pueda suceder a los personajes.

A Hurtado se le nota todo el cine que ha visto, se le nota que le gusta Sergio Leone y entendió que el paisaje cucuteño, árido y áspero en dónde solo crecen cactus y flores con espinas, da para crear una atmósfera de western.  Las metáforas que el usa mostrando el ganado, la trituradora de caña, las cruces que tiene el paramilitar en su gorra y el temor de un hombre que toma la sopa a sabiendas de que va a morir, son momentos de una alta carga poética, momentos inéditos dentro de un cine regional que está buscando renunciar a la anécdota personal, al chiste flojo convertido en historia, para convertir en imágenes todo el horro que padecimos a finales del siglo pasado por culpa de la expansión paramilitar en el Catatumbo.
Ver a Iwo Sanmartin, entrando con una sierra eléctrica a la humilde casa de los campesinos es no sólo una referencia a Martes 13 o La masacre de Texas sino es mostrar la ferocidad con la que Mancuso, Camilo o El Osito, sometieron a sangre y fuego a los valientes labriegos de esta región.
                                                            El director Luis Jesús Hurtado
Que gusto saber que esos cursos de cinematografía que bajo la iniciativa del profesor Hurtado se están impartiendo en Comfanorte, están dando sus frutos que ya hay con qué contar historias en imágenes, o si no vean los documentales de Juan Cachastan, la poética de Cristian Yorba, el video arte de David Grimaldo, el profesionalismo de Juan Carlos Gutierrez y el humor que despliega el guion que escribió Gustavo Contreras y que está ya en etapa de preproducción. Se viene toda una generación de muchachos que decidieron sacar sus cámaras a la calle, que entiende que el cine se hace sin revanchismo de ningún tipo y sobre todo con mucha generosidad. El cine es un trabajo de equipo, no de divos ni de estrellitas locales.

Cinerama, la empresa de cine que preside Hurtado con Juan Carrillo y el gran e infatigable Rigoberto Ortegón Portilla, a quien el afecto que le tengo y el trabajo en común me inhabilitan para hablar de él, acaba de rodar Danza Falaz, cortometraje al que desde ya le deseamos la mejor de la suerte. Ya hay razones para celebrar, en Cúcuta también se hace cine! 

25 de abril de 2014

LUNA DE HIEL DE ROMAN POLANSKI.

En mayo de 1991, Jerry Kosinski, novelista y amigo de juerga de Roman Polanski desde los jóvenes años polacos, decidió agregarle a su habitual ron con coca-cola una  dosis fatal de barbitúricos. Para hacer todavía más macabro su suicidio se envolvió en la cabeza una bolsa de plástico y se metió en una bañera rebasada de agua caliente. Al otro día lo encontraron boca abajo, hinchado y entre el agua como un pez globo. Ni siquiera el hecho de haberle vendido un par de años atrás a Peter Sellers los derechos para el cine su novela Desde el jardín, hizo que la amargura no corroyera su alma.  

Polanski estaba en su chalet en Ibiza y la noticia no lo sorprendería demasiado. Estaba pasando otro de sus dilatados periodos negros . Después de Frenético ninguno de los proyectos esbozados había logrado cuajarse. Estaba ese guión inconcluso de El maestro y la margarita la novela antisoviética de Mijail Bulgakov que pensaba llevar al cine pero que al final terminaría naufragando en el mar de restricciones presupuestales que le imponían los ejecutivos de la Warner Brothers. Cansado del continuo riffi-raffe  abandona el proyecto y se centra ahora en el frío glacial de la hoja en blanco. Ni siquiera el amor que sentía por su nueva esposa, Emmanuelle Seigner, podría ayudarle a cambiar el ánimo. “Lo que la gente olvida- dijo en su momento Kenneth Tynan, reconocido dramaturgo y coguionista de su Macbeth- es que Roman es un escritor, y que como tal es víctima de las habituales neurosis literarias”.
Cómo Oscar, el frustrado escritor de Luna de Hiel, la relación con su joven esposa lo estaba asfixiando. Ya había pasado el hambre sexual y ahora venía el momento de los compromisos, de los celos y de las responsabilidades y para un chico salvaje cómo él, era muy difícil amarrarse a una sola mujer. En esos tempranos días del matrimonio, Seigner estaba obsesionada con Polanski. La sola idea de que él se fuera seis meses a rodar una película la volvía loca, así que él sabía que si aceptaba un proyecto tenía que incluir obligatoriamente a la joven actriz con la que se había casado.
Todas esas cargas tenía sobre sus hombros el director polaco cuando lo llamaron a contarle lo de Kosinski. No entendía porque razón su amigo había decidido salir por la puerta de emergencia si habían soportado todo lo peor que un hombre puede soportar. Ambos perdieron a sus madres en Auschwitz y vivieron de lleno el horror de la Polonia ocupada por los nazis. El novelista lo había soportado todo, menos las acusaciones que señalaban  de plagiario. La única explicación a su abrupta decisión reposaba en una nota que encontraron al lado de la bañera, salpicada de agua y jabón: “Me voy a echar a dormir un rato un poco más largo de lo habitual. Llamad a ese tiempo eternidad”.

No fue sino enterarse de la noticia para que Polanski reaccionara insultando por última vez a su amigo-enemigo, el hombre con el que había sostenido una relación de amor y odio durante casi cuatro décadas. Supersticioso como era, interpretó el suicidio del escritor como una señal de que debía sumergirse como fuera y cuanto antes en un nuevo proyecto que lo sacara del letargo. Los directores de cine son como los tiburones, si no se mueven se ahogan.
Cuenta la leyenda que cansado de esperar luz verde de los estudios de cine, decidió entrar ilegalmente a Estados Unidos en donde rodaría una nueva adaptación de Rebeca. Hay quienes afirman que la nueva versión cinematográfica de la novela de Daphne du Maurier, se alcanzó a rodar en Beverly Hills, en la casa del inversor y filántropo Max Pavelsky con un elenco de lujo encabezado por las estrellas Warren Beatty, Anjelica Huston y Nicole Kidman. Nadie ha visto la película y ni siquiera se puede acreditar que se rodó, pero los que leyeron el guion afirma que es una versión sadomasoquista y cruel de la versión que rodó Alfred Hitchcock en 1940. Polanski en estado puro.
Regresa a Francia, esperando que aparezcan inversionistas para poder terminar su Rebeca pero nadie quiere saber nada de El Topo Diabólico, apodo con el que lo bautizaría Roland Topor en la época de El inquilino quimérico. Alain Sarde, joven productor francés que se moría de ganas por trabajar con él, lo llama a su oficina con la firme intención de respaldar económicamente lo que él le propusiera. Polanski le presenta el guion de Morgane, un mamotreto que escribiría a cuatro manos con Jeff Gloss, conversan animadamente durante horas y el polaco ve, en el escritorio de Sarde, la novela Lunes de fiel de Pascal Bruckner, escritor francés que se convertiría con el tiempo en uno de los pocos intelectuales de su país que defendería a George W. Bush y Donald Rumsfeld.
Entre Sarde y el director se despiden con una sonrisa y un apretón de manos, no sin que antes este último le pidiera prestada la novela de Bruckner. La leyó en una sola noche y de una sola sentada y al otro día muy temprano llamó al productor y le expresó entre gritos histéricos que quería adaptar la novela. Sarde celebró la coincidencia: apenas unas semanas atrás había comprado los derechos de ella y la verdad había empezado a arrepentirse de la decisión. De inmediato se acordó un modesto presupuesto de cinco millones de dólares y se empezó a trabajar en el guion que emergería más o menos fiel a la novela.

Nigel (Hugh Grant) y Fiona (Kristin Scott-Thomas) son una pareja de ingleses bastante estirados, fríos y pudorosos que llevan siete años juntos. Como es de esperarse el matrimonio ya presenta grietas y por eso han creído que la solución para superar la crisis es irse por un periodo a la India. En el barco que los lleva a oriente se encuentran con Óscar (Peter Coyote) un americano paralítico de excéntrico comportamiento que viaja junto a su esposa, la misteriosa y sensual Mimi (Emmanuelle Seigner). Una noche en la que Fiona se retira hasta su camarote a descansar y Nigel  se queda en el bar a tomarse unos tragos, éste ve a la exótica vampiresa bailar sobre una tarima con una sexualidad desbordada. En el instante cae subyugado ante el encanto hipnótico de esta diosa del sexo. Oscar es perfectamente consciente de lo que su esposa provoca en los hombres, así que aborda al correctito y puritano inglés en la cubierta del barco y le promete ayudarlo a acostarse con su ella si es capaz de escuchar la historia de su matrimonio.
Allí, en la estrechez del camarote del paralítico, Nigel escucha la historia de este hombre que viajó de Nueva York a Paris, aprovechando que había heredado una fortuna de su abuelo, con el sueño de hacerse escritor. Esto se frustraría desde el día en que conoció a Mimi. Ahora sólo quería estar dentro de ella. El sexo los va consumiendo, devorando. Nada sacía el hambre que siente a esa mujer de aspecto gatuno, ni siquiera el látigo, el cuero, las máscaras y las cuerdas que caracterizan el sadomasoquismo. Y de pronto un día Óscar se da cuenta de que ya no la desea más, de que lo único que los unía era el sabor de su vagina y ella, que no tiene a nadie más que a ese hombre seco y arrugado que podría ser su padre, se enamora con locura y él le escupe su amor en la cara, la humilla, la degrada y siente placer al hacerlo. Lo que ignora Oscar es que el mundo da muchas vueltas y que no hay nada más terrible que la venganza de una mujer enamorada.


Con Luna de hiel Polanski no sólo vuelve a su lugar natural, el plató, sino que lo hace con su esposa, cómo se lo había prometido. Cuando un realizador dirige a su compañera de vida siempre hay complicaciones, nada más recuerden lo tormentosa que fue la relación entre Rossellini e Ingrid Bergman, o los problemas que tuvo Jules Dassin con Melína Merkoúri, ésta colaboración no sería la excepción. Ante el periodista Stephen O’Shea , Polanski  reconoció que su vida familiar fue bastante complicada en 1991 y a principios de 1992 “Cuando uno dirige y vive con alguien que se ocupa por el trabajo hay que tranquilizarle. Pero a veces uno tiende a decir: “Caya ya por favor. Vamos a vivir un poco”
Seigner no sólo idolatraba a su marido sino que lo respetaba como director. Por eso para ella esta segunda colaboración conllevaba una responsabilidad muy grande. Tenía que estar a la altura de su esposo. A pesar de su empeño y de que 23 años después la encontramos fabulosa, la crítica despedazaría a la actriz e hizo énfasis en que ella  había obtenido el papel de Mimi sólo porque era la mujer del polaco. Yo creo que Seigner está perfectamente creíble en esas dos personas que ella caracteriza en la película. Primero vemos a una joven pueblerina e inocente que aún cree en el amor y se entrega a él con pasión. Ella se vuelve pervertida porque él se lo pide, ella lee su novela infumable sólo porque él la escribió. Él es su sol y su luna, pero así como hay tribus que se revelan ante sus dioses por los males que ellos desde el cielo le envían, Mimi es capaz de destruir a su Dios, de aniquilarlo, de reducirlo a una silla de ruedas no sólo por venganza, sino para garantizar que nunca se irá de su lado. Sigue siendo convincente cuando se convierte en una despiadada vampiresa.
Peter Coyote no era la primera opción de Polanski. Él quería que su amigo Jack Nicholson volviera a trabajar a su lado pero el escaso presupuesto y las dificultades que tenía el protagonista de Chinatown para viajar a Francia, hicieron que las negociaciones se empantanaran. También estuvo cerca de firmar Jeremy Irons, en un papel que le hubiese venido como un guante, pero, según cuenta Christopher Sandford en su biografía Polanski, el actor inglés se espantó después de leer el guion que le pareció escandalosamente sádico. Coyote logra trasladar ese aire inquietante que tiene Oscar en la novela a la pantalla. Es un personaje tan sucio que provoca ponerse guantes de latex antes de tocarlo. Esa infamia y perfidia se marca en cada arruga del expresivo rostro del actor norteamericano.
Luna de hiel a pesar del escándalo en la que se vio envuelta por su tratamiento, apenas recaudó  lo invertido en ella. Las críticas no fueron muy clementes con la película y volvieron a acusar a Polanski de exhibicionista y sádico. Los rumores se volvieron agrios cuando empezaron a decir  que Seigner estaba embarazada durante el rodaje y que a pesar de eso Roman le había obligado a interpretar escenas que rozaban con la pornografía. Esta vez los guardianes de la moral y las buenas costumbres volvieron a equivocarse ya que el hijo de esa unión nacería el 20 de enero de 1993, nueve meses antes, en abril de 1992, la pareja ya había acabado el rodaje.


23 años después de la tormenta que suscitó la película , podemos afirmar que Polanski tenía razón. Lejos de haber envejecido Luna de hiel se ha convertido en uno de los testimonios más descarnados de lo que puede ser una relación de pareja. El sexo descarnado de los primeros meses, el hastío que viene después y el odio que se incuba durante años y que se arrastra como si una cadena invisible los amarrara de por vida, son las características que suelen acompañar hasta a los matrimonios más ejemplares. Paradójicamente y 23 años después Roman y Emmanuelle siguen juntos y felices, como si hubieran podido exorcizar todos sus demonios en esta película truculenta, oscura y genial. 

2 de abril de 2014

10 GRANDES PELICULAS DE TERROR. EL ABOGADO DEL DIABLO.

Mi demonio favorito se llama John Milton, vive en el último piso de una inmensa torre en Nueva York, es un hombre con mucho prestigio y buen gusto, es capaz de contar chistes en cantonés y puede recitar en griego algún pasaje del Deuteronomio. A pesar de ser dueño de un imperio a Milton eso de andar en limosina lo saca de la realidad. Para recordar todo el tiempo su origen humilde, su pasado de proscrito –recuerden que fue echado por su padre de las aburridas huestes paradisiacas en donde no pasa nada y todos sus habitantes permanecen de rodillas, extasiados ante la gracia de Dios- se desplaza por la ciudad en subte. Él es el hombre que te mira desde el último vagón, él sabe todo tu pasado y cuanta ambición puedes llegar a  tener. Él antes de ocupar su sillón en la torre más alta de Manhattan recorre todas las mañanas la ciudad en busca de uno de sus tantos hijos desperdigados en Time Square con el suficiente coraje para reemplazarlo. Son veinte siglos de intenso combate, veinte asaltos sangrientos que desgastan al más duro. Por eso necesita un aire y que lindo sería para él que alguno de sus bastardos le pueda dar un nieto. Hasta el Diablo se enternece cuando llega a cierta edad. Pero el elegido, cuesta creerlo, no vive en la gran manzana sino en una ciudad insignificante de la Florida. Hasta allá tienen que ir sus esbirros a buscar a Kevin Lomax, el abogado sin alma que nunca ha perdido un caso.

No le cuesta mucho trabajo a John Milton impresionar al brillante pero provinciano joven letrado. Este no ha soñado otra cosa con llegar a viejo y tener el poder de su mentor. Por eso, ciego de poder se deja tentar: Un apartamento para él y su ambiciosa esposa con vista al Central Park, fiestas repletas de despampanantes mujeres y todo el dinero del universo para comprarte lo que te de la gana,  son argumentos que pueden convencer a cualquiera. Y entonces, ebrio de éxito, ha caído sobre sus ojos un velo denso y negro que le impide ver como su esposa se empieza a hundir en la depresión, cómo el lujoso piso donde vive se vuelve lúgubre y feo, cómo es manipulado para defender a los peores criminales de la Babilonia de los rascacielos y cuando ya sea muy tarde, cuando todo esté perdido, el velo caerá y se dará cuenta de quién es su padre.
No me culpen por mi entusiasmo, la verdad me confieso inocente. Nunca había visto El abogado del diablo y una de estas noches, sin tener ninguna serie especial para ver me puse a verla aprovechando la irrupción en la web del sitio miradetodo. Me sorprendió constatar el desprecio con el que la crítica ha mirado esta estupenda película, una de las mejores que se hicieron en Estados Unidos sobre el quiliasmo, el miedo que siempre ha sentido la humanidad cuando empieza un nuevo milenio. ¿Recuerdan a los noticieros de la época mostrando a un poco de gringos gordos acaparando sus refugios de víveres porque abría una especie de Armagedon cibernético? Las máquinas se iban a volver locas y nadie podría contenerlas y entonces resetearían el progreso y empezaríamos de nuevo de cero, una idea que si uno se pone a pensar no estaría del todo mal.
Hollywood entonces, desde finales de la década del setenta, empezó a apostarle al fin de los tiempos, en una carrera que el escritor español Ángel Sala denominó él “Frenesí apocalíptico”. Entonces aparecieron, sucesivamente, la trilogía de La profecía en donde el anticristo tenía cara de niño bueno y una extraña mancha en el cuero cabelludo  que cualquiera podía identificar con el 666, el número de la bestia, del sur de Estados Unidos Alan Parker nos contaba la historia de El corazón del Ángel en donde un magnífico Robert de Niro nos explica porque el alma del hombre se parece a un huevo cocido, en 1994 Gary Sinise protagoniza The Stand, una serie de televisión que narra los momentos previos al apocalipsis, David Cronemberg nos muestra al anticristo convertido en un enloquecido y belicista candadito a la presidencia de los Estados Unidos, llamado a desencadenar un holocausto nuclear, toda una prefiguración de George W. Bush en su impresionante The dead zone. Ya en los noventa James Cameron nos habla del mesías y del juicio final en la segunda parte de Terminator, Rossana Arquette es poseída no por el demonio sino por un santo que viene a anunciarnos el fin en Estigma y Peter Hyams vuelve a usar a un Schwarzenneger en franca decadencia en la ridícula El fin de los días. Teniendo en cuenta que se me escapan por los menos una docena más de películas, podíamos decir que la gente no hablaba de otra cosa que de fin de los tiempos.
Pero entre todas esas la que menos ha envejecido es El abogado del diablo. A nadie se le había ocurrido que Luzbell era el dueño de una poderosa firma de abogados especializados en defender a todos los chicos malos del mundo. Que si en Uganda a Idi Amin le dio por comerse a toda la oposición, que si a Álvaro Uribe o a Pinochet lo investigan por violar los derechos humanos eso no importa, para eso tenemos a los mejores abogados del planeta dispuestos a ayudar al que lo necesite. ¿Para eso no están los amigos? Que si a Mike Cullen, uno de los constructores más prestigiosos de Nueva York le da por asesinar a toda su familia para quedarse con el seguro de vida de su esposo… bueno, de John Milton pueden decir cualquier cosa, menos que deja en la estacada a sus más fieles seguidores, por eso le dará a Cullen lo mejor que tiene: el más brillante de sus hijos.

Y la verdad que es una pena que Kevin Lomax sea interpretado por esa nulidad que es Keanu Reeves, el peor de los actores de su generación. El pobre es tragado sin atenuantes por una debutante Charlize Theron y bueno, un tipo como Al Pacino – El hombre de los ojos huecos como lo bautizó el crítico Lawrence Grobel- lo borra de la pantalla. Dicen que Brad Pitt estuvo a punto de cerrar el trato pero que no quería quedar encasillado como “El tipo que siempre pierde a sus esposas” por aquello que le pasa a Gwyneth Paltrow en Seven. Una verdadera pena y un castigo demasiado severo condenarla al ostracismo como ha querido hacerlo un sector de la crítica simplemente por este error de casting.
Una película de terror con un guion tan poderoso no debe ser olvidada tan facilmente. La conversación que sostienen Al Pacino y Keanu en el último piso de la torre Milton es alucinante. Es la mejor compra del alma que se ha visto en el cine luciferino. Abajo está de Nueva York como un simple decorado expresionista y los dos hombres arriba, hablando soterradamente de cómo se van a repartir el mundo. Ellos no son como el resto de los mortales que miran la ciudad para arriba, no, ellos miran la gran manzana por encima del hombro.
La actuación de Pacino es tan buena que a uno se le olvida por completo Keanu. Que diablo se ha creado el realizador de En busca de Ricardo III, como si en vez de alma tuviera botones que lo trasnformaran en unos cuantos segundos en otra persona: si oprimes acá te volverás frío, este botoncito verde te pone sexy, este otro te hace ver como una rata de alcantarilla y este azul te convierte en un emperador. Pacino es el diablo y es una docena de personas a la vez. En varias entrevistas el protagonista de Scarface ha dicho que no sabía cómo interpretar al demonio hasta que vio a Walter Huston en El diablo y Daniel Webster y que apenas lo vio supo que tenía que cargar de encanto y no de maldad a su personaje. El diablo tienta y seduce, sólo Dios castiga y oprime.

Realizada en 1997 El abogado del diablo no ha envejecido nada. Tiene un encantador toque kitsch que le remite uno inevitablemente a las viejas películas de serie B, con la que se emparenta en espíritu a pesar de su presupuesto multimillonario. Véanla y muéstrenselas a sus hijos adolescentes. Esta es la mejor manera de comprobar que esta película es cómo el demonio mismo: lejos de envejecer se mantiene vigente y siempre consigue nuevos adeptos.

5 de marzo de 2014

BREAKING BAD: EL INICIO DE UN MITO. Por: Darío Monsalve.

Quienes aún no han accedido en Colombia a la emisión de Breaking Bad (por canales de cable como AXN o páginas de Internet como Netflix) se encuentran ya en mora con la forma más reciente de poner a prueba la buena moral pero de un modo épico. El argumento en sí es simple, y hasta conocido por aquellos primeros entusiastas que se dejaron seducir hacia el 2005 por la precoz e inofensiva Weeds: un personaje acorralado por situaciones extremas toma soluciones extremas.

       Sin embargo, la historia de Walter White, un derrotado profesor de química que tras un diagnóstico de cáncer decide comenzar a fabricar anfetaminas para asegurar el futuro de su familia, arrastrando consigo a todo el que se interponga en su camino, va más allá. El éxito de esta serie –primer reparo con que debe luchar esta producción ante quienes se resisten a aceptar que el cine no es el cine, sino su lenguaje– se encuentra fundamentalmente en los detalles y en sus diálogos.
       Cada uno de sus capítulo consiste en una serie de piezas y frases que sueltas pertenecerían nada más que a un excelente intento por realizar el entretenimiento a que seguramente está obligada en alguna parte del contrato con que fueron pactadas sus cinco temporadas. Unido todo ello, se convierte en un gigantesco engranaje que pone en marcha un producto a la altura de grandes sagas cinematográficas.

       No es únicamente al paso de un hombre frustrado a uno que se considera el rey del mundo a lo que accedemos; ni al salto de la línea entre el pacifista y el homicida; mucho menos al de una mente científica a una criminal capaz de elaborar los planes más siniestros con tal de sacar adelante su imperio de drogas.
Desde luego, aunque sin ello el programa no sería lo que es, solo con eso sería un fiasco.
       La historia está en cambio plagada –y nutrida, lo que es otro de los puntos a favor, al igual que las memorables actuaciones del reparto escogido– de variaciones y claves que dejan a cada uno de sus personajes en una dimensión de realidad total. Por eso lo que despierta temor al espectador no es saber que existen seres como los de la pantalla, sino tener algo de ellos.
      La mujer ama de casa humilde se sabe, al igual que Skyler, tentada ante un cambio de vida que de fin a las penurias económicas de su familia, por lo que podría llegar a aceptar ser cómplice (¿no también cerebro?) de un negocio ilícito. Cualquier drogadicto sin futuro depositaría como Jesse su confianza en un plan capaz de suministrarle el vacío de vida llevada hasta hoy. Y hasta el profesional de cualquier estirpe aplaude en algún momento los fraudulentos métodos del agraciado Saul. Pero sobre todas las cosas, quien se pone al frente del televisor no deja de reflejarse –muchas veces admirándose– en las peripecias del siempre atormentado Walter White.
       Más aún, el siempre –y cada vez más, otro gancho único de la serie– atormentado Walter White, es, a su vez, un torturador eficaz que deja relucir en carne viva el cobre más brillante del ser humano: la vanidad.

       Por eso Breaking Bad es una apología a la vanidad, es decir, al hombre, en todas sus formas posibles. En ella se lleva a cabo una carrera despiadada por ser: ser el más rico, el más astuto, el más honesto, el más corrupto, el más humano. Ser o ser, esa es la cuestión. Esa norma se lleva hasta el límite y rebosa incluso en la misma técnica con que fue filmada. Las imágenes (de una plástica también particular), la edición (impecable y juguetona), la música (morfinómana en aquellas secuencias en que sin tapujos se expenden drogas como dulces o se cometen asesinatos escalofriantes) y la rigurosidad temática en materia de elaboración de drogas, la hace un deleite dentro de la insípida oferta que en su mayoría la televisión ofrece.
       Desde luego, y como en toda gran historia que quiera consagrarse, a lo largo de los capítulos la serie lanza cuestionamientos –eso sí, sin nombres– sobre aspectos sociales propios de su tiempo. En este caso no dejan de hacerse alusiones al actual consumo de drogas, al deficiente sistema de salud y al inmensurable poder corporativo, entre otros aderezos que ponen ese sabor de purgatorio al mundo recreado por Vince Gilligan y compañía. Lo de purgatorio es cabal pues saldar deudas es lo que hará sin falta cada uno de los protagonistas.   
       En cuanto al final, sobra decir que los últimos capítulos (piénsese, por ejemplo, en el inmejorable Ozymandias) son un salto al vacío dado con ansias. Lo mejor es que este salto puede repetirse cuantas veces se desee, sin ningún cansancio y con el mismo vértigo inicial.  
       Aunque ya es considerada como una de las grandes series televisivas de todos los tiempos, el paso de éste ahondará cada vez más el mito de Heisenberg, un ícono del que la cultura ya comienza a dar justa cuenta en imágenes y alusiones. La anunciada versión colombiana, sin duda, será una de las tantas buenas o malas adaptaciones (traducciones), citas y tributos que conllevan clásicos de este tipo.