29 de octubre de 2009

COMENTARIOS DE LECTORES

Hola Iván, qué buen texto. Cuando estuve en Buenos Aires pensé que lo mejor de la distancia era no tener que verle la cara a nuestra temida bestia. Me dije: no volveré a Colombia mientras ese señor sea presidente. Pero también es triste pensar que uno debe estar lejos de todo porque la realidad de nuestro país produce asco. Pero es cierto. Mi papá se alegra cuando el ESMAD entra a las universidades y captura estudiantes-terroristas; pero no dice nada cuando el mismo cuerpo de seguridad-violencia golpea indígenas y ancianas. "Ésa es la realidad del país, qué le vamos a hacer". Nos acostumbramos a golpear al que denuncia masacres y alabar al que las perpetra. Si nos van a dar por detrás, que por lo menos tengamos el derecho a quejarnos. Pero los colombianos son violados a diario y aplauden por ello y piden más.


Jesús


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- Hola amigo gallo. Felicitaciones por el último texto... su calidad y su crítica... y por recordarnos la importancia de ser ciudadanos de mal.


Ayer alguien hablaba en una conferencia que asistí de la importancia intelectual, política e histórica de Spinoza como un no-judío judío, y de los alemanes después de la II guerra mundial que se declaran no-alemanes alemanes. Hoy usted me acuerda de la importancia de ser un no-colombiano colombiano.
Abrazos desde Melbourne,
L.E.

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Creo que las implicaciones de ser un no-colombiano colombiano son varias:

1. significa ser crítico de nuestra realidad. Significa ser crítico de lo que nos ha llevado a donde estamos, de nuestra falta de sensibilidad, de nuestro apego de chicle a "clases" de mocos, nuestra pobreza moral y de nuestro apego a mañas católicas que vemos a ciegas como el cum laudem de lo que significa llevar una vida de bien. Significa criticar nuestro parroquialismo cosmopolita. También significa criticar la falta de justicia y honestidad en Colombia, y por el remplazo de estos valores, por eufemismos como legalidad o transparencia.

Por supuesto, usted puede pensar las miles de formas como el gobierno de Uribe se ha valido de los segundos, para silenciar los primeros, y de todas nuestras faltas para usufructuarse cada vez más del poder que se roban.

2. Ser un no-colombiano colombiano implica reconocer que nosotros estamos implicados en la realidad colombiana. Acá no es sólo cuestión de criticar al otro. es criticar al otro gracias a que nosotros somos sus vecinos, hermanos, hijos, y amigos; gracias a esto nosotros somos como ellos un poco.

3. Finalmente, ser no-colombiano colombiano creo yo significa reconocer el hecho de que al fin y al cabo nosotros no podemos, ni podremos, alejarnos de la realidad que nos tiene atrapados. Así nos alejemos y nos bañemos de nuestra colombianidad todos los días el trauma de ser colombianos está allí. Crecer en un lugar y su comunidad genera obligaciones que no podemos quitarnos de encima por el sencillo hecho de partir de su espacio o mirar para otro lado. El cosmopolitanismo no funciona. El no-colombiano colombiano es parroquial, pero en tensión. Él tiene en ocasiones optimismo, pero nunca pasión (ni mucho menos pasión predicada bajo el grito de guerra "Colombia es Pasión").

Me disculpo por esta perolata, mamertoide. Pero usted escribió la entrada del blog en un momento (in)oportuno. Y después de escribirle el último mensaje me fui a andar bicicleta con Martin Tin-Tin y no pude parar de pensar cuál era el contenido de ese no-colombiano colombiano que usted hace reconocer en cada uno de nosotros, malos ciudadanos.

Para terminar, hace poco El Espectador presento una entrevista con el filósofo Colombiano Carlos B. Gutiérrez, de la U. de los Andes.

En la entrevista él habla sobre la importancia del disenso y de nuestra incapacidad en Colombia de dialogar, de escucharnos, de criticarnos y no imponernos, no matarnos. En particular Gutiérrez dice "hemos reducido lo ético a puro individualismo, es decir a una racionalidad táctica estratégica individual, que termina privándonos de mucha orientación que necesitamos.

Él caracteriza el ejercicio de dialogar y criticar en Colombia, como una necesidad apremiante para empezar a reconstruirnos para salir del botadero donde nos encontramos. Sin embargo Gutiérrez aclara que el ejercicio es complicado, pues ese que intenta dialogar en serio, se le genera en el estómago un sentimiento como el de aquél que encuentran robándose los cubiertos de la casa cuando ha sido invitado a cenar. Esos sentimientos por supuesto hoy son acelerados al vivir bajo la indiscutible efigie del pro-hombre. En sus propias palabras Gutiérrez dice: "Si tú vas, hoy en día, a una comida social y dices algo contra el gobierno de Uribe, reina un silencio total, es como si uno se estuviera robando los cubiertos. Pone en peligro no se qué cosas."

Bueno, acá esta otra voz de aliento y alerta sobre qué significa eso de ser no-colombiano colombiano.
La tarea parece ser larga y complicada, no le parece amigo Gallo?

Abrazos,

L.E.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ser colombiano no es un acto de fé como decía Borges, es un accidente de la vida, mejor dicho un sino trágico, en lo único que tenía razón el viejo era que aceptas a tus padres como tienes que aceptar a la tierra y el sol, en aquel sentido asumo la pertenencia a un lugar, o peor aún a una nación. Fernando Vallejo es un ejemplo de alguien que no se ha dejado subyugar por la fatalidad de ser colombiano (chibchombiano diría mi querido Santiago Moure).

Atentamente un cucuteño consecuente (indecente).

Anónimo dijo...

Nota: Parece contradictorio afirmar que ser colombiano es un accidente (antes de nacer nuestros padres nos cometen) y también un sino trágico (después de nacer nos la tenemos que "bancar")... en todo caso la contradición forma parte esencial del ser colombiano, y es precísamente en este sentido en que intento entender lo dicho por Borges.

Un cucuteño consecuente (indecente).