7 de agosto de 2011

DOCTOR MUERTE DE BARRY LEVINSON

Barry Levinson ha tenido la genial idea de tomar partido por un personaje que divide como ninguno. Para él como para muchos de nosotros no cabe duda que no existe nada más cruel que una muerte lenta, ¿Qué saben los fiscales de dolor de un cáncer? “Es como si tu fueras una gran boca podrida y cada tendón fuera una muela que se carcome y esa punzada en la encía extendida en todo tu cuerpo, ese dolor incesante que te apuñala lo sientes todos los días de tu miserable vida” El enfermo mira a los ojos del doctor y le suplica sin abrir la boca que venga la paz. Kevorkian supo ver esa mirada en sus pacientes, que lucharon por tener una muerte digna por no terminar sus días siendo un estorbo para su familia.
Es curioso que Jack Kevorkian se le compare con Menguele cuando uno de las argumentos para promover la eutanasia asistida fue decir que en Estados Unidos la constitución había aprobado el infame método de exterminio empleado por los nazis “El matar lentamente a una persona, por hambre, por dolor, un dolor diario, constante” Vaya si sabía de muerte este culto doctor. Había huido con su hermana a Estados Unidos poco después de que los turcos aniquilaran a más de 1.500.000 de personas en su natal Armenia, a la muerte la conoce de frente, uno de sus primeros recuerdos fue un montón de cadáveres pudriéndose al sol. El horror formó su genio, nunca se cansó de experimentar, creaba para desahogarse de todo lo que había visto. Sus pinturas lo atestiguan, hombres rompiéndose las uñas para no caer en un abismo, decapitados que sostienen sus cabezas, una mujer que en vez de ojos tiene cuencas por donde regurgitan los gusanos, la obsesión de un artista reflejada en su obra. Todo matizado con un humor negro, siniestre, escandaloso. Para promocionar su máquina de la misericordia, aparato que el mismo fabricó dijo que una de las ventajas de morir asistido por su invento era que “El monóxido de carbono te proporciona un maravilloso color en la piel”.
En un país de fanáticos religiosos el médico armenio fue perseguido. Para muchos su nombre se asociaba a los peores asesinos en serie que habían pisado Estados Unidos. Constantemente tuvo que soportar marchas de activistas retrógrados que le reclamaban el hecho de no creer en Dios “Mi único Dios es Juan Sebastián Bach y a diferencia del de ustedes el mío no es inventado”. Fue llevado cuatro veces a juicio y las cuatro tuvo que ser absuelto hasta que como cualquier mártir se dejó tentar por los beneficios del sacrificio y como una oveja yendo al matadero decidió despedir a su abogado en el quinto juicio y defenderse él solo. Sobra decir que perdió el juicio y fue condenado a pasar entre 10 y 25 años de prisión. En el 2007, luego de pagar ocho años de cárcel fue indultado por motivos de salud.
Una de las debilidades que tenía Kevorkian además de ser un avaro consumado era la de ser reconocido como fuera. En cualquier entrevista que le hacían le gustaba provocar al público diciendo frases realmente escandalosas o incluso como lo hizo en 60 minutos, mostrar como moría una persona por sus métodos. Los noticieros lo amaban porque gracias a él y a su invento se había hecho realidad el sueño de todos los telediarios: La muerte en vivo.
Está claro que para Levinson el Doctor Muerte buscaba no tanto promocionarse el mismo (Está comprobado que no cobraba un peso por sus servicios) sino el método de misericordia que había fabricado. Gracias a la extraordinaria actuación de Al Pacino, el veterano director de What the dog vuelve a poner el dedo en la llaga de una sociedad puritana e hipócrita que preserva como si fuera un cofre lleno de joyas los viejos valores morales. Si bien llega un momento en que alcanzas a saturarte de ver tanta desgracia junta, tantos casos realmente crueles de enfermedades terminales y a la siempre predecible, siempre aburrida, siempre con la frase-in-te-li-gen-te, Susan Sarandon, Barry Levinson logra conseguir una película potente, honesta, donde no le da miedo decir sin tapujos lo que se piensa.
Esta valentía, tan rara en el desabrido cine de estos días, la posee gracias a pertenecer a la vieja guardia, a la generación de cineastas de los setentas, influenciados por el cine y la literatura, intelectuales que hacían películas. Nómbrenme en el cine de hoy quien podía hacer una película así. Afortunadamente para nosotros Barry Levinson todavía no ha necesitado los servicios de Kevorkian a pesar de su avanzada edad. Acá nos deja un retrato duro y contundente de un personaje tan complejo como fue el recientemente fallecido Doctor Muerte.

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