27 de septiembre de 2012

DE ROMA CON AMOR DE Woody Allen. Que se jubilen los viejos


Los críticos sueñan con jubilar a Woody Allen. Cada vez que el resultado de uno de sus estrenos anuales no es una obra maestra empiezan a soltar la retahíla de siempre: Que se está repitiendo, que su inspiración y talento simplemente se han acabado. Con todas esas prevenciones fui al cine con la intención de ver una película de Woody, que desde los créditos apareciera el entrañable deja vu de mis días felices y todos esos sentimientos volvieron a florecer.
De Roma con amor mucho más que una buena película es un filme de su autor. ¿De que otra cosa se puede hablar sino de uno mismo? Esa es la finalidad de un artista cuando plasma su sueño. Allen se repite como lo hacía Dostoyevsky o Rosellini. Pretende ser consecuente con sus demonios y lo consigue.

Las cuatro historias que conforman la película son muy divertidas, alguna incluso utiliza el método prousiano del tiempo recobrado, tan caro en el cine de Bergman, en el Cría cuervos de Saura y sobre todo en la obra del propio Allen. Recuerden la visita al viejo barrio de Alvin en Annie Hall, a Juda volviendo a la casa de su niñez en Crímenes y pecados. Acá se le da otra variante porque al volver al barrio bohemio de Roma Alec Baldwin se ve a sí mismo treinta años atrás encarnado en el deliciosimo personaje de Jesse Eisenberg.
Te puedes morir de la risa dentro de la situación kafkiana del hombre que se levanta siendo la celebridad más importante de toda Italia, toda una reflexión sobre la premisa de Warhol de que todos tenemos derecho a 15 minutos de fama en la vida pero completamente potenciado por la imbecilidad de los realities que se han apoderado de la televisión del mundo. La presencia del gran Roberto Benigni refresca sin duda la pantalla.

Y bueno…. A reaparecido el cómico Allen, con un ojo bastante apagado, a punto de quedar sordo (Como Buñuel), pero con la misma vitalidad de siempre. A su lado la eterna Judy Davis, con su amor seco, negrísimo… irónico. El personaje de Woody es el de un jubilado de la industria musical que quiere volver a trabajar como sea. Viaja a Roma con su esposa para conocer al prometido de su hija. Él es un republicano radical que detesta Europa a quien considera “Decadente” sin embargo descubre que su consuegro, un enterrador cualquiera, canta como el mismísimo Caruzo cuando se está duchando. En una de esas estrambóticas ideas que caracterizaron su carrera como productor musical idea una ducha portátil para que cante como si estuviera en su propio baño y descreste al exigente público romano.
Los críticos dicen que esa no es Roma, que ahora el senil director se va a dedicar a fabricar postales para Lonely Planet, primero Paris y luego la capital italiana. A mi me parece que ha sabido jugar con el paisaje, con la arquitectura y la ha puesto en función de la narración. Sales de la sala de cine creyendo que el mundo es un lugar mejor, una sensación bastante parecida a la que sentía la gente después de ver una película de Capra.
Esperemos que estas postales maravillosas sigan saliendo de su mirada. El mundo necesita más películas de Woody Allen así a los críticos les moleste tanto que un maestro se niegue a jubilarse.

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